15.3.10

A MANERA DE TESTIMONIO SOBRE LAS JORNADAS INTERNACIONALES DE ESTUDIOS MISTRALIANOS 2009 CHILE


Escribe: Gloria Mendoza Borda

Del 19 al 21 de noviembre del 2009 fuimos convocados a Chile escritores de varios países, primordialmente se dio un hermanamiento de dos Premios Nobel, la Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez de España y la Fundación Gabriela Mistral de Chile.

Todo el evento fue dirigido por un joven poeta, ganador de premios internacionales de poesía, últimamente radicado en España, Benjamín León. En mi lectura de escritora peruana me parece una aventura literaria inimaginable cómo un joven escritor pudo realizar tremenda actividad que congregó a diversas instituciones como la Ilustre Municipalidad de Vicuña, Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez de España, Junta de Andalucía, Diputación Provincial de Huelva, Universidad de La Serena de Chile y la Universidad Bolivariana. Nuestro joven poeta recibió el apoyo del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Hace unos años conocí a Benjamín León en el Encuentro Internacional de Escritores convocado anualmente por el Académico de la Lengua en Chile, Omar Monroy. Lo vi sencillo, humilde y grande, respetuoso del ser poeta, quedé impactada, adiviné un camino abierto, resonante en su delgada figura y acento chilenísimo en la voz. Mi impacto fue mayor cuando en las Jornadas participó toda su familia en la organización, tíos, tía (que sobrepasa los 80 años bailando una cueca en la clausura), padres, hermanos, su sobrinita Sofía Belén de menos de un año con los pies desnudos por la calor, y especialmente su bella compañera, la poeta española Sara Castelar Lorca. Le pregunté si era descendiente del poeta Federico García Lorca, me dijo que sí, pero en lejanos lazos. El recuerdo que tengo es la de una familia ejemplar, en mi país casi nunca ocurre esto, no lo sentí, salvo cuando vivía mi padre quien gozaba leyendo mis artículos en los diarios. Creo que se trata de un joven poeta surgido en tiempos especiales en espacios especiales y con la estrella de un talento de una lengua cada vez más vivida. Celebro a la distancia el último Premio Nacional de Poesía que obtuvo en Chile, primer puesto. Benjamín escribe por una imperiosa necesidad de mostrarnos la poesía oculta que duerme en las ciudades que lo habitan.

Había un grupo de jóvenes poetas y conocedores de la literatura, amigos suyos que conocí en otro viaje que realicé a La Serena representando al Perú, invitada a la 23 Feria Internacional del libro 2007 por gestión del poeta Arturo Volantines. Estos jóvenes apoyaron a Benjamín en diversas comisiones. No faltaba nada, todo estaba dispuesto, ellos estaban siempre atentos, facilitándonos lo indispensable. Que esta nota sea un homenaje no solamente a la gran Gabriela Mistral, a Juan Ramón Jiménez, sino también al surgimiento de una nueva voz de la poesía chilena que con todo derecho ocupa un lugar particular en la literatura latinoamericana, Benjamín León, que con un máximo afecto nos convoca a vivir la maravilla de un país que se nutre de literatura, donde se respira poesía y no hay fronteras para la cultura.

El evento empezó el 19 de noviembre con la participación de escritores locales y en la respectiva sustentación de sus ponencias: Cristian Geisse, Héctor Hernán Herrera, Erna Aros, Paulo San Paris, Carlos Piñones, Cecilia Vega, y particularmente de Diego Ropero Regidor, Director de Archivo Histórico Iberomaricano, Moguer, España.

En la ceremonia de inauguración “Jornadas Internacionales de Estudios Mistralianos” en la Ilustre Municipalidad de Vicuña, la tierra de Gabriela Mistral, tomó la palabra el Alcalde de la ciudad don Fernando Guamán Guamán, fue bellísima la presentación de la Orquesta de niños Gabriela Mistral de Vicuña. Impactantes las palabras del estudioso de la poesía de Gabriela Mistral don Jaime Quezada Ruiz como Director de la Fundación Gabriela Mistral. Yo particularmente quedé conmovida en mi inocencia de poeta de los andes escuchar declamar un poema mío por una niña del Colegio Lucila Godoy, La niña declama sin decir el autor, solamente al final, fueron momentos de emoción intrínseca. En el acto nos dieron distinciones a cinco escritores extranjeros: Antonio Ramírez Almansa, Director de la Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez, de España; a la doctora Cecilia Corona Martínez de la Universidad de Córdoba, Argentina; a la joven poeta española Sara Castelar Lorca, a Diego Ropero también de España; y a la que escribe esta crónica. Además del distintivo como “participantes notables” nos dieron hermosos cofres de madera de la artesanía de Vicuña más un costalillo de tierra que simboliza Gabriela Mistral.

En Vicuña todas las casas tienen árboles frutales, un aroma a fruta nos impregna, pues cómo no escribir poesía en ese valle. Nos llevaron al Hospedaje de Vicuña, allí mismo se había hospedado Gabriela Mistral luego del Premio Nobel. La poeta Erna Aros salía temprano con su laptop para escribir y regresaba con un vaso de damascos recogidos al pie de un árbol del hostal, endulzábamos nuestro aliento antes del desayuno. Yo hacía lo mismo, buscaba damascos. Está en la memoria Vicuña con sabor a Damasco, a ciruela. Día antes del evento, vía Santiago, Lan Chile nos llevó a La Serena. Un tío de Benjamín nos recogió del aeropuerto y nos condujo a Vicuña. Con Erna adquirimos Chirimoya, palta, pan, damascos y comimos en plena plaza principal, en el centro hay una inmensa escultura con el rostro de Gabriela. Las calles, los hostales, los recreos, las tiendas, los colegios, todo tiene el nombre de la poeta. Allí se respira ternura.

El primer día a la hora de almuerzo, un escritor y esposa estaban frente a mí. Yo conté sobre las primeras lecturas que tuve en mis años de inicio universitario de la poesía chilena, cayó a mis manos un libro de contemporáneos míos 33 nombres claves de la actual poesía chilena, donde leí a Carlos Sarabia, Jorge Etcheverry, Nain Nomez, Erik Martínez, entre otros. El doctor Julio Piñones de la universidad La Serena me dijo “yo soy uno del libro”. Le contesté entonces estoy sentada frente a parte de la historia de la literatura chilena. Julio Piñores era Carlos Sarabia: me estoy cerrando / como una herida o un templo.

El día central de las ponencias internacionales fue el viernes 20 de noviembre. Importantes sustentaciones como la del Dr. Rolando Manzano de la Universidad de La Serena; Dra. Claudia Valenzuela, Universidad Bolivariana; Dr. Jorge Rosas, Universidad Católica de la Santísima Concepción; Dr. Iván Carrasco, Universidad Austral de Chile; Dr. Efraín Roco, Universidad de La Serena; Dra. Edith Cerda, Universidad Católica de la Santísima Concepción; Diego Ropero Regidor, España; Gloria Mendoza Borda, del Perú; Antonio Ramírez Almansa, España; Sara Castelar Lorca, España; Dr. Juan Araya, Universidad del Bio Bio; Dra. Cecilia Corona, Universidad de Córdoba.

Una nota especial para mí fue el obsequio de revistas que me dio el Dr. Rolando Manzano. Al día siguiente lo busqué para retribuirle con mi libro, ¿Es Ud. el doctor Durazno? El escritor dijo me han bautizado de durazno y recién me di cuenta de mi equívoco. Todos estábamos en nombre de Gabriela Mistral, todas las ponencias referidas al mundo mistraliano. Mención especial me gustaría hacer de Sara Castelar Lorca y su ponencia sustancial Gabriela Mistral en las poetas de la Generación del 27, un trabajo meritorio de las mujeres que tuvieron la complicidad de hablar de su pasión por la literatura, para abrirnos el camino, muchas de ellas amigas de Mistral, otras relegadas de la generación del 27, nombró a Josefina de la Torre, María Zambrano, María Teresa León entre otras. En un aparte hablamos de una dramaturga cubana que me apasiona Gertrudis Gómez de Avellaneda, no la querían aceptar en la Academia de la Lengua de España porque era mujer. Además como poeta Sara Castelar tiene resonancia, mundo personal, inventiva, imaginación, cielo sevillano. A nuestra poeta también le apasionaba doña Gertrudis Gómez de Avellaneda. Yo sufría en el evento porque dejé a mi madre muy enferma y todos preguntaban por ella. Antes de partir le dije que me esperara, que no se fuera todavía. Regresé, le di un beso en la frente y en menos de dos horas murió mi madre. Me esperó. Esa rara magia de las madres, esa intuición, ese presagio, esa espera maternal es absolutamente increíble. Me esperó.

Dirigidos por el estudioso Jaime Quezada recorrimos la ruta Mistraliana, viajamos entre valles y montañas y llegamos al pueblito donde nacieron los padres de Gabriela. Recorrimos viñedos y adquirimos vino y pisco de Elqui. Visitamos la hermosa tumba de Gabriela en medio de la solemne montaña. Al pie de sus restos leíamos poesía de la poeta en un silencio espectral, austral, mágico. Visitamos la Casa Museo Gabriela Mistral.

Durante las Jornadas en la Biblioteca de Vicuña la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía presentó la exposición “Juan Ramón Jiménez. Aquel chopo de luz”. Compuesta por 35 paneles repletos de historia y de documentos importantes sobre Juan Ramón Jiménez y Gabriela Mistral.

Termino contando un viaje absolutamente poético, cerca al cielo, nos llevaron al Observatorio Comunal del cerro Mamalluca, allí a la media noche, espectamos un cielo abrumado de estrellas, constelaciones, luces, venus, sagitario, todo el espacio celeste estaba poblado, allí leímos poesía, y no queríamos irnos, nos dieron un cóctel, bocadillos, pisco sour chileno. Diversos astros como flechas iluminaron nuestros rostros, Benjamín León se acercó “aquí quién no es poeta”. Sara Castelar contó que años atrás allí se comprometieron en la vida y en la poesía, que la brillantez del cielo los acompañe eternamente amados poetas. Sabemos que estos observatorios del norte de Chile son mundialmente conocidos como los mejores de todo el hemisferio. Realmente cómo no ser poetas allí. Termino poblada de estrellas en el recuerdo de mis constantes viajes a Chile por razones estrictamente literarias. Si la poesía es un acervo de experiencias que nutren nuestros corazones, a escribir poetas luego del asombro en Mamalluca.

12.3.10

SOBRE “EL ÁRBOL DE LOS LIBRES” A PROPÓSITO DE LA SITUACIÓN ACTUAL DE CHILE




“Los anillos de una serpiente son aún más complicados que los agujeros de una topera”.
Gilles Deleuze

El árbol de los libres “Poetas de la generación NN de Chile” es una antología publicada en México por Arlequín Ediciones el año 2008. La selección estuvo a cargo de Fabián Muñoz y el prólogo del libro lo realizó el poeta nacional Eduardo Llanos.

La obra llegó a mis manos en Serena en agosto del año pasado gracias a uno de los antologados. El poeta y gestor cultural Arturo Volantines me obsequió el texto durante la ceremonia de premiación del concurso de poesía y ensayo “Lagar” del cual fui jurado junto a otra poeta que forma parte del libro con su simbólico poema “Bandera de Chile”. Me refiero a Elvira Hernández.

