8.3.10

WITOLD GOMBROWICZ Y JERZY JARZEBSKI


Escribe Juan Carlos Gómez

“Pero, ¿para qué?, si ni siquiera sé si recibes mis cartas. Tienes la conducta de una persona de malos modales, que no tiene ningún interés en mantener una correspondencia conmigo, pero te disculpo, porque la idea que me hago de vos es equivalente a la de una Vaca que la mandan fuera de Polonia a comer pasto y cuando regresa la ordeñan hasta dejarla exhausta. Supongo que a estas horas tus ubres no deben dar abasto”.

La Vaca es un insigne profesor de la Universidad Jaguellónica de Cracocia, crítico e historiador de la literatura este especialista en Gombrowicz despliega una gran actividad por el mundo entero. Visitó la Argentina en el año 1968 buscando rastros de Gombrowicz y en el 2004, el año del centenario, para participar del homenaje que le hicimos en la Feria del libro.

En “Juguemos a Gombrowicz” la Vaca define las reglas de un juego que él mismo inventa para comprender a Gombrowicz.

“[…] Salvo las escaramuzas ocasionales con un mundo que lo disfraza ridículamente con ésta o aquélla máscara, Gombrowicz anda en busca de algo más duradero, y eso en dos caminos paralelos: presenta al mundo de manera obsesiva y repetida, su gesto espontáneo —frente a las personas, las cosas, los valores—, trata de entrever a partir de ese gesto, la diferencia específica que lo separa de los demás; pero además, intenta crear el modelo intelectual de esos enfrentamientos con el entorno, reencontrándose en una fórmula repetitiva y algo mágica que —de un modo casi independiente del propio jugador— dará forma a su biografía […]”.

Este galimatías de la Vaca, que no tiene nada que envidiarle a los que después escribieron el Pato Criollo y el Vate Marxista, me lo volvió a recitar en Buenos Aires y me dejó mal predispuesto. Cuando lo llevé a Santos Lugares a conocer al Pterodáctilo quedó deslumbrado y aturdido con nuestro hombre de letras.

“[…] mi expresión personal es completamente diferente de la tuya. Tú eres más que nada un actor, con un gran gesto, con una mímica muy expresiva, la voz lenta y modulada, con enunciados organizados como un poema. Yo estoy mucho más ‘oculto’, soy introvertido […] ¡el encuentro con Sabato! Me gustó mucho, estaba tan emocionado que dejé en su casa el primer casete. Te burlarás de mí, pero no me atreví a pedirle que me firmara el ejemplar de ‘Sobre héroes y tumbas’ que había llevado conmigo a propósito […]”.

La Vaca ha alcanzado una gran maestría en el arte de no decir nada, mejor dicho, en el arte de decir algo y todo lo contrario al mismo tiempo, cosa que se me hizo muy evidente cuando leí “El drama del ego en el drama de la historia”, un texto que la Corifea puso en mis manos y ante el que estaba arrodillada con la devoción de una adoratriz.

La Vaca tiene mucho talento para ponerle títulos a sus textos, el de “El drama del ego en el drama de la historia”, es un buen ejemplo de ello. El punto de partida de las especulaciones que hace en este trabajo es que el drama de Gombrowicz está adentro, es decir, en la psique, pero también afuera, es decir, en la historia del siglo XX, que el drama de Gombrowicz está en la lectura de su teatro, pero también en su escenificación. Promediando su análisis nos advierte que esta divergencia no es tan radical como pudiera parecer.

En efecto, la convergencia se produce en la esfera del drama familiar donde lo de adentro y lo de afuera son más o menos la misma cosa porque la familia es un sistema social íntimo y, al mismo tiempo, una miniatura del macromundo social.

Acto seguido le aplica a las tres piezas teatrales de Gombrowicz la trinidad consagrada de Freud: el yo, el súper yo, y el ello, para mostrarnos cómo una y la misma cosa puede estar en la psique y en la historia al mismo tiempo, de donde deduce que el drama es psicológico, pero también antropológico, que el aherrojamiento de Gombrowicz estaba en las esfera del yo, pero también en la miniatura del macromundo social. Yo supongo que en la medida en que la Vaca siga obligándose a complacer a públicos diferentes va a resultar cierto lo de que una cosa puede ser A y no A al mismo tiempo.

La Vaca, conocido como el científico de Cracovia por sus aportes literarios continuos y cuidadosamente elaborados, tiene inclinaciones donjuanescas. No basta para conformar estas inclinaciones que sea profesor de filología, debe haber en él una predisposición amatoria, probablemente genética, que lo orienta para ir detrás de estas aventuras.

Desde el mismo comienzo de nuestra relación epistolar tuve sospechas de que la Vaca corría tras las jóvenes estudiantes como los faunos seductores corren en el bosque tras las campesinas.

