17.2.09

LA POÉTICA DEL CABALLO (CONTRA EL ÚLTIMO CHANOVE)


Por Juan Wilfredo Yufra

APUNTES PERSONALES

Pocos libros llegan a mi memoria —mientras escribo esto— que hayan originado una intensidad tan estimulante como haber leído El héroe y su relación con la heroína (1983), título sugestivo, dialógico. Toda esa mirada lírica expuesta a través del recurso de lo poético y de lo poetizable. Ese gesto manifiesto de dividir un poemario en Inicio-Nudo-Desenlace para justificar sin rodeos el carácter coloquial, ‘narrativo’ de la obra; Estudio de la acción y la pasión (1987), —sigo pensando que es su mejor libro— una exquisitez. No puedo agregar más. Dañaría las acciones poéticas que motivaron ese arrebato. Jinete Pálido (1994), para mí significó los signos de puntuación, palabras sueltas, el subrayado de El héroe… eso que olvidó el poeta de agregar y lo hace por fin sin distracción y sin apuros. Canción de amor de un capitán de caballería para una prostituta pelirroja (2002), lo leí cuando ya no creía en el amor, así que me agradó la idea, la disposición decimonónica incluso de los poemas le daba un valor agregado, una velocidad precisa a los versos. Salvo el poema Amor eterno que contrastaba la elocuencia de la voz que subyace en los demás textos del libro. Luego vinieron años, otros libros, otros poetas...

Entonces, las palabras

Para Gilles Deleuze «escribir no es ciertamente imponer una forma (de expresión) a una materia vivida. La literatura está más bien del lado de lo informe, de lo inacabado»; es por ello que se vuelve al principio, al mismo poema de siempre para reconstruir el origen de la poesía o de nuestro decir las cosas… No por gusto Sábato decía que «todo se construye sobre lo anterior y en nada humano es posible encontrar la pureza». Entonces, se recurre a otras estrategias y a veces —en ese ir y venir— el poeta se acaba.
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LAS PALABRAS NO PUEDEN EXPRESAR LO QUE YO EXPERIMENTÉ ENTONCES

Cuando Alberto Hidalgo en 1967 (el año de su muerte en Argentina) reunió lo mejor —desde su punto de vista— de la mayoría de sus libros de poesía hizo algo que lo enaltece más como el «poeta del idioma» (así lo llamó Mariátegui en sus Siete ensayos…). Hidalgo separó sus poemas por ideas, le dio cierta ética, le dio otra alma a sus versos antiguos, y allí aparecieron sus Poemas con Esencia, Poemas con Patria, Poemas con Pueblo, Poemas con Amor, Poemas con Muerte y Poemas con Migo. Hidalgo pues era Hidalgo. Otros poetas parece que siempre serán otros poetas.

SÉ LO QUE SABES / HISTORIETA

Lo sabía. Algo en mi desmoronado estado de lucidez me decía que el último libro de O. Chanove no tenía por qué llegar a mis manos. Era una recopilación de sus libros y algunos poemas nuevos, me habían indicado. Nada del otro mundo.

Hasta que un día, un “mal amigo” —de cuyo nombre no quiero acordarme— me trajo en fotocopia uno de los 400 ejemplares numerados. Que se sepa. Es el cruel ejemplar Nro. 128. Lo tuve varios días. Miraba la ruma de hojas y por mi cabeza cruzaba con remos la idea: para qué leer algo que ya conozco, pues emulando a Lacan vociferaba “Yo soy el que ha leído a Chanove”. Pero en una tarde —también cruel— decidí —¡Oh Iluso!—, escudriñar, recorrer aquellas hojas.

Decía: «Oswaldo Chanove espacio puntos suspensivos imitando a un horizonte justificado entre espacios (en mayúscula) LAS PALABRAS en un porte de letra menor NO PUEDEN EXPRESAR LO QUE YO EXPERIMENTÉ volviendo a la letra mayúscula inicial ENTONCES espacio puntos suspensivos (el mismo horizonte de arriba) espacio Poesía 1983 - 2008».

Pienso: un poema de El héroe… estaba dándole título a esta hoja. La suelto con desdén y avanzo. Luego encuentro esto: “Los poemas se han extraído alterando gravemente el contexto original”… “La idea que moviliza esta colección es indagar por alguna subterránea coherencia qué (la tilde es mía) pueda (sic) haber animado estos textos redactados a lo largo de veinticinco años”. Más abajo entre paréntesis (“porque, ya se sabe, uno siempre escribe un único libro”).

Lo leo. Página tras página. Encuentro un Canto y otro. Retrocedo. El primer poema no lo recuerdo. Voy al índice. ¡Ah! es uno de los nuevos. Prosigo. Comprendo la alteración. No hago caso a mis gestos de hastío… Bostezo… Continúo ingenuamente y así recorro el libro fotocopiado, sin empastar… —es mejor, digo—… pasan cosas… hago apuntes, subrayo errores del poeta, trazo signos de interrogación que significan en el fondo indignación, resalto versos infames que en esta obra se han inmolado en nombre de lo que no está.

Lo termino. No hay problema me repito, es sólo un libro. Pienso, luego existo. ¿Cómo es posible? ¿Qué forma de destruir algo ya escrito, ya cerca, a unas cuadras de la poesía? Acuérdate de Hidalgo: “La poesía es sólo el camino a la poesía” (o algo parecido…) pero ya no importa… estoy exacerbado. Hay un poema: Estudio de la acción y la pasión (en el original de 1987 está en la p. 11). En Las palabras… se encuentra en la p. 59… deshonrado… decapitado. 400 veces destruido; y sólo quiero dar ese solo ejemplo.

De la última sección que plantea el índice del libro hay un poema desubicado titulado HOMENAJE A EMILIO ADOLFO WESTPHALEN; cito un fragmento: «Y los diarios endulzaron frases / Sobre el raro corazón de los poetas / Sobre alguien que viene lento desde el olvido / Y sobre cuan lenta se detiene el alma / Toda esa mierda».

El Chanove de los versos anteriores es el que recuerdo: impetuoso, mordaz. Un poeta de primera. Pero un poema no lo salva de este mal gusto por ordenar sus textos. Hay una salida para esto, varias en realidad. He agarrado la copias de ese infame libro numerado —espero jamás toparme con el original—, y lo he lanzado a la basura. No me sirve. Tendré que hacer como Pierre Menard y olvidar esta experiencia, intentar reconstruir la imagen del poeta anterior; lamento haber sido cómplice del absurdo, necesito exorcizar las patrañas del creador. Volver a mis originales y detenerme en esos Dibujos Animados.

PIE DE PÁGINA

Dentro del contexto de la posmodernidad los discursos poéticos trazan otras perspectivas líricas, recurren a varias estrategias comunicativas y optan por desestructurar esquemas y navegar y naufragar en las posibilidades que te ofrece un mismo discurso. Un poeta puede hacer con sus poemas lo que le dé la gana, es cierto. Y también —se sabe— se le perdona todo.

*Tomado del Blog La boca del sapo de Juan Yufra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta es una de las reseñas más incoherentes que he leído. Al autor no le gusta el libro, se nota; pero nunca explica por qué: todos sus reparos son insustanciales y no tienen mucho que ver con el libro en sí. Una pena.
Manuel Valdivia.

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