Desde entonces he querido escribir algo sobre esta antología. Algo más que una simple reseña y enumeración de los autores que participan de ella. No me parece justo sólo loar el criterio de Fabián Muñoz y la poesía de los congregados. Ello me parece poca cosa ante un trabajo valiente y de calidad pues como dice Llanos en el prólogo: “el antólogo bien pudo ahorrarse este trabajo, por el cual Chile no ofrece más pago que las enemistades y el resentimiento, pero asumió el desafío, y eso merece nuestra gratitud”.

El libro además ofrece en su actualización una gama de sensaciones que se avivan si pensamos en la tragedia que Chile atraviesa. Un devastador terremoto, crisis natural y social con ribetes políticos y económicos que no vamos a anteponer a lo humano pero que quien redacta no puede ignorar al pensar su artículo pues fue también un momento álgido y de crisis el que toco afrontar a las múltiples voces que componen El árbol de los libres. Voces que dialogan con nosotros en su esfuerzo por surcar el oscuro bosque de la represión y censura dictatorial. Muchos de ellos formaron además parte de la llamada neovanguardia y sin duda en su conjunto dan forma al cuerpo extenso y variopinto de la generación de los ochenta con todas sus líneas de percepción de la realidad y formas de comunicar desde lo apocalíptico religioso pasando por lo testimonial, etnocultural y la poesía de las minorías sexuales.

De todos modos obviando el tema taxonómico recalco el espíritu de diálogo que El árbol de los libres provee, gestando charlas inagotables con voces que ya conocía y admiraba por su quehacer: Elvira Hernández, Verónica Zondek, Teresa Calderón, Tomás Harris, Diego Maqueira, Rodrigo Lira, Javier Campos, Gonzalo Millán, Elicura Chihuailaf, Pedro Lemebel, Roberto Bolaño entre otros que con sus relatos en prosa y verso permiten rememorar fragmentos y construir pasajes de lecturas y lugares que en un continuo devenir van dando forma, ritmo y color a la realidad. Asimismo el libro no termina en los límites del papel y su índice pues el entramado al cual da vida permite abordar otros textos y autores no presentes e igual de entrañables que los mentados como Carmen Berenguer y Eugenia Brito y al mismo tiempo descubre percepciones poéticas que al menos para mí, eran desconocidas hasta el momento. Me refiero a poetas presentes en la edición como Natasha Valdés y Galvarino Santibáñez.

Esta apreciación se suma a lo que Eduardo Llanos dice en el prólogo luego de hacer una lista cronológica y geográfica de los autores de su generación: “Tanta convergencia cronológica contrasta con la divergencia de los estilos y los temas, pero marca un contexto histórico común. Debimos asistir a grandes cambios, a veces como espectadores impotentes y otras veces como participantes críticos y activos. Durante los años de terror dictatorial por ejemplo, resultaba notorio que entre nosotros predominaban las posiciones de izquierda, y hasta quienes estaban lejos de la izquierda mostraban también rebeldía anárquica o al menos independencia con respecto de los poderes fácticos —o más bien putrefácticos— que controlaban tras bambalinas la escena nacional”.

Esta visión de Llanos nos habla de los autores de la selección como hijos de su época, inmersos en un estado de terror ideado y puesto en práctica a la manera de los sistemas disciplinarios que Foucault detalla a lo largo de su obra y que Deleuze explica del siguiente modo: “Foucault situó las sociedades disciplinarias en los siglos XVIII y XIX; estas sociedades alcanzan su apogeo a principios del XX, y proceden a la organización de los grandes espacios de encierro. El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela (“acá ya no estás en tu casa”), después el cuartel (“acá ya no estás en la escuela”), después la fábrica, de tanto en tanto el hospital, y eventualmente la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia. Es la prisión la que sirve de modelo analógico”.

En tal medida, desde diversos ángulos y con variados estilos los autores presentes en El árbol de los libres se preocuparon y más bien podríamos decir se arriesgaron a combatir el silencio haciendo una radiografía de Chile y su devenir sin concesiones y derroches gratuitos de heroísmo. Llanos al respecto agrega: “No pretendíamos ser «la voz de los sin voz». […] “Sentíamos con dolor y también dolores propios”.

Esto va en concordancia con lo que Foucault demuestra al abordar las herramientas que el sistema disciplinario tiene a la hora de Vigilar y Castigar. La disciplina de ese entonces en Chile impactó a muchos, Llanos agrega: “varios sufrieron la prisión política (Zurita, Bolaño, Riedemann, Redolés, Montealegre, España). Además, el exilio, la dispersión geográfica y la atmósfera de terror impidieron que nuestra hornada cultivara los vínculos y esas amistades tan naturales en otras generaciones”.

Afirmaciones como esta junto a otras citas tomadas del prólogo de Eduardo Llanos, conforman la materia que sin duda me motivó a escribir sobre El árbol de los libres y continuar la redacción del artículo entroncando la catástrofe que enfrenta el país y cómo esta se puede entender desde una lógica diversa a la que tuvo el Chile previo al llamado retorno a la democracia.

Me gustaría referirme a la situación del centro-sur de Chile. Ciudades devastadas con serios problemas de abastecimiento en recursos básicos (luz, agua y alimentos), sumidas en toques de queda, bajo saqueos y con una marcada incomunicación. Mucho se ha dicho además de la negligencia de organismos de gobierno como la Onemi, la prepotencia de ciertas autoridades o el silencio de otras al abordar lo que denominaron de modo reduccionista una cacería de brujas cuando se buscaba hablar de responsabilidades en cuanto a la caída de caminos y edificios relativamente nuevos o la demora o simple ineptitud en la reacción de alerta, eso sin obviar lo que algunos medios festinaron en un comienzo aminorando la envergadura de la situación con una clara mirada centralista y desde el Sheraton en Viña para luego hacer un mea culpa que mostró el verdadero rostro del horror en las poblaciones más alejadas de la mirada del Luminoso (a la manera del cartel en Lumpérica de Diamela Eltit).

Desde luego que este estado de catástrofe nace bajo causas diversas a las de ese Chile que le tocó vivir a los autores del árbol de los libres pues hoy enfrentamos un desastre natural aunque paradójicamente y quizá por una broma macabra del destino, ocurre semanas previas a que un nuevo gobierno de derecha asuma el poder en Chile.

La pregunta de rigor entonces es ¿Cómo perciben lo acontecido los poetas de la generación NN? ¿Qué pensar ahora de la imagen de reloj suizo que Chile promueve ante sus pares de Latinoamérica? y en esa medida no es menor el siguiente cuestionamiento: Cómo perciben lo acaecido los jóvenes poetas de hoy, los pensadores, ensayistas, críticos y artistas que transitan bajo los treinta y que en línea general han crecido en un Chile ambiguo, ya no de polos marcados al estilo guerra fría con hombres grises detrás, sino un Chile de máscaras y apariencias, de socialismo neoliberal o lo que algunos llaman dictadura blanda pero que otros defiende a ultranza como la ruta del éxito y del consabido progreso con cambios invocados en slogans con trademark incluido.

Esos hijos también de su época, ya no responden a la disciplina como podemos verlo en los colegios del Chile actual. Deleuze dice al respecto: “Estamos en una crisis generalizada de todos los lugares de encierro: prisión, hospital, fábrica, escuela, familia. La familia es un “interior” en crisis como todos los interiores, escolares, profesionales, etc. Los ministros competentes no han dejado de anunciar reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela, reformar la industria, el hospital, el ejército, la prisión: pero todos saben que estas instituciones están terminadas, a más o menos corto plazo. Sólo se trata de administrar su agonía y de ocupar a la gente hasta la instalación de las nuevas fuerzas que están golpeando la puerta. Son las sociedades de control las que están reemplazando a las sociedades disciplinarias”.

El panorama de Chile nunca pudo estar más claro, reforma penal, carcelaria, educativa, de transporte y salud y a la par podemos ver los resultados funestos en todos esos ámbitos; niños que se intercambian por error en los hospitales, mujeres dando a luz en baños, cárceles hacinadas y colegios sin mobiliario o contaminados con plomo como ocurre en Arica. Sociológica y tecnológicamente no estamos preparados. Nos decimos de primer mundo, antes éramos los jaguares ahora estamos en listas rimbombantes empero ¿Cómo respondemos ante una crisis interna? Eso dice mucho más que una cifra o top ten. ¿Cómo enfrentamos un terremoto?, no sólo de la magnitud abismal del que tenemos encima, sino ¿Cómo enfrentamos el que ocurrió no hace tanto en el norte y qué aprendimos de él?… No mucho al parecer…

Bueno esta crisis da como resultado a una nueva generación o un nuevo tipo de chileno por decirlo de alguna manera. Vástagos de las sociedades que Deleuze llamó de control.

“Esto se ve bien en la cuestión de los salarios: la fábrica era un cuerpo que llevaba a sus fuerzas interiores a un punto de equilibrio: lo más alto posible para la producción, lo más bajo posible para los salarios; pero, en una sociedad de control, la empresa ha reemplazado a la fábrica, y la empresa es un alma, un gas. Sin duda la fábrica ya conocía el sistema de primas, pero la empresa se esfuerza más profundamente por imponer una modulación de cada salario, en estados de perpetua metastabilidad que pasan por desafíos, concursos y coloquios extremadamente cómicos. Si los juegos televisados más idiotas tienen tanto éxito es porque expresan adecuadamente la situación de empresa. La fábrica constituía a los individuos en cuerpos, por la doble ventaja del patrón que vigilaba a cada elemento en la masa, y de los sindicatos que movilizaban una masa de resistencia; pero la empresa no cesa de introducir una rivalidad inexplicable como sana emulación, excelente motivación que opone a los individuos entre ellos y atraviesa a cada uno, dividiéndolo en sí mismo”.

La sociedad que estamos viviendo es un escandaloso reality en el cual nos vamos eliminando por popularidad y convivencia. Por esa viabilidad que prefiere negar o permitir accesos delegando la responsabilidad a los propios usuarios en lugar de desterrar o someter a palos y con la cacha del fusil a sus gobernados. Por un tema de relaciones públicas es mejor vender una imagen políticamente correcta hacia fuera pues vale la pena ocupar el arma del momento, el canibalismo empresarial de grandes redes y abismantes espacios de intercambio que exigen ser operativo a la altura del software del momento. Esta mirada pensando lo que los autores del árbol de los libres tuvieron que enfrentar en su juventud y lo que nos toca a los que estamos pensando y escribiendo en este momento, me hace reflexionar la catástrofe nacional más allá de lo inmediato y situarla sin chauvinismos desde el norte extremo de Chile. Lugar en que habito y desde el cual desarrollo mi literatura.

Acá el panorama es también particular y no menos ambiguo. Arica frontera entrañable y heroica dirán los partidarios de la disciplina de antaño, rememorando aquella cuna de regimientos y bastión de la soberanía en cambio otros, podemos pensar en una Arica post-guerra del pacífico y desterritorializar la discusión. Sobre todo si nos detenemos ante la reacción de Bolivia frente a la tragedia que vive hoy Chile.

