Cumplo con publicar este adjunto que el poeta Luis Ormachea me ha enviado:
“Comentaré algo del libro de Kreit, creo que se hace (o en todo caso es) necesario. No voy a calificar el texto como bueno o malo, pero me ha hecho pensar que cuando nos enfrentamos a un cuadro de Van Gogh, a veces, nos sorprende su inexactitud formal, entonces, nos vemos obligados a reflexionar acerca del hecho por el cual es considerado un maestro. Intento responder diciendo algo que ya habíamos hablado alguna vez: la tragedia, la comedia humana, nuestra efímera residencia en la realidad, nuestra deslumbrante contradicción, nuestra inteligente singularidad, que nos obliga a capturar sólo lo imprescindible, ya que el tiempo viaja en nuestro derredor erosionándonos de modo implacable, erosionando nuestra identidad cotidiana, aunque nada seguro existe en el ser cotidiano…
El libro que fue presentado esa noche, además de provocarme una profunda decepción, me ha hecho pensar también en lo banales que somos todos los que nos conocemos en esta ciudad al escribir. Nada decimos, nada reclamamos a la historia, nada condenamos con claridad: nos hemos fundido en una convención de “tías al rededor del té”. Podríamos alcanzar la locura creadora de Vincent, pero nos resignamos con la pobre y televisada manualidad burguesa, esa pobre representación del arte: eso tan carente de gusto. Podríamos enseñarle al simio alguna desventurada utopía pero hemos preferido la cómoda cátedra que nos impone el concepto de presente como insobornable eternidad.
Es necesario despertar, es necesario darse de cabezazos contra la molicie, despertar por que nada hemos cambiado, somos vergonzosos repetidores de una fórmula que a otros ha dado alivio, nos hemos colgado de los esfuerzos que otros seres humanos han perpetrado poniendo en riesgo incluso sus propias vidas, y nos llamamos artistas por el sólo y miserable hecho de la complicidad alcohólica, por nuestra viciosa y humillante abdicación ante los muros de la iniquidad.
Si esta sociedad se pudre, no sólo se pudre en cuanto a sus relaciones económicas, en cuanto a la esclavitud a la que somos sometidos y que negamos aceptar: es nuestra negligente parodia la que da alimento a la bestia, es nuestra negligente estupidez la que hace más fuertes los engranajes de la podredumbre. El sistema soborna a los artistas, los arrulla con toda clase de humos de colores: el sistema carece de identidad axiológica, nosotros no, nosotros sí somos culpables de toda la mierda que corre por las mejillas de los niños que heredarán con la tierra, nuestros mediocres esfuerzos…
Estamos condenando a nuestros hijos universales, los estamos matando antes de que hayan llegado siquiera a nacer. Creo que antes de intentar el arte como empresa de vida, hay que aprender a ser humanos, hay que aprender a comprometernos con los rasgos de nuestra especie, hay que quitarnos los bozales, hay que intentar una disciplina de la lucidez. Todos.”
“Comentaré algo del libro de Kreit, creo que se hace (o en todo caso es) necesario. No voy a calificar el texto como bueno o malo, pero me ha hecho pensar que cuando nos enfrentamos a un cuadro de Van Gogh, a veces, nos sorprende su inexactitud formal, entonces, nos vemos obligados a reflexionar acerca del hecho por el cual es considerado un maestro. Intento responder diciendo algo que ya habíamos hablado alguna vez: la tragedia, la comedia humana, nuestra efímera residencia en la realidad, nuestra deslumbrante contradicción, nuestra inteligente singularidad, que nos obliga a capturar sólo lo imprescindible, ya que el tiempo viaja en nuestro derredor erosionándonos de modo implacable, erosionando nuestra identidad cotidiana, aunque nada seguro existe en el ser cotidiano…
El libro que fue presentado esa noche, además de provocarme una profunda decepción, me ha hecho pensar también en lo banales que somos todos los que nos conocemos en esta ciudad al escribir. Nada decimos, nada reclamamos a la historia, nada condenamos con claridad: nos hemos fundido en una convención de “tías al rededor del té”. Podríamos alcanzar la locura creadora de Vincent, pero nos resignamos con la pobre y televisada manualidad burguesa, esa pobre representación del arte: eso tan carente de gusto. Podríamos enseñarle al simio alguna desventurada utopía pero hemos preferido la cómoda cátedra que nos impone el concepto de presente como insobornable eternidad.
Es necesario despertar, es necesario darse de cabezazos contra la molicie, despertar por que nada hemos cambiado, somos vergonzosos repetidores de una fórmula que a otros ha dado alivio, nos hemos colgado de los esfuerzos que otros seres humanos han perpetrado poniendo en riesgo incluso sus propias vidas, y nos llamamos artistas por el sólo y miserable hecho de la complicidad alcohólica, por nuestra viciosa y humillante abdicación ante los muros de la iniquidad.
Si esta sociedad se pudre, no sólo se pudre en cuanto a sus relaciones económicas, en cuanto a la esclavitud a la que somos sometidos y que negamos aceptar: es nuestra negligente parodia la que da alimento a la bestia, es nuestra negligente estupidez la que hace más fuertes los engranajes de la podredumbre. El sistema soborna a los artistas, los arrulla con toda clase de humos de colores: el sistema carece de identidad axiológica, nosotros no, nosotros sí somos culpables de toda la mierda que corre por las mejillas de los niños que heredarán con la tierra, nuestros mediocres esfuerzos…
Estamos condenando a nuestros hijos universales, los estamos matando antes de que hayan llegado siquiera a nacer. Creo que antes de intentar el arte como empresa de vida, hay que aprender a ser humanos, hay que aprender a comprometernos con los rasgos de nuestra especie, hay que quitarnos los bozales, hay que intentar una disciplina de la lucidez. Todos.”
Arequipa, agosto de 2009:
Luis Ormachea Azpilcueta
3 comentarios:
Salvo, a estas alturas, los inexplicables gazapos del texto, creo que Ormachea está muy cerca de darle en el clavo al asunto: necesidad de acabar con la molicie a cabezazos, voluntad de lucidez y arrojo para el diálogo y la crítica...
Se saluda el gesto,
Carlos Quenaya
Otra vez sobre del tapete nuestra irreparable condición de provincianos.
AZ
Muy cerca?, creo que le dio en el clavo, por lo menos se ha atrevido a decir lo que los demás no quieren decir, no es verdad estimado... ?
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