30.1.12

DE CÓMO PICASSO DIBUJÓ TRES VECES A VALLEJO


Texto de Juan Larrea en el libro “César Vallejo o Hispanoamérica en la cruz de su razón” (Córdoba, 1957)

Sobre los dibujos de Picasso

Los tres dibujos que Picasso hizo de Vallejo y que se publican en este libro, los trazó directamente sobre stencil u hoja de cera empleada en los aparatos multicopistas. Sólo una vez había ensayado esta técnica y desconocía sus efectos.

Los ejecutó en poco más de cuarto de hora, el 9 de junio de 1938, un par de días después de que se lo pidiese Juan Larrea. Le había este leído algunos poemas de Vallejo, como “La rueda del hambriento” y “España, aparta de mí este cáliz”, que lo impresionaron muchísimo. (“¡A este sí le hago yo un dibujo!”). Se pretendía publicar uno en el homenaje que el boletín “Nuestra España” preparaba para el poeta desaparecido, con el propósito de atraer hacia su persona la mayor atención posible.


Como Picasso no había visto nunca a Vallejo, tuvo que valerse de fotografías. Dos de sus dibujos están sacados de las que le tomó en cuerpo presente Emile Savitry. Para el tercero, Picasso se inspiró en la bella y conocida instantánea que en 1929 logró de él Juan Domingo Córdoba en los jardínes de Versailles y que aquí se reproduce.

De los tres diseños se escogió para “Nuestra España” el que luego se ha repetido y repite con frecuencia.

El segundo, más borroneado y de perfil, se publicó inicialmente en “Cuadernos Americanos” de México, con motivo del cuarto aniversario de la muerte del poeta (abril 1942). Lo reprodujo A. Monguió en su estudio sobre César Vallejo.


* Tomado del blog Copy paste ilustrado.

29.1.12

DIARIO DE UN DIARIO (UN ÁLBUM FOTOGRÁFICO DE JULIO RAMÓN RIBEYRO) POR JUAN GABRIEL VÁSQUEZ


En una reciente publicación de la revista colombiana El mal pensante, el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez escribe un interesante artículo-diario sobre el siempre querido Julio Ramón Ribeyro, bajo el título de “Diario de un diario / Un álbum fotográfico de Julio Ramón Ribeyro”. Dice el encabezado: “La de Ribeyro fue una voz única, al margen de asociaciones, tendencias y manifiestos. Esta revisión de sus carnets íntimos quiere iluminar la flaca pero inmensa figura del escritor peruano”.

Les dejo con dos pequeños extractos, lo demás lo pueden leer entrando en la página de la revista, aquí.


1.

Durante un vuelo entre Madrid y Barcelona comienzo a leer los diarios de Ribeyro, que Ricardo Cayuela me regaló hace ya varios meses. Nada más empezar, debo cerrar el libro. La primera anotación es del 11 de abril de 1950, y dice: «Tengo unas ganas enormes de abandonarlo todo, de perderlo todo». Todavía no ha cumplido los veintiún años y ya está buscando la salida de emergencia.


10.

Ribeyro y el boom. En 1970 escribe: «Creo que en la literatura latinoamericana hay una tendencia a sobrevalorar la técnica narrativa». «La modernidad no reside en los recursos que se emplean para escribir, sino en la forma como se aprehende la realidad. Un escritor que sigue pensando como hace cincuenta años será un escritor caduco aunque eche mano a todos los recursos inventados por Joyce, Faulkner y Robbe-Grillet juntos»…

27.1.12

EL CRÍTICO Y POETA PERUANO RAÚL BUENO CHÁVEZ GANA EL PREMIO DE ENSAYO CASA DE LAS AMÉRICAS 2012


PREMIO DE ENSAYO EZEQUIEL MARTÍNEZ ESTRADA

Promesa y descontento de la modernidad. Estudios literarios y culturales en América Latina, de Raúl Bueno (Perú)

“Este volumen ―ha explicado su autor― es el resultado de una creciente reflexión sobre las peculiaridades de la cultura latinoamericana en los años de transición al nuevo milenio […]. Pongo énfasis en la cultura andina no solo porque de ahí provengo, y el área me plantea demandas que no debo soslayar, sino también porque desde ella puedo tender nociones que, sin mellar la especificidad ni el peso cultural de otras zonas, intentan aproximarse a la dinámica cultural de la entera región latinoamericana. Le concedo importancia a nuestras literaturas porque en el estudio de ellas me he formado como latinoamericanista, indagando su naturaleza y tratando de formularla teóricamente. […]

“Su argumento básico, se ha dicho, es la convicción de que nuestra literatura reproduce los avatares de la inserción de América Latina en la modernidad. […]

“El otro hilo conductor de las reflexiones de este volumen tiene que ver con la ciudad ―estratificada y diversa― como símbolo de la complejidad cultural de América Latina”.

Raúl Bueno (Arequipa, 1944). Poeta, crítico y profesor universitario. Dirigió la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana y fue presidente del New England Council of Latin American Studies. Entre sus libros más recientes se encuentran Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura en América Latina (2004) y La falacia de las metáforas de cultura en la literatura latinoamericana (2010). Tiene en proceso editorial El patio trasero de la modernidad. Ensayos desde la contramodernidad latinoamericana.


Otros resultados importantes son:

PREMIO DE NARRATIVA JOSÉ MARÍA ARGUEDAS para Blanco nocturno, de Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940). Narrador, ensayista y crítico. En 1967 apareció en La Habana (tras haber obtenido mención en el Premio Casa de las Américas) su primer volumen de cuentos, Jaulario, publicado poco después en Buenos Aires con el título de La invasión. En 1975 ganó notoriedad con los cuentos de Nombre falso, pero sin duda fue la novela Respiración artificial (1980) la que le mereció los mayores elogios. Desde entonces ha publicado, entre otros, los cuentos de Prisión perpetua, los libros de ensayos Formas breves (1999) y El último lector (2005), y las novelas La ciudad ausente (1992), Plata quemada (1997) y Blanco nocturno (2010), la cual obtuvo el Premio Rómulo Gallegos en 2011.

PREMIO DE POESÍA JOSÉ LEZAMA LIMA para Obra cierta. Antología poética, de Humberto Vinueza (Guayaquil, 1942). Poeta que perteneció al grupo Tzántzicos en la década del sesenta. Ha integrado los consejos editoriales de revistas como Pucuna, La Bufanda del Sol, Procontra,Letras del Ecuador y Eskeletra. Ha recibido el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade en dos ocasiones; en 1991 por el volumen Alias Lumbre de Acertijo, y en 2007 por Constelación del instinto. Otros libros suyos son: Un gallinazo cantor bajo un sol de a perro (1970), Poeta tu palabra (1989) y Tiempos mayores (2001).

* Tomado de aquí.

25.1.12

CARTAS DESDE EL EXILIO, SOBRE “EXILIO INTERIOR Y OTROS POEMAS DEVASTADOS” DE LEONCIO LUQUE CCOTA


CARTAS DESDE ELEXILIO
recuperando el ayer

©Ronald Castillo Florián

Siempre he creído, que todo poeta es un exiliado, un paria agreste que lucha diariamente con el maldito sistema que lo obliga o pretende obligar salir de su quehacer escribano, para envolverlo en su tentáculo alienante, inmisericorde, estúpido y así lanzarlo a su juego de naipes donde uno siempre pierde.

He leído con mucha emoción el poemario de mi buen amigo Leoncio Luque Ccota, Exilio interior y otros poemas devastados, poemario digno de ser leído no solo por placer poético —aunque bien cumple ese rol— sino porque el alto contenido antropológico, social y hasta político que en él se desenvuelve, pues no solo toca la realidad del peruano migrante, sino la relación con su semejantes y su actuar ante la sociedad. Este poemario, creo yo, debe ser lectura obligatoria de todos los que hemos venido al monstruo capitalino a buscar un “progreso” , y no me refiero a la persona que camina de un lugar a otro, sino al que ha nacido también en esta Lima antropófaga, pero que sus raíces están cimentadas en alguna provincia de esta nación. Aunque muchos alienados, se consideren limeños por haber nacido aquí, en realidad no lo son porque el nacimiento es solo un accidente geográfico pues las raíces están en otra parte y solo fueron trasplantados de jardín. En consecuencia, no se es limeño por el hecho de nacer en esta tierra.

Exilio Interior merece ser leído desde un contexto marginal, desde el extremo de la ciudad, este poemario tendrá eco en quien al leerlo se identifique con la realidad que en ella se desarrolla, yo lo he leído tres veces y la última vez lo leí desde otro ámbito, estuve en un autobús desde el centro de Lima hasta Villa el salvador, y en el camino el buen conductor como confabulando a mi lectura, colocó música popular, adecuada para todo provinciano que añora o recuerda sus raíces, era música chicha a un volumen considerable donde muchas personas movían los labios repitiendo las canciones que el repertorio ofrecía. Fue ahí donde empecé a leer, nuevamente, el poemario, y fue una experiencia formidable. El compás musical, la realidad del texto, mi experiencia personal, hicieron que experimentara los poemas de manera diferente, existencial, POETICO desde el yo del autor. Me apropié de los poemas tanto que sentí la historia de los migrantes como la mía —en verdad lo es— y como la de todos los que estaban viajando conmigo.

El poemario arranca su travesía, a manera de tours, describiendo la realidad del poeta, vive en Pamplona: la de San Juan de Miraflores, la del cerro y sus migrantes, la popular, la de culturas mezcladas, la del pueblo, la de las fiestas provincianas, la del PIE DEL CIELO. Está dividida en tres partes, con poemas que van desvistiendo de a pocos la travesías de la gente que se cimenta en una tierra y donde decide “plantarse” y hacer suyo el lugar sin olvidar nunca sus costumbres. En esta travesía el poeta camina junto a Casandra —me trae a colación la aventura de Dante y Beatriz— y juntos van describiendo desde el ser del poeta hasta la realidad de las personas.

La humanidad/ busca su identidad en la guerra/ mientras nosotros en recuerdos/ le dice el poeta a su guía pues, añora la tierra dejada atrás, la fuente misma de su pensamiento y su ser, invitándonos a pensar en el tema central de muchos: LA ANSIA DE LA TIERRA.

El poemario va a lo largo del su “aventura” entonando las realidades de Pamplona, describiendo como fue antes de estar poblada, e incluso describe como la humanidad en su afán de avanzar desgasta y expulsa a otros seres de su hábitat, pues el poeta nos menciona que antes habían lagartijas en ese desierto, y que ahora son las personas quienes han ocupado su espacio. Los años que ya no conozco en mi memoria/ desaparecen como/ lagartijas entre la arena/ junto al cementerio/ donde busco mis raíces.

En este poemario, Luque, nos invita a no dejar atrás la memoria histórica, pues muchos solo viven pensando en el futuro dejando al olvido lo que vivieron o tuvieron que vivir sus padres para que puedan estar en un lugar cómodo, donde pueden recoger sueños/ de café, cigarro & emoliente. Hay que ensalzar que este poemario, es ganador de un Horacio, premio importante en la poesía peruana, y que reconoce en Leoncio su vena poética y lo ratifica como una voz importante en la poesía peruana, pues sus poemas son escritos desde sus labios carcomidos de amor/ que nos obsequia el tiempo.

23.1.12

NI BREVIARIOS NI PUTRIDISTAS (SEGUNDA PARTE)


Por Luis Ormachea

(Puede leer la primera parte aquí).