Por años los medios con su morbo usual han insistido en mostrar a los bolivianos como un pueblo que a regañadientes espera ver al país por los suelos para lanzar la estocada de gracia. Hacer leña del árbol caído, dirán algunos. Pero la realidad ha contradicho al mito pues ante la falta de agua potable en las zonas afectadas, los bolivianos donaron toneladas del preciado líquido que siempre ha sido el tema de escisión entre los dos países. Una especie de metáfora iluminadora al igual que el gesto del presidente y gabinete de ese país al donar parte sustancial de sus sueldos para los damnificados. Algunos dirán que es una especie de manipulación sentimental otros que es la frugalidad más sincera y humana la que motiva estos actos, cada cual puede tener su punto de vista y argumentar libremente. Nosotros en cambio viviendo en este norte que crece junto a Perú y Bolivia, creo y quizá es sólo mi parecer, no podemos cuestionar el proceder de Bolivia sin hacer un alto y pensar en los repetidos festivales y carnavales con la fuerza del sol (incluido Américo) que muestran la interculturalidad bullente.

Además la economía turística y el comercio, principales sustentos de la región, dependen del cruce e intercambio, de la simbiosis entre las provincias que se encuentran ya no como antes dividas por un soldado y minas antipersonales sino por la posibilidad de ser un inmigrante viable ante los ojos del canon social y económico. Como dice Deleuze: “No es necesaria la ciencia ficción para concebir un mecanismo de control que señale a cada instante la posición de un elemento en un lugar abierto, animal en una reserva, hombre en una empresa (collar electrónico). Félix Guattari imaginaba una ciudad en la que cada uno podía salir de su departamento, su calle, su barrio, gracias a su tarjeta electrónica (dividual) que abría tal o cual barrera; pero también la tarjeta podía no ser aceptada tal día, o entre determinadas horas: lo que importa no es la barrera, sino el ordenador que señala la posición de cada uno, lícita o ilícita, y opera una modulación universal”.

Bueno para no irme por las ramas del árbol quiero recalcar y sintetizar este inestable equilibrio o contradictorio estado que siempre se ha vivido en Chile, usando a días del desastre en el país, otras palabras expuestas por Llanos en su prólogo: “«Loca geografía»: país largo, angosto y montañoso como ninguno, con enorme diversidad de paisajes y de climas (desde el desierto más seco del mundo hasta los hielos “eternos” de la antártica), con gran frecuencia e intensidad de sismos y un número de volcanes que ningún otro país supera (aquí se encuentra 15 por ciento de los volcanes del planeta). […] Durante tres años concitamos la atención internacional por el triunfo electoral de Salvador Allende, primer socialista en el mundo elegido democráticamente para el cargo de presidente de un país; sin embargo, a partir del derrocamiento de Allende, Pinochet se convirtió en el arquetipo del dictador latinoamericano. […] Ninguna otra nación de la Tierra aplicó con tanta ortodoxia el modelo neoliberal, y ninguna otra ha acumulado en el último decenio más desigualdad en la redistribución del ingreso. Por si fuera poco, en el año 2000 un miembro del Opus Dei estuvo a punto de ser elegido presidente del país, lo que habría constituido otra plusmarca mundial”.

En el texto citado Llanos casi profético más bien lúcido expone toda una serie de imágenes que pintan por entero el cuerpo de una chilenidad que se debate entre el morbo sensacionalista y la solidaridad, el oportunismo y la fraternidad desinteresada.

La intención de mi artículo de cualquier modo no ha sido la de politizar la situación pero ante todo lo ocurrido, las tragedias de antaño y la reciente, las provocadas por la lucha de poder en los setenta y las que demuestran el poder real de la naturaleza y la inmediatez del hombre y sus devaneos y desde luego pensando en lo que vendrá durante los siguientes días y por delante, queda pensar en lo que dice Deleuze: “El marketing es ahora el instrumento del control social, y forma la raza impúdica de nuestros amos. El control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también continuo e ilimitado, mientras que la disciplina era de larga duración, infinita y discontinua. El hombre ya no es el hombre encerrado, sino el hombre endeudado. Es cierto que el capitalismo ha guardado como constante la extrema miseria de tres cuartas partes de la humanidad: demasiado pobres para la deuda, demasiado numerosos para el encierro: el control no sólo tendrá que enfrentarse con la disipación de las fronteras, sino también con las explosiones de villas-miseria y guetos. […] ¿Podemos desde ya captar los esbozos de esas formas futuras, capaces de atacar las maravillas del marketing? Muchos jóvenes reclaman extrañamente ser “motivados”, piden más cursos, más formación permanente: a ellos corresponde descubrir para qué se los usa, como sus mayores descubrieron no sin esfuerzo la finalidad de las disciplinas. Los anillos de una serpiente son aún más complicados que los agujeros de una topera”.

Entonces insisto, qué harán los escritores, pensadores y los artistas de una nueva hornada en Chile, pues los que están presentes en la antología “El árbol de los libres”, combatieron, cantaron, relataron, testimoniaron y también cuando fue necesario se evadieron para volver a arremeter contra una realidad adversa y disciplinaria, pero hoy nos toca otro mundo, otra situación y en este momento, otro Chile que en esencia no dista del anterior, no en la superficie quizá, pero si en los mecanismos que nos coartan al tiempo que nos dan alas…

Los medios de masa nos bombardean pero también podemos usarlos para responder y hermanar. Facebook y Twitter fueron de mayor utilidad que el roñoso fax de la Onemi. Creo que la respuesta esta en otro texto de Eduardo Llanos. Me refiero al escrito titulado “Aclaración preliminar” también presente en “El árbol de los libres”. Este texto en su visceralidad y capacidad de crítica siempre me ha parecido de gran vuelo.

Dice así:

[…] Pero si ser poeta significa sudar y defecar como todos los mortales,
contradecirse y remorderse, debatirse entre el cielo y la tierra,
escuchar no tanto a los demás poetas como a los transeúntes anónimos,
no tanto a los lingüistas cuanto a los analfabetos de precioso corazón;
si ser poeta significa enterarse de que un Juan violó a su madre y a su propio hijo
y que luego lloró terriblemente sobre el Evangelio de San Juan, su remoto tocayo,
entonces, bueno, podría ser poeta y agregar algún suspiro a esta neblina.

Todo lo dicho en relación con el libro El árbol de los libres, con el perdón de la digresión personal sobre la coyuntura, forma a mi parecer parte del diálogo incesante que el trabajo de Fabián Muñoz promueve a través de su selección sobre todo si consideramos que el antólogo mexicano confiesa al inicio del libro que este proyecto nació después de un paseo por las playas de Con Con al enterarse en su departamento en que cumplía la residencia artística, por medio de la prensa televisiva, del deceso de Pinochet. Esta suma de fenómenos y efectos concatenados lleva a reflexionar sobre nuestra vía para procurar ser libres. Ella no reposa en la superficie del árbol, superficie que por lo demás ha mostrado muchas veces ser acartonada y manipulable en Chile, sino que al contrario subyace bajo esa tierra que se mueve con mucha vitalidad para nuestro disgusto. Busquemos entonces en la raíz o el rizoma que las generaciones anteriores atisbaron, esnifaron y sobre la cual poetizaron en sus relatos, algunos incluso llegaron a perderse en ella por eso la generación actual quizá debe también perderse en ese tránsito sin centros para encontrar nuevas salidas y entradas, nuevos puntos de fuga por entre las ruinas y fragmentos que permitan una alternativa de libertad y no una verdad que se maquilla como el rostro univoco de la felicidad, arco iris procesado y empaquetado para el bien del logo de campaña y la sonrisa en cadena.

Marzo del 2010.

WITOLD GOMBROWICZ Y LA FORMA


Escribe Juan Carlos Gómez

Quienes sigan atentamente las aventuras de estos gombrowiczidas habrán leído con algún provecho “Witold Gombrowicz y la Inmadurez”, le ha llegado el momento entonces, pues la inmadurez ya debe estar más o menos digerida, de darle lugar a la forma.

La Argentina fue para Gombrowicz un gran campo de maniobras, en este lugar neutral, como si fuera la mesa de un café, intentó establecer los límites al problema de poner en claro si el par dialéctico inmadurez-forma, una intuición que planea sobre toda su obra, era una verdadera reducción ontológica del hombre o tan sólo una perogrullada o una tautología.

La concepción de la forma no es para Gombrowicz un problema conceptual, como lo es para la filosofía, sino un problema práctico.

“Pero el hecho de que mi madre no quisiera ser lo que era, que no quisiera reconocerse a sí misma, terminó vengándose de ella, porque nosotros, sus hijos, le declaramos la guerra […] Y fue allí, seguramente, donde comenzaron mis dolorosas contorsiones con la forma polaca, que producían en mí un efecto parecido al de las cosquillas: uno se troncha de risa, pero no resulta agradable […]”.

“Mi sensibilidad respecto a la forma, que demostré desde mi más temprana infancia, me permitió más tarde hallar mi propio estilo literario y crear un género que va consiguiendo poco a poco derecho de ciudadanía en el mundo. […] Una cosa era cierta y yo me daba cuenta: mis primeras tentativas literarias manifestaban una fuerte oposición… oposición a todo… su tono era rebelde… Si entro en esta Cámara de los Lores, me decía, será como Byron, para sentarme en los bancos de la oposición”.

La realidad no puede ser abarcada tan sólo por la forma pues la forma no está acorde con la esencia de la vida. El intento por definir esta insuficiencia de la forma es un pensamiento que se convierte en forma, y que confirma tanto su impotencia para aprehender la existencia como nuestra inclinación por ella.

La realidad surge de asociaciones de una manera indolente y torpe en medio de equívocos, a cada momento la construcción se hunde en el caos, y a cada momento la forma se levanta de las cenizas como una historia que se crea a sí misma a medida que se escribe, introduciéndose de una manera ordinaria en un mundo extraordinario, en los bastidores de la realidad. Gombrowicz descompone el mundo en elementos de la forma, pero también recrea la reacción del hombre frente a ese proceso de descomposición, de modo que es de nuevo el hombre y no la forma quien se halla en el centro de la obra.

Entre el yo de Gombrowicz y lo otro siempre había un mediador, un mediador al que finalmente le puso un nombre: forma, y la forma era el origen de sus archidolores que como un puñal se le hundía en la carne y lo hería una y otra vez. Su conciencia se puso a disposición de su inmadurez y entre ambas entablaron un combate a muerte con las formas, y las formas son las máscaras con las que nos aparecemos ante los demás y ante nosotros mismos, una deformación interhumana del ese “yo mismo”. Gombrowicz explica muy claramente cómo asomaban la cabeza los dolores emergentes de esa lucha.

“[…] Ignoro cuál es mi forma, lo que soy, pero sufro cuando se me deforma. Así, pues, al menos sé lo que no soy. Mi ‘yo’ no es sino la voluntad de ser yo mismo […]”.

Como la escritura es también una forma en sí misma, Gombrowicz se refiera a ella como una ultractividad de su propia naturaleza, por lo menos para su propia obra.

Existe un ascenso desde los primeros elementos individuales que crecen mientras se escribe, siguiendo la ley de la acumulación formal, hasta la visión general que cierra el conjunto. Una clase de esos elementos son frases sueltas y situaciones excitantes, de los que sobreviven unos pocos. Esta función de control que el autor ejerce, eliminando buena parte de los primeros miembros de un conjunto que se va formando, es muy importante y está presente en todo el proceso.

Las frases y los elementos en estado caótico le impondrán al autor, por la propia necesidad interna de la forma, una representación más amplia: escenas y una trama en estado de nacimiento que sólo deben satisfacer las necesidades de la imaginación. En este segundo momento, el caos inicial se reduce y aparecen con alguna claridad las asociaciones y los elementos excitantes y misteriosos cuya acción se amplía; un repiqueteo que el autor debe buscar siempre.

