30.6.10

CARTA ABIERTA AL POETA ERNESTO CARRIÓN CON MOTIVO DEL LANZAMIENTO DE SU LIBRO “FUNDACIÓN DE LA NIEBLA”


Quito, 28 de mayo de 2010
Querido amigo:

Siempre me he preguntado, y cuando digo siempre quiero decir desde que empecé a escribir poesía, qué sentido tiene persistir en este oficio de solitarios y necios que es la escritura poética, tan mal pagado siempre y mal visto en ocasiones, con frecuencia tan frustrante y a veces, muy pocas veces, reconfortante, glorioso. Cuanto más pienso en respuestas que me dejen satisfecho, más me convenzo del absoluto absurdo que, supuestamente, nos justifica: la llamada necesidad de hablar, sin más, la ineluctable necesidad de hablar, sea en nombre de los otros o sea en nombre de nosotros mismos. Algunos días intentamos encontrar el origen de esta cuestionable pasión en la inconformidad con el mundo, y otros días hallamos una buena razón en el mero deleite de estar vivos. Pero, debemos ser sinceros, Ernesto, nada de esto es suficiente y, sin embargo, persistimos en este evidente error. Y escribimos y volvemos a escribir. No deja de sorprenderme que, como esta noche, alguien distinto de los amigos que nos han visto padecer y gozar la vida y la escritura poética nos acompañe. Para mí, los presentes son una multitud. Y esto habla bien, a pesar de lo que he dicho, de la buena salud (siempre al borde de la enfermedad del olvido, por cierto) de la poesía lírica de nuestro tiempo. Al menos, de la que tú y algunos otros entendemos por poesía, que no es aquella marisma de la autocomplacencia, el éxito efímero y el compromiso oportunista con la coyuntura institucional o política. ¿Para qué escribir, entonces? Con estas palabras responde Fundación de la niebla:

escribir para no ensanchar más la mirada entre el
objeto y nosotros Escribir la cotidianidad que muestra
nuestro hígado sobre las plataformas marinas
Fanal violeta Baja el viento atrapado desde los postes
en la teoría de que todo vuelve a ser polvo Rencilla
necesaria La luz de una mariposa quiere saber
por qué ella no tiene alarma La mariposa no contesta
Ella ordena obsesionada sus colillas por el patio
helado Así un día tanta vida puede escribirse Yo escribo
sobre lo que veo Tiro a la inteligencia sobre tierra
quemada Funcionando Agitando al hambriento
sobre la simpleza de los alimentos Así es como recobro
el mundo


Escribes para recobrar el mundo. ¡Tremenda vocación la tuya! Pero ¿cómo se recobra algo que es esencialmente impuesto y por tanto irremediablemente ajeno? La respuesta se encuentra en el título de tu libro, Fundación de la niebla. El mundo se recobra en la poesía, volviéndolo a nombrar, aunque este intento de hallar puerto en las palabras, o de crearlo con ellas, esté destinado al naufragio. La fundación de la niebla, del mundo otro con que sueña el poeta, es el testimonio de un fracaso, porque el mundo hallado no es el mundo deseado por él. Ese mundo anhelado no es otro que la realidad que nos circunda esta noche, amigas y amigos de Ernesto, pero mejorada, más limpia y menos cruel. El mundo hallado por el poeta siempre es la niebla, es decir, la penumbra, la ambigüedad, la indefensión, el riesgo, el miedo. Nada de claridad o esperanza simplona hallarán ustedes en este libro. Y, sin embargo, nadie le podría achacar el mote de pesimista o triste al poeta Ernesto Carrión, al menos, no en este libro. El pesimista es el que se abandona a su propia inercia vital, en la convicción de que nada es posible cambiar. El poeta, en cambio, es el inconforme que, una vez dislocado del mundo que le ha tocado en suerte, funda uno propio donde se siente más cómodo. A veces es trágico, a veces cómico, pero siempre es una parodia del mundo soleado de los inocentes y el mundo oscuro de los condenados. Ernesto renuncia a la dicotomía de los maniqueos y los moralistas, los creyentes y los ateos. Su lugar no es la afirmación, sino la duda. De cara a la luz, nos dice, por ejemplo:

El día en que nacieron las
imágenes supimos de inmediato que terminaríamos
en una total ensoñación Arte en roca Que nuestro
Apocalipsis empezaría con una llovizna hundiendo
su ala en un lago salvaje como un cormorán

Como ven, amigas y amigos, se trata de una visión móvil, de un mundo en permanente transformación. Este movimiento interno produce que los temas y motivos recurrentes de tu obra, Ernesto, conecten este libro directamente con tus trabajos anteriores y posteriores, en una suerte de diálogo interno. Pero no se trata de una poesía solo autotélica o metapoética o que hable de sí misma todo el tiempo. Por mérito propio, la imaginación de Ernesto se alimenta de otros, pero también de sí misma. De nuevo aparecen, aunque sea solamente insinuadas, la llegada de la muerte a través de la descomposición del cuerpo propio y ajeno, la niñez como la patria felizmente perdida por dolorosa o injusta, la imagen engañosa y casi siempre decepcionante de los seres amados, especialmente de la mujer… Y ante cualquier destello de luz, nuevamente el matiz de la niebla. Dices en tu libro, los siguientes versos:

la luz en la poesía japonesa obedece al murmullo de
las flores La revelación de su misterio —como todo
conocimiento— produce efectos secundarios:

a) pérdida completa de la razón

b) obsesión por los objetos minúsculos de la casa El
individuo puede quedarse por horas observando insatisfecho
una servilleta

c) tendencia a almacenar recortes de periódicos
donde aparezcan las palabras “debo” y “fin”

la cordura empieza allí donde la luz se esconde Donde
nadie alcanza a contestar el enigma de esta mano


Imágenes impactantes, eficaces y hermosas, aparte, en este fragmento encuentro la clave de mis reflexiones. La cordura empieza allí donde la luz se esconde dices, y con estas palabras apuntalas el símbolo de la niebla. Se trata del espacio de la lucidez. Quien apuesta por la duda, por la niebla, permanece en un espacio inquisitorial, donde sólo la acción de preguntarse por el sentido y no dejar de preguntar constituye sentido absoluto. Pero, finalmente, la exploración sobre lo exterior, sobre la realidad, acaba tarde o temprano sobre la propia identidad. Fundar el mundo, fundar la realidad, consiste en definitiva en la construcción de la propia identidad, aquella que queremos imponer o brindar al mundo, más allá de lo que el mundo necesite de nosotros. Dice tu libro:

Coreamos en el sitio: Nadie
soy yo. Nadie soy yo. Nadie. Esta escritura deforme
no puede ser el mundo.

La incredulidad de la voz habla por sí misma: Esta escritura deforme no puede ser el mundo, así dices. Y es verdad, no lo es, pero nunca pretendió ser el mundo mismo, como ya dije, sino un mundo distinto. El poder de esta voz poética, es decir su capacidad de construir imágenes visionarias y a través de ellas brindarnos estas reflexiones nunca cae en la autocomplacencia, por eso tampoco le da tregua al lector, quien se ve impelido a inmiscuirse en un proceso continuo y vertiginoso de interpretación imaginativa intensa y a ratos exasperante. Esta no es una poesía para lectores perezosos, facilistas o impacientes. El poeta, aún en este punto, se niega a brindar respuestas unívocas y vuelve a preguntar:

¿Quién sabe
qué soy ahora, desde que el poema dejó mi cráneo
vendado sobre estas playas?

