28.2.11

WITOLD GOMBROWICZ Y MARCELINA ANTONINA KOTKOWSKA


Por Juan Carlos Gómez

“En el mismo año 1933, en que se publicó mi primer libro, murió mi padre. Hacía meses que estaba enfermo, pero su empeoramiento se produjo en forma repentina, de modo que sólo mi madre y yo asistimos a su muerte. Mis hermanos no llegaron del campo hasta el día siguiente. Esa muerte me ha dejado recuerdos bastantes vergonzosos. Cuando expiró, intenté abrazar a mi madre para al menos de esta forma mostrarle mis sentimientos, pero el gesto me salió con torpeza y en un abrir y cerrar de ojos me di cuenta de toda mi miseria: era incapaz de tener unos sencillos reflejos humanos, de mostrarme cordial, cariñoso, estaba paralizado por la forma, por el estilo, por toda esa maldita manera de ser que me había creado… ¡resulta pues que no había sido capaz de aportar un poco de calor a mi propia madre en semejante momento! […]”.

Para bien y para mal las madres tienen una importancia fundamental en la organización de nuestra personalidad, al punto que los gombrowiczólogos y los psicoanalistas están convencidos de que la madre de Gombrowicz está presente en toda su obra en forma de tía, de prima, de novia, de esposa… y también de madre.

Una de las características más señaladas de la sangre de los Kotkowski era su propensión a la locura, sin embargo, o por esa misma razón, los primeros aliados incondicionales que tuvo Gombrowicz fueron su madre y su abuela materna, Aniela Kotkowska.

A lo largo de los años Aniela siempre tomó partido por Gombrowicz. La abuela habitaba una casa grande y bastante aislada en Bodzechów. Un hijo demente que vivía con ella, por las noches se animaba con cantos terribles para combatir el miedo, estos cantos se convertían en unos aullidos que le ponían los pelos de punta a cualquiera que no estuviera acostumbrado.

Aniela tenía una criada joven y muy guapa, Marysia. En una ocasión en la que fue con su padre a hacerle una visita, Gombrowicz le propuso a la sirvienta que lo acompañara al teatro el próximo domingo, pero resulta que para ese domingo la abuela tenía invitados: —¿No puedes venir el domingo, Marysia, y dejar para otro día tus horas libres?; —No puedo, el señorito me ha invitado al teatro.

Aniela tomó enseguida partido por Gombrowicz mientras miraba de reojo al padre: —Ah, en ese caso, hija, si vas al teatro con el señorito, es otra cosa.

El padre se puso inmediatamente en contra, no era capaz de tolerar una democracia llevada a tal extremo, y cuando Marysia se retiró lo reprendió severamente: —Tu conducta desmoraliza a la servidumbre: —No entiendo, Marysia tiene sus horas libres, y durante esas horas libres deja de ser sirvienta. No entiendo realmente por qué no puedo ir al teatro con una sirvienta, ¿qué hay de malo en ello?

La madre fue la primera quimera que Gombrowicz combatió, era para él la representación de la irrealidad, era en verdad un exceso de irrealidad.

El catolicismo de la madre era espontáneo, natural y despreocupado, cuando abordaba cuestiones teológicas lo hacía con indolencia y sin preparación. Era católica ferviente de la misma forma que era polaca y nacida de terratenientes.

Las madres son las primeras que nos dan afecto y son las primeras que nos enseñan a querer, algo debió pasar entonces entre Marcelina Antonina Kotkowska y Witold Gombrowicz para que después de sesenta años de nacido la siguiera sintiendo como la fuente de su irrealidad.

Las discusiones que Gombrowicz mantenía con su madre lo iniciaron en las burlas a unos principios morales y a un estilo demasiado rígidos.

Marcelina Antonina participaba de la vida social, durante un tiempo presidió la Asociación de Mujeres Terratenientes, una institución terriblemente devota que se caracterizaba por una incurable grandilocuencia de estilo. Gombrowicz experimentaba un salvaje placer haciendo caer esos altos vuelos del cielo a la tierra, más aún, le gustaba escuchar detrás de la puerta el contenido de esas sesiones para obtener material satírico.

La nobleza terrateniente vivía una vida fácil y no conocía la lucha esencial por la existencia y sus valores. Jan Onufry, su padre, sólo muy de vez en cuando se daba cuenta de lo anormal de su situación social, para él un lacayo era algo absolutamente natural, se comportaba con los sirvientes como un señor, relajadamente, con gran desenvoltura.

Su madre también aceptaba su posición social como algo completamente lógico, pertenecía a una generación que no había experimentado lo que Hegel llama mala conciencia. Pero la siguiente generación empezó a sentir el peso de este problema.

Con el material satírico que sacaba de las reuniones de la madre escuchando detrás de las puertas más algunas otras ocurrencias ajusta las cuentas con su familia y con su clase social provocando un verdadero descalabro en el final de “Ferdydurke”, su primera novela.

De la combinación de los Gombrowicz con los Kotkowski resultó una familia que empezó a decaer. La sangre enfermiza de los Kotkowski y el orgullo impenetrable de los Gombrowicz ejercieron una influencia muy importante en Witold.

“[…] Mi madre era toda vivacidad, sensible, dotada de una excesiva imaginación, poco práctica, perezosa, indolente, demasiado nerviosa […] en la familia de los Kotkowski había muchos casos de enfermedades mentales […] No reprocho en absoluto a mi madre de ser como era […]”.

“En otros órdenes, tenía cualidades excelentes: bondad, nobleza, probidad, inteligencia, mientras sus debilidades eran un poco el producto de sus nervios y el resultado de la vida artificial y de una educación no menos artificial que había recibido […]”.

“Pero el hecho de no querer ser lo que era, de no reconocerse a sí misma, terminó vengándose de ella, porque nosotros, sus hijos, le declaramos la guerra. Nos enervaba. Provocaba […]”.

“Y fue allí, seguramente, donde comenzaron mis dolorosas aventuras con las diversas distorsiones de la forma polaca que producían en mí un efecto parecido al de las cosquillas: uno se troncha de risa, pero no resulta agradable […] Como éramos tres —mi hermana no participaba de ese deporte— nuestra casa iba alcanzando lentamente la fisonomía de un manicomio y tan solo la severidad y el rigor de mi padre nos salvaba de la catástrofe total”.

La sexualidad de Gombrowicz se fue formando entonces un poco frente a esa pureza inocente de la madre y otro poco frente a la sangre enfermiza de los Kotkowski.

En el año del centenario yo estaba en el Centro Cultural Borges tomando un café con el Pequeño K y con el Pato Criollo hojeando un calendario muy bonito editado por los polacos para la ocasión.

Yo hacía de cicerone con las fotos pero el Pato Criollo siempre tenía algo que objetar. La réplica que se llevó las palmas de oro fue la que hizo cuando mirábamos una foto de Gombrowicz a los tres años en la que Marcelina Antonina lo había vestido y peinado como si fuera una nena. Cuando el Pequeño K señaló que al presentarlo de esa manera la madre había sellado el destino sexual del pequeño Witold, el Pato Criollo contestó que a muchos niños de buenas familias de esa época los vestían de esa manera: —¿Sí, a ver, dame un ejemplo?; —Oscar Wilde sin ir más lejos.