También aquí es necesaria la actividad de eliminación. Mediante este proceso de control, el autor debe contrastar siempre el resultado con el sentido interior de su vida que, sin embargo, no conoce.

Los miembros de este conjunto, si es que la creación se realiza de esta manera, es decir, si el autor evita la intervención pesada de las líneas de realidad, adoptan un comportamiento que define su naturaleza y sus funciones. Es aquí donde aparecen las escenas claves, las metáforas y los símbolos que ya apuntan en una dirección determinada ante la que no se puede exclamar: —¡Elimino! Del caos inicial, por una acumulación de forma, se pasa a las escenas, a los personajes, a los conceptos y a las imágenes que el proceso de control ya no puede eliminar, y lo ya creado dictará el resto.

“Tu principio debe ser el siguiente: no sé dónde me llevará la obra pero, me lleve donde me lleve, tiene que expresarme y satisfacerme”.

El sentido interior de la vida es el ángel de la guarda que toma la palabra para confrontar constantemente la imaginación con la realidad y para mediar en la lucha entre la vida y la existencia.

“[…] Cuanto más loco, fantástico, intuitivo, imprevisible e irresponsable seas, tanto más sobrio, responsable y dueño de ti mismo debes ser”.

Resulta útil ver cómo Gombrowicz pone en funcionamiento esta concepción de la forma aplicada a la actividad de escribir en su propia obra. En uno de los primeros intentos que hizo en los diarios, al que podríamos considerar como un intento metaliterario, Gombrowicz se las arregla para desvincular a la forma de sus ataduras y darle vida propia echando mano a Creta.

Todo ocurre un día en que va almorzar a la casa de un ingeniero que tiene una industria en la localidad de Acassuso. A medida que ponía atención se iba dando cuenta que la casa, la mesa del comedor y los platos eran demasiado renacentistas, mientras la conversación se centraba también en el Renacimiento, una adoración por Grecia, Roma, la belleza desnuda y la llamada del cuerpo. La conversación giró alrededor de una columna de Creta, y a Gombrowicz se le pegó el cretino, leitmotive de toda la narración, pero no de una manera renacentista, sino totalmente neoclásica y cretínica. Llegado a este punto le advierte al lector que él sabe que no debería escribir sobre esto.

De vuelta en la ciudad se dirigió al café Rex pero, de repente, desde el café París, le hacen señas unas señoras conocidas que aparentemente estaban sentadas a la mesa comiendo bizcochos que mojan en la crema.

Pero era una mistificación, la verdad es que estaban sentadas a un tablero cubierto de esmalte apoyado sobre cuatro barras de hierro torcidas, y la acción de comer consistía en meterse una cosa u otra por un orificio practicado en la cara, al tiempo que sus orejas y sus narices despuntaban. Cháchara va, cháchara viene, Gombrowicz pide disculpas y se marcha alegando falta de tiempo. El hecho de que estuvieran ocurriendo cosas demasiado cretinas como para ser reveladas, era la razón que lo obligaba a relatarlas pues tenían un exceso de cretinismo.

Al salir del café París se dirigió al café Rex. En el camino se le acerca una persona desconocida, le dice que hacía tiempo que quería conocerlo, lo saluda, le da las gracias y se va.

Cuando iba a ponerlo de vuelta y media al cretino, se da cuenta que no es cretino, puesto que sólo quería conocerlo y lo había conocido. Se empiezan a encender las luces de la noche, pasan los coches, caminan los transeúntes, mientras tanto Gombrowicz mira las casas. En el balcón de un séptimo piso le están haciendo señas Henryk y su mujer. Él también les hace señas. Henryk y su mujer hablan y hacen señas. Coches, tranvías, gente, bocinazos, Gombrowicz les responde con señas. De pronto repara en que Henryk, más que hacer señas, enseña… ¿pero qué es lo que enseña? Se está enseñando a sí mismo como si fuera una botella.

“Yo hago señas. De repente ella (pero no, yo no puedo hacer el cretino; sin embargo, si tengo que desenmascarar al Cretino debo hacer el cretino); entonces ella le enseña hasta que él se asoma y ella le enseña con saña (pero, ¿qué es lo que enseña?), después de lo cual los dos se ensañan ligeramente, y uno hacia aquí, el otro hacia allá, y, ¡puff!… (¡Esto sí que no puedo decirlo, está por encima de mis fuerzas!)”.

SÁBADO 13: CONFERENCIAS SOBRE MÚSICA ELECTRÓNICA EN LA CASONA DE SAN MARCOS


Continúa el Ciclo de Conferencias “Música e Identidad”, organizada por la Dirección de Música de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

En el marco del Ciclo de Conferencias “Música e identidad”, se llevará a cabo la segunda sesión de las conferencias sobre música electrónica que el músico invitado Gilles Mercier viene realizando en el Centro Cultural de San Marcos.

En esta segunda y última fecha, el reconocido compositor disertará en torno al segundo período creativo de sus obras y a sus últimos trabajos. Asimismo se contará con la participación de Abraham Padilla, director de la Dirección de Música de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

El evento se realizará entre 4:00 p.m. y 6:00 p.m. en el AUDITORIO del Centro Cultural de San Marcos, ubicado en la Casona del Parque Universitario (Av. Nicolás de Piérola 1222 - Centro Histórico de Lima).

El ingreso es libre y el público podrá participar con preguntas y comentarios al final de la sesión.

Mayores informes al teléfono 427 81 55, Dirección de Música de la UNMSM.

11.3.10

LA CASA DE LA LITERATURA PERUANA REALIZARÁ MAÑANA HOMENAJE A BLANCA VARELA


En la Casa de la Literatura Peruana se realizará el Homenaje a la poeta Blanca Varela, cumplido un año de su fallecimiento. El encuentro, que es organizado por la Casa de la Literatura Peruana, Christian Elguera y la Revista Virtual de Literatura El Hablador, será este viernes 12 de marzo en la Estación Desamparados, Centro Histórico, desde las 4:00 p.m. El ingreso libre.

En este homenaje participarán, respectivamente: Lourdes Rojas, Jesús Zavala, Nils Quispe, Alberto Valdivia, Óscar Limache, Camilo Fernández, Rocío Silva Santisteban y Mariela Dreyfus.


Programación:

4:00 p.m. - 4:15 p.m.

Presentación
Christian Elguera, Agustín Prado

4:15 p.m. - 5:15 p.m.

“La realidad, el existencialismo y el deseo vareliano”.
Participan: Lourdes Rojas, Nils Quispe, Jesús Zavala.
Modera: Benjamín Sandoval

5:15 p.m. - 6:15 p.m.

Alberto Valdivia: “Blanca Varela: Panorámica de una conciencia que despierta”.
Óscar Limache: “Lectura de Blanca Varela frente al Océano Pacífico”.
Modera: Christian Elguera

6:15 p.m. - 7:10 p.m.

Camilo Fernández Cozman: “Estructuras figurativas en la poesía de Blanca Varela”.
Modera: Jesús Zavala

7:10p.m. - 8:10 p.m.

Rocío Silva Santisteban y Mariela Dreyfus: “Disertación sobre Blanca Varela”.
Modera: Luis Fernando Chueca

9.3.10

LA POESÍA DE CARLOS EDUARDO QUENAYA EN “ELOGIO DE OTRA VANA INVENCIÓN”


Escribe Cromwell Castillo‏ Cabrejos

Con un lenguaje formal y un determinante gozo por la reflexión y el juicio, se presenta Carlos Eduardo Quenaya (Arequipa, 1984) con su libro de poemas Elogio de otra vana invención (Lustra Editores, 2008). La búsqueda estética, la importancia de las imágenes como causa-efecto del estremecedor sonido interior y la hondura a modo de esquirlas que se empeña en lacerarnos la existencia redondean la publicación primigenia de Quenaya. Pero no es frecuente encontrar en un primer libro la bondad de una madurez ni el soporte sólido de una propuesta audaz, al autor lo marca definitivamente la vida de estudio y el ritmo paciente de la disciplina literaria. En mi caso la escritura es un proceso muy lento. Empiezo trabajando el poema con el oído. Intento perseguir cierta cadencia que percibo con las orejas, luego el trabajo consiste en hallar la palabra que se ajuste mejor a la música que suena dentro de mí, afirma el poeta.

En Elogio de otra vana invención no sólo encontramos el cuestionamiento del poeta hacia sí mismo —lo cual define su estado de conciencia, el panorama total entre él y la Poesía como un ser extraño y no menos posible—, encontramos el puente perfecto entre ambas entidades, aunque esto traiga consigo registros de contrariedad y vías de autoflagelación que colindan con la atadura de todos los opuestos.

El libro abre sus fauces teniendo como clave una sentencia del poeta Roberto Juarroz: No se trata de hablar, / ni tampoco de callar: / se trata de abrir algo / entre la palabra y el silencio. Lo que sigue son veinticinco poemas, muchos de ellos develando las inconstancias y certezas del ser desde esa otra puerta mínima llamada concisión. Pero el universo poético de Quenaya puede encontrar mayor respaldo en otra sentencia del mismo poeta argentino, que añado porque es aún más contundente: Afirmo que la poesía es realidad, y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra conciencia real de la infinitud.

De esta manera, la propia existencia, el lenguaje, el abismo y la Poesía cohesionan sus timbres máximos para darle precisión a Elogio… Por ello, fue uno de los libros que recibió una mención importante ese año. Sol negro Editores se encargaría en aquel entonces de publicar desde su visitada tribuna lo mejor del 2008, citando a: Ocho cuartetas en contra del caballo de paso peruano (Album del Universo Bacterial) de Mario Montalbetti, Labranda (Hipocampo / Asaltoalcielo) de Roger Santibáñez, Los desmoronamientos sinfónicos (Hipocampo) de Miguel Ildefonso, Amórfor (Sol negro) de Salomón Valderrama, Postales (Cascahuesos) de José Gabriel Valdivia, Parabellum (Santo oficio) de Víctor Coral, Elogio de otra vana invención (Lustra) de Carlos Eduardo Quenaya, Airado verbo (Sol negro) de Juan José Soto, entre otros.

El encargado de cerrar el libro es el poeta Pedro Granados, quien en la contracarátula manifiesta que Quenaya no escribe de antemano como peruano y ese es su primer y gran acierto, un peruano de utilería —progresista o reaccionaria— nos referimos; y más bien lo hace como un ser de otro planeta que, sólo por principio de analogía, está próximo a nosotros. Continúa diciendo: Hace tiempo que no percibo entre los jóvenes poetas tal independencia de carácter y, por lo tanto, tal promesa de estilo. Y tan hondo e íntimo fervor por la poesía. Y tanto apetito por aprender.

Y no le falta razón, Quenaya es un poeta joven con un estilo renovado, cuyas raíces las ha establecido aquí en plena generación 2000, una generación efervescente con voces de gran altura, con poéticas que ya instauraron su reino en esta década que culmina con vida y dignidad literarias. Es un poeta que, como muchos de mi generación, escucha la Poesía más allá de la voz como ese sonido mágico que nombra todo aliento y jamás calla lo desconocido.


Poemas del libro en mención:


El abismo

Esto que rueda sobre el papel
es el burdo testimonio de mí mismo
……………el artificio herido
de la imagen que nace de la lluvia.
La escritura es un río
…………….. de humo que asciende
un instante atrapado por la voz,
…………… ese abismo
donde sólo es posible extinguirse.