La única certeza, como toda buena poesía nos enseña, es que el universo interno es el único territorio que se posee, aun en las condiciones más adversas del delirio o la locura. En ese ámbito de absoluto sigilo, nada del mundo penetra para enajenarse, a pesar de la ciencia médica o los devaneos de la Psicología. Esta parece ser, en todo caso, la convicción del personaje poeta que inventas en este libro, Ernesto. Cerca del final aseguras, en una de tus pocas frases asertivas, despóticas:

Se escribe desde la niebla hacia la
niebla. Lo que envejece dentro de mí es el territorio.

Quizá porque presientes que la escritura es como una silenciosa peste, al final del libro mi pregunta tiene una segunda respuesta. Decía al principio de esta carta: Siempre me he preguntado, y cuando digo siempre quiero decir desde que empecé a escribir poesía, qué sentido tiene persistir en este oficio de solitarios y necios que es la escritura poética, tan mal pagado siempre y mal visto en ocasiones, con frecuencia tan frustrante y a veces, muy pocas veces, reconfortante, glorioso. Cuanto más pienso en respuestas que me dejen satisfecho, más me convenzo del absoluto absurdo que, supuestamente, nos justifica: la llamada necesidad de hablar, sin más, la ineluctable necesidad de hablar, sea en nombre de los otros o sea en nombre de nosotros mismos. Tú lo dices de este modo:

A nada nos conduce este físico río de escribir
contra corriente Este ficticio arco donde se
quiebran las espaldas sin posibilidad de nombre
Dices: yo escribo Y hay un grave secuestro de ti mismo
en dicha afirmación Dices: para encontrar mi nombre
yo abro el cuaderno Y muerde tu boca las espinas
de una lluvia que va planificando su clausura: su
cerrazón


En el último fragmento, a pesar de tanta desolación, de entre la oscuridad abres un espacio para la luz, para que la penumbra se instaure, para que la niebla se instituya. Dicen las notas al pie de un cuerpo:

dejar la página en blanco para que empiece el
poema verdadero:

Y con estas palabras nos invitas a tu mundo. Así es, amigas y amigos, la auténtica poesía nos invita a encontrar el verdadero poema por fuera del verso escrito, en nosotros mismos. Por poemas como estos, todavía pienso que vale la pena escribir poesía, lejos de la vanidad y el facilismo de muchos vates celebrados. Han pasado ya algunos años, más de una década y el público, nosotros, tu público, ha hablado Ernesto. Estamos aquí para colonizar y poblar la niebla que has descubierto y has fundado.

César Eduardo Carrión

29.6.10

NUEVO LANZAMIENTO DE CASCAHUESOS EDITORES: “LA ESPADA DE SANTIAGO” DE JIMMY BARRIOS RIVERA


Continuando con nuestras publicaciones de la nueva gran poesía peruana, esta vez nos complacemos en anunciarles la publicación de La espada de Santiago, tercer libro del poeta peruano Jimmy Barrios Rivera.

Barrios ha sido un importante actor de la movida arequipeña de inicios de siglo. Fue editor de la revista “Cara de camión”, y desde 2004 de la revista bi-regional (Lima-Arequipa) “Grita”, la cual tenía un proyecto editorial interesante, que consistía en auspiciar publicaciones de escritores jóvenes de la región a través de la ONG que llevaba el mismo. En junio del 2004 organizó el evento denominado “Tráfico, I encuentro de revistas, fanzines y publicaciones independientes-Arequipa 2004”, donde se comprobó la circulación de más de 30 publicaciones independientes, tan sólo en el transcurso de 3 años, lo cual ya es un hito histórico para las letras peruanas de este nuevo siglo.


Datos del autor:

Jimmy Barrios Rivera nació en Arequipa en 1981. Ha frecuentado estudios de Literatura en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa; y estudios de Literatura Peruana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, donde actualmente concluye la investigación: La invención de América, el caso Mariátegui. Ha publicado Arquitectura del desencanto (2006), y El tiempo de los anormales (2009).

17.6.10

LECTURA DE “AZAHAR” DE ALEXIS NARANJO POR ANA MINGA


Portada del libro.
Presentación del libro Azahar de Alexis Naranjo.

En buena hora cayó Azahar en mis manos mientras trabajaba en una oficina incierta. Con lo primero que me topé es con una cita del I Ching: “Sobre la montaña hay un árbol: la imagen de la evolución…”. Desde allí, intuí que no era un libro para leerlo entre gritos laborales, sino en la calma, pues todo árbol es sabio hasta cuando muere, ya que lo hace de pie, como indica Tolkien.

Cuando escucho que la poesía no sirve para nada, dudo, puesto que es una forma de conocimiento cercana a la filosofía. Esto nuevamente lo comprobé en los 33 poemas de Azahar, divididos en tres partes por fragmentos poéticos de Jorge Carrera Andrade.

Cada línea de Azahar invita al lector a reflexionar. De entrada, en el poema Exordio, se plantea: “…llaga vuélveme señor / intolerable afrenta / despiadado tormento / en todo ello tórname te suplico / mas no me vuelvas palabra / mas no me tornes poema…

Y más abajo la súplica es otra: “rehúsame hogar patria y templo señor / albedrío y certeza / todo ello niégame te imploro / mas no rehúses mi palabra / más no me niegues el poema”. Magnífica contradicción para un creador, siempre y cuando no sea comentada al médico tradicional, pues se corre el peligro de obtener una lista de medicamentos para la cabeza…

César Dávila Andrade, personaje citado en el libro, también apuntó en su poema Profesión de Fe: “No hay angustia mayor que la de luchar envuelto / en la tela que rodea / la pequeña casa del poeta durante la tormenta… Pero la voluntad del poema / embiste / aquí / y / allá”.

Luego, la voz del árbol que yo imaginaba en la lectura deja en evidencia un entendimiento sabio de su alrededor y se conecta con un más allá, con otros mundos, y plantea reencarnaciones de la mano de creadores valiosos para la historia, como Su Dongpo, uno de los intelectuales más famosos de China, quien tras padecer varios exilios por criticar al poder y sus abusos, se inclinó hacia el Confucionismo, el Budismo y el Taoísmo. Es sugerente la reflexión que de él encontré: “Todos quieren tener un hijo inteligente, pero la inteligencia me ha arruinado la vida. Así que quiero que mi hijo sea tonto y estúpido: sin penas ni penalidades, llegará a ser ministro”.

El que Azahar esté acompañado por estos personajes no constituye pretensión ni adorno para confundir la palabra sencilla, limpia, no simplona; más bien, es conocimiento hecho poesía.

La poesía, entonces, ha servido para algo, incluso para detener la violencia, pues la mente revuelta por ideas, bien puede salir a la calle y matar a unos cuantos, pero no, más bien se recoge en algún rincón y escribe: “…no asistiré esta noche a la casa de las analectas /sino que brindaré con Su Dongpo y César Dávila Andrade / por la alegría y el dolor / más antiguos de la tierra”, como menciona Azahar.