Gombrowicz lleva el componente de pureza inocente que tenía Marcelina Antonina a un extremo paroxístico convirtiéndolo en virginidad en una de sus obras.

La mayor virtud residía en la virginidad, este valor condicionaba el espíritu y en torno a él se situaban los instintos superiores.

La virginidad asciende del ser más bajo en la escala biológica y llega al hombre, y del hombre salta a los ángeles y de los ángeles a Dios, para perderse en el infinito.

De una pequeña particularidad puramente corporal nace el inmenso mar del idealismo y de los milagros, en evidente contraste con nuestra triste realidad. Los hombres habían perdido el Paraíso al probar del fruto del árbol del conocimiento tentados por Satanás. Le suplicaron entonces al Todopoderoso que les concediera un poco del candor y de la inocencia perdidos. Dios se apiadó de ellos y creó la virgen, el recipiente de la inocencia, la selló y la envió a vivir entre los hombres que sintieron de inmediato una nostálgica languidez. Las casadas eran una pura patraña, una botella abierta y evaporada.

Este ideal de pureza y virginidad es puesto en tela de juicio en “Pornografía”, una novela realmente libidinosa.

Amelia, la madre de Waclaw, era cortés, sensible y espiritual, sencilla y de una rectitud ejemplar, unas virtudes parecidas a las de la madre de Gombrowicz. En ella regía el Dios católico, desprendido de la carne, un principio metafísico, incorpóreo y majestuoso que no podía atender las majaderías que tramaban los adultos con Henia y con Karol. Estaba subyugada con Fryderyk, ese ser terriblemente reconcentrado que no se dejaba engañar ni distraer por nada, un ser de una seriedad extrema.

Pero es justamente en la finca de Amelia donde tiene lugar la segunda caída de Dios después del derrumbe de la misa que había ocurrido en la iglesia.

Joziek, un ladronzuelo de la edad de Karol, entra en la casa para robar. Según todo lo hacía parecer la señora descubre al ladrón, toma un cuchillo y lucha con Joziek. Transcurren unos minutos y llega a la mesa tambaleándose donde están su hijo y los invitados, se sienta lentamente y cae muerta con el cuchillo clavado mirando un crucifijo. La situación no estaba clara, nadie sabía lo que había pasado realmente porque Amelia no pudo contar nada y Joziek decía que sólo se habían revolcado, que había sido un accidente.

Fryderyk era mal psicólogo pues tenía demasiada inteligencia y por lo tanto era capaz de imaginarse a doña Amelia en cualquier situación. La sospecha que flotaba en el aire era la de que esa mujer tan espiritual y guiada por los principios de Dios había prologado demasiado la lucha con Joziek revolcándose en el suelo de puro placer y, por accidente, se le había clavado el cuchillo.

26.2.11

CARLOS MENESES: “OQUENDO PUEDE PERDER SU CASA”


El poeta Oquendo de Amat, autor del libro “Cinco metros de poemas”, el mismo que escribió los versos más sublimes en recuerdo de su madre, y que murió en soledad cuando sólo tenía 30 años de edad en el pueblo castellano de Navacerrada, puede quedar sin la casa de Puno donde nació en 1905. Vivimos tiempos en que la adoración al dinero se ha multiplicado. El poder pecuniario causa gozo a una breve cantidad de seres. Y hace sufrir a millones interminables de personas. La casa en la que nació el poeta se mantiene en pie tras haber sobrepasado un siglo, pero está en peligro de ser derruida, a pesar de que la directora del INC, Cecilia Bakula, firmó un documento en el que se da consideración de patrimonio cultural del Perú a esa vivienda. La culpa es de la ambición económica de su actual dueño, don Roger Salluca.

Cómo aceptar que la casa de un poeta exquisito, que está protegida por una resolución que la muestra como bien cultural, sufra la amenaza de destrucción y que las autoridades puneñas no intervengan ante tal amenazante calamidad. Es inexplicable. Hay otros aspectos vergonzosos. Por ejemplo en el pórtico de ese inmueble se había colocado en 2005 con motivo de los 100 años del poeta, una lápida de mármol con las inscripciones necesarias para recordarlo. Ese mármol ha desaparecido y nadie sabe quien lo tiene. La casa que se quiere tirar abajo estaba pensada para convertirla en Museo o en la Casa cultural de Puno. Si el actual dueño, que dice no saber que se trata de un edificio considerado patrimonio nacional, procede a destruir esa vieja vivienda para sustituirla por una galería comercial, se tendrá que interpretar como el triunfo de lo pecuniario sobre la sensibilidad y la inteligencia. Nada nuevo en estos tiempos. Y una derrota de las autoridades del lugar.

¿Por qué no interviene la Municipalidad ante esta bochornosa situación? ¿Por qué no frenan los representantes de la Cultura Regional de Puno, lo que puede ser un grave atentado contra la historia, la literatura? las nuevas generaciones tienen el derecho de conocer todo lo relacionado con el poeta que nació a orillas del lago Titikaka. La voz del poeta diciendo a su madre: “Tu nombre viene lento como las músicas humildes” o una mujer: “Por sembrar un beso / bajo la alta palmera de una frase tuya” Se sigue escuchando, no se ha apagado y se mantendrá por mucho tiempo. ¿Por qué no puede tener una suerte similar la casa en la que ese eximio vate nació en 1905? ¿No hay nadie que le haga entender al dueño de la casa, que la puede utilizar pero no derribar? Y no se trata de una persona que desconoce de leyes, es abogado y notario público en la provincia de San Román.


*Tomado de Laguna brechtiana.

25.2.11

“LOS DESCARTABLES”, EL PELIGRO DE LA IGNORANCIA CONTRA LA INTELIGENCIA (EN AREQUIPA Y OTRAS PARTES)


Luis Lama ha publicado ayer en la revista Caretas, un interesante artículo sobre el maltrato y el peligro que representa la ignorancia cuando se ve amenazada por la inteligencia y el sentido común, esto a raíz del despido arbitrario (sin duda gravísimo) que sufrió la gestora cultural Ángela Delgado del Centro Cultural Peruano Norteamericano de Arequipa. La nota dice, entre otras cosas, lo siguiente:


«La ignorancia del medio está llevando a cometer a quienes detentan el poder graves errores que afectan severamente al ámbito cultural».

«Pero otro volcán ha estallado en el Sur. La lava se desparrama desde el Centro Cultural Peruano Norteamericano avanzando por las instituciones culturales de Arequipa. Todo comenzó con el despido de Ángela Delgado, Directora de Cultura de esta institución. Las razones nunca se sabrán. A mi bandeja han llegado más de 1700 correos con copias dirigidas al CCPNA firmadas por intelectuales nacionales e internacionales a los que no han dado respuesta».

«Desde noviembre el Cultural se ha convertido en un hervidero de intrigas que han afectado seriamente su prestigio, porque nadie discutía su derecho de despedir a un empleado, lo que se le exigía era una explicación de las razones de un despido a todas luces arbitrario».

«Puedo comprender que a los ignorantes les irrite el conocimiento y la inteligencia, lo que resulta inaceptable es su brutalidad. ¿De qué otra forma calificar la mayúscula torpeza de poner dos policías para impedir el ingreso de Ángela Delgado a la inauguración de Alejandra Ballón en el Museo de Arte Contemporáneo de Arequipa?».