Llamada profunda

Alguien llama a la insegura piel del poema
toca la lisa supuración de estas alas
cabalga hacia mí
………………… ¿Quién es él?
¿Quién es aquél que avanza
impávido en la bruma
ese otro que cabalga y no soy yo
sobre un río que instaura la noche?
Desconozco al que viene y dice esto
Falaz centinela del espejo
Caviloso pasajero que viaja
a la insegura piel
al temeroso poema que calla y crece en la sombra.


El conjuro

Lo que digo no está en los labios
………………no en el papel
Lo que digo no es lo que callo
………………o lo que creen que callo
Lo que digo no es necesario
Lo que digo, eso que digo
………………qué?


Pero este poema

Pero este poema sólo ha nacido
para la fugacidad del tiempo
para la siniestra curva
de algún cigarrillo,
para la voraz locura del aire.

Cómo detener
el curso irreversible,
cómo suspender
este poema
en el filo
de mi aliento?


La puerta

¿Y si la entrada fuera esta puerta
si una palabra fuese el umbral
y no la metáfora de la puerta?
……………………….no ser
una sucesión de vocablos
un alegato contra lo fútil
no la página
en que se reconstruye esta imagen
…………………………. Transformar
un trasegado vuelo
en una limpia corona de agua
un enjambre de espejos
en la arena clarísima de los ojos
transformar lentamente esta escritura
en una puerta más ancha
en una puerta más larga
como una vereda hacia el mar.


Ars poética

Todo lo que escribo es mentira
esta mano,
su impostergable designio
me acecha.

La soledad yace aquí bajo mi mano
vuelve ajena la vacilación del espejo.

Todo lo que escribo es mentira,
cada paso
cada pensamiento borroneado por el lenguaje
alimenta este oscuro deseo.
Y esta hostil paradoja es la que explica mi ser.

Todo lo que escribo es mentira
Todo lo que quiero para mí
es una página donde descansar mi cabeza.
Todo lo que escribo es mentira que me inventa.


*Tomado del blog del Grupo literario Signos.

8.3.10

LAS ESTRATEGIAS DEL SILENCIO O LA EXIGENCIA POÉTICA EN “INSTALACIÓN” DE JUAN W. YUFRA


Escribe Darwin Bedoya


1: Dejo de hablar en silencio por aquellas palabras que conozco:

Jean-François Lyotard afirmaba que «no creamos mezclas lingüísticas necesariamente estables y las posesiones de las que constituimos parte no son forzosamente comunicables», esto supone que somos creadores de un código dinámico, un código en constante metamorfosis, pero insuficiente para exteriorizar todas nuestras experiencias vitales. Igual que todo sistema de signos, el lenguaje impone sus reglas, nos somete y encauza por intrincados vericuetos ya esbozados que parecen llevarnos a callejones oscuros, en los que, sin embargo, a fuerza de creación, hallamos una puerta de salida. Este es el tipo de exigencia que acontece en la creación poética de Juan W. Yufra[i] (Ilo, Moquegua, 1977) un poeta que traslada al lector la nueva sensibilidad proclamada por la poesía de estos tiempos. Avidez de lo nuevo, irrupción del cambio, aniquilamiento y alejamiento del mundo de las convenciones, de los límites estériles y el hastío. Todo ello se representa con insistencia en la obra poética por él publicada: «Crónica de colisiones», 1998, «Búhos escarbados», 1998, «Graffiti de zoo», 2003 y, el texto que nos ocupa ahora «Instalación», Cascahuesos editores & Editorial Auqui, 58pp. 2009.

En la poesía de Yufra, aparte de su ya reconocido minimalismo[ii] en la estructura textual de sus poemas, hay espacio también para la revisión y alejamiento del pasado y la consideración minúscula de las ineludibles tradiciones. El reto de los proyectos artísticos como el de esta poesía, es desplazarse y alejarse siempre un poco más allá de los universos consuetudinarios, no amodorrarse en la gloria de obras sempiternas; sino, detenerse un toque en el cuestionamiento y la reflexión, practicar ese hecho de regresar e ir hasta los nuevos sistemas, para volver a crear eso que conocemos como poesía.

La obra poética de Juan W. Yufra podría definirse, en un primer intento de aproximación, como una exigencia poética incansable donde la trascendencia de la palabra es inmediatez en su discurso. Hay en sus versos un siempre anhelo descontento que busca una presencia, una avidez por la perpetuación de las imágenes, giran los signos, las representaciones sígnicas de una desesperada propensión intelectiva. Creo que sus poemas son efectos lúcidos que procura el silencio, en ellos se erige la usura del tiempo, la soledad y el olvido. Sus poemas son acercamientos a la reflexión y al conocimiento de la palabra. Este poeta, detractor de la mimesis, pone de manifiesto en sus textos la autonomía de los signos en relación con sus referentes. Ni realidad, ni ser esencial. Nada existe allí afuera del ser, sino los signos que él crea en función de la palabra y el silencio. La concepción del mundo y de nuestra propia identidad se construye y se juega a través de signos, en las formas de representación. Yufra muestra cómo el lenguaje también puede incitarnos a crear, a construir nuevas y cada vez más ornamentadas puertas de salida a las encrucijadas del laberinto de signos. Y, aunque no se lo puede individualizar en ninguna de ellas, logra hacerlo:

Abs 1

imágenes
ahora difusas
a un lado unos cuantos papeles
y al otro
las manos dispuestas a moverse tras unas líneas
surge un poema
las palabras ya fueron

····················(Absueltas, p.11)

El espíritu experimentador de Juan W. Yufra pone a prueba el código y propone la desaparición de la palabra. El enorme edificio de conceptos y signos que elevamos hacia la abstracción. Sabedores de que el lenguaje es una enorme malla que tejemos para comprender al mundo, incluidos a nosotros mismos, aquí en estos versos nos encontramos con otros rostros, pero seguimos siendo los mismos. Todo puede encajar en esa malla si se quiere. De hecho, se quiere que todo encaje en una estela de luminiscencias. Es necesario que el mundo entre en un diccionario y en un manual de gramática. La brevedad de sus textos podría sugerir eso. La trama se amplía con redes de lazos ligados a nudos que atan ideas con signos humanos sin rastro de aquellas que exceden los nudos que ligan los lazos de redes que amplían la mítica trama:

Abs 5

otra vez ········ la palabra
en el papel ··· la hoja
la misma sensación de fuego
que arde por gusto
su densa niebla recoge el cuerpo

····················(Absueltas, p.15)

Algo tiende a exceder, a verterse y salirse de los bordes: el silencio/la palabra. La palabra/el silencio. Allí es donde el lenguaje nos abisma, nos abruma con un silencio innombrable. El lenguaje parece no ser un refugio tan seguro como creemos. Ante lo inefable, suele desmenuzarse, hendirse y dejarnos flotando entre sus fragmentos, ahogados en el silencio. La tradición ha dictado, certificado y archivado que lo que no se puede cargar con palabras es de dudosa existencia, o carece, al menos, de una esencia cierta. En verdad, de lo que carece lo inefable es de la posibilidad de ser comunicado al otro. Cuando no es posible definir, o designar siquiera, algo que está sucediendo o que está estando es cuando sentimos la necesidad de derribar el edificio de conceptos y emerge la posibilidad de intervenir, de ocupar una nueva dimensión en el lenguaje, y, además inventar nuevos sentidos, crear signos, conceptos con los cuales movernos, sentir, respirar, vivir. Lo inefable es la clave. La búsqueda se rige por lo inefable y Yufra lo sabe. Así es que se entrevera en apoteósicos juegos hasta que despunta una certeza, tan frágil y fugaz como el crepúsculo, y estalla:

Abs 9

eliges ver las palabras
las imágenes en algún lugar
[…]
····················(Absueltas, p.19)

No vamos a negarle a la imagen poética cierto grado superlativo en este orden, aunque recordemos que todas las imágenes, y no sólo las literarias, son mentales (realizadas de modo definitivo en la mente, aunque naciesen gracias a estímulos dados por cuerpos o fenómenos «externos», «objetivos») y también que no existen imágenes (sensaciones sí pero imágenes cabales no) sin conceptos. La palabra: dialéctica de la poesía y del silencio. O desmoronamiento de significados, verso sencillo y caída palabra, sin que la tierra o el cielo puedan sostenerla. Entonces, ahora, Yufra va ordenando las palabras, una a una: palabras y sentidos. Alumbra artilugios deleitables, fundadores, ambiciosos, desafiantes, retóricos. Inserta ya la cuota de orden/desorden, de imprevisibilidad e incertidumbre que genera lo nuevo, Yufra va desnudando al lenguaje con cada palabra a la vez que va denunciando que los conceptos que existen no son intocables, ni siquiera indispensables, y que es cada vez más indispensable guiarnos por intuiciones y sensaciones:

—15—

escribir las palabras que existen por sí solas
escenas que no nos llegan nunca de la memoria
garabatos
sólo criaturas incomprensibles
tu lengua condena la neblina

····················(Monólogo de Lea, p. 52)


2: Desconozco si únicamente la palabra tiene el poder de procurarme el silencio:

A salvo del silencio, sobreviviente, a bordo de sus poemas, exclama que si vivimos dentro de un lenguaje cuyos límites son los de nuestro mundo, debemos extenderlo, duplicarlo, interrogarlo y reformarlo para ampliar ese mundo y desparramar en él nuestra multiplicidad, para encontrarnos con los otros y los fragmentos de los otros. Yufra nos induce a deshablar, nos enseña a desaprender el lenguaje y a confeccionarnos un nuevo código a cada instante:

—10—

[…]
(otras palabras que se encarguen de decir
lo que escribo)
[…]
····················(Monólogo de Lea, p. 47)

Siguiendo los razonamientos derridianos o demanianos, Gayatri Spivak coincide en este punto con que, estando frente a un trozo literario y su representación semántica: el lenguaje literario, nos hallamos ante una fuerte indecidibilidad. Un silencio acaso. Esta es otra proposición importante de la poética de Yufra: la semantización de todas las formas sígnicas. Lotman también exteriorizó sus ideas frente a este aspecto, él propuso el principio teórico de que basta con definir el texto como artístico para que entre en juego la presunción acerca de la significación de todas las ordenaciones existentes, presunción que, como sabemos, ya encontraba en Jakobson un presupuesto fundamental: la valencia sígnica. Esta expectativa se hace extensiva del nivel semántico al de las formas de organización textual:

—13—

[…]
las palabras sueltas
—a mi alrededor unos ruidos—
las olas en estas letras
nada/ sólo esta piel
[…]
····················(Monólogo de Lea, p. 50)

Así, no sólo se supone que se trata de una comunicación con sentido, sino que además el modo de organizar el texto puede proporcionar un sentido que origine otros sentidos. Pero en la poesía de Yufra se ponen notas relevantes que hacen mella a estos enunciados por cuanto es nada fácil saber, razonar, cómo se produce esta semantización si nos basamos en un solo nivel, en el que opera una determinada forma de organización, sin compararlo con los demás niveles de la constitución textual:

Abs 12

las letras —desde luego—
en una palabra que ingresa
sin decir nada en la boca

····················(Absueltas, p.24)

