Entrevista de MCC
¿Cómo se cruzó la poesía en tu camino?
Hablando de caminos. De niño, cuando vivía en Calca, lugar donde nací, siempre tuve un sueño. Ser un camionero cuando fuera grande. Pero con el tiempo las letras me fueron ganando.
¿Cuándo llegas a Arequipa?
Mi llegada a esta ciudad se da inicios de los años 80, para estudiar en el colegio Mercedario. Luego ingresé a Ingeniería Industrial y casi ya concluyendo decido estudiar literatura en la universidad San Agustín. Experiencia muy grata por supuesto.
¿Y ese cambio?
Aparentemente hay una distancia, pero en la vida todo está conectado. En realidad los estudios de ingeniería me han dado un poco de orden y ciertos procedimientos lógicos y he conocido a gente valiosísima. En realidad no están lejos.
¿Qué significa Arequipa para ti?
Ha sido determinante en mi formación literaria. Le debo tanto a Arequipa, al aprendizaje y el compartir de los amigos. Arequipa es el referente central para mi persona como poeta. Aunque el referente de mi poesía sea el mundo andino, para mi oficio de escritor, a esta ciudad le debo todo. Después de todo esto, de dos décadas de vivir en Arequipa, me siento tan arequipeño como cusqueño. En mis viajes al exterior cargo mi música: los Mistianos, el trío Yanahuara, están conmigo a donde viaje. Es una tierra intransferible.
¿Tu visión de Arequipa desde los EE. UU.?
La distancia, el estar lejos de tu país, te permite ver con mayor claridad. Distinguir claramente el espíritu de un pueblo, la voluntad de un pueblo, los valores positivos y los negativos. Y ese espíritu arequipeño es lo que a mí me ha servido para emprender las cosas que he hecho y hacerlas bien. Arequipa para mí fue un gran taller.
¿Cómo ves a tu retorno el panorama literario?
La distancia hace que yo no conozca mucho de lo que pasa, pero de seguro existe gente que viene detrás de nosotros, que enriquecen la tradición literaria que tiene esta tierra.
¿Esa es una generación literaria?
Desde muy chico me he formado con mis coetáneos. Por nombrarte algunos: Rolando Luque, Carlos Herrera, Luzgardo Medina, Pablo Quintanilla y muchos otros. Luego pude cultivar una amistad con personas de talento extraordinario como Oswaldo Chanove, Alonso Ruiz Rosas, Misael Ramos, que son estupendos poetas de quienes he aprendido muchísimo.
¿Existen las generaciones en Literatura?
Bueno sí, pero sólo para ubicar, por una cuestión pedagógica. Y en Arequipa se puede hablar de una generación de los grandes: Alberto Hidalgo, Guillermo Mercado, Percy Gibson; y después se da un vacío. Por supuesto que existieron poetas, pero no en la cantidad de la anterior. Después se da un salto hasta la generación de los ochenta y noventa y con ellos están mis contemporáneos.
* Publicado en el semanario El Búho nº 338 (19 de agosto de 2008).
Hablando de caminos. De niño, cuando vivía en Calca, lugar donde nací, siempre tuve un sueño. Ser un camionero cuando fuera grande. Pero con el tiempo las letras me fueron ganando.
¿Cuándo llegas a Arequipa?
Mi llegada a esta ciudad se da inicios de los años 80, para estudiar en el colegio Mercedario. Luego ingresé a Ingeniería Industrial y casi ya concluyendo decido estudiar literatura en la universidad San Agustín. Experiencia muy grata por supuesto.
¿Y ese cambio?
Aparentemente hay una distancia, pero en la vida todo está conectado. En realidad los estudios de ingeniería me han dado un poco de orden y ciertos procedimientos lógicos y he conocido a gente valiosísima. En realidad no están lejos.
¿Qué significa Arequipa para ti?
Ha sido determinante en mi formación literaria. Le debo tanto a Arequipa, al aprendizaje y el compartir de los amigos. Arequipa es el referente central para mi persona como poeta. Aunque el referente de mi poesía sea el mundo andino, para mi oficio de escritor, a esta ciudad le debo todo. Después de todo esto, de dos décadas de vivir en Arequipa, me siento tan arequipeño como cusqueño. En mis viajes al exterior cargo mi música: los Mistianos, el trío Yanahuara, están conmigo a donde viaje. Es una tierra intransferible.
¿Tu visión de Arequipa desde los EE. UU.?
La distancia, el estar lejos de tu país, te permite ver con mayor claridad. Distinguir claramente el espíritu de un pueblo, la voluntad de un pueblo, los valores positivos y los negativos. Y ese espíritu arequipeño es lo que a mí me ha servido para emprender las cosas que he hecho y hacerlas bien. Arequipa para mí fue un gran taller.
¿Cómo ves a tu retorno el panorama literario?
La distancia hace que yo no conozca mucho de lo que pasa, pero de seguro existe gente que viene detrás de nosotros, que enriquecen la tradición literaria que tiene esta tierra.
¿Esa es una generación literaria?
Desde muy chico me he formado con mis coetáneos. Por nombrarte algunos: Rolando Luque, Carlos Herrera, Luzgardo Medina, Pablo Quintanilla y muchos otros. Luego pude cultivar una amistad con personas de talento extraordinario como Oswaldo Chanove, Alonso Ruiz Rosas, Misael Ramos, que son estupendos poetas de quienes he aprendido muchísimo.
¿Existen las generaciones en Literatura?
Bueno sí, pero sólo para ubicar, por una cuestión pedagógica. Y en Arequipa se puede hablar de una generación de los grandes: Alberto Hidalgo, Guillermo Mercado, Percy Gibson; y después se da un vacío. Por supuesto que existieron poetas, pero no en la cantidad de la anterior. Después se da un salto hasta la generación de los ochenta y noventa y con ellos están mis contemporáneos.
* Publicado en el semanario El Búho nº 338 (19 de agosto de 2008).
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