«Las consecuencias para el MAC han sido funestas: Se ha terminado de poner en evidencia su inoperancia como una entidad que debiera estar en contacto con su sociedad. Los artistas que han presentado sus obras a la colección han comenzado a retirarlas, como es el caso de Susana Bouroncle. Finalmente Alejandra Ballón canceló su muestra poniendo en evidencia la podredumbre que puede infiltrarse en los sectores culturales de Arequipa como en todo el Perú».

* Para leer el artículo completo haga click en la imagen.

24.2.11

PRESENTACIÓN DE “ASESINAS”, NUEVO LIBRO DE CUENTOS DE JAVIER NÚÑEZ


Viernes 25 de febrero
Casa de la Cultura (Jr. Lima Nº 550 - Municipalidad de Puno)
6:00 p.m.

La colección de narrativa breve SERIE PRESAGIO incluye un nuevo libro a su catálogo que ya cuenta con 8 títulos. Con entusiasmo, la crítica y el público lector celebran la aparición de Asesinas, segundo libro de cuentos del joven narrador puneño Javier Núñez, publicado por el Grupo Editorial Hijos de la lluvia, en Lima el 2010.

Quedan cordialmente invitados.

PRESENTACIÓN DE “TEMPESTAD SECRETA, MUESTRA DE POESÍA ECUATORIANA CONTEMPORÁNEA”


Este viernes 25 de febrero, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Sala Benjamín Carrión, se presenta la antología Tempestad secreta, la cita es a las 19:00 horas.

Presentan:

• Luis Carlos Mussó y
• Juan José Rodríguez Santamaría


Aquí la Nota de prensa (tomada del canal de noticias RTU):

Una muestra de poesía ecuatoriana contemporánea titulada Tempestad Secreta, acaba de publicar la Casa de la Cultura. Los compiladores: Luis Carlos Mussó y Juan José Rodríguez, intervendrán en el acto de presentación de la obra que tendrá lugar en la sala Benjamín Carrión de la Institución, el viernes 25 de febrero, a las 19h00.

Esta muestra reúne 29 voces de la poesía ecuatoriana que han desarrollado su trabajo entre la década de los ochentas del siglo pasado y la primera década de éste. En realidad, los autores escogidos nacieron entre 1950 y 1980. Se trata de poetas cuya obra está bastante consolidada, o se halla en pleno —pero prometedor— desarrollo. De cualquier modo, se podría decir que los compiladores seleccionaron autores cuyo trabajo ha tenido alguna repercusión fuera de sus círculos de incidencia social.

Eduardo Espina en una parte de su prólogo señala: “En la poesía ecuatoriana contemporánea hay un tono de inflexión, protegido por un atractivo que se mantiene y que no invierte su papel, que va a su aire, empeñado en suceder manteniendo sus huellas y lo que viene incluido en ellas, una coreografía a la que le ordenaron contraatacar en cada nueva frase y crear suspenso en cada mínima secuencia en la que no necesariamente deben ocurrir cosas. El poeta, afortunadamente para la poesía, ya no es responsable de la realidad histórica y por lo tanto debe hacer algo con la densidad de su pensamiento”.

Los compiladores de esta obra poética, son jóvenes escritores que tienen varios libros publicados. Juan José Rodríguez, estudió literatura y periodismo en Quito, e hizo cursos de traducción en Madrid, España. Luis Carlos Mussó, estudió Letras en la Universidad Católica de Guayaquil, ha sido galardonado con los Premios: Bienal de Cuenca 1999; César Dávila 2000; y Premio Nacional de Novela Ángel F. Rojas 2010.

23.2.11

PALABRAS DE VLADIMIR HERRERA SOBRE MARIO VARGAS LLOSA


DE NOBEL A MARQUÉS


Primero nobel, después marqués.

Me pregunta Carlos Meneses desde Palma de Mallorca sobre lo que pienso acerca del ingreso reciente a la aristocracia española de nuestro graciosísimo premio nobel. La pregunta de Meneses quien además ejerce como periodista en la misma isla en la que los reyes de España se entregan a solaz y esparcimiento en el parreño y veraniego Palacio de Marivent, me llega como anillo al dedo cuando me doy cuenta de que hace unos días en este mismo blog, he publicado en homenaje a Darío un poemilla que lleva por nombre el día de su natalicio. En este caso la casualidad ha sido lo que los surrealistas llamaban la necesidad del azar objetivo: Darío dice en su poema preceptor: puede que por mis manos corra sangre de indio chorotega o mandragano a despecho de mis manos de marqués. Y esto es algo que siempre me ha inquietado en el nicaragüense. Y creo que también ha inquietado a gran parte de los poetas latinoamericanos. Lo que no sabíamos es que toda esta vaguedad terminaría encarnando históricamente en la aceptación del marquesado por parte de nuestro único nobel. Al que creíamos peruano. Peruano de la República Peruana. Porque, claro, ahora es un aristócrata español, del Reino de España con un título nobiliario que heredará, nos preguntamos, su amado vástago Alvarito? O sus nietos? O sea, todo esto no será la reintroducción de las aristocracias europeas en la vida cotidiana de nuestras pobres repúblicas? Algo así como avanzadillas de Maximilianos y Carlotas del siglo veintiuno? Seguro que exagero cuando pienso que vivimos en lo que fue el virreinato más seguro de la corona, y el más reaccionario, para cuya destrucción tuvieron que concurrir dos grandes ejércitos. Seguro que exagero cuando presumo que la historia no existe y que tan sólo la paradoja nos ilumina y congrega en este páramo de clases medias que se han quedado boquiabiertas con el notición.

No he querido reírme a pesar de que sé que hay cosas que no tienen remedio. Pero imagino que cualquier republicano español de la República Española: Alberti, Bergamín o Garfias o la misma María Zambrano, por no hablar de García Lorca o Miguel Hernández, junto a los peruanos Vallejo y Oquendo de Amat que pelearon por la República, se reirían con ganas de nuestro afamado premio nobel. Pero la paradoja no termina ahí. La tesis de MVLL en San Marcos, su primera tesis versaba sobre Darío. Por lo que presumo que nuestro querido nobel además de marqués siempre quiso ser poeta.

Vladimir Herrera. Cusco. Febrero del 2011. (Tomado de Laguna brechtiana).

22.2.11

MIÉRCOLES 23: PRESENTACIÓN DE “LOS TEMPLOS AUSENTES” DE ERNESTO ZUMARÁN


En la primera fecha que inaugura la 2da temporada de Poesía de Miércoles de este año se presentará el poemario Los templos ausentes del poeta Ernesto Zumarán. Sale con Ediciones Prometeo Desencadenado de Chiclayo. La cita es este miércoles 23 de febrero a las 7:30 p.m. en Bohemios Café Bar de Trujillo (Jr. Pizarro 274).

Presentan:

• Bethoven Medina y
• Karina Bocanegra.