Esto supone que los elementos externos al texto se adhieren al significado desde el punto de vista de la función que puede desempeñar la forma de organización en cuestión. Además, este aspecto ha debido contribuir a este reconocimiento el hecho de que, por ejemplo, Lotman no desconsidere otros marcos superiores, otros sistemas sígnicos que conforman el sistema de sistemas que es la cultura, a la hora de comprender las palabras y estudiar los lenguajes. Más bien ocurre que esto se gesta desde una vía teórica que pretende borrar la separación entre lo concreto y lo abstracto. De ahí que, Yufra, sin dejar de considerar en su poesía una teoría pragmática latente en cada verso logra su cometido, con lo que supone de concepción final y considerablemente lingüística dentro del fenómeno literario, y de ese modo se ofrezca a la posibilidad de acceder al lector:

—7—

[…]
cada palabra que se ha lanzado al agua
es la palabra que vuela desde tus ojos
la que irrumpe en la hoja
aquella excusa que divide y deambula
que inventa
[…]
····················(Monólogo de Lea, p. 43)

Esto es una señal, una manera de decir que, sólo en la medida en que la palabra sea capaz de sentirse exenta de algo que se pueda decir de ella, la palabra es, el poema existe sin que se diga nada sobre él, del mismo modo en que el óleo es bello sin que haya alguien que diga algo de él, él existe ya en la admiración pura de quien lo contempla. Es una forma sublime de aquilatar la sensibilidad no por lo que se dice de él sino por lo que no se dice, por lo que de él percibe quien lo toma y lo hace suyo. El silencio:

—2—

[…]
Sólo puede decir
Algunas palabras
Escribir
Acerca del olvido de las estatuas de sílex que
Existieron
Antes de la escritura
[…]
····················(Monólogo de Lea, p.27)


3: Relectura y reescritura de aquellas palabras que no se conocen ni en silencio:

La relectura y reescritura que hace Yufra, nos recuerda las fronteras entre la palabra y el silencio, su poesía nos trae a la memoria la belleza terrible de Rilke en las «Elegías…», se entremezcla con esto y nos anuncia esa exigencia de Rimbaud por nombrar lo innombrable, experiencia que lo lleva a decir: «Escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable», y luego «¡Ya no puedo hablar!» («Una temporada en el Infierno»). Experiencia última que lleva al poeta francés a iniciar su camino hacia «Abisinia.» Experiencia que condujo a Alejandra Pizarnik, a otro infierno y la llevó a decir: «Palabra por palabra yo escribo la noche.» Quizás la imaginación es hija del silencio, pero sabemos también que tal vez esta afirmación la hagamos quienes pertenecemos a una generación distinta a la de antaño. Eielson ilustró el tema del silencio con estos términos: «La poesía se sirve de las palabras para hacerse comunicable. Ellas son un medio de expresión, no la expresión misma. Mucho menos la poesía misma. Superado el medio de las palabras, la poesía reina ilimitada y se confunde con la esencia de las cosas. La poesía, por lo demás, puede prescindir de las palabras (pintura, escultura, música, danza, religión, magia)» Un poco dentro de este contexto, Susan Sontag en «La estética del silencio» nos dice: «El silencio es el supremo gesto ultraterreno del artista: mediante el silencio, se emancipa de la sujeción servil al mundo, que se presenta como mecenas, cliente, consumidor, antagonista, árbitro y deformador de su obra.» En la poesía de Yufra se da la contemplación de la palabra, pero teniendo en cuenta el silencio, ese silencio que crea la música, que otorga el ensimismamiento de los signos para retornar a la palabra. El silencio, por naturaleza lento, trae al ánima una calma de infinidad de imágenes, y una paz casi divina para el cansancio que lo busca como ambiente de reposo. En el silencio se engendra el pensamiento. En el silencio se vive la contemplación. En su calma no se siente fluir el tiempo, y una plenitud espiritual es posible vivir en su contorno. La finalidad de la visión/sensación del silencio es entrar al discurso como un signo de la insuficiencia de los signos, experiencia de la fungibilidad de los significados y subsistencia de los significantes con una significación:

—12—

Separada del viento y de la oscuridad
Entrego mi voz
A las profecías
Así oculto sus restos
Sus palabras invisibles

····················(Monólogo de Lea, p.30)

No se puede hacer cualquier cosa con la lengua y, en consecuencia con la palabra, la lengua, como la palabra, en el caso de la poesía o el texto estrictamente literario, nos preexiste, nos sobrevive. Si se quiere afectar a la lengua de algún modo es necesario hacerla de manera depurada, respetando en la irrespetuosidad su ley secreta. La lengua del amor en un Paul Celan, por ejemplo, intenta reparar la caída del hombre. Mientras un texto sobreviva, en algún lugar de esta tierra, aunque sea en el centro de un silencio blanco que nada viene a romper, siempre es capaz de resucitar. Walter Benjamin lo enseñaba, el propio Borges hizo su mitología: «un libro auténtico nunca es impaciente. Puede aguardar siglos para despertar un eco vivificador.» creo que no cualquier libro se puede conseguir fácilmente. Ese que buscamos de repente está en el lugar más alejado. Puede estar en venta en un remate público, a mitad de precio en los rieles de una estación de ferrocarril. Puede hallarse en una biblioteca que nadie revisa ni visita como estaba el primer Luzgardo Medina que yo robé y leí, pero la poesía sigue estando ahí. Complementando esta idea, Walter Benjamin señalaba la distinción entre «überleben» por una parte, sobrevivir a la muerte, como un libro puede sobrevivir a la muerte del autor o un niño a la muerte de sus padres, y, por otra, «fortleben, living on», continuar viviendo. Sobre esto, Vassily Kandinsky aumentaba: «Toda creación de arte es gestada por su tiempo y, muchas veces, gesta nuestras propias sensaciones.» La palabra atraviesa las fronteras de la vida y de la muerte, se confunde con el silencio, usa estrategias, pero sigue significando, sigue estando sin estar. La alegoría y el símbolo nos proporcionan el marco dentro del que se mueve desde hace tiempo la caracterización de la obra de arte, en especial la poesía. Pero ese algo de la obra que nos revela otro asunto, ese algo añadido, es el carácter de sentido y de ser de la poesía. Casi parece como si el carácter de sentido de la poesía fuera el cimiento dentro y sobre el que se edifica eso otro y propio de la obra. ¿Y acaso no es ese carácter de sentido de la poesía lo que de verdad hace el artista con su trabajo?:

—5—

—el propósito es construir
con estas piedras
el itinerario de lo que arde
como algo simple
en la escritura
en cada letra desfigurada
por la letra
dispersa
en una palabra
que culmina en la boca—

····················(Monólogo de Lea, p. 41)

Las pausas que construyen al poema están hechas de espacios, no para detener el tiempo, sino para trascender el instante. Aquí el poeta quiere dar razón de la existencia y en vez de acudir a su anecdotario, prefiere atrapar su huella, su paso por el mundo. Por eso su facultad simbolizadora es un maremágnum de imágenes, sin que éstas sean necesariamente las mismas. Según Heidegger «la poesía es lenguaje en flor.» A pesar de que tiene una vida fugaz, la flor deja su perfume. Es instante que trasciende a la brevedad de su vida. Bachelard, deteniéndose en este asunto, señala en el fuego de la poesía, que «…la llama tiene una buena muerte: muere durmiéndose.» Morir para dar lugar al sueño: así es esa flor hedeggeriana, «muere porque no muere», parafraseando a Santa Teresa. También sugiere cierta atención la verticalidad de la flor, del hombre y de la llama. «…en todo ser vertical reina una llama, el fuego.» Este mismo sueño ordena los delirios de la poesía. Pero el poema, al menos en Yufra, no es un delirio que inventa lo que le place ni una divagación de la mera capacidad de representación e imaginación que acaba en la irrealidad. Lo que despliega el poema en tanto que propósito esclarecedor de desocultamiento y que proyecta hacia adelante en el rasgo de la figura, es el espacio abierto, al que hace acontecer, y de tal manera que es sólo ahora cuando el espacio abierto en medio de lo ente logra que lo ente brille y resuene:

—12—

[…]
—en tus ojos el agua es de mar—
estas palabras no intentan decir eso
(a veces la imagen de una vela encendida)
[…]
····················(Monólogo de Lea, p. 49)

Si contemplamos la esencia de esta poesía, su libre fluir, su correr de acuerdo a su antojo y su relación con el acontecimiento de la verdad de lo ente se torna cuestionable si la esencia del poema, lo que significa también la esencia del proyecto, puede llegar a ser pensada adecuadamente a partir de la imaginación y la capacidad de inventiva: la exigencia poética. Debemos seguir pensando la esencia del poema —ahora comprendida en toda su amplitud, pero no por ello de manera indeterminada—, como algo digno de ser cuestionado, que debe ser pensado a fondo. El poema está pensado aquí en un sentido tan amplio y al mismo tiempo en una unidad esencial tan íntima con el lenguaje y la palabra (sin olvidar el silencio), que no queda más remedio que dejar abierta la cuestión de si el arte en todos sus modos, desde la arquitectura a la poesía, agota verdaderamente la esencia del poema. En la medida en que el lenguaje nombra por vez primera a lo ente, es este nombrar el que hace acceder lo ente a la palabra y la manifestación. Decía Alberto Caeiro: «Verdad, mentira, cierto, incierto… / Aquel ciego que va por el camino también conoce estas palabras» Y las palabras son lo que dicen o hacen, por eso se saben:

—5—

(Estas palabras se
Disuelven
En el cuerpo)
[…]
····················(Monólogo de Lea, p.28)

Este nombrar nombra a lo ente a su ser a partir del ser. Este decir es un proyecto del claro, donde se dice en calidad de qué accede lo ente a lo abierto. Proyectar es dejar libre un arrojar bajo cuya forma el desocultamiento se somete a entrar dentro de lo ente como tal. El anunciar que proyecta se convierte de inmediato en la renuncia a toda sorda confusión en la que lo ente se oculta y retira. Cuando se lee un texto poético lo importante no es desentrañar lo que el poeta quiso decir realmente, o cual ha sido la estructura matemática de todo el poemario, cuya precisión no nos ha pasado desapercibida, sino escuchar las resonancias que nos deja, paladeando el sabor que produce en el espíritu el descubrimiento de ese ser nuevo que habita en nosotros después del goce estético e intelectual de transitar sus versos:

—6—

Una imagen perturbada
Por el lenguaje
De sus ojos de ceniza
En donde tus manos se sumergen
Y escriben
Mi letra
Incrustada
Inaccesible
····················(Monólogo de Lea, p.29)

Preciosidad y pensamiento, he ahí los ingredientes de ese transporte emocional del que hablo. Liberada de la función de ser significante de un significado —constituido en alteridad respecto de ella—, la imagen es ahora creadora de un sentido hasta entonces no existente, génesis de una significación que tiene en ella su origen y su lugar en lo imaginario (en la realidad de la imaginación.) Epstain decía: «Todo arte y, en consecuencia, toda poesía tienden esencialmente a suscitar, en el estado de vigilia, un sueño más o menos organizado, una ensoñación en cuya trama se mezclan en variada proporción las dos actividades del espíritu: una de lógica razonadora, otra de encadenamiento sentimental.» Por otro lado, Heidegger ilustró lo suficiente, esa especie de parte-aguas con el desenvolvimiento posterior del hacer poético:

—3—

éstas —para ser breves— se escriben
dirás,
no sirven las palabras en el suelo
sólo palos, esteras
una lámpara de carburo que colgamos en la zanja
[...]
····················(Monólogo de Lea, p.39)