Hughes prescinde casi con desprecio de narrarnos la historia subsecuente de aquél otro niño que con Langston espera ver al dios prometido, permitiéndose los dos extender la habitual duración del rito. Ha resistido, pero el peso de esa atmósfera le ha sido demasiado: camina, admite, concede, se restituye a la comunidad, ha dejado solo a Langston; y entonces, porque ya solo, porque ya el único, todas las voces de la iglesia funden sus actuaciones devocionales concentrándose intensa, febrilmente sobre el pobre Langston que no ve, que quiere ver, que necesita ver con libertad; habrán sido necesarias unas horas de espera y crescendo religioso para que Langston sepa lo que tiene que hacer, finalmente vencido en medio de la celebración, y ateo desde entonces.

Langston deseaba sinceramente ser testigo de la aparición en su fuero íntimo del redentor cristiano, no admitirá los límites simplificadores del reconocimiento protocolar que le es ofrecido. Hay fe en su actitud, pero es otra y está rendida a otro ser: a esas mujeres que cantan, a los hombres a quienes esos niños enorgullecen, al organista que suda y encanece, a esos niños y al pastor que, además, es hombre de generosidad, y que les pregunta si ya vieron al redentor y va recibiéndolos uno a uno cuando, opacos, y enterados de antemano, no de lo que va a ocurrir, sino de lo que debe ocurrir, deciden ocupar el lugar previsto para ellos en la ceremonia; es una negación de lo determinado y puntual esa fe de Langston que al no haber visto al redentor espera hasta que ese redentor se haga visible, y es un cuestionamiento histórico no de la fe que los objetos humanos de su fe practican (la de Langston: esas personas a las que se siente idéntico porque está salido del ámbito de las homogeneidades que harían imposible el acto de la identificación), sino de la continuidad del tiempo del cual Langston, siente él, y los otros congregantes forman parte como fugitivos, como vencedores, como revocadores.

Langston se niega a pasar al frente al lado del pastor porque, quizás narrado a su vez por un recordador perspicaz, necesita saber que los siglos de sacrificio en las plantaciones de la barbarie occidental, la asimilación cultural, la religión abrazada, pertenecen al acierto histórico que los educadores, a cuyo cargo él está, predican.

Hughes es consciente de la enorme responsabilidad que conlleva heredarse a sí mismo y es por eso que nos obsequia este incidente clarificador, no ya de su propia fortuna, sino de la del hombre negro en general: Hughes cae sobre el vociferado beneficio de la civilización que lo ha esclavizado, Hughes está hablando por esos millones de hombres y mujeres, todos muertos en la inmovilidad que, contradictoriamente, el rito que ahora Langston se niega a obedecer, consagra. Hughes ha encontrado los límites poco explorados del principio de la esclavitud invisible, y los ha encontrado en su pasado, en la fundación de su ciudadanía, en el nacimiento de su humanidad como acto, como consciencia, como responsabilidad, como baluarte; y entendemos por él —la suya es voz humana entre otras tantas visionarias y conscientes, pero imprescindible en cuanto particular— lo que ese rito religioso esconde: una estructura de poder hábilmente disfrazada por el miedo, un dialogo entre vencedores y vencidos, la huella de una laceración invisible sobre la carne viva, la institución de una contienda que enfrenta al ser humano contra sí mismo a favor de alguna perversa perpetuación; y podríamos llegar un poco más lejos, podríamos arriesgarnos afirmar que aquella arcaica sociedad basada en el culto, organizada en torno a él, y dirigida por sus intérpretes está muy lejos de haber concluido a pesar de la condición cosmética de los estados que la encubren, a pesar del credo que sus múltiples expresiones colectivas proclamen con la buena fe de la omisión culposa.

Pero Hughes nos ha permitido encontrar algo más. Mientras aun renuente, Langston se pregunta si merece ver al redentor; Hughes ha reafirmado para nosotros que esa ciudadanía terrenalizada por la iniciación religiosa se erige sobre una base de permanente cuestionamiento y censura: su libertad o los límites de su libertad, como hombre negro —¿quizás porque seguimos hablando en medio del rumor de una época que todavía no ha conocido final?—, dependerán de su militancia con respecto a la sumisión cuyo mandato coexiste con la ciudadanía adquirida; el redentor ha hecho innecesario al capataz, la redención que Hughes ha rechazado en secreto posee los atributos de una nueva esclavitud cuyos perpetradores lucen el mismo rostro que los esclavizados, el acto de ver al redentor implica construirlo, y la fe, como paradigma de identidad, obliga a llevar a cabo esa construcción echando mano del propio rostro, de lo que a cada cual caracteriza, la multitud transfigurada por la redención ha renunciado a los beneficios de una memoria histórica para imponer sobre sí el peso deshumanizador de la pirámide esclavista y convenir con ella y reflejarla reconociéndola como exclusiva definición de su identidad.

3

No hay rito más poderoso que la guerra. La que comprometió a España entre 1936 y 1939, lo supo Vallejo —muy por detrás de él, ¡a muchos milenios de distancia!, una orquesta de cómodos versificadores interpretó esa desgracia de muerte sólo a partir de lo español, negándose a recuperar desde los escombros sino la insignificante cuestión nacional—, representaba al ser humano mismo como animal histórico: entre el fascismo que prometía, —promete: atávico fantasma de la estupidez— la raza y la tierra: supremos y terroríficos límites de humanidad, y las fuerzas progresistas comprometidas con el adelanto espiritual de los pueblos en marcha hacia la libertad derivada del bienestar y los frutos inteligentes que esa libertad permitiría conquistar, entre el pasado y el futuro, entre la bestia, su ferocidad intrínseca, y el ser humano definido por la esencialidad axiológica de su aventura evolutiva, estaba de por medio el presente y necesitaba ser redimido; no lo hizo la sangre, que al final se perdió inútilmente en vista de quién fue vencedor.

Había muerto el combatiente —el pueblo como víctima atrapada entre dos fuegos, y la materia domada por el hombre y atacada por la destrucción del hombre, también, y a su modo, fueron actores en esa guerra, como en todas—, actor por sobre todos los demás fundamental, instruido en el ladrido de las armas que aquél rito atroz impuso a sus manos, y lo que quedaban de él era un cadáver en renuencia humanísima y quien ante él se inclinaba conminándolo a no morir; el rito había concluido, la vida yacía depuesta a favor de una ciudadanía de muerte, Langston acababa de descubrir su libertad y ésta no tenía lugar en ninguna sociedad como no fuera la que congregaba a los cadáveres, Langston era incapaz de ver otro camino que aquel que lo conducía a la muerte, a seguir muriendo.

Masa, poema cumbre de la literatura universal escrita hasta nuestros días, constituye el camino de vuelta que va del desencanto solitario hacia la comunidad antes o a pesar de ninguna redención y cuyos rostros todos poseen nombre y condición sagrada por humanos —por humánicos: de algún modo los ritos nos serán imprescindibles siempre que afirmen la civilización humana, la de todas las sangres (!)—.

Como en la atmósfera del bautismo de Hughes, en Masa también hará falta una suma creciente de todas las voluntades para obtener por medio de la solidaridad la restitución del cadáver a nosotros, comprometidos y vivientes: todos los hombres de la tierra; y el cadáver que siguió muriendo y que no nos ha sido sugerido por Vallejo como sufriente de ese morir aquí, o allá, o en España ya que el hecho de morir lo ubica por sobre toda nacionalidad, por sobre toda territorialidad, en el centro del mundo, no necesita de identidad racial o nacional ninguna, se ha convertido en el ser humano mismo atacado por la dentellada de la involución a quien el pastor, las voces cromáticas, el arte, ruegan, a quien se intenta devolver desde el error del rito, desde el error de la historia hacia su primordialidad de cadáver quien, aunque en acto de morir, se debe además al hecho del amor, comprende la obligación de no yacer derrotado, comprende su responsabilidad por heredero del heroísmo gracias al cual, todos nuestros hallazgos, incluso la guerra, como ritual, y el más perverso, fueron posibles, con el error: para revocarlo, con la esperanza, con el poderío humanista que nos permite reconocer en el tiempo, en la historia, en nuestra historia, los lazos que vinculan a Hughes con Vallejo, y a ellos dos con ese primer hombre a quien el cadáver, que no ha dejado de serlo pero que se concede la libertad de vivir, de ser Langston Hughes, o César Vallejo, de reconciliar su finitud individual a la infinitud de una humanidad encaminada hacia el hallazgo feliz de la supervivencia y la continuidad, hacia el examen cada vez más inteligente de nuestro misterio espiritual, de su leyes, de sus características, de sus singularidades, de sus rasgos más inalcanzables, escucha, abraza, y acompaña.

Si ese momento de su vida relatado por Hughes consiste en la necesaria desintegración del rito cuando impone una identidad alienante, espúrea y orientada hacia la esclavitud, y si Hughes sobrevive a esa desintegración asumiendo lo que en adelante será un interminable pero fructífero destierro intelectual, Vallejo ha encontrado el territorio donde ese destierro pondrá pie y sembrará sus frutos de serenidad, Vallejo ha develado los escenarios de una historia, quizás la real, quizás aquella que resulta inalcanzable para alguna corriente filosófica, y que ha ido ocurriendo en simultaneidad con esta otra de violencia y escarnio, de salvaje degradación en virtud del culto a la propiedad desorbitada: no el pasado cuando lo apenas adquirido y precario nos inducía al error, nos hacía incapaces de reconocer al otro como igual, sino el futuro siempre real y marcado por el signo de furiosa felicidad del hecho solidario y que encuentra y define cualquier axiología como interpretación de nuestra naturaleza viviente, y a esta como voluntad ordenadora, y que hace de su evidente sensatez certeza ante la cual ningún descarrío —como aquellos que se incuban con secreto e indigencia en esos lamentables, irresponsables breviarios de desolación que giran alrededor de la podredumbre personal, si no del fascismo más descarado—, podría perdurar.

21.1.12

IV EDICIÓN DEL PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA VÍCTOR VALERA MORA


La recepción de obras cierra el 30 de mayo de 2012
Abierta convocatoria para la IV Edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora

El Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos convoca a todos los escritores a participar en la IV Edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora.

El Premio tiene como propósito reconocer la creación poética actual, fortalecer vínculos culturales en el escenario internacional y rendir homenaje a la memoria de nuestro insigne poeta Víctor Valera Mora. Será entregado al ganador en acto público celebrado en la ciudad de Caracas el día 21 de octubre de 2012, fecha conmemorativa del nacimiento del poeta Víctor Valera Mora.

Bases de la IV Edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora

PRIMERA. Podrán concursar para esta IV edición los autores y autoras de libros de poesía escritos en idioma castellano, cualquiera sea el país de residencia y publicados en primera edición entre el 31 de diciembre de 2009 y el 31 de diciembre de 2011.

SEGUNDA. El Premio se concederá al autor o autora del mejor libro de poesía postulado, escrito y publicado en idioma castellano, durante el bienio establecido en la Cláusula Primera de estas Bases. Consistirá en diploma y la cantidad de cien mil dólares ($ 100.000,00 USD) o su equivalente en moneda nacional, a los que se le aplicarán las retenciones previstas en la legislación tributaria vigente.

TERCERA. Las obras deberán ser enviadas en número de siete (7) ejemplares al Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora, Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Fundación CELARG), avenida Luis Roche con tercera transversal, Casa Rómulo Gallegos. Caracas, Venezuela, código postal 1062. En sobre aparte se incluirán los datos personales del autor: nombre y apellido, dirección, teléfono de contacto, correo electrónico y nota biográfica.

CUARTA. El plazo para la admisión de obras participantes vence el 30 de mayo de 2012. Se admitirán las obras que hayan sido enviadas por correo y tengan matasellos de origen de esta fecha o anterior. La lista de participantes será publicada en la página Web de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (www.celarg.gob.ve).