El autor:

Ernesto Zumarán perteneció junto a los poetas Joaquín Huamán Rinza, Luis Antonio Noblecilla y Carlos Becerra, al Círculo Literario “Argos”. Ha escrito los poemarios Todavía el paraíso, De prófugos y vigilias, Las ciudades sin nombre (poemas en prosa) y Libro del Umbral. En narrativa, el libro de cuentos Ninguna historia que contar y la novela corta Las últimas tinieblas. Miembro fundador de la revista de Literatura, Ideas y Sociedad Entera Voz. Ha obtenido diversos premios literarios entre los que se puede mencionar, Primer Puesto en los II Juegos Florales Universitarios, otorgado por la Universidad Nacional “Pedro Ruiz Gallo” (1995); Mención Honrosa en el VIII concurso “Poeta Joven del Perú” (1995); Finalista de la XII Bienal de Poesía “Premio Copé de Poesía 2005”; y Segundo Puesto en el II Concurso Internacional de Poesía “Javier Heraud”, organizado por la Fundación Yacana (2009).

Sobre el libro:

“En Los templos ausentes, segundo poemario de Ernesto Zumarán, la palabra adquiere la forma de una prolongada oración en medio de las dunas. Cada imagen que surge es casi una dolorosa fantasmagoría. En sus versos habita el agobio que causa toda partida definitiva. Y es que cada ser amado, a la hora de morir, se convierte precisamente en un templo, aquel enardecido Templo Ausente que parece encontrarse en ese ansiado cíclico tránsito que va del desierto a la palabra, donde el recuerdo apenas urde un resquicio de luz, y donde también los efluvios inciertos de la noche eligen su propio camino hasta hallar en él lo que tiene de vastedad, lo que tiene de sueño, lo que tiene de olvido”. Stanley Vega.

21.2.11

MARTES 22: PRESENTACIÓN DE “CROMOSOMA” DE JUAN JOSÉ RODRÍGUEZ SANTAMARÍA


El poeta ecuatoriano Juan José Rodríguez Santamaría (quien hace poco estuvo en Arequipa) vuelve a presentar un nuevo libro, se trata del poemario Cromosoma (Quito, Eskeletra, 2011). La cita es mañana martes, 22 de febrero, a las19:00 horas en el Centro Cultural Benjamín Carrión (Jorge Washington y Ulpiano Páez).

Aquí un extracto de la primera parte del prólogo (está completo en este enlace) que le ha hecho el poeta argentino Mario Arteca de quien pronto tendremos noticias en nuestro país:

1. Si dependiera de cierta estructura, los poemas no serían más que meros artificios irrumpiendo en la espacialidad del lenguaje. Porque un poema es un más allá del lenguaje; funciona desde su proceso y no mediante un corcoveo comunicativo. El narrador argentino César Aira, en su libro Copi (Beatriz Viterbo, 1991), nos ha mostrado la cara más dramática de la escritura, y esa se manifesita en su movimiento siempre ascendente. No se trata de cualquier ascenso sino de un funcionamiento hacia adelante que horizontaliza la narración, al tiempo que los avances se muestran como capas ralentizadas de movimientos incesantes. La clave es que no existe historia, y lo que percibíamos como un pasado recolector de anécdotas, a veces marginado, o mejor, a resguardo, es un pormenor del presente continuo. Los textos que construyen Cromosoma, de Juan José Rodríguez Santamaría, están estructurados en base a esa lógica, como si estuvieramos en plena acción de un ready-made personalísimo. Nuestro autor le llama a todo “el huerto en prosa”, y hace funcionar este mecanismo de tesis y antítesis (como los adversarios mentales de Gombrowicz en Ferdydurke) entre dos variaciones del insert genético: doctor / a y antidoctor / a. Cromosoma es una obra atravesada por series, que a la vez se imbrican en capas de sentido que doblegan el signo. Como si estuvieran regidos por un sistema ideado por Antoni Tàpies, los poemas de Rodríguez Santamaría se van hinchando, para luego convertirse en sucesos volumétricos. Esto se lo vi hacer a por lo menos dos poetas: el coterráneo de Rodríguez Santamaría, Ernesto Carrión, y al peruano Maurizio Medo. Como si combinara pedazos de materiales diferentes, los textos de Cromosoma son ensamblajes de una ruina posible, pero organizada. La pregunta, a esta altura, sería la siguiente: ¿qué se está escribiendo cuando se escribe Cromosoma? Podríamos decir que se construye una legibilidad que conoce cómo demorarse a las puertas del lenguaje.

17.2.11

WITOLD GOMBROWICZ Y JÓZEF PILSUDSKI


Por Juan Carlos Gómez

“Tenía dieciséis años y acababa de termina el sexto curso, cuando sobrevino el dramático verano de 1920”.

Gombrowicz se refiere al mes de agosto de 1920, cuando el ejército bolchevique se acercaba a Varsovia. El mariscal Pilsudski, gracias a una hábil maniobra envolvente, logró derrotar al ejército invasor.

“Todos los jóvenes se alistaban entonces como voluntarios, casi todos mis colegas se paseaban ya en uniforme, las calles estaban llenas de carteles con un dedo índice que apuntaba y un eslogan del estilo ‘La patria te llama’, y en las alamedas las jovencitas preguntaban a los muchachos: —¿Por qué no está usted todavía en el ejército?”.

Gombrowicz no se enroló, la oposición determinante de su madre venció la voluntad de su padre que, en principio, exigía que cumpliera con su obligación.

Su abuela Aniela también estaba escandalizada: —Imagínate, Tosia, qué tiempos, qué poca educación tienen esas jóvenes, paran a los hombres en la calle sin ninguna vergüenza. Cualquiera les puede responder: —Pero si usted a mí no me gusta, señorita.

Los protagonistas de la obra artística de Gombrowicz no son grandes, ninguno de ellos tiene nobleza, valentía ni siquiera dignidad, y la grandeza para ellos vendría a ser algo así como una pasión fracasada.

La grandeza del hombre clásico se expresa en su voluntad de dominio, es una postura en la que el hombre trata de ser dueño y señor. La postura romántica, en cambio, se expresa en el sometimiento del hombre, en el aguante y en el sufrimiento, la grandeza del hombre romántico recién aparece cuando se convierte en víctima de un mundo que lo supera.

Mickiewicz tiene la postura romántica del aguante y el sufrimiento, su grandeza proviene de su lucha contra una fuerza que lo somete, pero el mariscal Pilsudski tiene una postura ambigua.

La fiereza de su expresión se corresponde con la grandeza del hombre clásico, pero el mariscal estaba aplastado por la dimensión histórica de Polonia y por la misión que se le imponía, entonces su grandeza se volvió romántica como la de Mickiewicz, ambos fueron víctimas de un mundo que los superaba.

Gombrowica tenía una relación especial con la política, se interesaba más por el estilo de los políticos y de los jefes militares que por las ideas que representaban, a veces utilizaba las formas políticas y militares como si fueran un juego.

Tanto era así que él y sus hermanos se declararon partidarios fervientes de la coalición de Francia e Inglaterra tan sólo por el hecho de que su madre tenía una ligera tendencia proalemana. Tampoco quiso tomar parte en el festín de la independencia.

“[…] me mantenía a distancia y cuando me topaba en la calle con los ruidos de una marcha militar y el ritmo de una tropa que desfilaba a mi lado, hacía todo lo posible para no seguir su compás. ¿Estaría buscando quizás mi propia música y mi propia marcha? […] La vida política no me interesaba”.

Pero la figura del mariscal Józef Pilsudski era demasiado imponente como para que le pasara desapercibida. Lo que realmente le disgustaba a Gombrowicz del mariscal Pilsudski no es que fuera un hombre de izquierdas, sino la propaganda pomposa e ingenua que le hacían sus partidarios, y también la actitud de Pilsudski hacia su propia grandeza.