Fue el granuja de Baudelaire quien se encargó de tematizar la modernidad, fue él quien logró entenderla como un valor contra el pasado y la tradición: «La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable.» Sin embargo, ¿Qué es lo que obra en la poesía moderna? Octavio Paz respondía: «El poeta nombra las cosas: éstas son plumas, aquellas son piedras. Y de pronto afirma: Las Piedras son plumas, esto es aquello. Los elementos no pierden su carácter concreto y singular: las piedras siguen siendo piedras, ásperas, duras, impenetrables, amarillas de sol o verdes de musgo: piedras pesadas. Y las plumas, plumas: ligeras. La imagen resulta escandalosa porque desafía el principio de contradicción: lo pesado es lo ligero. Al enunciar la identidad de los contrarios, atenta contra los fundamentos de nuestro pensar. Por tanto, la realidad poética de la imagen no puede aspirar a la verdad. El poema no dice lo que es, sino lo que podría ser. Su reino no es el del ser, sino el del ‘imposible verosímil’ de Aristóteles.» El poeta nombra las cosas, la imagen va formándose, y luego es:

—17—

El insomnio, sus conspiraciones
El signo anterior
—incluso sombras—
Una serie de huesos
Palabras como lluvia y otras piedras
Se desprenden

····················(Monólogo de Lea, p.32)

«Instalación» supone una reflexión seria y contundente sobre el silencio y la palabra. Esta cavilación la realiza alguien que no sólo se dedica a este oficio, sino que también «se experimenta» al escribir. Y es de ahí que resulte imprescindible para aquellos interesados en leer buena poesía. El autor, alguien que más que escribir, es escrito en cada texto, sobre todo en «Monólogo de Lea», sabe guardar silencio, sabe medir la palabra, se ilumina con los verbos, con las imágenes, con las metáforas: escribe poesía. Una vez más y ya desde el mismo silencio, encontramos en esta poética alusiones a esa «otredad» que se instala en la otra orilla tan presente en los 51 poemas y las tres partes que conforman el poemario. «Instalación» es, por último, el silencio donde las palabras logran el descubrimiento de la poesía. Este libro, aparte de la madurez del autor, nos muestra también una forma particular de concebir el verso o, mejor dicho, de sentirlo, porque eso es para Yufra la poesía: la aprehensión sensible y directa de la palabra. La estrategia del silencio es la palabra, la exigencia poética.

Socabaya, enero 30 de 2010


[i] Juan W. Yufra, junto a otros poetas coetáneos suyos, conforma una nueva generación de escritores que le vienen dando el fulgor necesario a la literatura última de Arequipa. La labor literaria, en este caso poética, que se realiza en Arequipa con poetas como José Córdova, Robert Baca, Kreit Vargas, Juan Zamudio, Óscar Saldívar, etc.

[ii] El verso breve y contundente es otra característica que impera en la obra de Yufra. Este minimalismo le otorga un aura de orden y precisión al poema. Ese minimalismo es una constante en autores de la literatura de contemporaneidad, pero que fue reconocida y estudiada desde hace un buen tiempo atrás y con mayor atención en nuestros días. Por ejemplo, en las páginas finales de «Minimalismo en la posmodernidad: resumen introductorio y notas», el crítico Kim Herzinger desarrolla un argumento bastante convincente para demostrar que el minimalismo es una manifestación de la posmodernidad y propone una serie de características o rasgos generales que lo definen. Entre ellas se encuentran sus aspectos formales, «una tendencia a la temática reflexiva, alejada del común denominador, concentrada en lo nuevo y marcada por un tono más o menos inmutable, objetivo, un tanto lacónico.» Esta idea coincide un tanto con los postulados de John Barth, quien, por su parte, también ha discutido la importancia del minimalismo en la literatura contemporánea. Barth considera al minimalismo como «un principio subyacente fundamental del fenómeno literario más impresionante de la actual literatura» y lo compara con el Boom latinoamericano. Entre las características más importantes que Barth señala —aparte de la evidente brevedad y aparente simplicidad de la estructura—, señala de nuevo su carácter lacónico, una ironía concentrada en la forma y dirigida hacia la tradición, y una ruptura, de alguna manera, con esa misma tradición que informa la obra. Estos aspectos son también perceptibles en la obra de Yufra, aunque con ligeras variantes que, obviamente, la hacen singular.

WITOLD GOMBROWICZ Y JERZY JARZEBSKI


Escribe Juan Carlos Gómez

“Pero, ¿para qué?, si ni siquiera sé si recibes mis cartas. Tienes la conducta de una persona de malos modales, que no tiene ningún interés en mantener una correspondencia conmigo, pero te disculpo, porque la idea que me hago de vos es equivalente a la de una Vaca que la mandan fuera de Polonia a comer pasto y cuando regresa la ordeñan hasta dejarla exhausta. Supongo que a estas horas tus ubres no deben dar abasto”.

La Vaca es un insigne profesor de la Universidad Jaguellónica de Cracocia, crítico e historiador de la literatura este especialista en Gombrowicz despliega una gran actividad por el mundo entero. Visitó la Argentina en el año 1968 buscando rastros de Gombrowicz y en el 2004, el año del centenario, para participar del homenaje que le hicimos en la Feria del libro.

En “Juguemos a Gombrowicz” la Vaca define las reglas de un juego que él mismo inventa para comprender a Gombrowicz.

“[…] Salvo las escaramuzas ocasionales con un mundo que lo disfraza ridículamente con ésta o aquélla máscara, Gombrowicz anda en busca de algo más duradero, y eso en dos caminos paralelos: presenta al mundo de manera obsesiva y repetida, su gesto espontáneo —frente a las personas, las cosas, los valores—, trata de entrever a partir de ese gesto, la diferencia específica que lo separa de los demás; pero además, intenta crear el modelo intelectual de esos enfrentamientos con el entorno, reencontrándose en una fórmula repetitiva y algo mágica que —de un modo casi independiente del propio jugador— dará forma a su biografía […]”.

Este galimatías de la Vaca, que no tiene nada que envidiarle a los que después escribieron el Pato Criollo y el Vate Marxista, me lo volvió a recitar en Buenos Aires y me dejó mal predispuesto. Cuando lo llevé a Santos Lugares a conocer al Pterodáctilo quedó deslumbrado y aturdido con nuestro hombre de letras.

“[…] mi expresión personal es completamente diferente de la tuya. Tú eres más que nada un actor, con un gran gesto, con una mímica muy expresiva, la voz lenta y modulada, con enunciados organizados como un poema. Yo estoy mucho más ‘oculto’, soy introvertido […] ¡el encuentro con Sabato! Me gustó mucho, estaba tan emocionado que dejé en su casa el primer casete. Te burlarás de mí, pero no me atreví a pedirle que me firmara el ejemplar de ‘Sobre héroes y tumbas’ que había llevado conmigo a propósito […]”.

La Vaca ha alcanzado una gran maestría en el arte de no decir nada, mejor dicho, en el arte de decir algo y todo lo contrario al mismo tiempo, cosa que se me hizo muy evidente cuando leí “El drama del ego en el drama de la historia”, un texto que la Corifea puso en mis manos y ante el que estaba arrodillada con la devoción de una adoratriz.

La Vaca tiene mucho talento para ponerle títulos a sus textos, el de “El drama del ego en el drama de la historia”, es un buen ejemplo de ello. El punto de partida de las especulaciones que hace en este trabajo es que el drama de Gombrowicz está adentro, es decir, en la psique, pero también afuera, es decir, en la historia del siglo XX, que el drama de Gombrowicz está en la lectura de su teatro, pero también en su escenificación. Promediando su análisis nos advierte que esta divergencia no es tan radical como pudiera parecer.

En efecto, la convergencia se produce en la esfera del drama familiar donde lo de adentro y lo de afuera son más o menos la misma cosa porque la familia es un sistema social íntimo y, al mismo tiempo, una miniatura del macromundo social.

Acto seguido le aplica a las tres piezas teatrales de Gombrowicz la trinidad consagrada de Freud: el yo, el súper yo, y el ello, para mostrarnos cómo una y la misma cosa puede estar en la psique y en la historia al mismo tiempo, de donde deduce que el drama es psicológico, pero también antropológico, que el aherrojamiento de Gombrowicz estaba en las esfera del yo, pero también en la miniatura del macromundo social. Yo supongo que en la medida en que la Vaca siga obligándose a complacer a públicos diferentes va a resultar cierto lo de que una cosa puede ser A y no A al mismo tiempo.

La Vaca, conocido como el científico de Cracovia por sus aportes literarios continuos y cuidadosamente elaborados, tiene inclinaciones donjuanescas. No basta para conformar estas inclinaciones que sea profesor de filología, debe haber en él una predisposición amatoria, probablemente genética, que lo orienta para ir detrás de estas aventuras.

Desde el mismo comienzo de nuestra relación epistolar tuve sospechas de que la Vaca corría tras las jóvenes estudiantes como los faunos seductores corren en el bosque tras las campesinas.

“[…] es una generación mucho más joven y quisiste entrar en la Corifea con una llave equivocada, a mí me resulta más fácil porque siento mejor su estilo y el de su generación, además de que, como ya te escribí, tengo un buen contacto con las chicas, aunque no lo quieras creer […] Puede ser por eso que trabajo en la universidad y tengo con esa gente un contacto diario. Mi ventaja es que puedo vivir entre chicas muy lindas, con la belleza de la juventud. Sí, sí, podés tener envidia de mí por mis jóvenes”.

Es muy útil descubrir los vicios asociados a los hombres de letras pues nos orientan en el recorrido de los laberintos del mundo que construyen en sus escritos.

En la actualidad estoy empeñado en ponerle el punto final a los estudios que he emprendido para descubrir cuál es la verdadera personalidad de la Vaca y su vicio más característico.

Durante un tiempo prolongado la Vaca recorrió el camino de la heurística, de la exégesis y de la hermenéutica, completando el trayecto que va del descubrimiento a la explicación. Finalmente se convirtió en un santo que intenta guiarnos en el camino hacia Gombrowicz.

En “Gombrowicz hacia Europa” la Vaca formula cinco interrogantes que responde con un sí y con un no a cada uno de ellos, utilizando el mismo procedimiento que ya había aplicado en “El drama del ego en el drama de la historia”.

¿Podemos entrar a Europa de la mano de Gombrowicz? ¿Se convertirá Gombrowicz en el vate nacional como Mickiewicz? ¿Es Gombrowicz un hombre de izquierda o de derecha? ¿Es católico, comunista o existencialista? ¿Podemos estar a la altura de Gombrowicz?

La Vaca va ajustando las cuentas conmigo poco a poco, en “Espiando a Gombrowicz” se refiere a mí de manera desdeñosa.

“[…] Pero… la maldición de Gómez es la de que no se nos mostró como artista y sólo brilla con la luz que refleja […] Estaría contento si consiguiera para sí mismo la fama y los aplausos que consiguió Gombrowicz en forma auténtica, pero esos materiales no le alcanzan para una túnica real […]”.

“¿Podrías arrodillarte delante de mí y llamarme genio?, me propuso este juego al estilo Gombrowicz. El juego es una cosa buena pero después de un rato renace la necesidad de algo más serio. Gómez, no sólo se enamoró de Gombrowicz, también tomó de él el deseo de la celebridad y de la grandeza pero sin la determinación y la fuerza creativa necesarias. Este alumno sabe imitar el gran gesto del maestro pero ese gesto vacío es como el duelo final del ‘Transatlántico’ […]”.

