12.3.10

SOBRE “EL ÁRBOL DE LOS LIBRES” A PROPÓSITO DE LA SITUACIÓN ACTUAL DE CHILE




“Los anillos de una serpiente son aún más complicados que los agujeros de una topera”.
Gilles Deleuze

El árbol de los libres “Poetas de la generación NN de Chile” es una antología publicada en México por Arlequín Ediciones el año 2008. La selección estuvo a cargo de Fabián Muñoz y el prólogo del libro lo realizó el poeta nacional Eduardo Llanos.

La obra llegó a mis manos en Serena en agosto del año pasado gracias a uno de los antologados. El poeta y gestor cultural Arturo Volantines me obsequió el texto durante la ceremonia de premiación del concurso de poesía y ensayo “Lagar” del cual fui jurado junto a otra poeta que forma parte del libro con su simbólico poema “Bandera de Chile”. Me refiero a Elvira Hernández.

Desde entonces he querido escribir algo sobre esta antología. Algo más que una simple reseña y enumeración de los autores que participan de ella. No me parece justo sólo loar el criterio de Fabián Muñoz y la poesía de los congregados. Ello me parece poca cosa ante un trabajo valiente y de calidad pues como dice Llanos en el prólogo: “el antólogo bien pudo ahorrarse este trabajo, por el cual Chile no ofrece más pago que las enemistades y el resentimiento, pero asumió el desafío, y eso merece nuestra gratitud”.

El libro además ofrece en su actualización una gama de sensaciones que se avivan si pensamos en la tragedia que Chile atraviesa. Un devastador terremoto, crisis natural y social con ribetes políticos y económicos que no vamos a anteponer a lo humano pero que quien redacta no puede ignorar al pensar su artículo pues fue también un momento álgido y de crisis el que toco afrontar a las múltiples voces que componen El árbol de los libres. Voces que dialogan con nosotros en su esfuerzo por surcar el oscuro bosque de la represión y censura dictatorial. Muchos de ellos formaron además parte de la llamada neovanguardia y sin duda en su conjunto dan forma al cuerpo extenso y variopinto de la generación de los ochenta con todas sus líneas de percepción de la realidad y formas de comunicar desde lo apocalíptico religioso pasando por lo testimonial, etnocultural y la poesía de las minorías sexuales.

De todos modos obviando el tema taxonómico recalco el espíritu de diálogo que El árbol de los libres provee, gestando charlas inagotables con voces que ya conocía y admiraba por su quehacer: Elvira Hernández, Verónica Zondek, Teresa Calderón, Tomás Harris, Diego Maqueira, Rodrigo Lira, Javier Campos, Gonzalo Millán, Elicura Chihuailaf, Pedro Lemebel, Roberto Bolaño entre otros que con sus relatos en prosa y verso permiten rememorar fragmentos y construir pasajes de lecturas y lugares que en un continuo devenir van dando forma, ritmo y color a la realidad. Asimismo el libro no termina en los límites del papel y su índice pues el entramado al cual da vida permite abordar otros textos y autores no presentes e igual de entrañables que los mentados como Carmen Berenguer y Eugenia Brito y al mismo tiempo descubre percepciones poéticas que al menos para mí, eran desconocidas hasta el momento. Me refiero a poetas presentes en la edición como Natasha Valdés y Galvarino Santibáñez.

Esta apreciación se suma a lo que Eduardo Llanos dice en el prólogo luego de hacer una lista cronológica y geográfica de los autores de su generación: “Tanta convergencia cronológica contrasta con la divergencia de los estilos y los temas, pero marca un contexto histórico común. Debimos asistir a grandes cambios, a veces como espectadores impotentes y otras veces como participantes críticos y activos. Durante los años de terror dictatorial por ejemplo, resultaba notorio que entre nosotros predominaban las posiciones de izquierda, y hasta quienes estaban lejos de la izquierda mostraban también rebeldía anárquica o al menos independencia con respecto de los poderes fácticos —o más bien putrefácticos— que controlaban tras bambalinas la escena nacional”.