Dicen que el individuo no puede vivir solo, a veces dudo si eso es bueno o malo, pero lo dejo para después; si el individuo está vinculado a un entorno, significa que tiene anclajes. Entonces, como lectora de Azahar, encontré algunos, pues el conocimiento también levanta emociones. Así, el poema Nonagenario nos revela estos pasajes: “yo era ya viejísimo cuando naciste / padre… / el cansancio era para ti alegre alimento / agua canora la sed / secreto elíxir la enfermedad / yo era ya viejísimo / cuando de pura fatiga aumentabas cargas sobre tus espaldas / cuando sediento dabas de beber a tus orquídeas / cuando enfermo ofrecías salud a tus pacientes / yo era ya viejísimo / cuando vi por primera vez rodar lágrimas de tus ojos / y era que evocabas / cuánto debías al hada de tu hado / yo era ya viejísimo / cuando ella quiso unirse contigo para siempre.

Con estos versos recordé a mi padre, su sensibilidad, las tardes en las que, cómo árbol, veía los colores de su alrededor, mientras yo lo observaba como niña vieja que forraba los libros que él me regalaba, a fin de leerlos sin problemas, pues vivíamos vigilados por buitres que esperaban nuestra muerte para mandarnos al cielo o al infierno.

A Azahar, primero por ser libro, luego por su carga simbólica y mística, me lo habrían prohibido, y más si leían el poema Onán: “por mucho que te obliguen/ desobedécelos / no escuches al patriarca / no acates las órdenes divinas / más bien toma a tu siniestra hasta dar / con las exequias de tu hermano / y deja entonces que se aclare tu día / antes de seguir a tu diestra hasta dar con la viuda que te han destinado / entiéndeme / ella acogerá tu rijosa rebeldía / ella te gozará aunque tu simiente a tierra caiga…”

Por lo demás, frente a una iglesia, los poetas son mal vistos, peor si mencionan al pintor chino Shitao, quien en cita de Azahar busca la vía “para alcanzar la verdadera locura.”

La voz del árbol que imaginé al leer este libro, tiene una visión amplia de la vida y respira esperanza, pues también hay otra voz que lo ayuda, ella, “cuyos ojos desde hace tanto supieron ver más adentro y más lejos en las rutas del amor y de los hijos”.

Pero ¿quién escribe en Azahar que “las nubes blancas se asemejan al hombre que las contempla”, que “el mezcal es el ángel del poeta en la noche de los tiempos” y que aquí se quedará “aunque aprieten procesiones y turbas?”. Es Alexis Naranjo, quien tiene una admirable trayectoria en la literatura, trayectoria que supera límites territoriales. Cuenta con varias publicaciones, una de ellas Sacra, libro que ganó el Primer Certamen de Poesía Hispanoamericana “Festival de la Lira”.

Podría decir muchas cosas de él, pero me quedo con la certeza de que es un buen ser humano y un poeta serio. Sus textos son reflexivos, por lo que no caben las sugerencias que realizan ciertos organizadores de eventos literarios: cuando uno va a leer poesía, salen con expresiones como: “eso no más va a leer” o “no va a hacer algo más, vea que le damos espacio si tiene programada alguna otra actividad…” y uno se queda con la interrogante de ¿qué otra actividad querrán, tal vez luego del poema sea bueno contar un chiste…?

En suma, esta poesía no es para lecturas rápidas, pues su autor ha escogido la más complicada de las tareas: pensar.

Ana Minga
Escritora y periodista de investigación.

14.6.10

WITOLD GOMBROWICZ Y MICHEL MOHRT


Por Juan Carlos Gómez

Sin saber a qué santo encomendarse con ese Gombrowicz tan difícil Jeremi Stempowski decide presentarle a algunos polacos de la colectividad y también a algunos escritores argentinos como Manuel Gálvez y Arturo Capdevila.

Estos dos distinguidos escritores le brindaron a Gombrowicz una exquisita hospitalidad, pero la sordera de Gálvez, las ocupaciones de Capdevila y su propia falta de seriedad lo pusieron finalmente en las manos de unas jóvenes estudiantes que lo iniciaron en el mundo de la galantería argentina. En esta prehistoria de sus aventuras en la Argentina el grupo de Victoria Ocampo brillaba como una estrella.

La actividad de escribir le proporciona a los hombres de letras una mayor facilidad de la que tienen los hombres que no escriben para darle distintos aspectos a lo que son y a lo que les ocurre, siendo Gombrowicz un buen ejemplo de todo esto.

Siete años antes de la conferencia que pronunció en la librería Fray Mocho a la que tituló “Contra los poetas”, los argentinos lo pasaban de mano en mano: Manuel Gálvez a Arturo Capdevila, Arturo Capdevila a su hija Chinchina, y Chinchina a sus amigas. En el año mortal de 1940 Gombrowicz flirteaba con esas chicas que lo llevaban a los museos, lo invitaban con masas, mientras él les retribuía con charlas que armaba sobre el amor europeo.

En ese año fatídico Roger Pla le había presentado a Antonio Berni y en la casa del pintor dio una charla sobre el por qué y el cómo Europa había sentido el deseo del salvajismo, y cómo esta inclinación enfermiza del espíritu europeo podía aprovecharse para la revisión de la cultura demasiado alejada de sus propias bases.

Pero le falló el estilo, las palabras que pronunció resultaron mediocres y Pla le reprochó el tono sentimental de la conferencia y el carácter elemental de unos razonamientos que rozaban la ingenuidad. Eran los tiempos de su prehistoria argentina, debería correr todavía mucha agua para que la Condesa, esa dama argentina que había “resultado ser un báculo de virtudes y un calor de encantos, a pesar de la neurastenia que la perseguía”, le abriera paso a la resurrección de Gombrowicz apoyando la edición argentina de “Ferdydurke”.

La razón por la que Gombrowicz haya sido tan mal recibido por el Asiriobabilónico no es demasiado comprensible. Si bien es cierto que era algo arrogante e histrión se encontraba en una situación marcadamente inferior, era un extranjero sin prestigio ni fortuna.

Un hombre cuya patria y familia habían sido destrozadas y que podía haberle despertado un sentimiento protector como se lo había despertado a Manuel Gálvez y a Arturo Capdevila, en cambio le despertó desprecio desde un principio. El Asiriobabilónico y el Dandy eran joviales y sarcásticos pero en el caso de Gombrowicz, una persona en un completo estado de inferioridad, debieron haber atenuado la mordacidad que utilizaban con los otros integrantes del gremio, pero no lo hicieron.

A pesar del derrumbe social e intelectual que padecía Gombrowicz en sus primero años de vida en la Argentina se empecinaba en seguir dando clases de aristocracia. Antonio Berni observaba en la Fragata cómo Gombrowicz hacía muecas delante de un espejo mientras tomaba actitudes de emperador, de obispo o de militar.

¿Qué, está dialogando con sus dobles?; —Miro mis rasgos de aristócrata, parece que mis facciones, día a día, registran mejor todo mi linaje. ¿Qué cosas diferenciaban a un verdadero aristócrata de una persona sin nobleza?: el sombrero, las pipas, unos zapatos lustrados, un impermeable sucio pero, muy especialmente, los tobillos. Era terrible la manía que tenía con los tobillos, nos hacía exhibiciones de tobillo, en este punto se decidía la verdadera raza del aristócrata.

A pesar de la incertidumbre y de la angustia, cuando Gombrowicz se va de la Argentina se divertía estimulando a algún periodista amigo para que publicara alguna nota destacando su situación estrafalaria y situándolo en algún balneario brasileño de moda, seduciendo a famosas estrellas de cine como Zsa Zsa Gabor.