El mariscal estaba aplastado por la dimensión histórica de Polonia y por la misión que se le imponía. Pero la historia no sólo trata a la gente con crueldad sino que, además, se burla de ella; ninguna iniciativa radical podía llevarse a cabo en las condiciones de esa Polonia de entre guerras, y hombres eminentes como Pilsudski estaban condenados a la insignificancia.

Pilsudski hizo lo todo lo que pudo y como pudo con realismo, valor y virilidad contra los pacifismos cobardes de los burgueses presumidos tanto de Francia como de Inglaterra. A Gombrowicz, en tanto que artista, le encantaba y lo divertía el estilo impresionante del mariscal, su manera imponente y pintoresca, y su grandeza tan personal y auténtica.

No obstante, en las discusiones que mantenía con otros colegas escritores sobre ese personaje predominaba el sentimiento y el respeto que tenían por él, por eso se hacía imposible el análisis, la grandeza de Pilsudski permanecía fuera de toda discusión como algo establecido de una vez y para siempre.

Pero esta predisposición hacia la admiración y la obediencia tan generalizada, aún entre sus adversarios, no le convenía a la elite de Polonia, lo que es bueno para un soldado no siempre es recomendable para un intelectual. Y esa impotencia romántica, sentimental e ingenua de la intelligentsia polaca respecto a Pilsudski le hacía daño, ya que él mismo era la primera víctima de su propia leyenda. A veces se atacaba algún aspecto de su política, pero no se ponía en discusión ni se analizaba su propia grandeza:

“Puede ser que fuera grande, no lo niego. A mí lo que me enervaba no era su grandeza sino la pequeñez de los que se sometían a ella con tanta facilidad. No le reprochaba en absoluto a las masas que lo siguieran ciegamente; sin embargo, me preocupaba la ligereza con la que la capa social más avanzada de la nación renunciaba a su derecho a la crítica, al escepticismo y, ésta es la palabra precisa, al control […]”.

“Mientras la fuerte personalidad del mariscal dominó el panorama de la vida política e incluso espiritual, las cosas se sostuvieron bastante bien, tanto más porque Pilsudski se alejaba de toda teoría, nadie sabía a ciencia cierta cuáles eran sus principios, no obstante infundía la confianza que puede dar un hombre altruista y capaz, acaso genial o incluso providencial”.

Gombrowicz se las tuvo que ver desde el nacimiento con el romanticismo polaco al que enfrentó con un apego premeditado y sistemático por la realidad. Despotricaba contra Adam Mickiewicz, Juliusz Slowacki y Zygmunt Krasinski, los tres poetas profetas del romanticismo, guías espirituales de la nación polaca, pues absorbían la inteligencia y el tiempo de los jóvenes estudiantes dejándolos atrás del pensamiento europeo, pero a pesar de sus protestas él mismo quería ser como uno de ellos.

En el medio de un mundo de hombres paralizados a Gombrowicz se le ocurre ponerse en contra del lema del romanticismo polaco que convocaba a los jóvenes a medir las fuerzas por las intenciones y no las intenciones por las fuerzas, y escribe “Ferdydurke” con un propósito restringido, pero la obra se la va de las manos, le sale el tiro por la culata y se pone en línea con la “Oda a la juventud”de Adam Mickiewicz.

“[…] ‘Ferdydurke’ nació en mí como un ‘Pan Tadeuz’ al revés. El poema de Mickiewicz, escrito también en el exilio hace más de cien años, la obra maestra de nuestra poesía nacional, supone una afirmación del espíritu polaco suscitada por la nostalgia. También en ‘Transatlántico’ yo quería oponerme a Mickiewicz”.

Gombrowicz había empezado a lidiar con el espíritu romántico en “Ferdydurke”, burlándose del mariscal Pilsudski.

“A Nalkowska le debo el haber retirado a tiempo de ‘Ferdydurke’ un pequeño verso que parodiaba ‘La primera Brigada’ de las Legiones de Pilsudski. Puso el grito en el cielo […] Pero, aunque todo lo que se refería al mito de Pilsudski y las Legiones estaba lejos de poder ser comentado libremente en la prensa o en los libros, cada uno podía hablar de ellos lo que le viniera en gana”.

Desde muy joven Gombrowicz meditaba sobre cuál podría ser la causa que lo obligaba a oscilar entre el valor y la tontería en una forma tan pronunciada. Un snobismo bobalicón al lado de un espíritu crítico y un gran sentido del humor, un snobismo que lo ponía al borde de la demencia. En el momento en que los combates contra los bolcheviques del año 1920 llegaban a su fase decisiva muy cerca de Varsovia, Gombrowicz se entretenía mostrándole de refilón una foto a su jefe en la oficina donde trabajaba de voluntario enviando paquetes a los soldados. La foto era la de un edificio público de Lublin bastante conocido, sin embargo, le dijo al jefe, que para su desgracia había visitado el edificio un par de veces: –Es el palacio de mi prima Tyszbiewicz. Sus artificios eran provocantes y se volvían indigeribles.

El comportamiento de Gombrowicz cuando murió Pilsudski tampoco estuvo a la altura de las circunstancias.

“Por fin comprendí, se trataba de Pilsudski. Hacía unos días que se sabía que su estado de salud era alarmante […]. De repente una fila de Cadillacs empezó a entrar en el patio del palacio Belweder: era el Gobierno, con el primer ministro Skalkowski a la cabeza, que iba a despedirse del Mariscal […]. Miré con ira los pálidos semblantes de unos cuantos de mis colegas escritores y dije en voz alta: —¡Qué bonitos coches! Es fácil imaginarse el efecto producido por semejantes palabras… Los más benévolos, explicaban a los demás, menos indulgentes, que yo estaba un poco loco, que era un poco comediante, que no era más que una pose y que jugaba a ser un cínico y un tipo grosero”.

13.2.11

GRAN PUBLICACIÓN DE CASCAHUESOS EDITORES: “DEL VERANO INCULTO” DEL POETA PERUANO VLADIMIR HERRERA


Cascahuesos Editores anuncia que ya se encuentra en prensa la publicación de uno de los libros de poesía fundamentales de la segunda mitad del siglo XX del país. Se trata de la re-edición de Del verano inculto del poeta peruano Vladimir Herrera, una de las voces cumbres de la última poesía peruana, y de quien ya hemos re-editado su primer libro, fundamental para entender la poesía de los 70: Mate de cedrón (Arequipa, Cascahuesos Editores, 2009).

De una extraordinaria poesía, este libro apareció por primera vez en Valencia-España en 1980 y le sirvió al autor para obtener una beca del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, sin embargo, el libro no circuló en el circuito nacional, de allí nuestro interés por re-editarlo y darlo a conocer en el medio local.


Acerca del autor:

Vladimir Herrera nació en Lampa-Puno, en 1950. Tras la publicación de su primer libro Mate de cedrón (1974), se trasladó a Europa y vivió en Lisboa, Roma y París hasta recalar en Barcelona, donde fundó la editorial Auqui con una imprenta artesanal adjunta en donde publicó a poetas latinoamericanos y españoles. Fue director de las revistas Trafalgar Square y Celos; y en 1980 obtuvo una beca del Instituto Nacional de Bellas Artes de México y durante un año trabajó en un taller de poesía junto a Tamara Kamenszain y Alberto Blanco. Ha publicado los libros de poesía Del verano inculto (Valencia: 1980), Pobre poesía peruana (Barcelona: 1989), Almanaque (Barcelona: 1990), Kiosko de Malaquita (Barcelona: 1993) y Poemas incorregibles (Barcelona, Tusquets editores, 2000). Sin duda, es considerado como «una de las voces más originales de la poesía hispanoamericana contemporánea».