QUINTA. El jurado estará constituido por tres miembros designados por el Consejo Directivo de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos y entre los cuales no debe haber más de un venezolano. Su participación será remunerada con la cantidad de cinco mil dólares (5.000,00 USD) o su equivalente en moneda nacional, a los que se le aplicarán las retenciones previstas en la legislación tributaria vigente. La composición del jurado para esta IV Edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora será publicada en la página Web de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (www.celarg.gob.ve).

SEXTA. El premio será otorgado por mayoría de votos, es indivisible y no podrá ser declarado desierto. No se conferirán accésit ni menciones honoríficas y en ningún caso será otorgado más de una vez al mismo autor. La posibilidad de emitir una lista de obras finalistas quedará bajo la potestad del jurado calificador.

SÉPTIMA. El jurado acompañará su veredicto con un juicio razonado sobre el valor de la obra premiada.

OCTAVA. El premio será entregado al ganador en acto público celebrado en la ciudad de Caracas el día 21 de octubre de 2012, fecha conmemorativa del nacimiento del poeta Víctor Valera Mora.

NOVENA. El autor de la obra otorgará automáticamente el derecho sin exclusividad a la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, para publicar la obra en Venezuela, declinando los correspondientes derechos de autor de esta edición, la cual se distribuirá solo en el territorio venezolano. Al ganador o ganadora se le entregarán veinte (20) ejemplares de la obra editada.

DÉCIMA. El ganador de esta edición formará parte del Jurado del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora de la siguiente edición del certamen.

DÉCIMA PRIMERA. Lo no previsto en estas bases será decidido por el Consejo Directivo de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, previa consulta con el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela.

DÉCIMA SEGUNDA. La participación en este Premio implica la plena y total aceptación, sin reservas, de las presentes bases. El fallo del jurado será inapelable.

Para mayor información llamar a la Casa de Rómulo Gallegos, Av. Luis Roche, Altamira, Caracas, 1062. Sitio Web: http://www.celarg.gob.ve, correo electrónico: relaciones@Celarg.org.ve Teléfonos: (58-212) 285.27.21 / 285.29.90 / 285.26.44.

20.1.12

LOS ALQUIMISTAS DE AREQUIPA (PRIMERA PARTE)



De pronto, un hombre ingresa al local cargando dos pesadas bolsas de plástico negras. Es moreno y delgado, frisa los cincuenta años. Antes de hablar, enjuga su frente con un pañuelo blanco y se rasca su bien cortado bigote entrecano:

—A ustedes les dicen los alquimistas.

—¿Por qué? —pregunta, entre sonriente e intrigado, el señor Alberto Ramírez, quien por sus ademanes de bienvenida delata que ya conoce al sujeto en cuestión, que empieza a sacar deprisa libros de segundo uso de las bolsas que trae consigo.

—Porque en mis manos esto no vale nada —se lamenta tomando un viejo ejemplar de Ada o el ardorde Vladimir Nabokov—. En cambio, en las manos de ustedes se vuelve oro.

Las risas festivas no tardan en hacerse presentes en este recinto en el que uno, a pesar de los reparos de muchos —algunos libros son muy caros, el aspecto es el de una decadente librería de viejo con sólo algunas novedades, etcétera—, se puede liberar de las anteojeras provincianas y sentirse de veras cosmopolita: la librería Aquelarre, el orgullo de dos hermanos que, aunque de familia arequipeña, nacieron en Puno: Tommy (1943) y Alberto (1950). Ambos administran este negocio atestado de anaqueles, ubicado en la segunda cuadra de la céntrica calle San José que en el techo del vetusto local muestra el símbolo taoísta del bien y el mal. En dos mesas largas y espaciosas descansan desordenadas publicaciones de toda laya y en una pequeña —del tamaño de una mesa de noche— está la caja chica bajo la atenta vigilancia del hermano mayor, Tommy. A la izquierda, un falso ropero negro oculta el sanitario de donde, si la ocasión lo amerita, se pueden conseguir algunos vasos descartables, para brindar con la bohemia o los concurrentes de turno.

Aquelarre cumple tres décadas

La inauguración de la librería se remonta al año 1982, en un local alquilado en la calle San Juan de Dios. La iniciativa de los hermanos Ramírez proviene de una vocación fundamental por la lectura, un hábito que cultivaron desde muy pequeños, alentados por sus padres: primero, fueron revistas, cómics y, luego, pasaron a los libros. Posteriormente, ya en Arequipa, ambos terminan la secundaria y el mayor de ellos, Tommy Ramírez, después de su paso por el Colegio Militar Francisco Bolognesi, siguió cursos en la Escuela de Literatura en la UNSA. Ahí enriquece sus lecturas y conoce la narrativa peruana (Arguedas, Alegría, entre otros) y en sus años agustinos estalla el boom de la literatura latinoamericana.

De las movidas literarias de aquellos tiempos él recuerda que había mucho interés tanto por promover la creación literaria como la lectura. Los hermanos Cornejo Polar eran personas muy activas y organizaban diversos eventos a los cuales el propio Ramírez asistió, entre ellos el encuentro nacional de narradores en el cual estuvieron José María Arguedas y Mario Vargas Llosa: «Con amigos poetas, Ana María Portugal y Óscar Valdivia, sacamos una revista cultural llama Homo, donde le hicimos un homenaje a Arguedas, publicamos trabajos de Javier Heraud, con textos inéditos de César Calvo. A su vez, en el diario El Pueblo tenía la columna diaria y los domingos manejaba la página cultural, comentaba libros y actividades culturales. En Lima, colaboré con Caretas, Oiga y tuve la oportunidad de recibir publicaciones de Uruguay, Venezuela, México, Argentina que, en su momento, reseñé y así fui enriqueciendo mi biblioteca y acariciando la idea de abrir una librería en Arequipa».

Le pregunto por qué abandonó la carrera de literatura y en su respuesta hay un relente de desazón: «Me di cuenta de que no colmaba mis expectativas. A pesar de la calidad de los maestros, pues en los años sesenta era muy superior a la actual. Además, luego también estuve llevando cursos en la Universidad Mayor de San Marcos, donde tuve maestros como Edgardo Rivera Martínez, pero, como decidí volver a Arequipa, abandoné la carrera».

En el año 1982, los hermanos Ramírez vuelven a Arequipa y fundan Aquelarre, la librería lleva ese nombre porque le querían rendir un homenaje a esa generación de artistas arequipeños —los poetas Percy Gibson y César Atahualpa Rodríguez fueron los fundadores— que solían reunirse a la luz de la luna. Luego se trasladan de San Juan de Dios a un local en la primera cuadra de San José y, desde hace ocho años, operan en la segunda cuadra.

¿Por qué nace Aquelarre? Básicamente, para hablar de libros y ponerlos al alcance del lector de a pie, para compartir cultura, difundir corrientes de pensamiento. «Cada época despierta un determinado interés. En los ochenta, por ejemplo, cuando abrimos la librería había mucho interés por los aspectos político-sociales y teníamos muchos libros de esos temas (economía, sociología, política, marxismo). Eso ya ha ido cambiando. Últimamente, hay interés por la literatura de autoayuda, la medicina alternativa».

Punto de encuentro

Aquelarre va más allá de proveer libros a los eventuales compradores, pues aglutina a lectores ávidos y a potenciales escritores. «Ese ha sido uno de los logros más importantes que ha tratado siempre de infundir esta librería: no ser sólo un lugar de exhibición y venta de libros, sino también un punto de encuentro de escritores jóvenes y mayores, donde se pueda hablar absolutamente de todos los temas, incluso confidencias e intimidades. Y hablamos de escritores no sólo de Arequipa, sino de toda la zona sur: Puno, Cusco, Tacna, etcétera, con los cuales hemos establecido lazos muy fuertes y siempre que vuelven a Arequipa nos visitan».

¿Cuál ha sido la mayor alegría que le ha dado este oficio de librero? La de conocer a gente extraordinaria, personas muy valiosas y también la posibilidad de haber brindado libros a escritores en ciernes. Por ejemplo, Carlos Herrera, quien compró en Aquelarre sus primeros libros. Ahora él es diplomático y ha publicado algunas interesantes novelas. Mario Vargas Llosa ha estado también en la librería. El antropólogo Luis Lumbreras o su colega Luis Millones, pintores como Luis Palao Berastain. Además, por su propia labor en el periodismo cultural, Tommy Ramírez pudo conocer en Lima a Blanca Varela, Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, editores como Carlos Milla Batres y Juan Mejía Baca.

Pero este oficio no está exento de inconvenientes: «El primer problema es el económico. La gente que se interesa por la lectura sigue siendo una minoría. Una minoría que no crece en la medida en que uno anhela. Y, a pesar de eso, los factores económicos impiden traer nuevos libros que uno quisiera tener en la librería, pues la producción literaria es inmensa tanto en España como en Argentina y México. Hay muchos títulos de indudable calidad literaria que, como no son comerciales, no llegan al Perú y eso sí, como librero, me produce un sinsabor tremendo».

Ahí aparece el fantasma de quedar desactualizado, sin novedades en el escaparate. «Es un peligro latente, pues por más que uno quisiera, no va a poder satisfacer sus expectativas personales ni mucho menos —como es obvio— la de todos los visitantes».

* Arequipa, miércoles 04 de enero de 2012. Publicado en el diario El Pueblo el domingo 15 de enero de 2012.

19.1.12

DOS FRAGMENTOS DE “CUADERNO DE CENIZA” DE DARWIN BEDOYA‏


[Mapa de ceniza]

: aquel día, como si aconteciera la muerte de un dios, deposité los sueños del hombre sobre su pecho aún sangrante. Puse también, entre sus manos, un poco de sangre y hierba fresca, con el fin de mostrar al espíritu del viento que fue un tipo como ningún otro. Después, antes de abandonar su tumba, corté mi larga cabellera y la puse a sus pies, quise estar seguro de que guiaría su alma hacia el lugar donde viven todavía los hombres de su estirpe.

: ahora, después de mil años, todavía debe estar cabalgando presuroso hacia los nuestros. Mañana será parte del viento y de la gloria. Mañana en la misma batalla estaremos con él. Lo veré incendiando bosques. SERÁ UN PAISAJE LENTO. EMPEZARÁ A ENREDARSE ENTRE LOS CABELLOS POLVORIENTOS DE MI MADRE. SUS OJOS TODAVÍA CORONARÁN UN POCO DE ESPERANZA, PORQUE SE LE VE TAN LLENO DE CONTENTO QUE CUALQUIERA DIRÍA QUE NO ES ÉL.

: mucho tiempo después de que él me dejara olvidado en los jardines antiguos de su reino, supe que mi pensamiento no era más que un templo sumergido en la distancia, y que desde ese día la esperanza comenzaría a desgastarse entre mis manos. Ahora también sé que de nada sirve guardar las armas del reino en los rincones de mi memoria. Comprendo, al fin, que solamente sus pasos, como un viejo recuerdo, rondan, a duras penas, los límites de este reino. Presiento que nadie llegará hasta aquí, nadie cuidará el trono de mi padre, tal vez yo y mi nuevo silencio que ahora dejo sobre la aldaba de la puerta principal logremos intentar este viaje a la niebla. Intuyo que esta es la última verdad: ALGUNOS ANIMALES ESCARBARÁN FURIOSAMENTE EN MI SANGRE, BUSCARÁN LA ESPERANZA. Y antes de que sus garras den con mi corazón, siempre volveré a preguntarme: ¿Volverá mi padre pintado de sangre? ¿Volverá con sus cabellos humeando las palabras que no me supo decir?