“Me olvidé del asunto de Berlín. Todo anunciaba una diversión formidable, tal como a mí me gusta, desconcertante, que desequilibra, a medio hacer”.

Estas maniobras quedaron en muy poco y prácticamente nadie se enteró de nada, Gombrowicz tuvo que esperar todavía un tiempo más para que se le abrieran las puertas de esa formidable diversión. Pero el momento finalmente le llegó.

Cuatro años más tarde, en 1967, recibe el Premio Internacional de Literatura por el que se le había despertado un apetito feroz al enterarse, leyendo una nota de “Le Monde”, que el galardón había pasado de diez mil a veinte mil dólares.

Lo primero que atinó a hacer cuando supo que lo había ganado fue preparar una lista de sus enemigos literarios, regocijándose de antemano con la amargura desesperante que les iba a despertar.

Ya con el premio en la mano escribe el diario del hijo ilegítimo para mortificar a sus enemigos polacos de Londres. Y unas horas antes de recibirlo Michel Mohrt, un ilustre francés distinguido con los más altos honores, que corona su carrera siempre ascendente con el nombramiento en la Academia Francesa, le pone el broche de oro al irresistible ascenso de Gombrowicz.

“El crítico francés Michel Mohrt, al defender mi candidatura en su magnífica intervención en la sesión del jurado, dijo entre otras cosas: ‘En la creación de este escritor hay un secreto que yo quisiera conocer, no sé, tal vez es homosexual, tal vez impotente, tal vez onanista, en todo caso tiene algo de bastardo y no me extrañaría nada que se entregara a escondidas a orgías al estilo del rey Ubú’ […]”.

“Esta perspicaz interpretación de mis obras y de mi persona, de acuerdo con el mejor estilo francés, fue pregonada con bombos y platillos por la radio y por la prensa internacional y, en consecuencia, los jóvenes que se reúnen en la plazoleta de Vence al verme pasar comentan por lo bajo: —Mirad, ése es el viejo bastardo, impotente y homosexual que organiza orgías. Y puesto que la delegación sueca me había apoyado en ese jurado por mi condición de escritor humanista, algunos informes de prensa llevaban un título rimado y muy llamativo: ¿Humanista u onanista?”.

La culpa de que la intelligentsia argentina lo haya ignorado y maltratado durante un cuarto de siglo la habían tenido los hipopótamos polacos, según lo manifestaba el mismo Gombrowicz.

“Escuchadme, hipopótamos: yo no me quejo de que vuestra estupidez profesional o articulista haya difamado sin cesar mi trabajo literario, que como se ha comprobado hoy, tiene algún valor. Hicisteis lo que pudisteis por fastidiarme la vida y en parte lo conseguisteis. Si no fuera por vuestra mezquindad, vuestra superficialidad, vuestra mediocridad, tal vez no hubiera pasado hambre durante tantos años en la Argentina, y también otras humillaciones me hubieran sido ahorradas. Os interpusisteis entre yo y el mundo, banda de infalibles maestros de escuela y periodistas, deformando, tergiversando, falseando los valores y las proporciones. Bien, al diablo con vosotros, ¡os perdono! Y no espero que ninguno balbucee hoy algo parecido a unas tímidas disculpas, sé demasiado bien qué es lo que se puede esperar de unos pillos como vosotros […]”.

“Pero ¿cómo perdonaros el que hayáis logrado vencerme en mi victoria final sobre vosotros? Sí. Alegraos. Habéis ganado en vuestra derrota. Porque habéis hecho que mi éxito haya llegado demasiado tarde…, diez, veinte años más tarde…, cuando ya estoy demasiado cerca de la muerte y ella contamina de derrota hasta mis triunfos… ¿sabéis?, ya no soy lo suficientemente vigoroso para poder disfrutar de mi desquite, ¿Triunfo? ¿Megalómano? ¿Presumido? Pero si hasta de esto me habéis privado, no puedo gozar ni de mi ascensión ni de vuestra derrota, ¿cómo voy a perdonarlo?”.

Cuando al final de su vida le preguntan si la holgura europea no le había llegado un poco tarde, Gombrowicz se acuerda de los hipopótamos polacos y de los empecinados argentinos que le habían dado la espalda durante un cuarto de siglo.

“Evidentemente, para mí es un poco triste porque no sólo la edad, sino también la enfermedad, me impiden gozar de todas estas cosas. Pero yo he tenido siempre la sensación de que el arte no puede dar dividendos. Un artista que se siente, ante todo, creador de una forma profunda o personal, no puede pretender además unos ingresos; por algo así más bien hay que pagar. Hay un arte por el cual se es pagado, y otro por el cual hay que pagar. Y se paga con la salud, con las comodidades…, naturalmente, no sé si soy un artista importante o no, pero de todas formas, en ese sentido, mi vida ha sido más bien ascética”.

10.6.10

CORTOS CON SWING. “CORTOMETRAJE” DE YURI VÁSQUEZ EN LA REVISTA CARETAS


Cortos con Swing. En catorce relatos, Vásquez despliega todo su ritmo narrativo

Por José Donayre Hoefken

CORTOMETRAJE es la clase de libro con el encanto de cautivar por diversos detalles que aparentan quedar suspendidos entre una historia y otra, pero que en determinado momento, como la condensación que genera la lluvia, cobran un sentido mayor. Esto indica cómo Yuri Vásquez, el autor de esta colección de catorce relatos, despliega una estrategia narrativa que atiende la parte y el todo, con lo cual crea una unidad que enfoca rítmicamente para resaltar lo deseado y no para borrar o difuminar el fondo.

El libro empieza con el cuento “Pithecantropus erectus”. Se trata de un relato insólito, pues los hechos transcurren en el ámbito de lo factible aunque improbable. Lo interesante de este cuento es el diálogo con la última pieza narrativa del libro, titulada “Canto de lucha haitiana”, el cual, con el relato “Entre el caos y el pensamiento” del escritor Marcel Oquiche, se crea un muy sugestivo entroncamiento de ambas historias, que llevará al lector al imperio de la metatrama y la reflexión (para seguir leyendo haga click en la imagen).

* Publicado en la revista Caretas, edición 2131 del 27 de mayo de 2010.

9.6.10

EL GRAN ANTONIO CISNEROS GANA PREMIO IBEROAMERICANO DE POESÍA PABLO NERUDA 2010


El poeta peruano Antonio Cisneros fue galardonado con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2010, la más alta distinción que otorga el Gobierno chileno a un poeta de la región, dotada con 30.000 dólares.

El jurado, presidido por el ministro chileno de Cultura, Luciano Cruz-Coke, basó su decisión en la “sostenida calidad poética” de Cisneros, nacido en Lima en 1942 y autor de obras como Canto ceremonial contra un oso hormiguero y Crónicas del Niño Jesús de Chilca.

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, entregará el premio a Cisneros en una ceremonia que se celebrará en el Palacio de La Moneda el próximo 12 de julio, fecha que coincide con el aniversario del nacimiento del Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda.

Nosotros, felices con la noticia. (Tomado del diario La República).

