26.2.09

“ENFERMEDAD AFRICANA” O EL SÍNDROME DE BRITTO


Por César Augusto Álvarez Téllez

La primera lectura que hice del flamante libro de mi amigo Jimmy (Pimentel, 1980) fue en los prolegómenos a su presentación que se realizó un viernes en la sala Atenas de la Universidad San Agustín de Arequipa. Al hacerme llegar el ejemplar por la mañana, me comprometió de paso para una reseña crítica, que acepté por el gusto de obligarme a leer después de mucho tiempo un libro primerizo de cabo a rabo.

La impresión que me iba dejando su lectura era sintomática: enfermaba mi mente (ya enferma, por demás, de tanta literatura) con las escabrosas historias que inocentemente contaba Jimmy Britto. Y digo inocentemente en el sentido de la ingenuidad narrativa, tanto en el habla coloquial de sus personajes-narradores como en la temática y estructura, asumidas con el mismo desenfado con que los jugadores de fútbol de Nigeria o Camerún asumen un encuentro mundialista, por el mero hecho de divertirse jugando, metiendo goles por el solo placer de demostrar que ellos también pueden hacerlo; no pensando en ganar el match ni mucho menos aspirar a ser campeones.

De igual manera, Britto está lejos de aceptar lo que dijo el sociólogo José Luis Ramos —en la presentación del libro de relatos— de que la Enfermedad africana es una representación de la pobreza, no solamente expresada en el nivel social del mundo que describe, sino en la violencia que le imprime el amor como sello característico. Tampoco estoy de acuerdo en que la marginalidad del tema tratado (fondo), según el profesor Gregorio Torres, sea más importante que su propio lenguaje (forma).

Si bien es cierto que los defectos (si pueden llamarse así a los involuntarios deslices propios de toda ópera prima) estriban en el estilo, en el deficiente manejo de las personas narrativas, incluso en la construcción de los personajes o el uso de las técnicas diversas, estos obedecen más bien a un inconciente capricho del espíritu del artista que a una expresa intención de epater le bourgeois.

Cabe preguntarse entonces ¿de dónde salen las historias reunidas por Jimmy en este libro?, ¿hasta que punto son autobiográficas?, ¿transmiten una experiencia personal o directa o son un testimonio impersonal? No sabemos qué fuentes utilizó el autor en sus creaciones ni vamos a averiguar qué tanto ha sido fiel o no a la realidad. La tendencia subjetiva, que vino con el postmodernismo, coloca al autor en el centro de acción y le permite determinarla, juzgarla y hasta deformarla.

Las confesiones en alta voz de la narradora de “Historia absurda” o de “Laleshka en el tranvía”, ¿hay que considerarlas verdaderas? Si el mundo aquí descrito es ya de por sí subjetivo y cerrado, se complica aún más con nuestro propio mundo, el de los lectores, abierto y colectivo, por lo que se precisa ser parte del universo brittoniano para afirmarse y poder develar su andamiaje secreto.

Jimmy Britto no tiene por qué avergonzarse (de hecho no lo hace) de su natural deseo de penetrar en el estratos más bajos de ese espacio suburbano. Su obra, especialmente “Desde Israel”, esta plagada de homosexuales, alcohólicos, drogadictos, prostitutas; donde el incesto, la traición y la muerte son apenas algunas de las marcas y síntomas de esa oscura enfermedad.

Leamos un fragmento de la descarnada historia de la niña que acepta como algo normal y, hasta con ciertos visos de ternura, el ultraje del padre: “[…] es lo único que falta para ser princesa, se lo digo, dice que sí; me besa la espalda, mi poto, mis manos; rueda una lágrima por su mejilla chuceada por cosas que no sabe explicar […]”.

Más allá de la curiosidad ortográfica es evidente comparar a Jimmy Britto con el Jaime Bayly de La noche es virgen, esta curiosidad se convierte en una necesidad en el caso de “Performance a colores” con los personajes Joaquín y Sandra de No se lo digas a nadie, por la sensación de vida, encarnada de una manera casi directa, de desgarramiento personal sufrido por el escritor. Su lectura comunica este innegable y legítimo placer de encontrar paralelismos, coordenadas que acerquen y sitúen al autor a y en su texto.

“En primera amante perdida”, Jimmy crea su propia forma, su método de composición transfiere el complejo de Electra al de Edipo (por Stella) donde algunos sucesos adquieren un carácter obsesivo y reaparecen una y otra vez, como si su creador no considerara un significado definitivo y tuviera que retomarlos de manera iterativa: “Le empiezo a tener miedo a algo que entre esta gente no se descifra constantemente sino oscila lo que fue y no será contigo […]”.

La posible naturaleza autobiográfica de “Súbito” (y en general de todos los relatos del libro), connota en esta historia un significado especial de soledad y ausencia cuando nos sumergimos en el monólogo del corresponsal nostálgico de Mariluz, su pareja, que más parece una proyección fantasmal de sus propias palabras: “[…] en este lugar donde no se despierta sino sueñas más y más […]”, delirio que denota y acoge, no denuncia, el infierno de Bukowski: torcido, sepulcral, negro...

El tiro de gracia viene rematado con el final testimonio de Sasha, terrible y conmovedor, con un irónico sentido de humor, que lo hace tan alegre y triste a la vez, como su alter ego: Sisi. Frases como: “besos largos y profundos,… tan frescos como lo son los de verdad”, “es mejor moverse en la oscuridad”, y muchas otras, nos hacen pensar en que el autor ha intentado urdir una temerosa visión de su persona, que los psicoanalistas se encargarán de analizar.

Su tendencia al lenguaje coloquial (que nos hacen recordar al Reynoso de Los inocentes) y la burla de su propia negrura, convierten Enfermedad africana en un síndrome, una herida incurable; su negación en una última afirmación irrebatible como la muerte de su amiga Sisi: “Tantas esperas para olvidar”.

¿Olvidar qué? Sólo Jimmy conoce (o quizás no) esa clara evidencia esparcida a lo largo de su libro, que los lectores interpretamos a nuestra manera y conveniencia: la voluntad del artista, trágica y fascinante, de llegar a encontrarse a sí mismo.

Enfermedad africana.
Jimmy Britto
Arequipa: Grita ediciones, 2007.

*Publicado en la revista virtual Letras s5.

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