“[…] es una generación mucho más joven y quisiste entrar en la Corifea con una llave equivocada, a mí me resulta más fácil porque siento mejor su estilo y el de su generación, además de que, como ya te escribí, tengo un buen contacto con las chicas, aunque no lo quieras creer […] Puede ser por eso que trabajo en la universidad y tengo con esa gente un contacto diario. Mi ventaja es que puedo vivir entre chicas muy lindas, con la belleza de la juventud. Sí, sí, podés tener envidia de mí por mis jóvenes”.

Es muy útil descubrir los vicios asociados a los hombres de letras pues nos orientan en el recorrido de los laberintos del mundo que construyen en sus escritos.

En la actualidad estoy empeñado en ponerle el punto final a los estudios que he emprendido para descubrir cuál es la verdadera personalidad de la Vaca y su vicio más característico.

Durante un tiempo prolongado la Vaca recorrió el camino de la heurística, de la exégesis y de la hermenéutica, completando el trayecto que va del descubrimiento a la explicación. Finalmente se convirtió en un santo que intenta guiarnos en el camino hacia Gombrowicz.

En “Gombrowicz hacia Europa” la Vaca formula cinco interrogantes que responde con un sí y con un no a cada uno de ellos, utilizando el mismo procedimiento que ya había aplicado en “El drama del ego en el drama de la historia”.

¿Podemos entrar a Europa de la mano de Gombrowicz? ¿Se convertirá Gombrowicz en el vate nacional como Mickiewicz? ¿Es Gombrowicz un hombre de izquierda o de derecha? ¿Es católico, comunista o existencialista? ¿Podemos estar a la altura de Gombrowicz?

La Vaca va ajustando las cuentas conmigo poco a poco, en “Espiando a Gombrowicz” se refiere a mí de manera desdeñosa.

“[…] Pero… la maldición de Gómez es la de que no se nos mostró como artista y sólo brilla con la luz que refleja […] Estaría contento si consiguiera para sí mismo la fama y los aplausos que consiguió Gombrowicz en forma auténtica, pero esos materiales no le alcanzan para una túnica real […]”.

“¿Podrías arrodillarte delante de mí y llamarme genio?, me propuso este juego al estilo Gombrowicz. El juego es una cosa buena pero después de un rato renace la necesidad de algo más serio. Gómez, no sólo se enamoró de Gombrowicz, también tomó de él el deseo de la celebridad y de la grandeza pero sin la determinación y la fuerza creativa necesarias. Este alumno sabe imitar el gran gesto del maestro pero ese gesto vacío es como el duelo final del ‘Transatlántico’ […]”.

El domingo que siguió al día de nuestras exposiciones en la Feria del Libro del año del centenario, nos encontramos en lo de Madame du Plastique que homenajeó a los tres ponentes con un almuerzo en dio en su casa de San Isidro. Yo exclamé que en tanto que representante de Gombrowicz en la tierra le exigía a la Vaca que se arrodillara delante de mí y me llamara genio.

Me había dicho que sólo lo haría, cuando se lo pedí por primera vez en 1998, en el momento que yo me manifestara como escritor con una obra. El momento había llegado, pero la pobre Vaca estaba cansada con tanto trajín y con el viaje, y en vez de arrodillarse y de llamarme genio, se durmió.

“Twórczosc”, la revista literaria más prestigiosa de Polonia, es atacada de una manera ruin y artera por la Vaca.

”No construyáis demasiado sobre ‘Twórczosc’ porque es una sociedad respetable pero bastante cerrada y apegada a las viejas tradiciones homoeróticas después del paso de Iwaszkiewicz por su redacción. Los que publican en ‘Tworczosc’, si son admiradores de Gombrowicz, corren el peligro de ser calificados de homosexuales”.

Henryk Bereza, redactor de la revista “Twórczosc” y uno de los mejores críticos literarios de Polonia, le contesta con firmeza y dignidad.

“Una cantidad nada desdeñable de gombrowiczólogos se han convertido en unos maestros en desparramar mierda. No saben lo que escriben, ni siquiera sospechan que escriben tan solo contra sí mismos, dejando evidencia de su propia manera de pensar y de su desvergüenza moral. Ningún bien puede tener influencia sobre ellos, no existe en ellos ninguna posibilidad de asimilar el bien, ellos no saben que en el mundo en el que están sólo se puede ver mierda, ni que existe algo fuera de esa mierda, algo así pertenece a una esfera inalcanzable para ellos. La intensa relación espiritual de Gombrowicz con sus discípulos es uno de esos milagros de la existencia que puede ocurrir entre hombres, entre mujeres, entre mujeres y hombres. Puede ocurrir independientemente de las diferencias que existan entre generaciones, entre sexos y, en general, entre todo, solamente no puede ocurrir en los maestros en desparramar mierda porque su personalidad y su mentalidad, achatadas como después de un planchado, no pueden captar ni ver algo parecido”.

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