: el dolor, la soledad, la angustia, un día de estos hallarán una frontera que les impida el camino hacia nosotros. Veo que los últimos hombres del reino bordarán los pliegues de su esperanza en una densa neblina. Porque aún se puede oír el llanto de algunos niños que cantan los sueños de aves enjauladas. Todos saben: el secreto del amor siempre fue su gesto de no creer en nada y conocer la muerte como las palmas de su mano. Estos hombres muertos que hay aquí, en este reino, escriben un signo funesto. Alguien se está dedicando a abrir las puertas del tiempo, sin ninguna compasión. Estos días, seguro que la observación minuciosa de las distancias y los vacíos y los matices de cada cosa, son el principal secreto de la vida.

: una reina de ceniza sigue siendo venerada. El Rey es un esqueleto seco, seco. Pero sus manos se mueven en los relámpagos del tiempo, más fuerte que cualquier fiera salvaje. Y la sombra del abuelo se dedica a elevar plegarias imposibles, como un silencio hundido en las más oscuras ceremonias. Nuestro reino empieza a palidecer. No hay palabras. Llueve. Echo de menos las campanas del reino. El silencio atraviesa, como un suspiro, las penas y los corazones. Ahora nuestros pasos son los pasos de una quimera que se apaga. Vienen los muertos, como las flores profundas, cantando el nombre estremecido del Rey. Vienen con la eterna victoria envuelta en sus banderas, los muertos. ¿Adónde arrastro este enorme esqueleto? Sé que mi fuerza es uno de los mejores recuerdos, y mi olvido, como un cernícalo hambriento, ronda furioso las últimas entelequias de mi padre.


[La prueba de ceniza]

: mil novecientos años después, cuando los hombres subieron a la montaña, lo primero que vieron fue su propia sombra deshaciéndose como hilachas. Así empezó nuestra procesión hacia el olvido. Aquellos días supe reconocer el paso del tiempo y también logré diferenciar los lamentos de los ancianos y niños que se quedaban atrás. NUESTROS RASTROS PARECÍAN UNA CAMINATA DE INSECTOS. Por aquellos días empezó la ceguedad de nuestros guías. Mientras que en algún lugar del camino, nuestros fracasos dormían como un perro cojo y sin dueño. De este modo fueron transcurrieron los años, bajo el sol durante el día y, en las noches, sombras como grillos saltando de un lugar para otro, guiándonos por el latido de los esquivos corazones y el sonido de las tripas, anudándose, en las panzas vacías.

: en esta larga huida, los hombres más valientes del reino, ya entrados en años, de improviso llegaron a la alucinación, entre desvaríos y lamentos enterraban sus manos en el silencio, pensando en un Rey, en un caballo lomo de piedra y cascos de hierro, en ese potro que los pudiera llevar lo más rápido posible hacia la muerte.

: algunos se enterraban junto a sus muertos. Después, entre todos esos cadáveres sembrados en el camino, solamente uno nos pudo interesar: el de el valiente sin nombre, el último que murió concibiendo los rituales del viento. En sus manos muertas encontramos una señal: descubrimos el camino indicado por la lluvia y el humano olvido. Dicen que él bebió sorbos interminables de tu sangre.

: hubo una temporada que caminábamos, otra vez, a tientas. Existió un amanecer, un instante en el que los hombres últimos del reino segaban las súplicas de su destino, a duras penas. Otros hombres se rasgaban las vestiduras y se afligían hasta el cielo. Encharcaban sus ojos hasta el ahogo; por eso, en los días posteriores nos acostábamos en las faldas de la tristeza y con un puñado de tierra rociada sobre nuestros sueños. Podíamos oír el lamento del hombre hijo del Rey, casi como una maldición. Cocinaba gatos y hurones a las tres de la mañana.

: aquellas veces teníamos los ojos inundados con el miedo y la desolación. NUESTRAS MANOS, DESESPERADAS AVES, SE POSTRABAN EN EL CALOR DE NUESTROS PECHOS, LENTAS, COMO FLORES SUAVES QUE MUEREN EN LA MESA DONDE SOLÍAN DESCANSAR LAS BARBAS DEL ABUELO. Presumo que jamás quisimos algo así. Presumo.

: había una mujer que se dedicaba a untar mis pómulos con bálsamos de sangre. Junto a mi lecho repetía, con suaves palabras, los nombres de los últimos sobrevivientes, sólo entonces mi memoria se colmaba de pájaros. Pero nosotros, exhaustos como estábamos, sentíamos la presencia de lo que algunos llaman vacío y otros desmoronamiento. Alguna vez, las terribles noches pudieron extirpar mis párpados con sus labios filudos. Alguna vez sus palabras venenosas trazaron en mi esqueleto el mapa de la ceniza. Entonces podía sentir cómo era que todos los fantasmas se mojaban.

: quisiera recobrar la sabia paciencia de la contemplación de las distancias, pero hay un chasquear de viejos árboles donde inflaman su buche los cernícalos, ellos presienten la inminente llegada de los diluvios. Seguro que nunca más podremos descender al lugar del tiempo y sus apariciones momentáneas.

: Ya no podré recordar que venía desde el centro de una tierra invisible. CABALGARÉ DESDE UN MUNDO CERCANO AL SOL. OLVIDARÉ QUE FUI EL ÚLTIMO HOMBRE QUE AL CERRAR LA FILA ESCUPÍA SUEÑOS Y A VECES ESPINAS. Jamás volveré a recordar que fui el que reconocía los cadáveres de los valientes y los ancianos. No habrá otra memoria para los esqueletos de mis padres, de mis hermanos. Ahora soy el cadáver de todos ellos.

16.1.12

CORTOMETRAJE: NEORREALISMO URBANO SUPÉRSTITE


Por José Gabriel Valdivia

La narrativa arequipeña esperó por más de una década este libro de Yuri Vásquez, nacido en Arequipa el año 1963 y vinculado a la generación literaria de los ochenta. Su primer relato lo leímos en uno de los números del trifoliado “Escritos” dirigido por el poeta Lolo Palza. También por esos años iniciaría una entrañable amistad con el narrador Marcel Oquiche, integrante del grupo literario que editó la revista “La gran flauta”.

Si Los juegos verdaderos (1966) de Edmundo de los Ríos (1994-2008) es la novela símbolo y Piel del tiempo (1967) el texto poético emblema, escrito por Enrique Huaco (1929-1967), Cortometraje (2010) es el mejor libro de cuentos entre los producidos por los escritores más recientes, gracias a su lúcida revisión del minimalismo, restringido y dominante en la narrativa última, y que resultó insuficiente para representar los luctuosos sucesos de la violencia neoliberal y del terrorismo comunista.

Cortometraje es un libro contemporáneo, con un marcado neorrealismo urbano, digno del sutil Ribeyro o del grandilocuente Vargas Llosa. No ha necesitado representar la realidad sino hurgar la vida, su época, con devoción y paciencia, lúcidas y sensibles. No se ha avergonzado de la ciudad natal ni de la urbe en ciernes: allí está Arequipa en el mismo tono que está Lima. Las dos grandes metrópolis modernas del Perú en la segunda mitad del siglo XX. Se ha instalado, en los comienzos del siglo XXI, lejos de la tradición modernista y costumbrista decimonónicas, cuestionando los finales del siglo XX.

En la casi totalidad de los cuentos de este singular libro, que pronto será traducido al Alemán, se desliza un contexto marcado por la insatisfacción, las carencias y las demandas que contraponen el reino de la necesidad con las expectativas de desarrollo social y el anhelo moderno de libertad. Este extenso periodo de tránsito a la modernidad, en el que se halla sumergida nuestra realidad nacional, desde el arribo de la democracia en 1980 y la forzada inclusión en el marco del neoliberalismo y la economía global de 1990, sirven a Yuri Vásquez como telón de teatro negro para instalar sus historias y relatos.

Cortometraje encarna una intensa y alta escritura ficcional. Es un libro condenado a su lectura y marca un hito en el proceso literario arequipeño, surperuano y nacional. Es un texto necesario, imprescindible y obligado para la comprensión e interpretación de nuestra realidad. Su palabra es pulcra y sus frases inconformes. Su actitud crítica posee un brillo moralista ante el espanto de una realidad por decantar, desmontar y deslimpiar. Del mismo modo, los personajes y acontecimientos, sostenidos por el cine, el jazz o lo mundano, no dejan de ser elementales o trascendentes como el espectáculo de lo vivido.

Los que aguardamos su publicación o supimos de su existencia inédita, no podemos ocultar, en esta ya segunda década del siglo XXI, nuestra satisfacción y considerar su extemporaneidad como un relato agregado a las catorce ficciones que condensan el sentido de las décadas del ochenta y noventa de nuestra realidad nacional.

Yuri Vásquez. Cortometraje
Cascahuesos Editores. Arequipa, 2010

* Tomado de la revista “La casa verde”.

13.1.12

“FIN A LIT”, TALLER DE CREACIÓN LITERARIA 2012: UN UNIVERSO PROPIO, A CARGO DE JUAN CARLOS CUCALÓN


Convocatoria
4 de Febrero al 24 de Noviembre

Revisando los elementos de forma y fondo y en el marco de la confrontación de textos originales, los participantes de Fin a lit descubrirán “Un universo propio”:

Mes uno

*De la letra a la palabra y a la escritura
La anécdota básica y sus recursos

Mes dos

*El verbo es una avenida de dos vías
De cómo La acción viste al personaje

Mes tres

*Lectores que escriben vs. Escritores que leen
El peso de los referentes en la creación

Mes cuatro

*Libertad de trazo sobre la cárcel de la palabra
Repasar la construcción del ambiente desde la individualidad

Mes cinco

*El efecto de la realidad real
De cuando lo real le hace daño a la ficción

Mes seis

*¿Todos hablan de lo que aman?
El taller es de escritura y no una terapia

Mes siete

*El regalo precioso que nos dan los signos
El símbolo convencional y la reinvención del símbolo

Mes ocho

*El estilo: mito e imagen
En busca del universo propio

Mes nueve

*La tachadura y el barroco
De cuando la voz susurra

Mes diez

*El texto es mi rival
Triángulo entre el autor, el texto y el lenguaje.


Fin a lit se reunirá cuatro sábados por mes en el “Suzette” (Foch y reina Victoria) de 10:00 a.m. a 12:30 p.m. Para mayor información contactar con el coordinador del taller: Juan Carlos Cucalón al 098727038, 2 23 50 89, jccucalon@gmail.com

No existe verdad que descubra algo, solo la necesidad de ver al otro para entender que no seguimos soñando en nosotros mismos.

10.1.12

ESPERANDO QUE AMANEZCA Y ANOCHEZCA: EDGAR SAAVEDRA


APROXIMACIONES A EDGAR SAAVEDRA: ESPERANDO QUE AMANEZCA Y ANOCHEZCA

L´horizon s´est couché au fond d´un roman russe
Tout est mathematique comme un echange d´astuces
Aux foires des Indes sous les rafales d´automne
Tou est mathematique comme un ivrogne
Sous l´orage
Quan les éclairs trébuchent aux chats-huanta
Et nos espoirs s´épuisent au vélodrome de l´age
Juan Larrea.

El horizonte se ha acostado en el fondo de una novela rusa
Todo es matemático como un intercambio de astucias

En las ferias de las Indias bajo las ráfagas de otoño
Todo es matemático como un borracho
Bajo la tormenta
Cuando los relámpagos tropiezan en las lechuzas
Y nuestras esperanzas se agotan en el velódromo de la edad
Dando vueltas y más vueltas.
Traducción de Luis Felipe Vivanco.

1.