Sobre su obra:

El poeta Pedro Granados apunta en su ensayo “De lo neobarroco en el Perú”: «Las consecuencias teóricas de esta poética son múltiples. Nomás quisiéramos advertir al lector que la poesía de Vladimir Herrera, tan densamente barroca, es —por aquella paradoja— de vocación al mismo tiempo profundamente antibarroca y, en consecuencia también, resueltamente antiliteraria. Esto se debe a que la poesía de Herrera, especialmente desde estos años —una vez superada su inicial ligazón con las estéticas predominantes a principios de los años 70 en el Perú—, está creativamente entroncada con la de su compatriota Martín Adán. Es decir, ambos poetas peruanos, con su más y su menos, comparten el mismo esquema de influencias o herencias culturales, como explica muy bien Roberto Paoli al referirse al autor de Diario de poeta: “las dos líneas posbaudelarianas, la que une Rimbaud con el surrealismo y la que de Mallarmé desciende hasta Valéry y Guillén, conviven en la poesía de Martín Adán, que hereda, de la primera, el irracionalismo, la disolución del sentido, la aventura de la palabra en lo desconocido o en el subconsciente […], mientras deriva de la segunda la compostura musical, métrica, la forma cerrada, la elegancia intelectual de las opciones léxicas”. Discreta, aunque también ambos contundentemente humoristas, los Poemas incorregibles aluden finalmente a un tipo de conducta: dadaísta, inconforme, díscola o comprometida; o mejor deberíamos decir: y comprometida, lúcida del mundo que a uno le ha tocado vivir».

11.2.11

RAFAEL VARGAS: “RULFO Y ARGUEDAS: APUNTES SOBRE UNA AMISTAD”


Hace algunos días Rafael Vargas escribió en el semanario mexicano Proceso un interesante artículo sobe la amistad de dos grandes de la literatura latinoamericana: José María Arguedas y Juan Rulfo. La nota empieza rememorando que el «pasado 7 de enero se cumplieron 25 años de la muerte de Juan Rulfo y, 11 días después, 100 años del nacimiento del narrador peruano José María Arguedas».

Luego nos habla de una entrevista que en 1979 publicó el novelista y periodista español Ernesto Parra en la revista El viejo topo. Éste le pide a Rulfo que mencione los nombres de los escritores hispanoamericanos que prefiere. Rulfo le responde «en primer lugar, a Juan Carlos Onetti. Para mí es un autor fundamental. Después, José María Arguedas, de Perú, que desgraciadamente se suicidó», y después de la siguiente pregunta, afirma que Arguedas tiene una «novela excelente, Los ríos profundos. Un gran escritor José María Arguedas, mejor que Vargas Llosa».

Y continúa: «el Perú le debe a Arguedas muchas cosas. La principal, sin duda, es la de inaugurar la reflexión sobre el conflicto lingüístico que durante mucho tiempo escindió cruelmente a ese país. (Pocos autores podían tener una conciencia de él tan honda como Arguedas, quien aprendió a hablar y a escribir en quechua antes que en castellano, y amó siempre su primera lengua como vehículo idóneo para describir el mundo andino, razón por la cual se le considera como su mejor conocedor e intérprete)».

Nos cuenta que «Arguedas y Rulfo se conocieron en el marco del Primer Coloquio de Escritores Iberoamericanos y Alemanes, realizado en Berlín entre el 16 y el 23 de septiembre de 1962. Ambos se habían leído y sabían bien quiénes eran». Pues en «en una carta fechada el 10 de abril de 1960 Arguedas cuenta a John Victor Murra (antropólogo estadunidense de origen ucraniano del que se hizo amigo desde finales de los años cincuenta) su reciente descubrimiento de la obra de Rulfo a través de la lectura del suplemento de Fernando Benítez México en la Cultura. Eso lo llevó a buscar y a leer Pedro Páramo y El llano en llamas».

Y después de otras anécdotas, Vargas finaliza su artículo diciendo que «la amistad entre Arguedas y Rulfo es excepcional por las similitudes entre sus obras, sus biografías y sus ideas. Hay varios interesantes ensayos que las analizan, como “La imbricación de la expresión poética en la obra narrativa de José María Arguedas y Juan Rulfo”, de Américo Ferrari, publicado en el número 34 de la revista peruana Hueso Húmero (1997), y “José María Arguedas y Juan Rulfo: el péndulo ágape y eros”, de Galo F. González, recogido en el libro Homenaje a José Durand, editado por Luis Cortest (Editorial Verbum, Madrid, 1993), además del ya citado de Jorge Ruffinelli, cuya tesis central reelaboró tiempo después en un ensayo aún más extenso: “La leyenda de Rulfo: cómo se construye el escritor desde el momento en que deja de serlo”».

Para leer el artículo completo, ingrese a este enlace.

8.2.11

SEIS PREGUNTAS A BASILIO SÁNCHEZ


Por Vladimir Herrera

Quien ya se perfila como uno de los grandes poetas españoles del momento responde a estas seis preguntas de Vladimir Herrera para la Laguna brechtiana. Las que se resolvieron durante diciembre del 2010 y enero del 2011. Atentos debieran estar a sus respuestas los poetas jóvenes de este mundo y el otro. La poesía no engaña.


1. Basilio, dime cómo has vivido sino personalmente, familiar e históricamente la Guerra Civil. Las nuevas generaciones en la América española no tienen una idea cabal de esa parte de la historia. Los mismos lectores de Vallejo aquí la pasan por alto.

Cuando nací, en 1958, ya habían transcurrido casi veinte años desde el final de la guerra civil. Cáceres fue una de las primeras ciudades tomadas por los rebeldes y sin apenas resistencia, por lo que los únicos recuerdos que mis padres me transmitieron fueron los de algunos bombardeos aislados y los de las sirenas empujando a la población a protegerse bajo los soportales de las plazas. Tras las estrecheces generales de los primeros años de postguerra, mi familia pudo mantener, a través del comercio del calzado, ese tipo de vida normalizada que el franquismo se encargó de promover en los años siguientes en una clase media poco desafecta y deseosa de una paz sin ambages. Como en otros muchos de mi generación, no fue hasta la adolescencia, coincidiendo con los últimos años del régimen, cuando se despertó en mí eso que llamamos conciencia social y pude a empezar a comprender la dimensión verdaderamente trágica de la contienda, con sus enormes repercusiones en una convivencia aparentemente pacífica, pero radicalmente injusta, desvaída y mutilada en sus valores humanos, culturales y estéticos. Mis padres, con inclinaciones artísticas, siempre supieron comprender y alentar estas inquietudes que a través de mis lecturas, mis amistades y mis viajes llegaban hasta ellos para invertir el mundo que hasta entonces habían conocido.

