Paul Bromberg, ex alcalde de Bogotá, se reunió con 320 líderes del sector público, la sociedad civil y el sector privado, en el marco de la 4ª Feria del Libro de Trujillo, para contar su experiencia de Bogotá, sobre la pésima cotidianeidad urbana en la que vivían, incluyó serias reflexiones sobre nuestra ciudad e instó a que los trujillanos se conviertan en impulsores del concepto de “cultura ciudadana”.
Bromberg explicó que la cultura ciudadana resulta de la suma de civismo, cultura democrática y cultura política, entendido el primer concepto como el cumplimiento de las reglas de convivencia urbana; el segundo como las condiciones sociales y culturales que facilitan o no la aceptación de un régimen democrático; y el tercero como el conocimiento, aceptación y uso de las reglas de juego de la democracia, y el conocimiento de la competencia de cada gobierno.
Según comentó, Bogotá se encontraba sumada en un caos, después de la guerrilla y el narcotráfico podía ser el problema más grave que tenía Colombia, lo ejemplificó citando que las cuatro empresas de servicios públicos domésticos atravesaban por una crisis, tenían insolvencia del fisco distrital, parálisis en las obras públicas, caos en el espacio público: parques abandonados, la única exigencia que se le hacía al alcalde era la de tapar los huecos, invadidos por la publicidad exterior, etc.; otro de los puntos preocupantes era que registraban un total de 80 homicidios por cada 100 mil habitantes año, cuando el promedio en Latinoamérica es el de 20 mil habitantes año.
Cito además la ilegalidad urbana, el laberinto en el transporte público, un servicio educativo público desastroso, hospitales públicos de la ciudad en crisis. Todo lo mencionado reflejaba la radiografía de Bogotá en los años 90. Lo que condujo a los bogotanos a un escepticismo generalizado.
Este discurso lo contextualizo e hizo agudas reflexiones sobre nuestra ciudad, comentando que en las 8 horas que había pasado en Trujillo pudo notar que no contábamos con un plan de desarrollo urbano, que vio escombros, que es una ciudad dispersa, sin colectores de agua y que no logra entender nuestro sistema de gobierno, comparando que en Bogotá para todo el casco urbano se tiene un solo alcalde.
Para cambiar una ciudad, puntualizó, la conciencia cívica está en claro cuando nadie discute sobre el dinero, cada quién sabe de donde surge y hacia dónde va. A lo que añadió algunas preguntas como: ¿Quién es responsable de la ciudad? ¿Cómo van las cosas en Trujillo? ¿De quién es la culpa? ¿De qué somos nosotros responsables? Redondeó su idea mencionando que es trascendental contar con un sistema de medición de la ciudad, para obtener estos resultados.
Bogotá se transformó porque se planteó una meta posible: Mejorar la cultura ciudadana entre la sociedad y los gobiernos. Se logró con una buena gestión y con dinero, y este se consiguió a través de la forma más moderna de captación que son los impuestos. De inmediato sentenció al público diciendo: alguien sabe ¿Cuál es el ingreso corriente tributario de Trujillo? Nadie de la sala lo sabía.
A lo que Paul Bromberg acotó: la única manera de garantizar el colectivo es encontrando la relación precisa entre el ciudadano que paga y ve resultados, y la cultura es la percepción del ciudadano de sus espacios públicos, por eso en Bogotá hay tantos hitos urbanos.
Entre los proyectos de renovación urbana se pusieron en funcionamiento diversos programas: el mejor taxista; la ciclo ruta, en la que un día a la semana las familias andan en bicicleta, el respeto a las cebras (líneas para cruzar las calles); rock al parque; el transmilenio, para mejorar el transporte urbano; bibliotecas públicas; entre otros.
Muchos de ellos realizados en espacios públicos, a lo que explicó que el uso de estos integra la ciudad frente a un imaginario, genera la sensación de nostridad.
Oficina de Prensa ATAL (prensa@atalperu.org)
Bromberg explicó que la cultura ciudadana resulta de la suma de civismo, cultura democrática y cultura política, entendido el primer concepto como el cumplimiento de las reglas de convivencia urbana; el segundo como las condiciones sociales y culturales que facilitan o no la aceptación de un régimen democrático; y el tercero como el conocimiento, aceptación y uso de las reglas de juego de la democracia, y el conocimiento de la competencia de cada gobierno.
Según comentó, Bogotá se encontraba sumada en un caos, después de la guerrilla y el narcotráfico podía ser el problema más grave que tenía Colombia, lo ejemplificó citando que las cuatro empresas de servicios públicos domésticos atravesaban por una crisis, tenían insolvencia del fisco distrital, parálisis en las obras públicas, caos en el espacio público: parques abandonados, la única exigencia que se le hacía al alcalde era la de tapar los huecos, invadidos por la publicidad exterior, etc.; otro de los puntos preocupantes era que registraban un total de 80 homicidios por cada 100 mil habitantes año, cuando el promedio en Latinoamérica es el de 20 mil habitantes año.
Cito además la ilegalidad urbana, el laberinto en el transporte público, un servicio educativo público desastroso, hospitales públicos de la ciudad en crisis. Todo lo mencionado reflejaba la radiografía de Bogotá en los años 90. Lo que condujo a los bogotanos a un escepticismo generalizado.
Este discurso lo contextualizo e hizo agudas reflexiones sobre nuestra ciudad, comentando que en las 8 horas que había pasado en Trujillo pudo notar que no contábamos con un plan de desarrollo urbano, que vio escombros, que es una ciudad dispersa, sin colectores de agua y que no logra entender nuestro sistema de gobierno, comparando que en Bogotá para todo el casco urbano se tiene un solo alcalde.
Para cambiar una ciudad, puntualizó, la conciencia cívica está en claro cuando nadie discute sobre el dinero, cada quién sabe de donde surge y hacia dónde va. A lo que añadió algunas preguntas como: ¿Quién es responsable de la ciudad? ¿Cómo van las cosas en Trujillo? ¿De quién es la culpa? ¿De qué somos nosotros responsables? Redondeó su idea mencionando que es trascendental contar con un sistema de medición de la ciudad, para obtener estos resultados.
Bogotá se transformó porque se planteó una meta posible: Mejorar la cultura ciudadana entre la sociedad y los gobiernos. Se logró con una buena gestión y con dinero, y este se consiguió a través de la forma más moderna de captación que son los impuestos. De inmediato sentenció al público diciendo: alguien sabe ¿Cuál es el ingreso corriente tributario de Trujillo? Nadie de la sala lo sabía.
A lo que Paul Bromberg acotó: la única manera de garantizar el colectivo es encontrando la relación precisa entre el ciudadano que paga y ve resultados, y la cultura es la percepción del ciudadano de sus espacios públicos, por eso en Bogotá hay tantos hitos urbanos.
Entre los proyectos de renovación urbana se pusieron en funcionamiento diversos programas: el mejor taxista; la ciclo ruta, en la que un día a la semana las familias andan en bicicleta, el respeto a las cebras (líneas para cruzar las calles); rock al parque; el transmilenio, para mejorar el transporte urbano; bibliotecas públicas; entre otros.
Muchos de ellos realizados en espacios públicos, a lo que explicó que el uso de estos integra la ciudad frente a un imaginario, genera la sensación de nostridad.
Oficina de Prensa ATAL (prensa@atalperu.org)
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