El lago Titicaca con su cuerpo fiero si no ha herido la voz del poeta que lo descubre, ha de modo más que humano hundido su crudo resplandor en la sensibilidad del cajamarquino entusiasta. Allí en la tarde los lenguajes manejados como disfraces, como ínsulas del cretáceo más afín a las coronas de totora, al pan de Puno, me hacían con paso de ave comprender el viaje de un poeta joven hacia el sur de la cultura sin más discernimiento que el aliento. Las horas de ese mediterráneo de diablos y waca-wacas habían poblado ya el aire de febrero y el carnaval acechaba a la poesía acechando.

2.

El poema como tal es cuerpo sazón copia concierto. Asombra el poema cuando es una delicada máquina para armar. Cuando es un modelo que modela el uso a que está adherido con su principio y su fin. Pero asombra más cuando comienza siendo un juego que propone otros juegos que a su vez consuman una geometría como un lago a veces y otras veces como un río con ínfulas de canto y sazón. Así los poemas de E.S. esparcen los tangram de una memoria futura que se eterniza como una arquitectura adolescente. Destierro de la superrealidad con acomodos líricos. Destierro del los himnos y banderas. Pero también destierro del amor que se mira así mismo oculto, del amor que no se mira rutilante. Del amor que no dice nada.

E.S. pertenece a una generación prolífica por uso. Sus contemporáneos han deletreado poco su lenguaje como si siempre hubiesen vivido en el páramo del ruido y la desesperación. Y aunque no tienen culpa alguna, pocos podrán detenerse ante el espejo de sus palabras, pocos tropezarán con el silencio que domeña el paisaje de la creación colectiva. Porque gran parte de su gramática obedece a la voz de los demás. Es la poesía de los otros y la suya propia. Es la voz de una granada y de un higo. Y de una piedra arrojada a calzón quitado. Es, pues, la del poeta incunable y sólo la voz que te acompaña. Entonces se ha logrado el poeta. Se ha consumado el abismo para que brote la rosa del desierto, lenta, liviana esta vez.

3.

La poesía que trata con los materiales abstractos. Como la mano del ceramista que levanta algo más que barro soñado. Algo más que ensueño de rompe y raja. Algo más que bocina de puerto. Esa poesía de Callao medioviajero, sin casa aún pero destinada a jugárselo todo bajo el dintel de un buen verso es la que ha hecho de Saavedra sin proponérselo, él, un poeta venidero, puesto y real entre nosotros.

Vladimir Herrera.
Puno, abril de 2011.

* Tomado del blog Laguna brechtiana.

9.1.12

PRESENTACIÓN DEL POEMARIO: “LÁGRIMAS DE ARLEQUÍN” DE VILO ARÉVALO


Posada del Ángel II, martes 10 de enero, 8:30 pm
(Avenida Pedro de Osma 218, Barranco)

El día martes 10 de enero a las 8:30 pm se presentará el segundo poemario del joven poeta Vilo Arévalo Lágrimas de Arlequín, editado por el sello independiente Río Negro. En el background del autor de Arco iris en negro (Bizarro Ediciones, 2008), encontramos obras antológicas como Abofeteando a un cadáver, La imagen de las palabras y Convergencias: Muestra de poesía contemporánea.

Vilo nos invita a ser partícipe de la publicación de su obra, enunciando: “Lágrimas de Arlequín es un libro que te atrapará hasta terminar y descubrirás que hay más de ti en el libro de lo que puedes admitir”.

La presentación del libro estará a cargo de Héctor Ñaupari.

7.1.12

“LA QUEBRADA DE LOS PERROS”, UN CUENTO DE DINO JURADO


La mujer lo había enjabonado como a un niño. Le había repasado las ingles con esmero, luego arriba y abajo incluyendo los muslos, por si acaso, y ahora procedía a enjuagarlo. Con la mano ahuecada cogió agua del lavador de plástico y se la fue echando, de a pocos, con cuidado, para no mojar el suelo. Y él, fingiendo estar distraído pero en el fondo alerta, soportó con paciencia los hilos de frío corriendo entre sus partes cansadas, la espuma de jabón haciéndole cosquillas y resbalando piernas abajo, llegando casi hasta los dedos de los pies. Luego esas mismas manos, cálidas, maternales, le secaron todo, centímetro a centímetro, con una toallita blanca muy pulcra, y él quiso saber entonces si era a esto a lo que llamaban servicio completo, o faltaba algo tal vez.

Comenzó a abotonarse la camisa mientras la mujer cambiaba el agua, se acuclillaba encima con las piernas abiertas para lavarse mejor. Miró, el hombre. A los retratos multicolores de artistas de la tele que tapaban las paredes. A la estatuilla del santo en la esquina, con un libro en la mano, la otra elevada hacia el techo, los ojos en blanco. Parecía San Antonio por la túnica marrón, el de Padua. Algunos sonidos llegaban desde afuera mezclados como rumores, música de bisagras que se abrían o cerraban, pisadas bruscas acercándose, alejándose, como oleadas de piedras, allá afuera, en el callejón.

Sintió ganas, el hombre, de echarse en la vieja cama de hierro, estirarse como un gato panza arriba y descansar un par de horas, con la mujer al lado por supuesto, hasta que el desasosiego se esfumara conversando sin pudor de cualquier cosa, el frío asesino del invierno, la llegada del último crucero de marines al puerto, la detención abusiva del alcalde comunista el mes pasado. Le dolía la espalda como si hubiera esperado de pie horas enteras, y sentía en las mandíbulas, a veces con dolor, a veces con placer, el adormecimiento del que ha hablado o masticado demasiado.

Cuando terminó su aseo la mujer se encontró de golpe, por primera vez, con el hombre inmóvil que la observaba. “¡Qué!” dijo, manoteó al aire, y sin esperar respuesta se dirigió a la mesilla de noche, a un costado de la cama. Pasó tan cerca que las nalgas le temblaban con cada golpecito de los tacos en el piso de cemento, toda ella desnuda y resuelta. Se detuvo ante su ropa de trabajo, una pieza blanca doblada encima, pero no se vistió de inmediato. Dando premeditadamente la espalda, casi ofreciendo el culo a manera de yapa, meticulosa, sin apuro, amarró su largo cabello negro con una liga y se dedicó a frotarse hombros y brazos con una grasa.

El hombre, entonces, notó algo digno de ser anotado en un diario. No tenía que ver con el sexo o el amor. Era cierta incongruencia entre la ingenuidad del rostro y el aplomo sin duda profesional con que se comportaba. Le despertó la curiosidad, el deseo de salir de dudas y ayudar al prójimo.

—¿Quieres otro polvo?

Pero ¿quién había hablado? Con esa voz cantarina, como si estuviera de vacaciones en la playa, tenía que ser ella. Y se puso de memoria la bata de gasa.

—No, gracias. Estaba pensando en un trago.

Fue él, claro. Le tocaba responder y lo hizo con displicencia, mirando a un rincón, a los ojos de San Antonio suplicando una ayudita para salir del paso.

—¡Ah! ¡Pensé que querías repetir el plato! —concluyó la mujer.

Más atractiva ahora bajo la gasa transparente, más femenina que nunca, dio unos pasos contundentes por el cuarto mientras esparcía en el aire, como un veneno, el olor de la vaselina perfumada.

El hombre cogió su última ropa. Se acercó. Le puso bruscamente una mano en el centro de la espalda. Pareció que saludaba a un compadre.

—¡Anímate, cariño! Vamos a tomar un trago.

No podía. Imposible. Fuera cierto o no, dijo que tenía que trabajar.

—Sólo un par de cervezas, luego sigues trabajando —dijo él, levantando una ceja.

—No puedo salir ahora. Nadie puede. Son las reglas de la casa.

—¡Qué reglas ni qué ocho cuartos! —dijo él, por fin despierto, con ganas de juerga—. Si no puedes ahora, entonces ¿más tarde?

—Puede ser —le contestaron.

—¿A qué hora? —preguntó una vez, dos veces—. ¿A qué hora?

Nada. Miró su reloj mientras la mujer cogía un cigarrillo de la mesita acharolada. Luego se miraron a los ojos a través del primer humo, exhalado como si fuera el hedor de una batalla. Estaban en el centro del cuarto miserable, con la casaca en una mano él, ella con una mano en la cadera y parpadeando. Cada cual analizaba su posición y la sopesaba. Para él la medianoche estaba muy lejos aún, alcanzable sólo tras una espera larga en el peligroso bar del burdel. Allí había muerto gente y no de vieja. Para ella la invitación a tomar un trago no era un compromiso ineludible, no estaba obligada a aceptarla, ni de él ni de nadie, pero... pero por alguna razón no se atrevía a rechazarla de una vez.

—Está bien. A las doce —dijo él.

—Después de las doce —corrigió ella.

—En el bar —dijo él, impertérrito, decidido a olvidar minucias, a concentrarse en lo esencial.

A ella sólo le faltaba asentir con la cabeza y cerrar la puerta. Así, pues, asintió con la cabeza, cerró la puerta.

Ya en el callejón, el hombre avanzó a través de corrillos de gente que aquella noche estaba alegre, nadie sabía por qué. Pisó fuerte los retazos de luz roja como si fueran cucarachas encendidas, algunas habitaciones abiertas las dejaban caer sobre el piso de ladrillos. Y al levantar la cabeza respiró el aire preñado de humedad que bajaba del cielo. Se había originado en la costa próxima con el batir eterno de las olas, pues traía olor a tolina abierta, a branquias de pez recién capturado. Seguramente. Lo sintió dar vueltas, al aire, como si tuviera ojos y se condujera solo. Lo imaginó introduciéndose en los cuartos de las chicas malas que, sin suerte, sin gracia, se abrazaban con furor a lo mejor de sí mismas para entrar en calor. Luego ese mismo aire regresó al callejón mezclado de aromas nuevos, perfumes de hembra, desodorantes recién estrenados, el exclusivo tabaco de contrabando.

Con toda esta mezcla en las narices el hombre se puso a recordar cómo había reconocido, desde el taxi que lo trajo, el escondite donde levantaron el primer burdel del puerto tiempo atrás. Era una pampa circular protegida por una hilera de cerros, en el fondo de una quebrada. “¡La Quebrada de los Perros!”, se dijo a sí mismo cuando el automóvil se internaba rugiendo en el camino de tierra, despertando un coro irreal de ladridos que parecía trasladarse de una cumbre a otra a medida que avanzaban. Y ahora que iba moviéndose torpemente por la penumbra del callejón, rechazando con una sonrisa las corteses invitaciones de las pocas putas, se dio cuenta que le gustaba aquel lugar, aunque él no fuera asiduo, aunque fuera primerizo. Ese chongo ilustre podía ser vivido como una especie de club privado, exclusivo para la gentuza de siempre, estibadores cojos, pescadores bizcos, ladrones de trigo de los muelles del mundo.

Encontró el bar vacío. Las muchas mesas con las muchas sillas estaban alineadas alrededor de la pista de baile, como círculos concéntricos, y una radiola que parecía un ovni esperaba en un rincón, las lucecitas encendidas por un borracho que se alejaba del aparato, que se perdía por una puerta disimulada tras el mostrador. El hombre, cauto, eligió a propósito una mesa pegada a la pared y se sentó.

La música que había dejado el tipo se volvía chillona por el mal estado de la radiola, esa vieja Wurlitzer de dos cuerpos con su paquete de discos a cada lado. En la parte central sobrevivía el tarjetero con los nombres de las canciones y más abajo la doble fila de botones para elegir. Las mallas de los parlantes se inflaban con los últimos compases. Luego el disco fue cogido por la pinza metálica, que lo regresó a su lugar, en el lado de la derecha, y a continuación llegó la calma.