5.6.10

SIGNOS: ANTOLOGÍA POÉTICA 2006-2007. POR EL POETA RICARDO MUSSE CARRASCO


El grupo literario lambayecano Signos eclosionó hace cuatro años. Son cuatro sus miembros fundacionales. La mayoría son coetáneos escriturales, paridos generacionalmente a fines del siglo pasado. He allí su empatía vital y literaria. Han editado dos florilegios que aglomera su evolutiva poética. Advierten, no cabe duda, una apasionada convicción de la potencialidad humanizadora que podría acarrear la literatura.

Acto seguido, volcaré unas cuantas palabras referidas a su primera antología grupal, editada hace tres años que, dicho sea de paso, nos notifica los versos de los vates, tramitados éstos los años 2006 - 2007.

En el corpus de José Antonio Abad Ascurra, se metabolizan pesimistas certidumbres, donde reacciones vitales perturbadas desencadenan oscuros escepticismos, y cuyo determinante catalizador (que acelera el fatalismo del enunciador) es la envilecida ontología de todo lo existente; pues el mundo cansa y duele entre los ojos la certeza.

Para efectivizar esta tarea verbal, el enunciador delinea una voz que advierte y que interpela, a fin de esclarecer la esencia que nos constituye y que —de igual modo— configura la angustiante inercia que moviliza nuestros latidos.

Su tono es reflexivo: Son sus rigurosas abstracciones (y no tanto la intermediación afectiva) las que engendran sus versos; seguramente, por eso, en ellos se trasunta concluyentes sentencias. Aparejados, además, con una mortuoria temática, donde el ser, la muerte se ha codificado en los versos más escatológicos:

“… afrontamos el último ritual
que nos permite la muerte.”

“En la calle la muerte controlaba los semáforos,
invadía las casas
con su nombre abominable.”

Porque “Absuelves el día pagano de los muertos,
el soberbio silencio de sus bocas,
el calendario indescifrable de sus sueños blancos.”

“No hay olvido.
No conoce tu lenguaje otro secreto
que la muerte incorruptible de los cuerpos.”

El discernimiento metapoético también representa un tema omnipresente en la descreída conciencia de José Antonio Abad Ascurra; para él, el poeta —ángel nocturno— es —entre otros insulares e inútiles roles— el que nombra las cosas para vaciarlas de la inercia.

En Ronald Calle Córdova rastreamos ciertas alusiones bíblicas, enmarcadas dentro de situaciones descristianizadas. Esto le da a ciertos versos, cierta pátina meditabunda. En su visión, el hombre tiene un destino de polvo: ¿Ves cómo se edifica el polvo? Tu aliento queda convertido al polvo…, esto es, el hombre se encuentra flanqueado por la decadencia y la oscuridad: Hacia atrás sólo tinieblas

Su pluma también cavila acerca del ser poético: Para él, el poeta infunde, dentro del seno de la palabra, novísimas significaciones; aunque, a veces, hasta nuestra voz está harta de vocablos, porque ¡es menos triste mendigar un pan a suplicar una palabra!

Empero, la poética de Ronald Calle Córdova requiere imperiosamente superar sus evidentes falencias: Fallida asociación de imágenes contradictorias, carencia de filigrana en los versos y unas significaciones verbales que no llegan a configurarse plenamente.

Por otro lado, la poesía de César Boyd Brenis, es de una vertiginosa epicidad existencial; requiriendo para su incesante plasmación, de unos versos dilatándose, expandiéndose con sus autárquicos impulsos rítmicos, alargándose con sus sígnicas resonancias; evitando, por todos los medios retóricos, asfixiarse con sus propias vorágines discursivas.

César Boyd Brenis, fulgura sus mejores logros en la prosa poética, donde vuelca toda su parafernalia intuitiva: Abrumándonos, dejándonos perplejos, eclipsándonos, y dejándonos —finalmente— ensimismados. En sus poemas no vierte semejantes resultados. Para muestra, un botón estilístico:

“Nada en la poesía —cada quien con su tortura— y en la poesía sólo hay luz para mentes alejadas de la Tierra, aparte de eso, sólo hay nada: el dolor en la nada es transparente. La nada es menos común que la realidad, es más firme que los mitos y las mentiras, para despejar desde su vertiente los farsantes faros del destino, para señalar el fango que es obra de la realidad, y el fango, unido a todo lo demás, se hace todo lo demás, se hace lo que no debía existir pero existió, se hace la palabra fango fuera del fango. Ahora estoy en la nada que existe, en la nada de la poesía que es como la palabra fango en la eternidad. Y la nada causa todas las preguntas de la muerte, cuando se demuestra su producto en el espejo”.

Los poemas de Cromwell Pierre Castillo Cabrejos, se hacen visibles para mostrar su vigorosa estabilidad, que es causada por el dinamismo de un conjunto de características endógenas.

Las palabras que derrama el poeta, poseen un calor verbal que permite regular rítmicamente sus versos; evitando, diestramente, cambios bruscos que desestabilicen su fluencia discursiva.

Cuando las palabras mutan sus estados anímicos, según cómo se distribuya la masa emocional dentro del volumen textual, se observa que ciertos segmentos versísticos se contraen; y otros, se esparcen; y, algunos, evidencian un poderoso efecto refrigerante. Y esto se debe, también, a que sus palabras disolventes tamizan la intensidad de la interacción entre esas verdades absolutas imbuidas dentro de la oceánica alma humana.

Los fonemas y las grafías que configuran las palabras del encomiable poemario Voces paralelas contra lo seco; por su alto grado de cohesión interna, producen fuertes vínculos entre los versos; lo que explica, sin lugar a dudas, la estructura estable de sus poemas.

“Esta vez
su disposición adquiere la forma de mi lenguaje,
es decir,
su aspecto se hace universal desde mi boca.
De todas sus posibles determinaciones,
aquí, en lo habitable,
sólo se espera su adaptabilidad;
después de esto,
quizá ella deba ser algo que no comprenda.
Pero lo no comprendido
se explica también a partir de mi desorden:
Silenciosa ventaja suya
la de enturbiar mi contenido.
Todo forma y se deforma
Magníficamente
a partir de su espacio,
entonces,de mi voz a lo insondable,
ella
es un poema
transmutandosus abismos.”
(Agua I).

Aprovecho estas últimas líneas, para agradecer a los signosianos por incorporarme a su grupo, junto a Mario Morquencho, Wilfredo Gonzáles, Marco Fonz, Robert Jara, César Olivares y otros más, en esta su nueva etapa (ecuménica, por cierto). No se imaginan lo bien que me han hecho sentir. Toda vez que, aquí en Sullana (y también en Piura, por qué no decirlo) estos mezquinos artistas, ni los de la guardia vieja ni los de la nueva hornada, nunca han valorado realmente mi obra literaria (pues, aún siguen ninguneándola, egoístamente) y, aun peor, traicionaron ignominiosamente mi amistad, apropiándose de mis pertenencias afectivas, escarneciéndose de las tragedias familiares por las que atravesé, avalando —cobardemente— fornicantes latrocinios; es por eso que, ahora, (aunque siempre lo he propugnado) exijo, al artista íntegro, una profunda ética que se confraternice con uno de los valores más sublimes de nuestra aún sobreviviente humanidad: La Lealtad.

Ricardo Musse Carrasco.
Sullana, 29 de mayo 2 010.

WITOLD GOMBROWICZ Y MARCEL PROUST


Por Juan Carlos Gómez

Gombrowicz devoraba a los polacos con la vista para investigar las características de sus movimientos, su forma de hablar y sus caras. Mientras vivió en Polonia no estuvo seguro de las impresiones que le despertaban los polacos, pero aquí, en la Argentina, pudo contrastar esas impresiones con un material humano de los más variado, compuesto de todas las razas y de todas las naciones posibles.