2. Soy amigo de antiguo de Javier Gómez de Pablos quien fuera médico de Carlos Barral en sus últimos años. A quien frecuentábamos en la época de La Espineta de Calafell. Para Gómez, la desaparición de Barral fue un trago duro de roer. Por eso siempre me han inquietado ustedes los médicos poetas o los poetas médicos. Y mucho más cuando son poetas de calidad como tú. ¿Cómo llevas todo eso?

En algún poema he escrito que en mi casa hay un metro cuadrado para el hombre que escribe y para el que no escribe. Digamos que el médico y el escritor conviven, pero no se mezclan. Intento que los médicos no me tengan por un buen poeta y los poetas por un buen médico. Es más, siempre he evitado hacer mención a mi profesión en las publicaciones literarias por el temor a que el simple hecho de hacerlo me convirtiese en un amateur, en un advenedizo, o en lo que es aún peor, en un autodidacta. Me estoy curando poco a poco de este complejo y estoy empezando a apreciar lo que la medicina y la poesía han podido aportarse en mí mutuamente.

Cuando a Miguel Torga le preguntaban por qué había tantos escritores médicos, solía responder que no era porque la medicina los produjese, sino que ésta se limitaba, sencillamente, a conservar este don en los que habían nacido con él, que no es poco; que al contrario de otras profesiones, que ahogan en el individuo el espíritu de aceptación y comprensión de sus semejantes, la medicina los favorecía, los preservaba.

Quizá la medicina, mi relación diaria con el dolor y la enfermedad, estén en la raíz de una escritura que para mí es un lugar de acogida y de resistencia. Es posible que la poesía, a su vez, haya moldeado de alguna manera, con ese espíritu de aceptación y comprensión del que hablaba Torga, mi relación con los enfermos. En cualquier caso aspiro a ser un buen médico en mi hospital y un poeta respetable entre los que aman la literatura.

3. Naciste el mismo año en que la TV venía al mundo para quedarse. Cuéntame cómo estas asumiendo el mundo digital y todo lo que se viene.

He dicho en algún lado que aunque mi mano derecha no sabe muchas veces lo que hace la izquierda, Google sí lo sabe. Nada se le escapa de nuestras miserias literarias, de nuestras vidas presumiblemente anónimas. Internet es un ojo, pero también una gran ventana a través de la cual se puede ver no una simple parcela de la realidad, sino el mundo entero. Los mapas se han modificado, la geografía ha desaparecido: ya no existen escritores periféricos, sólo escritores desconectados. Leer poesía ya no es un problema ni económico ni de latitudes, y esto es bueno; pero sigo prefiriendo el poema impreso al poema parpadeante de una pantalla, hecho de menos la alegría cotidiana del cartero y añoro, por encima de todo, la vigencia de unas relaciones personales en las que el tacto, las miradas y las modulaciones de la voz les confieran a las palabras el sentido que les corresponde, el calor de un acercamiento sin fisuras.

4. La novela contemporánea como género siempre me ha parecido algo espúreo, sublime sí, y hasta de raigambre poética como la que hacen algunos amigos, pero nunca cabal. Quiero decir que no me imagino a Claudio Rodríguez escribiendo novelas. Y mucho menos a Gamoneda. Dime tú, poeta, qué has aprendido de la novela contemporánea.

Lo que la prosa piensa del poema no es lo que se imagina el poema de la prosa. Envidio a los narradores, su capacidad para utilizar áreas del cerebro que yo no uso, para ordenar su pensamiento atendiendo a los códigos de un gen del que carezco. Cuando alguno de los poetas que frecuento se aventura en la novela, me siento traicionado en mi propia naturaleza, ofuscado en mi tribu.

Pero quizás haya aprendido más de los narradores que de los poetas —ya se sabe que lo poético no es patrimonio exclusivo de la poesía—, y los leo con fruición porque me gusta que me cuenten historias, porque puedo admirarlos sin que se resienta mi amor propio, y porque después de la tensión de un verso que se resiste, me gusta tumbarme boca arriba sobre el lecho mullido de un texto bien escrito, ilimitado en sus matices, poderoso en su capacidad para generar su propia vida.

5. Tú allá en Cáceres y yo al borde de esta transoceánica que llega del Brasil, en Urcos convivimos con el portugués en términos de sensibilidad y lengua. Recientemente ando maravillado con la obra de Antonio Ramos Rosa. ¿Crees que en algún momento dejemos de darle la espalda a la cosa lusitana. O que las aguas de Portugal y España se junten en este trópico utópico de versos amazónicos en portuñol?

La relación que tengo con Portugal es la que uno puede tener con su infancia cuando ésta ha sido razonablemente dichosa. El azul machadiano de mis primeros años es el azul violento del Atlántico y el azul desvaído de los dinteles de las casas de Figueira da Foz, en cuyas calles la luz de los veranos y la sombra inquietante del que pude haber sido se mezclaron definitivamente para convertirme en el que soy. Por su geografía, Extremadura está abocada a Portugal, y esto es un privilegio. La riqueza de los lugares fronterizos radica en el intercambio, que siempre es mutuo; en la suma, que a uno y otro lado se convierte en multiplicación. Por eso no hablo tanto de mestizaje, como de convivencia, de superposición de identidades, de la necesidad de compartir nuestras esencias sin perderlas. El tránsito a través de nuestras fronteras debería incluir como equipaje la predisposición para el asombro y la humildad respetuosa del que irrumpe como invitado en la morada del otro. Entre nosotros, la figura del poeta Ángel Campos, (traductor, entre otros muchos, de Ramos Rosa), ha sido sustancial para el restablecimiento de una relación de normalidad cultural a ambos lados de la Raya, saldando así una deuda que arrastrábamos desde siempre.

6. Los poetas provincianos como tú o yo, terminamos siendo radicalmente cosmopolitas sin quererlo para envidia de los indígenas de las grandes ciudades. En Chile se hablo en algún momento de los poetas láricos: Teillier o Rolando Cárdenas. Que eran poetas provincianos en pleno viaje interior. En su poesía veo la misma patria de la infancia que en la tuya. ¿Tú crees en la patria de la infancia?

Todos los poetas, incluso los que no somos estrictamente elegíacos, escribimos para compensar una carencia, restituir una pérdida, darle sentido a algo que ahora no lo tiene, pero que pudo haberlo tenido. Expulsados de una patria, la de la infancia, en la que se supone que pudimos ser felices, la escritura es un vagar interminable alrededor de sus murallas, y esto nos convierte a todos por igual en periféricos.

Nadie nace cosmopolita, en origen todos somos provincianos. Desear seguir siéndolo para permanecer cerca de lo que importa, es sólo una de las opciones por las que podemos optar, pero que define una forma particular de ser y de escribir.


* Tomado del blog Laguna Brechtiana.

7.2.11

CARLOS MENESES: “PROHIBIDO ODIAR A ARGUEDAS”


José María Arguedas se enfrentó al APRA y cumplió condena por ello. Recientemente le negaron a este 2011 llevar el nombre del escritor, a cien años de su nacimiento. Sin embargo, todos quieren a José María; nadie al APRA.

Sólo lo vi una vez, fue en Lima, me parece que en 1957. El hablaba pausadamente con los que estaban más próximos, en la mesa del bar. Yo sólo escuchaba. No tuve una nueva oportunidad de verlo y, sobre todo, de poder conversar con él.

Era una de las deudas que tenía conmigo mismo. La lectura de “Los ríos profundos” me había impresionado más que esa reunión con el autor, pero yo sabía que conversando con él esa diferencia desaparecería, la obra y el autor estarían a la misma altura.