¡Ah, sus brazos! Los fluorescentes del techo los alumbraban con una extraña luz negra, un brillo negativo que adherido a la piel parecía un barniz traslúcido. Los hermoseaban, cubiertos como estaban por una capa de vellos que veranos interminables habían vuelto casi rubios. En cambio no le gustaban sus manos. Nada finas o artísticas. Demasiado grandes y huesudas para su gusto, los nudillos redondos y aplastados como los de un boxeador. Las juntó por la base, ahuecando las palmas, unió las yemas de los dedos una a una y se preguntó: ¿Por qué cuando se puso a mirar, recién llegado, las curvas desnudas de las chicas, indeciso entre una flaca y una gorda, había terminado por fijarse en la que parecía ser sólo la más joven, la más limpia, la menos india? ¿Por qué ella? De todos modos Ivana lo había tratado bien. No tenía motivos de queja. Sabía trabajar. Incluso le había ofrecido la opción de repetir, con delicadeza, amablemente, como quien ofrece un dulce a un niño. ¿Y cómo había respondido él? Con poca imaginación. Poco empeño. Prefiriendo jugar todas sus bazas a una segunda oportunidad. La que comenzaba a las doce de la noche, si comenzaba. ¡Vaya!

Ahora apareció otro tipo en la puertita. Sin camisa y tan ebrio como el anterior, avanzó hacia la radiola, presionó algunos botones y se quedó esperando, tambaleante. Luego, sin que la música hubiera surgido aún del aparato, regresó por donde había venido. Pero reapareció al instante, acompañado por una mujer gorda vestida de rojo. Sin molestarse en mirar alrededor, se dirigieron a la pista de baile pintada en el suelo, se acomodaron uno contra al otro y se pusieron a bailar.

Había sucedido muy rápido y ahora estaban allí, abrazados, balanceando sus cuerpos sin perder el ritmo. Ella parecía dirigir los pasos, por intuición pues cerraba los ojos para entregar el cuello a los labios de él, mientras él suspiraba a cada vuelta, cansado de su querida carga, al borde de la resignación. El bolero los transportaba fuera de la pista, entre las mesas. Se deslizaron sobre los restos de aserrín del piso como sobre patines, apartando con las caderas una silla, otra, suavemente, engreídos por esa historia triste que celebraba la pérdida de un amor, la fallida consumación de una venganza.

La música siguió sonando, imparable, hasta que ellos despertaron de golpe de su letargo. Se pararon en el centro de la pista y se consultaron. Nuestro hombre los miró largo y tendido, dejándose percutir el pecho por los últimos ayes del bolero.

—¿Qué desea? —dijo por fin la gorda, se acercó.

A diferencia de las otras siervas, ésta no llevaba pintura ni maquillaje. A través de la blusa veraniega se podían apreciar los copos blancos del sostén.

El hombre levantó el índice derecho antes de lanzar su petición:

—Media botella de pisco, por favor.

Luego pasó mucho tiempo, como suele ocurrir, llegó y se fue la medianoche. El antro se había llenado, lógicamente. La gente saltaba de una mesa a otra con el vaso en la mano. Se reconocían y saludaban como si acabaran de coincidir allí después de años, hacían brindis. Nuestro hombre hizo un vago saludo a un par de caras oscuras y luego evitó mirarlas. Quería estar solo. Así permaneció en su mesa, ensimismado. La media botella de pisco le había golpeado el pecho y lo hizo sentirse audaz, querido, la mirada concentrada en el vaso vacío.

Hizo a un lado la botella y solicitó otra media. Tal vez a Ivana la conocía de antes. Le resultaba familiar. Quizás había sido su alumna y le había tomado la lección a solas. Adolescente y temerosa, pálidamente muda con la chompa azul sobre el uniforme único, ella levantaba la vista para responder y sonrojarse, mientras él le aplicaba un nuevo cuestionario interminable. Era invierno también, era invención suya por supuesto, el salón de clases de entonces, enorme e invadido por el frío, los cuadernos dormitando sobre las carpetas mientras la neblina pegada a la ventana blanqueaba la visión de la Avenida Mariscal Castilla, de la puerta del colegio por donde las demás chicas uniformadas ya salían en fila india para no volver hasta la tarde.

Cuando le trajeron el pisco se sirvió dos dedos, siempre puro, y se quedó acariciando el vaso. Se sentía vivo, eso era bueno, vivo y alerta. En eso vio acercarse a la mujer y no supo qué sentir, si alegría o fastidio por la interrupción. La vio avanzar riendo entre las mesas, saludando a diestra y siniestra hasta llegar al rincón donde él estaba.

Ahora sí parecía una puta, con esa camiseta verde loro y esos pantalones tan blancos y ajustados, tan empinándole el culo. La saludó finalmente, elevó el vaso a la altura de los labios para decir salud, comprobó que estaba vacío y lo devolvió a la mesa.

Ella se había sentado.

—Estás borracho —había dicho.

—Te parece, estoy bien.

—¡Pero bueno! Te dije que pidieras un trago mientras me esperabas, no una botella.

Ivana cruzó los brazos sobre la mesa y se hizo la resentida. Hizo una seña al mostrador. Cuando el mozo se dignó traer la gaseosa y el vaso, el hombre se puso a preparar los chilcanos. Eso sí sabía hacer. Los preparó con sumo cuidado, protegiendo cada vaso con ternura cada vez que la otra mano se acercaba desde lo alto con el botellón. Una vez listos, cada uno cogió el suyo y brindaron. Sorbieron un buen trago y sonrieron, dándose a entender que todo estaba bien o podía estarlo. Luego él tomó un segundo gran bocado con el que se enjuagó la boca, y todo volvió a ser como antes.

—No tomes tan rápido, cariño, el pisco engaña —refunfuñó ella.

—Ciertamente. Pero el mío está suave. Prueba.

—Sí, tienes razón, está suave —dijo ella, sin probar nada—. Con todo, si sigues así no vas a durar mucho.

—¿Qué quieres decir con eso?

Más que a ella, se lo preguntaba a sí mismo. Y no sabía si valía la pena durar, y cuánto.

—Está bien, haz lo que quieras, no pasa nada —dijo ella, tan linda. El blanco de sus ojos era enorme, el rojo de sus labios chillón.

—Salud —dijo él. Se llevó el vaso a la boca. Tomó otro sorbo y no estaba retando a nadie. Era una manera de hacer algo, como cualquier otra, vamos—. Oye —dijo, acercando el rostro—, ¿desde cuándo trabajas aquí?

¿Por qué hacía esa pregunta?

—Desde cuándo —repitió.

Recién desde abril, había dicho ella.

—Y ¿qué tal? —preguntó él.

¿Qué tal qué?, había preguntado ella.

—Tu estadía —dijo él—. ¿Tienes muchos clientes?

Ella lo miraba, lo medía. Ni muchos ni pocos, había dicho. Más o menos.

—Es que eres nueva —dijo él—. Se nota que no eres de aquí.

—Ninguna es de aquí —dijo ella—. Nadie trabaja en su propia tierra –dijo—. ¿No lo sabías?

Sí lo sabía. Y pensó inmediatamente, como un disparo: “¡Nadie es profeta en su tierra!”.

Dejó el vaso en la mesa y trató de apaciguarse. Se enervaba con sólo toparse con la sonrisa de puta. Felizmente encontró una manera de entretenerse con el vaso y la cucharilla. Pescaba la rodaja de limón flotante, la apretaba contra el vidrio, echaba un vistazo al frente y paladeaba el líquido. Luego introducía la cucharilla otra vez.

…De todos modos era el momento más alegre de la noche. Con las botellas de cerveza cogidas del pico la gente se emborrachaba de pie entre las mesas. Ivana saludaba a uno que otro con el rápido guiño de un ojo, dos dedos despegados de la superficie de la mesa. Paseaba la mirada por encima sin detenerla en nadie, sin aparentes predilecciones. No parecía estar buscando, no se le había perdido nada. Parecía estar más bien a punto de levantarse.

Pero quien se levantó fue él.

—Voy al baño —dijo, haciendo atrás la silla.

¿Qué había ido a hacer allí? Se había emborrachado de golpe, en unos pocos segundos, por falta de práctica. O como si una mano invisible le hubiera puesto algo malo en el vaso, una pizca errónea. No podía controlar más los pasos que daba. Sin embargo seguía pensando. Se había equivocado de lugar, era obvio, de vida. De pronto lo único que le preocupaba era no chocar con las sillas ni la gente, no rozarlos siquiera. Quería evitar toda clase de disputa, era pacífico, creía en ciertos valores. Se quedó un tiempo interminable en el centro del bar, buscando a Ivana con los ojos locos, haciendo un esfuerzo tremendo para enfocar la mirada. A ratos alguna pareja de bailadores lo empujaba y un repentino chispazo de lucidez le devolvía la conciencia como un amago de incendio. Se daba cuenta entonces que seguía en medio del salón, rodeado de mesas gritonas y oscuras. Miró al techo, hacia los fluorescentes azules; luego, deslumbrado, se pasó una mano por el rostro. Cuando la retiró, Ivana estaba sentada en el otro lado, haciéndole señas con la mano.

—¿Dónde has estado? —le preguntó, gritando hasta hacerse oír—. ¡Te has tardado mucho!

¿Dónde había estado? En el baño, naturalmente, eso fue lo que dijo.

—¡Pensé que te habías ido! —siguió gritando ella.

Y él había contestado:

—¡No! ¡No me he ido! ¡Aquí estoy! —también con gritos, compitiendo en bienestar y volumen.

Entonces a él se le ocurrió invitarla.

—¡Vente conmigo! ¡Ahora mismo!

Parecía una orden y era la noche, tan ruidosa y poco íntima. Le prometió que en casa tomarían un trago, conversarían. Le habló de un café que le habían traído de Quillabamba, sumamente fragante, una delicia, lo más adecuado para un romance.

Pero ella no le creía, se siguió negando.

—Estás borracho —contestó, oscuramente—. Cualquier otra noche que estés sano y con plata.

No se le ocurría otro argumento para insistir a nuestro hombre, así que pensó en el dinero. ¡Toda mujer tiene un precio! Pero era demasiado tarde, se le había acabado el billete. Fijó la vista en los ojos esquivos de la puta, en su nariz puntiaguda como pico. ¿Se le había acabado el billete? ¿O se lo había robado? Aunque así fuera siguió insistiendo y, pese a los gritos, ella siguió negándose. Era terca, el burdel parecía su hogar. Entonces él rodeó la mesa, cogió a la chica por detrás, del cuello, como a un conejo gritón, y la zarandeó.

Si el hombre hubiera sopesado la nueva situación, habría salido de allí en busca de otro final para esa noche. Y la historia se habría terminado. Por el contrario, se puso a forcejear, a pelear contra dos hombres que querían sujetarlo, no quería que le robaran más. Mas de pronto consiguió soltar un brazo, encontró una mata de pelos y tiró con todas sus fuerzas, que no eran pocas. El grito que se escuchó en la distancia lo hizo pensar en el aullido de un lobo, en una pata metida en una trampa. En el momento siguiente él mismo estaba con el pie en una silla, saltando encima de la mesa endeble que se inclinaba a los lados. Trataba de asustarlos, de mantenerlos a raya con el vaso empuñado en una mano, la cucharilla enhiesta en la otra. Se volvía contra todos, tambaleándose, cuando algo de pronto golpeó su mano brutalmente y el vaso cayó al suelo. Lo que vino después fue una gran confusión que no estaba clara en su memoria. Se había defendido como un héroe, pero la fuerza que lo tiraba hacia abajo era enormemente superior y, finalmente, sin prisa, cayó.