“Es para mí como una especie de placer doloroso el mirar de improviso a un polaco y verlo de esta nueva forma, igual que se ve a un extranjero, pudiendo verificar de ese modo mis impresiones anteriores cuando estaba aprisionado por la polonidad y, ¿para qué ocultarlo?, bastante atormentado por ella. Hace poco, en Buenos Aires, experimenté de un modo repentino e inesperado una confrontación así”.

Se refiere al encuentro con un director de orquesta polaco del que fui testigo. Mientras el público escuchaba con atención un concierto en la Facultad de Derecho, Gombrowicz sacó un gotero del bolsillo, lo ascendió cuanto pudo con el brazo bien extendido y empezó a descolgarse gotas en la nariz desde lo alto, haciendo todos los aspavientos posibles para llamar la atención. Cuando terminó el concierto fuimos a ver al director polaco, Stanislaw Skrowaczewski, habló un rato con él incomodado por el placer doloroso de la confrontación, acordaron un encuentro para el día siguiente y nos fuimos. Después de un tiempo le pregunté a Gombrowicz qué le había parecido nuestra orquesta al maestro polaco: —Vea, no quiero desanimarlo, me dijo que tiene el nivel, más o menos, de las bandas de música que tocan en las plazas de Varsovia.

“Fui por casualidad a un concierto, llegué tarde, entré en la sala cuando ya sonaba el tema del primer alegro de la ‘Eroica’; no tenía idea de quien era aquel tipo delgado que dirigía, pero la ejecución de la sinfonía beethoveniana era notable y en algunos detalles tan original que discutí sobre el asunto con Gómez, el amigo argentino que me acompañaba”.

Las características físicas y espirituales del maestro Stanislaw Skrowaczewski que Gombrowicz había notado durante el concierto, se le organizaron en esa forma de tipo polaco que ya conocía, igual que lo que ocurre con un paisaje cuando un detalle nos lo permite identificar como algo familiar.

“Pero al mismo tiempo, creedme, todo eso estuvo acompañado de una desagradable puntada en el corazón, quizás a causa de tantos enfrentamientos míos con aquel ‘tipo polaco’ al que yo también pertenecía”.

No hay que buscar en esta reacción de Gombrowicz un complejo de inferioridad, su condición de forastero impenitente lo había curado de ese problema y se sentía cómodo en cualquier ambiente. Ese exotismo de su país que le recodaba el director de orquesta no era solamente misterioso, también parecía una forma de huir de las preocupaciones y de las luchas de cada día muy típica de los polacos.

“Lo captó el ilustre Marcel Proust al describir sus encuentros con un pequeño grupo de ‘muchachas en flor’; al conocerlas más de cerca, cuando le fueron reveladas sus preocupaciones, intereses, sueños y penas, las encantadoras muchachas dejaron de encantarle; y lo mismo le ocurrió con los salones de la aristocracia parisina, que se le convirtieron en aburrimiento cuando dejaron de ser algo desconocido y misterioso. Pero para Proust la vida consistía sobre todo en conocer, o sea en matar el encanto que nace de nuestra ignorancia”.

El propósito que tenía Gombrowicz cuando se encontraba con algún polaco era el de verlo en su misterio.

No obstante el misterio polaco tenía los pies de barro. Polonia era un país que no se destacaba demasiado, que carecía de una cara propia, pero los polacos, sin embargo, no pasaban por el mundo desapercibidos, aunque en la mayoría de los casos llamaban la atención por sus extravagancias. A pesar de todo, el misterio polaco existe, una cierta manera polaca que atrae e interesa al extranjero.

El ilustre Marcel Proust podía alcanzar algunas verdades sobre el misterio con su refinamiento pero Gombrowicz andaba buscando una actitud más drástica, no tan protegida por los afeites y los bibelots.

“¿Por qué lo admiramos? Lo admiramos ante todo por haber osado ser delicado y no haber vacilado en mostrarse así, tal como era… un poco en frac y un poco en bata de casa, con una frasco de medicamentos, con una pizca de maquillaje homosexual-histérico, con fobias, neurosis, debilidades, esnobismos, con toda la miseria de un francés ultra sutil. Lo admiramos porque detrás de ese Proust contaminado, raro, descubrimos la desnudez de su humanidad, la verdad de sus sufrimientos y la fuerza de su sinceridad. Pero, ¡ay!, cuando examinamos mejor volvemos a descubrir detrás de la desnudez a Proust en bata, en frac o en camisón junto con todos los accesorios, la cama, las medicinas, los bibelots. Es un juego a la gallina ciega. No se sabe aquí qué es lo definitivo, si la desnudez o la vida, la enfermedad o la salud, la histeria o la fuerza […]”.

“Por eso Proust es un poco de todo, profundidad y superficie, originalidad y banalidad, perspicacia y candor… cínico e ingenuo, exquisito y de mal gusto, hábil y torpe, entretenido y estudioso, ligero y pesado… ¡Pesado! Este primo me aplasta. Soy de su familia… yo, ultra sutil, pertenezco al mismo medio. Sólo que… sin París. Me ha faltado París. ¡Y mi delicado cutis no protegido por los afeites siente la mordida del áspero Tandil!”.

Para combatir a Proust Gombrowicz busca una figura de contraste, y a pesar de todas las diferencias que tiene con él elige a Sartre. Su obra fundamental, “El ser y la nada”, era practicamente desconocida en Francia, pero igualmente los franceses hablan pestes de Sartre.

Lo acusaban de repetirse demasiado, de estar desfasado en el tiempo, de que sus novelas y su teatro eran ilustraciones de sus teorías, de que su filosofía era una teoría de su arte, y de que, en fin, Sartre estaba acabado.

Proust es colmado de mimos hasta en la tumba, Sartre, en cambio, es tal vez el único de los grandes artistas franceses detestado por sus compatriotas.

“¿Quién demonios es, en comparación con las montañas de revelaciones sartrianas, un Borges argentino, sopita aguada para literatos? Pero a Borges lo tratan con guantes de seda, mientras que a Sartre lo zamarrean… ¿Será sólo a causa de la política? ¡Sería una mezquindad imperdonable! ¿Mezquindad? ¿Acaso no será la política, sino simplemente la misma mezquindad lo que está en la base de esta animosidad? ¿Se detesta a Sartre porque es demasiado grande?”.

Francia se le había dividido en dos en esos diarios que estaba escribiendo: Sartre y Proust. Nos habla de su piadosa peregrinación a la plazoleta de Des Deux Magots, donde observa desde la calle las ventanas del piso de Sartre, y donde se da cuenta que los franceses habían elegido a Proust en contra de Sartre.

“Si bien es cierto que Proust tiene un componente trágico, duro y cruel, no es menos cierto que esa tragedia es comestible, contiene una intención gastronómica, está relacionada con el plato, la verdurita y la salsa”.

En el lado opuesto, el de Sartre, está el pensamiento francés más categórico desde Descartes, rabiosamente dinámico y que echa por tierra los placeres sibaritas de toda Francia. Proust es impotente en comparación con la tensión creadora por Sartre.