Sólo unos 7 u 8 años más tarde viviendo ya fuera del Perú, tuve la satisfacción de leer “Todas las sangres”. Cada página que concluía era un retrato de lo que significa la desigualdad. Una porción del dolor del auténtico peruano maltratado. Sentía voces lanzadas con ferocidad, y ayes, quejidos como toda respuesta.

De las páginas del libro salían los indios heridos, sus mujeres violadas, los niños sin alfabeto y trabajando desde que tenían uso de razón. ¿Y quién tiene la culpa? ¿Y quién queda indiferente ante ese cuadro? ¿Y quién manda y se adueña de todo?

Uno piensa cuando termina la lectura de “Todas las sangres”, ¿Arguedas estuvo presente en ese mundo? ¿Arguedas los vio sufrir? ¿Arguedas supo quién tiene la culpa? Y también uno se entera. Arguedas aprendió primero quechua que castellano. Arguedas alimentó su imaginación con los cuentos de las sufridas y valerosas mujeres indias.

Arguedas se afilió al partido comunista para luchar más abiertamente contra la injusticia. Arguedas vive, ha vivido, vivirá a través de su obra, defendiendo a esos otros peruanos humillados. Demostrando la insolidaridad de muchos y clamando por la igualdad, por los mismos derechos para todos. Y al terminar de leer “Los ríos profundos”; “El zorro de arriba y el zorro de abajo”; “Agua”; “Todas las sangres”, los otros libros en los que Arguedas escribe acerca de la realidad peruana como sobre un pentagrama de dolor. Uno se pregunta: ¿Y todo va a seguir igual? ¿Y a pesar de esta denuncia emocionada e inteligente, no habrá cambio? ¿Continuará la indiferencia? ¿La sociedad peruana seguirá fragmentada en muchas partes, por culpa de complejos raciales e injusta distribución de la riqueza? Y así ha seguido.

Y aunque se han levantado otras voces después de Arguedas, y se levantaron otras (Mariátegui, Vallejo y más) antes de Arguedas, no hay variante. Hay apego a la costumbre de la indiferencia total. Hay aquello de “yo vivo bien, allá los otros”.

Y finalmente uno se dice, y dice a los demás, y escribe, ¿pero a Arguedas no se le tendría que aplaudir unánimemente? ¿Acaso no ha retratado al Perú con nitidez poniendo el alma? ¿No ha sido él quien ha mostrado en toda su plenitud el drama? ¿No hay premio para su memoria?

El año que corre, el de sus cien años de nacido, merecía ser llamado “Año de José María Arguedas”. ¿Y por qué no se le llamó así? Pregunta con fácil respuesta. No pertenecía a la clase de los indiferentes. Se significó como defensor del indio. Mostró las lacras del país. Quiso un Perú mejor donde unos no pisaran el cuello de los otros.

Sobre todo, el año no llevará su nombre porque Arguedas era comunista. Porque era como Oquendo de Amat: se enfrentó al APRA. Y eso se castiga; lo estamos viendo. Solo hay que leer “El Sexto”, el libro en el que muestra la ferocidad de la cárcel, el enfrentamiento entre comunistas y apristas tras las rejas de la prisión.


Carlos Meneses
Colaborador
Periodista e historiador peruano residente en España.
* Fuente: Diario La Primera (del 29/01/2011).

1.2.11

ANTONIO ZAPATA: “ARGUEDAS Y LA MESA REDONDA DEL IEP”


Por Antonio Zapata

Poco después de publicar su famosa novela Todas las sangres, José María Arguedas participó de una mesa redonda en el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), para discutir con un destacado grupo de críticos y científicos sociales. Con la excepción del lingüista Alberto Escobar, los demás participantes criticaron frontalmente la obra. El argumento más empleado fue que no reflejaba el presente ni el futuro del país, sino que constituía un trozo de su pasado.

Por ejemplo, el destacado antropólogo Henri Favre sostuvo que la novela estaba construida sobre temas de etnia y casta, cuando en la realidad peruana de esos días primaban los problemas de clase. Donde Arguedas veía indígenas, él observaba campesinos. Uno a uno los intelectuales lo fueron arrinconando y Arguedas se defendió como pudo.

Ante la silenciosa presidencia de Luis E. Valcárcel, Arguedas sostuvo que el Perú era muy diverso, que había regiones más desarrolladas que otras, pero que el gamonalismo a la antigua no había desaparecido ni de Cusco ni de Apurímac y que ahí estaba situada su novela. Pero se fue callando, hasta que Aníbal Quijano resumió las críticas y con su habitual consistencia demolió la visión de la sociedad peruana planteada por la novela. Antes de silenciarse, Arguedas en un momento exclamó: “¡Entonces he vivido en vano!”, expresando que si no entendía al Perú y su obra no era una contribución, sino lo contrario, se sentía sobrante en este mundo.

En realidad, esos eran sus sentimientos cuando esa misma noche anotó en su diario que estaba deshecho. Un grupo de científicos sociales le había explicado que no servía para nada, ni para novelista. Él sintió que le faltaban fuerzas y dio vueltas alrededor de la idea del suicidio, pidiéndole perdón tanto a Celia como a Sybilla. Pero no se mató esa noche, lo haría cuatro años después.

Por lo tanto, bastante se ha escrito sobre la relación entre los dos acontecimientos, la discusión en el IEP y el suicidio de Arguedas.

La segunda edición de la mesa redonda fue prologada por Guillermo Rochabrún, quien analiza cómo y por qué en el IEP no hubo un diálogo fecundo, sino más bien plagado de incomprensiones. Aparentemente todo está claro y no hay más que decir, la mayoría de los participantes ha fallecido y los que sobreviven no han querido abundar.

Pero quisiera plantear otra lectura de los hechos. Pienso que sí hubo creatividad. En todo caso, Arguedas les hizo caso y planteó su siguiente novela en la costa, en el puerto pesquero de Chimbote, donde se estaba dando la fusión entre el Perú criollo y el andino, que los científicos sociales le habían subrayado como el verdadero proceso social del país. Arguedas fue en busca de la problemática cuya ausencia le habían criticado.

Gracias a su sensibilidad, Alberto Escobar captó la conexión entre la mesa redonda y la última novela sobre los Zorros, en el prólogo que escribió para la primera edición de esa célebre reunión. Casi a la pasada menciona que Arguedas procesó el debate, al encarar la problemática de Chimbote. De esta manera, se habría sobrepuesto al mal sabor que le dejó esa tarde. Al suicidarse pocos años después, se quebraron sus fuerzas y se desataron viejas dolencias. Pero la mesa redonda no fue el acontecimiento que lo desmoronó, sino por el contrario, le dio alas a su última empresa intelectual.

El desgarro de esta novela postrera y la narración inconclusa —intercalada con los diarios que anuncian la muerte del autor— pueden leerse como una lucha final, una agonía, para emplear el término en su significado unamuniano. Por un lado, la racionalidad para comprender al nuevo Perú, y por el otro, sus crónicas angustias vitales, que se impusieron y lo llevaron al suicidio. Así, los Zorros de El zorro de arriba y el zorro de abajo serían los últimos vástagos de la mesa redonda del IEP.


* Fuente: Diario La República (del 19/01/2011).
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