Porque estaba seguro de haber caído en dos etapas, de eso no tenía la menor duda. Primero de rodillas sobre la mesa, luego de cabeza contra el suelo. Se palpó el cuero cabelludo hasta encontrar la hinchazón, leve pero real. Después de eso, nada. Por más que se concentraba no conseguía recordar lo sucedido tras la caída, quién lo había sacado de aquel lugar, cómo había llegado a casa. Era increíble la capacidad de sobrevivencia del ser humano, superior a la de cualquier animal. Simplemente la orden, como una estalactita, crecía dentro del cerebro y eso era todo. Sobrevivía.

—En fin —suspiró—. A otra cosa, mariposa.

Sacó una lata de cerveza del refrigerador y caminó hasta la ventana. Miró la huerta llena de sol. Todavía se sentía ebrio y tembloroso. Pero estaba seguro que la cerveza le iba a caer bien. Le templaría el pulso. Lo animaría a tomar una ducha fría.

Ya había pegado la lata a los labios, soñadoramente, cuando le comenzó a ganar la risa. Primero fue tranquila y sosegada, como el murmullo de los pájaros en los árboles. Luego se le abrió más la boca y comenzó a reírse de verdad, sin más certidumbre que la de estar solo. De haber estado siempre solo. Así que podía permitírselo. Más tarde, cuando llegó la primera carcajada, la lata, resbaladiza, rebelde, se le escapó de la mano.

* Tomado del blog altodelaluna. La imagen de aquí.

5.1.12

MUSSÓ Y LAS LUCES LITERALES QUE NO LO QUIEREN SER (SEGUNDA PARTE)


Por Wilfrido H. Corral

Puede leer aquí la primera parte.

Mussó hubiera podido ordenar los capítulos de acuerdo al sentimiento que convencionalmente expresan los misterios; digamos comenzar con los gozosos (la vida temprana, y el futuro que no llegó a ver), seguir con los gloriosos (su acogida por sus coetáneos), pasar a los dolorosos (la tragedia de su vida final, en cursiva) y terminar con los luminosos (lo que se ha quedado en el aire). Si se sigue esas categorías los miércoles y domingos revelan los tiempos de esplendor de Palacio. Tras publicar algunos relatos, todos bien recibidos, su existencia transcurre entre su Loja juvenil, su vida profesional en Quito y su final trágico, aun joven, en Guayaquil. De la misma manera, los jueves (de luz) proveen los eslabones que ayudan a comprender el todo, a unir la información. La vida nunca es tan ordenada, y lo peor que se le puede pedir a un autor es coherencia. Después de todo, la oscuridad es sólo relativa respecto a la ausencia de luz visible.

Además Mussó tiene amplio conocimiento de que el orden era algo que Palacio no quería privilegiar o monopolizar, sobre todo en su literatura. Por ende, la narración alterna entre segunda y tercera personas, y el lunes (misterio gozoso) que sirve de epílogo deja la puerta conceptual entreabierta: ¿murió o vive Palacio, a sus noventa y tantos, como un anciano casi anónimo en Guayaquil? Esta es sólo una de las dudas sobre la figura del autor con que nos deja Oscurana. Si iba a haber una biografía cabal sobre Palacio, tenía que recordar que el mejor biógrafo de Palacio es Palacio, y que su responsabilidad es buscar el secreto de la fascinación con el autor y lo que no se ha dicho sobre él. En todo este deseo de no revelar la trama no se puede olvidar que Oscurana es tal vez mucho más libresca (con la ventaja del tiempo) que las obras más librescas de Palacio, aunque naturalmente con diferentes propósitos.

Decía anteriormente que esta novela es una deferencia literaria, y desde el principio hay un desfile de escritores nacionales (Humberto Salvador) e internacionales (Tito Monterroso en el capítulo 13) y obras de todos los tiempos, con numerosas citas y menciones, apartes e intervenciones directas de personajes de obras de Palacio, figuras y figurones culturales, o con fragmentos de otros autores contemporáneos, todo lo cual termina reconstruyendo y actualizando el mundo que se conoce del autor de Débora. El gatillo para el imaginario que construye Mussó es el capítulo 3, uno de los gozosos, en que se recrea el ambiente quiteño que recibió a Palacio con brazos abiertos, y la envidia que nunca dijo su nombre. Por eso, Mussó provee una lista de la crema de la crema de ese momento cultural ecuatoriano, y es la ficcionalización acabada del novelista que permite que varios hechos archiconocidos adquieran una pátina novedosa, frecuentemente placentera. Pero no es una utopía, y el cambio de tipo de letra, que no se limita a las citas, lo indica: “Lo que más temo es recordar estando muerto, Recordar, recordarte”.

Si los capítulos 13 y 14 recrean el interés de Palacio por producir varios metamensajes a través de diferentes tipografías, el 15 es una caravana de escritores, algunos vivos, la mayoría muertos (entre ellos Bolaño y Panero), y algún apócrifo (el “Marcelo Chiriboga” de Donoso). En este capítulo abundan los diálogos, reaparecen los diminutivos de capítulos anteriores, y sobre todo una sensación de agotamiento respecto a las posibilidades que ofrece la narración novelesca. La necesidad de expresar la vida con otro género literario se nota en las intervenciones de Carmita, la viuda de Palacio, que ofrecen un adelanto formal al capítulo 18, el último “Misterio de la luz”. Éste es un drama en un acto llamado En el otro, las respuestas. El “otro” es el fantasma de Palacio, y las acotaciones para su discurso, muy imaginativas, están en blanco. El capítulo 19, el misterio doloroso más largo de Oscurana, es un documental llamado El documental, y está en otra letra.

En todo ese conglomerado de palabras y acciones —como también ocurrirá con cualquier biografía apócrifa/imaginaria sobre Palacio que amenace con hacerle sombra al escritor con la fama o imagen de su persona (lo que los franceses llaman hoy alterfiction)— los intérpretes no pueden más que decir algo así como “la literatura sobre Palacio comienza a ser vasta, pero no satisface”, porque no todo está dicho o hecho respecto a él y su obra. Que la consagración haya sido súbita en los años veinte y treinta del siglo pasado no quiere decir que no sea merecida, o que haya tenido un guión que haga que dure más de quince minutos, y piénsese en cómo habría sido la de Vargas Llosa si cuando publicó su primera ficción hubiera habido computadoras, la red mundial, o lectores formateados para ellas.

Y si iba a ser necesario mencionar la crítica significativa de Palacio (con la excepción del excelente trabajo de María de Carmen Fernández, Mussó discretamente evita dar nombres), tenía que tener las cualidades de su mejor ficción y prosa no ficticia, ser inexorablemente divertida, menos siniestra e indirecta, nada parecida a los “análisis” estrictamente académicos que no logran más que su propio agotamiento seudofilosófico. En este sentido, Oscurana de Luis Carlos Mussó es un antídoto, un partir de las aguas sobre qué no hacer con Palacio, y un gran logro. Es así porque al mezclar lo conocido con lo inventado (por ejemplo, que la UNESCO “iba” a publicar una edición de las Obras completas de Palacio, que en verdad salió hace diez años —pero no “existe” para los ecuatorianos) los detalles biográficos ficticios proveen un sentido dramático generalmente ausente de los testimonios “empíricos” proveídos por los amigos cercanos o seudo-amigos de Palacio, y observar su ficción a través de ese prisma de Mussó enaltece sus logros.

Que en momentos como el de Palacio se haya bienvenido los paradigmas europeos no quiere decir que se haya seguido su ejemplo ciegamente, porque las condiciones culturales y sociales latinoamericanas no habían llegado al momento en que sólo se puede hacer literatura de ellas. Por esto las biografías imaginarias tienen un papel ambiguo, porque dan memoria y dignidad a obras insignificantes o subestimadas que podrían ser semejantes en valor a las canónicas, más allá de los guiños al público enterado. Oscurana se instala en esa dinámica, y es a la vez un misterio que se abre y se sigue abriendo, vida tras vida, para abrazar otros mundos. Por esto el pasado que inventa esta novela no se queda en el pasado, y se lanza al presente, agobiándolo hasta el punto de que sus personajes casi se convierten en notas a pie de página, como todos nosotros.

4.1.12

VOCES Y SILENCIOS EN LA FOTOGRAFÍA DE ÁNGEL AMY EN EXPOSICIÓN


El jueves 5 de enero, a las 7:00 p.m. el Museo de Arte de San Marcos inaugurará la exposición “Voces y Silencios: Viaje por los caminos y veredas de España, San Juan de Puerto Rico y Santo Domingo de Guzmán” del fotógrafo puertorriqueño Ángel Amy Moreno.

José Rodríguez Vásquez de la Universidad de Puerto Rico escribe de la muestra de Ángel Amy: “El silencio es el lugar que asume el fotógrafo mientras transita y toma fotografías con su mirada, mientras se vacía para encontrarse en la plenitud de su contemplación. El silencio es lo que crea el pestañeo de la cámara que solamente ama la luz. En silencio queda el mundo visualizado: el muro y el ave, el patio y el parque, las pisadas de los transeúntes y las farolas antiguas que aún quieren alumbrar. Y todavía falta ese otro silencio, el silencio del que mira lo mirado que se deja mirar. Es una de esas reglas naturales: el que contempla ve siempre una imagen en silencio y que solo puede descubrirse asumiendo ese lugar, escuchando las voces de la luz y la forma que le hablan desde su encierro.”

Las fotografías de Amy Moreno podrán apreciarse en la Sala Víctor Humareda del Patio de Jazmines hasta el 4 de febrero. El ingreso es libre.

Ángel Alberto Amy Moreno es fotógrafo, escritor, historiador y periodista. Cursó estudios en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras; la Universidad de Estado de Nueva York y la Universidad de Boston. Tiene en su haber más de cincuenta y cinco años de experiencia en el campo de la fotografía. Su trabajo ha sido expuesto en España, Perú, Puerto Rico y Estados Unidos. Actualmente se desempeña como editor asociado de Moment: Une revue de photo, una revista internacional dedicada a la fotografía en blanco y negro. También es comisario de fotografía de la Galería Labiosa de San Juan de Puerto Rico.

2.1.12

ENTREVISTA A DANIEL ROJAS PACHAS SOBRE GESTIÓN EDITORIAL


Por Cecilia Ananías

¿Cómo nace el proyecto de la revista literaria Cinosargo?, ¿pensaste que tendría tanto éxito?

Cinosargo Ediciones nace con una idea fija, ser un proyecto de desacato y herejía frente a discursos hegemónicos y absolutistas dentro de la cultura, en nuestro caso específico lo literario, de cualquier modo el malestar que tenemos es hacia todas las barreras que condicionan el pensamiento y la crítica. Por circunstancias personales y profesionales, yo inicié el proyecto radicando en Arica, de modo que mi campo de acción inmediato es el norte y sus fronteras, a simple vista eso puede hacer parecer que estamos condicionados y determinados a ser la editorial del norte chileno y de la frontera (el medio literario chileno es sumamente reduccionista), pero los problemas en Chile y el mundo son los mismos y a la vez nuestro alcance cada vez mayor, para el 2012 estamos involucrados en proyectos internacionales con ediciones de argentinos, cubanos, peruanos, alemanes, claro más chilenos y mexicanos, lo que llevará nuestra lectura de la realidad y nuestra postura ante la creación, a otras latitudes.

En términos concretos hay unos pocos que creen tener la verdad y controlan los medios de expresión; en Arica por inercia el oficialismo lo representan las Momias Chinchorro, el pasado bélico, la nostalgia pampina, la apropiación intelectual de lo Aymara y una artificial visión del turismo altiplánico y las playas, en el sur pasa lo mismo, en San Pedro de Atacama igual, en Cusco, en China, por tanto estoy claro que donde sea que me hubiese tocado estar y dar inicio al proyecto, que toma su filosofía, ética y estética en honor a los cínicos, Diógenes y Antístenes, la editorial habría surgido del mismo modo, como una forma de quebrar y cuestionar esos discursos odiosos que se instalan perpetuando miradas mediocres de la identidad y el pensamiento.