Pero gran parte de las deducciones de “El ser y la nada” eran inaceptables para Gombrowicz, a pesar de la unicidad de su pensamiento se hacía sentir la falta de un principio complementario fundamental en el cogito de su sistema, su teoría pecaba de una terrible unilateralidad y Sartre, como moralista, psicólogo, esteta y político, sólo era la mitad de lo que debía ser.

Pero es Sartre quien echa abajo las puertas cerradas; aquello que en Proust y en toda la literatura francesa es continuación, en Sartre toma el carácter de una iniciación.

Sartre recupera el orgullo y la fuerza creadora contra la conciencia de Proust, todavía ávida, pero ya en un nivel más bajo que la de Montaigne.

Para desenmascarar el refinamiento y la falsa desnudez de ese espíritu francés que tan bien representaba Proust, Gombrowicz decide hacer una experiencia crucial.

Estaba almorzando en un local muy distinguido a orillas del Sena conversando animadamente con franceses muy atildados del ambiente literario: —¡Quién es ese escritor; —Es un escritor eminente; —Sí, eminente, pero ¿quién es?; —Viene del surrealismo y se pasó al objetivismo; —Muy bien, objetivismo, pero ¿quién es?; —Pertenece al grupo Melpomène; —No tengo nada en contra de Melpomène, pero ¿quién es?; —Una combinación de géneros: el argot con una metafísica de elementos fantásticos; —Sí, la combinación me parece bien, pero ¿quién es?; —Cuatro años atrás le concedieron el Prix St. Eustache…, y tú ¿cómo te consideras?; —Yo no soy escritor, ni miembro de nada, ni metafísico ni ensayista, soy yo mismo, libre, independiente, vivo…; —Ah, sí, eres existencialista.

Los contertulios estaban turbados con la mirada ingenua de Gombrowicz que les traspasaba la ropa, y es aquí cuando decide hacer el experimento: se empieza a bajar los pantalones.

“[…] cundió el pánico, salieron rajando por puertas y ventanas. Me quedé solo. El restaurante estaba desierto, hasta los cocineros habían huido… Sólo entonces me di cuenta de lo que estaba haciendo, de lo que pasaba…, y me quedé así, hecho un tonto, con una pernera puesta y la otra en la mano”.

Kot Jelenski lo ve y entra al restaurante: —¿Qué pasa? ¿Te has vuelto loco?; —Empecé a desvestirme y todo el mundo se dio a la fuga; —Eres un insensato, ¿a quién pensabas asustar con la desnudez?

En ningún lugar del mundo encontrarás tanta afición por quitarse la ropa como aquí. Te has encontrado con unos conejos, yo te traeré unos leones que aunque bailes en cueros sobre la mesa no moverán una pestaña.

Hicieron una apuesta al estilo de los caballero polacos del el siglo diecinueve. Los invitados estaban imperturbables hasta que llegaron a los postres y Gombrowicz se empezó a quitar los pantalones; —Excúsennos, por favor, la hora, se nos hace tarde. Gombrowicz y Kot se miraron: —No es posible que se hayan asustado, si la desnudez es su especialidad.

“Observa, la cosa es que esa gente, incluso al desnudarse se viste, y la desnudez sólo significa para ellos unos calzones más. Pero cuando yo me he bajado sin más los pantalones, les ha dado un soponcio, más que nada porque no lo he hecho según Proust, ni a lo Jean Jacques Rousseau, ni según Montaigne o en el sentido del análisis existencial, sino simplemente para quitármelos”.

3.6.10

LOS CUENTOS DE ORLANDO MAZEYRA


Por Camilo Fernández Cozman

El cuento gana por knock-out; la novela, por puntos. Aquel recuerda la perfección estilística de un poema; esta permite un mayor desarrollo de la sutil trama narrativa. Que este breve introito nos permita comentar un buen libro de relatos: me refiero a La prosperidad reclusa (Arequipa, Cascahuesos Edit., 2009) de Orlando Mazeyra Guillén (Arequipa, 1980), quien ya había publicado Urgente: necesito un retazo de felicidad (2007). El escritor arequipeño intenta aproximarse al relato corto. Por ejemplo, «Vacíos» tiene solo dos párrafos y explora la analogía barroca de teatro y vida. Esta última es concebida como un escenario teatral que desemboca en el exceso y el delirio. En «Tras la puerta» (uno de los textos más notables), el narrador-personaje explora el tema de la locura en una atmósfera familiar donde anida la falta de comunicación y triunfa el prejuicio: hay temas vetados como la esquizofrenia. En «La dulce espera» se explora el carácter heterogéneo del yo: Todos eran yo. Todos eran un poco de mí, una partícula de mis entrañas (p. 15); se trata de una meditación sobre la escritura que nos recuerda el “Yo es otro” de Arthur Rimbaud. En «El faquir y la equilibrista» se relata una anécdota impregnada de erotismo que conduce a una extraña costumbre andaluza: el protagonista pone clavos, diariamente, en su recámara por las noches para espantar a la muerte (p. 39).

Quisiera destacar dos aspectos en los cuentos de Mazeyra: la caracterización psicológica de los personajes y el manejo de la trama narrativa. El autor arequipeño sabe delinear los contornos de la personalidad de los protagonistas de cada historia; además, hace que el lector mantenga el interés por el desarrollo de los sucesos. Mención especial merece la musicalidad de la prosa que evidencia un trabajo de relojería con el lenguaje. En fin, un libro que merece ser leído con atención y que augura un estilo personal en el concierto de la narrativa peruana contemporánea.

* Tomado del blog La soledad de la página en blanco de CFC.

VIERNES 4: LANZAMIENTO DE “CUERVA CRÍOS” DE SILVIA STORNAIOLO


Para el viernes 4 de junio se viene el lanzamiento de Cuerva críos de Silvia Stornaiolo.

Se realizará en el Centro Cultural Benjamín Carrión, (esquina de Jorge Washington E2-42 y Ulpiano Díaz) a las 7:00 p.m.

Presentan la obra los escritores:

• Raúl Pérez Torres
• Fernando Escobar Páez.

2.6.10

“INFLUENZA”, UNA PLAQUETTE QUE ANUNCIA NUEVOS GIROS EN LA OBRA DEL POETA PERUANO MAURIZIO MEDO


Como un adelanto de la publicación de su segundo libro en la ciudad de Santiago de Chile Transtierros —recordemos que el primero fue Manicomio, considerado como uno de los títulos más emblemáticos de la nueva poesía en lengua castellana—, la Editorial FUGA pondrá en circulación un work in progres de este nuevo título con el título de Influenza. Aquí los poemas, escritos en tiempo real, recogen (de manera testimonial, paródica y crítica) el espíritu de época, una de la que el autor se da la maña para escapar e interrogar al lenguaje, y con ello a la propia identidad, una que, en la obra de Medo, logra, una vez más, reinventarse.

Como una primicia ofrecemos aquí algunos de sus textos.


INFLUENZA


1.