El domingo que siguió al día de nuestras exposiciones en la Feria del Libro del año del centenario, nos encontramos en lo de Madame du Plastique que homenajeó a los tres ponentes con un almuerzo en dio en su casa de San Isidro. Yo exclamé que en tanto que representante de Gombrowicz en la tierra le exigía a la Vaca que se arrodillara delante de mí y me llamara genio.

Me había dicho que sólo lo haría, cuando se lo pedí por primera vez en 1998, en el momento que yo me manifestara como escritor con una obra. El momento había llegado, pero la pobre Vaca estaba cansada con tanto trajín y con el viaje, y en vez de arrodillarse y de llamarme genio, se durmió.

“Twórczosc”, la revista literaria más prestigiosa de Polonia, es atacada de una manera ruin y artera por la Vaca.

”No construyáis demasiado sobre ‘Twórczosc’ porque es una sociedad respetable pero bastante cerrada y apegada a las viejas tradiciones homoeróticas después del paso de Iwaszkiewicz por su redacción. Los que publican en ‘Tworczosc’, si son admiradores de Gombrowicz, corren el peligro de ser calificados de homosexuales”.

Henryk Bereza, redactor de la revista “Twórczosc” y uno de los mejores críticos literarios de Polonia, le contesta con firmeza y dignidad.

“Una cantidad nada desdeñable de gombrowiczólogos se han convertido en unos maestros en desparramar mierda. No saben lo que escriben, ni siquiera sospechan que escriben tan solo contra sí mismos, dejando evidencia de su propia manera de pensar y de su desvergüenza moral. Ningún bien puede tener influencia sobre ellos, no existe en ellos ninguna posibilidad de asimilar el bien, ellos no saben que en el mundo en el que están sólo se puede ver mierda, ni que existe algo fuera de esa mierda, algo así pertenece a una esfera inalcanzable para ellos. La intensa relación espiritual de Gombrowicz con sus discípulos es uno de esos milagros de la existencia que puede ocurrir entre hombres, entre mujeres, entre mujeres y hombres. Puede ocurrir independientemente de las diferencias que existan entre generaciones, entre sexos y, en general, entre todo, solamente no puede ocurrir en los maestros en desparramar mierda porque su personalidad y su mentalidad, achatadas como después de un planchado, no pueden captar ni ver algo parecido”.

7.3.10

POETAS JAPONESES CONTEMPORÁNEOS EN REVISTA ARQUITRAVE Nº 46


Está en circulación el número 46 de la revista de poesía colombiana Arquitrave, dedicada a la poesía japonesa contemporánea. Preparada por un equipo de traductores profesionales [Akiko Misumi, Ayako Saitou, Kazunori Hamada, Mutsuko Komai y Ryukichi Terao] especialistas en América Latina, con una presentación de Tetsuo Nakagami y bajo la coordinación general del poeta venezolano Gregory Zambrano. La muestra incluye poemas de Kazuko Shiraishi, Ruriko Mizuno, Toriko Takarabe, Yutaka Hosono, Tetsuo Nakagami, Chuei Yagi, Shoichiro Aizawa, Masaki Ikei, Toshiko Hirata y Masayo Koike. Si desea leer directamente en PDF pinche aquí.

También podrá encontrar textos sobre la genialidad, la codicia y la maldad entre escritores, la poesía y los poetas de Haití, un video con canciones de Marta Jean Claude y muchas cosas más. Para consultar números anteriores vaya directamente a la sección de Archivo y si desea ver una relación de los artículos de nuestros colaboradores visite Lo más leído. Podemos enviarle una copia impresa a cambio del apoyo a nuestra publicación. Escriba a Suscriptores.

Arquitrave cuenta con un comité de patrocinadores que incluye los poetas, escritores y periodistas Alberto da Costa e Silva, Antonio Caballero Holguín, Antonio José Ponte, Consuelo Triviño Anzola, Daniel Balderston, Elkin Restrepo, Juan Carlos Pastrana Arango, Jaime Jaramillo Escobar, José Prats Sariol, Lalo Borja, Luis Antonio de Villena, Mushim Al-Ramli, Rafael Arráiz Lucca, Raúl Rivero Castañeda y Rowena Hill.

Arquitrave se publica cuatro veces al año en Cartagena de Indias. Avenida El Arsenal 8B-173 Apartado Postal 2-1-21241 Cartagena de Indias 130001/ Teléfonos: 57-5-6425365-3203066454

6.3.10

NUEVA PUBLICACIÓN DE CASCAHUESOS EDITORES: “PLUMAS DE BÚHO”


Nuestra nueva publicación: PLUMAS DE BÚHO, compilación de los trabajos ganadores del “I, II y III Concurso literario de Cuento, Poesía y Ensayo breve” del semanario El Búho

En un trabajo conjunto con el semanario El Búho, nos complacemos en anunciarles una gran publicación: Plumas de Búho, libro donde se reúne los trabajos de los ganadores y las menciones honrosas de los 3 primeros certámenes realizados durante los años 2007 y 2009 por este semanario en sus 3 categorías: Cuento, Poesía y Ensayo breve.

Es bueno señalar que el “Concurso literario de Cuento, Poesía y Ensayo breve” que organiza este reconocido semanario, es un certamen que se ha convertido en uno de los más importantes del sur del país logrando convocar cientos de trabajos provenientes de 5 regiones: Arequipa, Cusco, Puno, Tacna y Moquegua.

Así, en sus más de 200 páginas, este texto contiene la creación de escritores de esta gran parte de la región sur del país, muchos de los cuales son escritores consagrados en el medio, mientras que, a la par, están las nuevas voces que pronto alimentarán el concierto literario del país.

El libro, que ya se encuentra en prensa, será presentado este próximo miércoles en las instalaciones del Instituto Cultural Peruano Alemán a las 11:00 de la mañana. Ahí los esperamos.

5.3.10

I FESTIVAL REGIONAL DE POESÍA FEMENINA EN CHICLAYO


Con el propósito de conmemorar el día de la mujer, la Asociación “Diantre, Arte y Cultura” conformado por Kattie Requejo y Matilde Granados, realizará este sábado 6 de marzo el I Festival Regional de Poesía Femenina “Soy la chica mala de la historia”. Dicho evento se llevará a cabo en el Instituto Nacional de Cultura a las 7:30 p.m.

Dentro de las invitadas, se encuentran Erika Aquino, Danitza Crossby (Piura), Victoria Larco y Karina Bocanegra (Trujillo) quienes participaran junto a las chiclayanas Nevenka Waltersdorfer, Hilda Ríos, Ana Miranda y Rocío Ríos. Intervendrá colocando el toque musical el excelente tenor Carlos Fernández.

La entrada es completamente libre, puesto que uno de los objetivos que promueve la mencionada Asociación es propiciar y captar el interés de la población lambayecana mediante la realización de actividades alternas que enriquezcan nuestro acervo cultural.

3.3.10

“RIÑUCO”, UN CUENTO DE ORLANDO MAZEYRA GUILLÉN


Sin duda, a estas alturas y después de haber publicado su segundo libro de cuentos La prosperidad reclusa (Arequipa, Cascahuesos Editores, 2009), el mismo que ha tenido gran acogida por parte de la crítica (véase El comercio, Caretas)¸ nuestro amigo, el escritor Orlando Mazeyra Guillén (Arequipa, 1980) es considerado como un de las “mayores” promesas de la nueva narrativa peruana. Él, muy gentilmente me envía este cuento para compartirlo con todos los lectores de este blog. Y ahí les va.


RIÑUCO (*)


Las gentes del lugar no valían la pena, tanto así que me resultó más provechoso establecer algún vínculo místico con las muchas hiedras trepadoras que parecían apoderarse de la autonomía de los gruesos árboles que marcaban con desgano un sendero sin alumbrado público ni tiendas o, al menos, alguna posada de medio pelo.

Por las noches uno siente como la presencia de nadie, una compañía ausente desprovista de toda catadura. Quiero decir que los silencios son breves porque los grillos se hacen de la ciudad. Un forastero como yo es mal visto, eso lo percaté desde el primer instante.

El día que llegué me encontré con un muchacho huraño que jugaba con un trompo que de tan viejo y maltratado daba pena verlo bailar:

—Yo tenía uno muy parecido —le dije para indagar sobre la ciudad y ganarme su confianza—. Hace tiempo que no veía un trompo tan bueno.

—Disculpe usted, mi señor, pero no le entiendo.

—Te hablo del trompo —le dije señalándolo—. De tu trompo.

—Se ha equivocado usted —musitó y se lo guardó en el bolsillo.

—¿Me dejas usarlo? —le pregunté.

Negó dos veces con la cabeza.

—¿Qué te pasa, ñato, o no tienes buenos modales? Préstame tu trompo un instante nomás.

—Mi señor, no es un trompo, es un riñuco.

—No me tomes el pelo y dime tu nombre, eso que tienes en el bolsillo es un trompo.

Echó a correr y se alejó como a unos cien metros de distancia. Volteó, me miró con un odio insuflado e inexplicable, pero avasallador. Se bajó el pantalón, luego el calzoncillo y me mostró un pubis lampiño. Yo no acababa de salir de mi desconcierto cuando sacó el trompo de su bolsillo y me lo lanzó con inusitada precisión.

—Quédatelo, infeliz, ¡tengo mejores! —espetó altanero y, ágilmente, me tuve que hacer a un lado para que el objeto no me impactara en la frente.

La primera idea que me vino a la mente fue ir al alcance del mocoso para darle una buena lección. Pero estaba en un territorio extraño y de ninguna manera podía tomarme atribuciones de progenitor. Caminé unos pocos pasos y ubiqué al trompo hundido en medio del barro.

Al recogerlo, una sensación de ingravidez se apoderó de mí. Cerré los ojos casi mecánicamente y empecé a girar atrozmente. Mis zapatos se enfangaron, estaba a punto de perder el sentido; pero seguía, infatigable, dando vueltas sobre mi propio eje. No era posible seguir: el corazón me latía a rabiar, las piernas cada vez más fláccidas… Ya no estaba solo: un grito primero, luego dos, después tres… al final, una muchedumbre que parecía acordonarme, vitoreaba, aplaudía:

—¡Riñuco, riñuco!

Una ola de lucidez me invadió y consagré un par de segundos a convocar a la calma. Fue en vano, acudió a mí un exabrupto:

—Malditos, ¿qué es lo que quieren, perros miserables?

Un silencio atronador: todo se detuvo como en las películas, y no pude mantenerme en pie ni siquiera para tomar un poco de aire. Caí de bruces sobre el fango, empecé a temblar como si fuera presa de un ataque epiléptico.

Estaba listo para morir: «Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu y hágase tu voluntad», logré decir apenas, sin conseguir persignarme. Agua tibia caía sobre mi espalda, alguien empezaba a cortarme el pelo (quizá esa misma persona era la que ahora exploraba sin recato mis partes íntimas).

—¿Qué quieren de mí? Déjenme en paz —rogué en vano. Cada vez eran más: las manos, los murmullos y vejámenes. Ahora voces femeninas hincándome en las orejas. ¿Qué querían hacer con mis orejas?

—¡Basta, piedad, pido piedad!

Un relámpago de paz: abrí los ojos, pude reconocer al muchacho del trompo con el rostro pitando de negro, ahora vestía un traje de plumas y un collar con ajos le colgaba del cuello.

—Riñuco —me dijo sonriente—. Nunca hables con un riñuco.


*Este cuento recibió una Mención Honrosa en la I Bienal Internacional de Arte «Victor Humareda Gallegos», y ha sido publicado previamente en el Semanario El Búho.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...