Lo que pretendemos es plantear nuevas interrogantes, dar cuenta de voces silenciadas y estéticas y problemáticas diversas que se viven y sufren en el mundo y claro en el norte chileno. Este último ha sido nuestro telón de fondo y un espacio importante en el cual desde los setenta estábamos gobernados por una mirada unilateral de la cultura, la poesía y la narrativa, perpetuado por el centralismo pero también por la negligencia y cobardía de los protagonistas culturales del mismo norte, y de pronto irrumpe Cinosargo, no creando una estética de cero, sino más bien como un radar buscando a esos autores que comparten el malestar y por ende dan vida y sustancia a nuestro proyecto y ahí está el por qué de trabajar con ciencia ficción, novela policial, el comic, el terror, la poesía concreta, el realismo sucio, todo está pensado en base a nuestro desacato que pretende demostrar que tenemos lecturas variadas, que tenemos autores con mucho conocimiento y técnica, que no sólo en el norte le andamos cantando a lo Neruda a la yareta y a la pachamama y asimismo hay que dejar en claro, que si bien somos una microeditorial, no somos la típica microeditorial chilena que sólo edita poesía porque es más barato, es lo que abunda y porque así no compites con las grandes Alfaguara, Anagrama, Planeta y porque naturalmente como todas las otras editoriales independientes editan poesía, hay una correspondiente escena con encuentros y ferias —así que hagamos lo mismo— dicen ellos, nosotros preferimos trabajar proyectos literarios en los que creemos, no con un género específico o una temática por conveniencia. Ante todo somos una lectura agónica (en el sentido combativo y dialéctico) del mundo y el pensamiento.

Por último, el éxito lo mido en función de los lectores y la respuesta que hemos tenido por nuestro trabajo y consecuencia. Una obra es algo que no se puede tapar. Si uno es coherente con la idea que estableció y opera bajo esos lineamientos, respetándolos y no transando la matriz que dio forma al proyecto, la gente lo percibirá y aunque siempre hayan detractores y obstáculos, estos mismos tienen que en su momento hacerse a un lado o sino los reventamos con argumentos que se traducen en obras editadas, y si bien insisto, ahora nos ven como los que volvimos a visibilizar el norte, en algunas partes del mundo nos ven como una editorial Chilena con ideas claras, y fuera del continente como una editorial latinoamericana pujante y así, hago la aclaración para dejar en evidencia también cuál es la ambición de lo que estamos proyectando, plantear una forma de pensar y de hacer literatura globalmente.

¿Existen otros medios literarios en el norte o eres pionero en el tema?, ¿Crees que el gobierno debería intervenir e impulsar la cultura en las llamadas “regiones extremas”?

No somos únicos, desde luego hay otros proyectos contemporáneos y antecedentes que han sido una importante influencia para lo que hacemos, está el caso de la revista Tebaida de Oliver Welden y Alicia Galaz, pero siguiendo lo expresado en la primera pregunta, hay grupos literarios y pequeñas editoriales o espacios, revistas o webs del norte que rápidamente abrazan ese oficialismo odioso, o sea crear en función de una idea que se les impone por conveniencia, yo tengo más que claro que ciertos proyectos a nivel regional son más viables, ya sea por sus temáticas o formas de escritura, que otros para un fondo del libro o FNDR 2 % o cualquier apoyo estatal, pero esa lógica mal aplicada es la que condiciona a muchos proyectos literarios de Arica y todo Chile. Cada región tiene su fórmula y sus vacas sagradas, tristemente ellos no se dan cuenta que por lo mismo no crecen, es un provincianismo terrible, como la palabra lo dice, pro-vincia, previamente vencidos, pues responden a estéticas y lecturas que sólo importan a nivel micro y caen en formulas sobre lo que van a decir y cómo lo van a decir, no responden a grandes preguntas, a cuestionamientos que el lector de Bolivia, México, Europa, el resto de Chile, el Peruano comparten, tampoco asumen riesgos y defienden su feudo de modo terrible, entonces creo que si bien los fondos y apoyos son necesarios siempre, pues muchas veces hay proyectos culturales, ediciones o encuentros que no sólo se pueden sustentar en el mercado lector, sobre todo cuando en provincias es tan precario o inexistente ese mercado, ahí los fondos sirven. Los autores mismos debieran tener la valentía de al menos no caer en los clichés o en los lugares comunes, en ese sentido somos pioneros, en poner por delante nuestros criterios editoriales y no traficar ideas que vengan impuestas, sino estaríamos editando por ejemplo libros de terror sobre las leyendas de Parinacota y eso para nosotros no tiene sentido, se puede hacer pero hay que ver cómo o sea sin caer en lo condescendiente y siempre creer en el proyecto que uno tiene como autor y como editorial, pues ese es otro de los males del norte y las provincias, muchos quedan a mitad de camino porque esperan resultados inmediatos a cambio de poco trabajo, nosotros tenemos un sistema de difusión único que consiste en hacer giras y principalmente no abandonar a nuestros autores, eso es esencial, cuando tu editas apuestas por el libro y el autor, por ende pueden pasar años pero tú debes seguir trabajando por el libro y por tus creadores, existe ese problema, la inmediatez y la poca tolerancia a la frustración, pues como el medio está condicionado a modas y fórmulas, el público a veces tarda en reaccionar, en otros casos el gancho es inmediato, lo importante es proponer lecturas diversas, un buen libro conseguirá siempre su camino de llegar al lector indicado. Hace falta un baño de realidad en ese sentido.

¿El proyecto de una editorial nació junto a la revista o se fue dando en el camino?, ¿Cómo logran el tema de la financiación?

Partí con Cinosargo el 2003, era un fanzine universitario que tenía los mismos cuestionamientos y pensamiento. Con la posibilidad de dar mayor difusión y alcance a esto mediante internet, di forma y nacimiento a www.cinosargo.cl el 2007, luego el 2010 ante la necesidad de volver a lo material, pues el libro es un objeto muy espacial y querido, sentí que era importante volver al papel y que Cinosargo fuera un proyecto multimedia, por eso empezamos como editorial impresa y hoy tenemos 17 títulos publicados en papel. Pretendemos sin duda seguir creciendo y madurando en ese sentido, pues yo no soy editor por formación sino por vocación, de hecho me cuesta llamarme editor, pero en la medida que uno lee y es un buen lector pues tiene una visión y mirada crítica, sabe que puede tener criterios y establecer parámetros de lo que siente que debe dialogar con el resto de la literatura nacional e internacional y apuesta, asume riesgos, haces una curaduría y se decide a publicarlo, en esto hay una responsabilidad tanto intelectual como material, intelectual pues le estás diciendo al mundo yo creo en esta lectura de la realidad y la haces pública, la pones sobre la mesa y la confrontas con las expectativas y conocimiento del lector, y por otro lado material pues trabajas con materiales escasos, así que uno debe pensar en ese sentido que no todo lo que se escribe debe publicarse, pero ese ha sido más o menos el proceso. En cuanto a los costos como editorial, también hemos ido desarrollando una independencia económica, los primeros libros eran cofinanciados, por el autor, cincuenta y cincuenta, también la cantidad de ejemplares, tirajes de 500 libros, se repartía con equidad, hoy podemos editar gracias a nuestro crecimiento financiando el total de la edición, aunque muchas veces igual lo hicimos en el pasado, con Pop de Rodrigo Ramos o Novela Negra de Juan Podestá y otros, también ocurrió con algunos títulos que me interesaban editar como El libro de las Revelaciones de Víctor Munita o Nómada (Comic), que estos proyectos contaban con fondos culturales, por ende es relativo, pero lo que es seguro es que igual la editorial siempre invierte y arriesga sobre la mitad del costo del libro por un tema de dignidad del oficio, a fin de cuentas, el escritor ya realizó el grueso del trabajo escribiendo y corrigiendo, la editorial debe facilitar el proceso de publicación, así que hoy estamos en condiciones de apostar por textos que queremos ver transformados en libros, pero siempre con la previa aceptación del comité y el editor, y eso implica ajustarse a la línea y criterios del catálogo, sea un escritor consagrado o emergente.

¿Ha sido muy difícil sacar adelante a la revista y la editorial?, ¿cuáles han sido los mayores obstáculos?

El principal obstáculo es el tiempo, esto puede sonar terriblemente precario o controlfreak, depende de cómo lo miren, pero no por eso menos real e importante de decir, la editorial y la revista la muevo yo en todos los aspectos, legales, comunicacionales, técnicos, económicos y en general en los criterios básicos de edición, una sola persona a cargo, claro hay apoyo de amigos que sirven como comité editorial y lectores de los manuscritos pero yo tengo la última palabra, hay algunos colegas que difunden los textos en otras ciudades además de la distribución tradicional por librerías y eso, pero porque creen en el proyecto, tal como la canción de los Beatles, with a Little help of my friends, pero el tiempo sin duda es el rollo, pues tengo que armonizar los horarios de la editorial con ser padre de familia, mi propia escritura, la labor como académico, la página web, y los miles de mails que llegan y a veces la gente no es muy paciente cuando pide favores, pero creo que todo es factible si se tiene pasión por el asunto y uno cree en su proyecto. Cinosargo sin duda, es parte importante de mi vida a estas alturas y es algo que defendería a rabiar si tratan de sabotearlo de algún modo, así como defiendo y apoyo a mis autores, pues ellos hacen la magia, las obras que llegan a tener su propia vida y curso y que uno impulsa a que viajen en la medida de lo posible, pero tarde o temprano estas se despredenden y viajan solas y ese es el mejor mensaje y seña de que la editorial existe, crece y tiene credibilidad. Los autores de Cinosargo son una familia, extraña, disfuncional a veces, conflictiva pero una familia que cree en el proyecto y por eso lo apoya, la verdad yo respeto mucho el trabajo y la amistad sincera de Edgard Lara, Rodrigo Ramos, Juan Podestá, Víctor Munita, Esteban Morales, Joel Rojas, Eduardo Cuturrufo, Andrés Olave y Pablo Espinoza Bardi. En fin, volviendo a la raíz de la pregunta, lo que necesito es más tiempo.

¿Qué es lo que buscan como editorial?

Creo que eso lo respondí en todas las otras preguntas, nuevas formas de pensamiento y diálogo, abrir los canales para no tener que estar escuchando siempre lo mismo y a los mismos. Si hay un apagón cultural es premeditado, entonces nosotros premeditadamente vamos en contra a encender un poco ciertas chispas que guíen el camino de los interesados en no dar palos de ciegos o ser timados por las tendencias.

Y cuéntame un poco sobre ti, ¿desde cuándo escribes?, ¿cuál sería tu propio trabajo favorito? ¿A qué escritores admiras?

Escribo desde los quince por necesidad absoluta, leer y escribir es como el aire y la comida, el libro publicado que más contento me tiene es Carne pero también porque es lo último que he publicado e implica una madurez como autor, es posible que con los libros que vendrán mi percepción cambie. Admiro a muchos escritores muertos, como Dostoievski, Celine, Reinaldo Arenas, Enrique Lihn, Salinger, Bolaño, Lezama Lima, Severo Sarduy, Julio Ramón Ribeyro, Manuel Puig, Ezra Pound y muchos más, esto porque los nombrados tiene una estética muy clara y sobre todo una noción integral y consciente de lo que implica construir una obra y ser consecuentes, admiro mucho eso, ahora lo de muertos, pues porque soy un tanto misántropo y prefiero en tal caso dialogar con libros que con personas, así tienes mejores conversaciones, intercambias ideas más interesantes, te llevas gratas sorpresas y menos decepciones.
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