Basta de trepar a los aviones que emprenden vuelo en la deshora
Basta de caer desde tu beso sobre los tremos de su honda turbulencia
Basta de deshablar en trances celulares alelado ante mi ruido
Basta enjundia de súbitas querellas por quítame estas pajas
Basta de volver a marcar poseso digital tu código de acceso

Basta de flyers posts emails…
Basta de fingirse natural meditando la vida conyugal en una jaula
Basta de ver por ahí al poema y susurrarle albur-azar por serendipia


Arribo del transtierro (libre ya de alquilarme
abyecto ganapán por unos óbolos)

Judas de mis cristos ábrome paso por el psicosocial temiendo sorprender

en mi lugar a un doppelganger

Temo que mi propia ausencia del poema
me constriña Pájaro a la jaula
Albur —azar —albur —azar

Temo que al verme el perro ladre no a mí sino a esa ausencia

Ábrome paso Cincuentonas con máscaras antigases Otras cholas
esputan sus pañuelos Por el altavoces canta el locutor

384, 485, 586,687…

Y rueda la bolilla de la súper
A(H1N1)
Nuestro guión: toser y toser a pura cepa Sin vacuna infestando
cerdos pollos reses (los diarios nos dirán cómo a los peces)
ilusionados con algún report de la CNN
Arribo del transtierro Desde otra órbita Fuera de mí
Con el pavor por tener que descifrar
las claves de mi propia partitura
En ella a mi amor exponencial y cárdeno
La tierna parva de achiperres acechando el manzano
& la bravura de mi perro apiojada

Por ello señor —dije al chofer

—Sí Probablemente esta gripe sea
una puta manipulación química
con qué distraer la veleidad musulmana

Pero en mí la única aflicción que quepa ahora es dar la talla
Y cuando llegué el viejo Medo bramó:

—¡Aquí mi Judas¡

Mientras reías
(y reías)

Pavana


2.

De nariz va para encender la obscura luz de su secreto lupercal

Va zafio el cabrón Estornudan 796 víctimas de A(H1N1)

—¿Tío qué cosa es mu-sul-mán?

¡1000! Otra vez oye la voz del chofer
············puta manipulación
vibrando en la escarcha que hiela rúbea en su piel
Pero ni el frío ni su vapor neumonal
En la radio A(H1N1) como un hit musical

Volver implica siempre recomenzar
Ahora más bien como ingente hacedor
donde apenas ácaros y dendritas de polvo
Fuera de toda descripción Objetivista y neutral

Va sólo como un modo de comprender la realidad
cuando ya son 1001 víctimas
·········································y la A(H1N1) vibra
Alf layla wa-layla La dulce voz de Sheherazade
(como una puta manipulación
con qué cebar al cameramen)

No me corro yo
(Medo es otra puta manipulación)
Hablemos de cómo escarcha el ande
(lejos de la voz del locutor
sin rating)


3.

Pero de que he vuelto no quepan dudas
ve el beso rabiar sobre los labios de mi amor

El resto es una puta manipulación

La voz del fercho me hace escribir aún contra mí

Y vuelto ¿eh? es decir al principio —wu-wei
hasta calzar el poema Exangüe glosolálico
····································y por serendipia pura

Aún dudo si escribir contra mí constituya una praxis política
······································o una estrategia musical
Pero funciona En cuanto nombra la realidad
···················································con nuevos sustantivos

He vuelto de ver face to face lo que de ayer temía:
···································otra puta manipulación ·····La rutina: sus días repitiéndose pesados
como los pasos en un waltz

De comprender que ayer

······························La idealización banal de lo que ya…
(lo cual convierte vida en un sema bisilábico efímero y brutal)

¿Qué pensaría el fercho por puta manipulación eh?
Tampoco lo sé

Fue proverbial

Hay algo sabio en la oralidad algo que es cierto se tizna
con las nuevas posibilidades de escritura y subjetividad
(chats, MUDs posts flames spams)
Todas con ese matiz tan verne que habría Y sólo
por un momento considerar a toda voz
como la nota de un pentagrama panfónico
Y ya no escribir
········································Sólo callar
Escuchando toda la bulla atroz como a un poema
Sobre esto nada dice el locutor
—¡Gripe pituca¡— exclamó al ver la bolilla de la A(H1N1) rodando
por la casilla 2008 Casi a tiro de año
Siempre tan cool tan tamiflu tan made in isla caribeña.
··················································Implicaba a un status

Nunca he visto —escribió Aurora Bravo— en Nueva York, Suiza o Ámsterdam
·····································que la gente se muera por el friaje,
····················aunque los inviernos registren temperaturas más bajas
Hay una semejanza liminal entre helar el pulmón
··········································a -18 grados centígrados
Y escribir poesía

·············Aunque esta sea cascajo para el orden social

·······························································Una utopía


ATAVISMO

¿ves borroso en los bordes?
y si destrozas la obra cromática aquélla de tus padres ¿reconocerías los colores?
¿el dolor elegido en las piezas en los pedazos por decir? azul cielo
blanco piedra transparente
¿arrancarás la imprecisión la verdad que une ésta y aquélla intercesor
mediador de la defensa de los hombres?

Alejandro Tarrab

Pero el escriba aquél sufre de autismo.
Ante las puertas ¿un poema las tiene?
susurra de paporreta pasimí pasemá.

Uno penetra al lugar según lo conceptúa

Mi Judas abomina la quimera urbana
del poema como casa (blanca y con jardines)
Con una métrica antípoda de infancia

Anhela más bien volver a él como a un estroma
Y si no estroma como lengua a beso
O adjetivo a cosa
Una libre de arbitrios y tasas de interés

Porque la crisis, mi amor porque la crisis
(sin partituras y a ritmo de balada)
política comunicacional jurídica social…
(Cantan los trotskos)
—¿Cómo se escribe caviar viejo esturión del Volga? —preguntó Judas
Eso es un prejuicio burgués De derecha —replicó el coro
···································de poetas indigentes en Manhattan
Y cuando ya no sabía qué era ser andino o tropical
el Judas dijo: no me jodas Medo
Occidente es otra mar
Porque la crisis mi amor porque la crisis.

Loncos y aimaras me miraron como a prosciutto di Carpena.
··········El paramédico cual presunto portador de la porcina y
·················la dulce Rita preguntó: ¿Hello, bonjour
····················································السلام عليكم?
·······················qillaysapa ¿Entender ud. el español?
Yo sólo quería volver
Pero entre el poema y esto —costa yunga duro altiplano
había más que un simple soroche

—Qillaysapa ¿Entender ud?

Rita rió rata pícara de mi acento
Occidental según los esturiones

Repetí Volver como a un estroma Pues salvo en tu cuerpo
·························································no tengo patria ni noción
Occidente es apenas una excusa para
malmirarnos Sombra de Caín

Volver al poema…

Sin que el ADN genere todas estas cosas


INSTANCIA

Somewhere someone is traveling furiously toward you,
At incredible speed, traveling day and night,
Through blizzards and desert heat,
Across torrents, through narrow passes.
But will he know where to find you,
Recognize you when he sees you,
Give you the thing he has for you?
John Ashbery

Y mientras más en el borde Y más…
La crisis ya es algo entrañable Y tanto
que en la vuelta sus límites franquean
los del poema Es la salida
La otra a la trastienda Cieno
Ahí quedan
············ los reports de la CNN
···································Ácaros dendritas
······························································Las ahora 3000 víctimas
··········································El fercho
·······························Un cuarto de hora en el reality
························Mi capisci Rita mi capisci?
Vuelvo solo e instintivo···········(Tú siempre estás en el poema
····························Sus aguas preciosas te reflejan susurrando
·····································································¿lo ves mi amor?)

·········································Ya cerca arribo trapo
·········································pero no a morar ahí
El poema es una instancia

······································Lo vivo está en el viaje
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