Esta visión de Llanos nos habla de los autores de la selección como hijos de su época, inmersos en un estado de terror ideado y puesto en práctica a la manera de los sistemas disciplinarios que Foucault detalla a lo largo de su obra y que Deleuze explica del siguiente modo: “Foucault situó las sociedades disciplinarias en los siglos XVIII y XIX; estas sociedades alcanzan su apogeo a principios del XX, y proceden a la organización de los grandes espacios de encierro. El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela (“acá ya no estás en tu casa”), después el cuartel (“acá ya no estás en la escuela”), después la fábrica, de tanto en tanto el hospital, y eventualmente la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia. Es la prisión la que sirve de modelo analógico”.

En tal medida, desde diversos ángulos y con variados estilos los autores presentes en El árbol de los libres se preocuparon y más bien podríamos decir se arriesgaron a combatir el silencio haciendo una radiografía de Chile y su devenir sin concesiones y derroches gratuitos de heroísmo. Llanos al respecto agrega: “No pretendíamos ser «la voz de los sin voz». […] “Sentíamos con dolor y también dolores propios”.

Esto va en concordancia con lo que Foucault demuestra al abordar las herramientas que el sistema disciplinario tiene a la hora de Vigilar y Castigar. La disciplina de ese entonces en Chile impactó a muchos, Llanos agrega: “varios sufrieron la prisión política (Zurita, Bolaño, Riedemann, Redolés, Montealegre, España). Además, el exilio, la dispersión geográfica y la atmósfera de terror impidieron que nuestra hornada cultivara los vínculos y esas amistades tan naturales en otras generaciones”.

Afirmaciones como esta junto a otras citas tomadas del prólogo de Eduardo Llanos, conforman la materia que sin duda me motivó a escribir sobre El árbol de los libres y continuar la redacción del artículo entroncando la catástrofe que enfrenta el país y cómo esta se puede entender desde una lógica diversa a la que tuvo el Chile previo al llamado retorno a la democracia.

Me gustaría referirme a la situación del centro-sur de Chile. Ciudades devastadas con serios problemas de abastecimiento en recursos básicos (luz, agua y alimentos), sumidas en toques de queda, bajo saqueos y con una marcada incomunicación. Mucho se ha dicho además de la negligencia de organismos de gobierno como la Onemi, la prepotencia de ciertas autoridades o el silencio de otras al abordar lo que denominaron de modo reduccionista una cacería de brujas cuando se buscaba hablar de responsabilidades en cuanto a la caída de caminos y edificios relativamente nuevos o la demora o simple ineptitud en la reacción de alerta, eso sin obviar lo que algunos medios festinaron en un comienzo aminorando la envergadura de la situación con una clara mirada centralista y desde el Sheraton en Viña para luego hacer un mea culpa que mostró el verdadero rostro del horror en las poblaciones más alejadas de la mirada del Luminoso (a la manera del cartel en Lumpérica de Diamela Eltit).

Desde luego que este estado de catástrofe nace bajo causas diversas a las de ese Chile que le tocó vivir a los autores del árbol de los libres pues hoy enfrentamos un desastre natural aunque paradójicamente y quizá por una broma macabra del destino, ocurre semanas previas a que un nuevo gobierno de derecha asuma el poder en Chile.

La pregunta de rigor entonces es ¿Cómo perciben lo acontecido los poetas de la generación NN? ¿Qué pensar ahora de la imagen de reloj suizo que Chile promueve ante sus pares de Latinoamérica? y en esa medida no es menor el siguiente cuestionamiento: Cómo perciben lo acaecido los jóvenes poetas de hoy, los pensadores, ensayistas, críticos y artistas que transitan bajo los treinta y que en línea general han crecido en un Chile ambiguo, ya no de polos marcados al estilo guerra fría con hombres grises detrás, sino un Chile de máscaras y apariencias, de socialismo neoliberal o lo que algunos llaman dictadura blanda pero que otros defiende a ultranza como la ruta del éxito y del consabido progreso con cambios invocados en slogans con trademark incluido.

Esos hijos también de su época, ya no responden a la disciplina como podemos verlo en los colegios del Chile actual. Deleuze dice al respecto: “Estamos en una crisis generalizada de todos los lugares de encierro: prisión, hospital, fábrica, escuela, familia. La familia es un “interior” en crisis como todos los interiores, escolares, profesionales, etc. Los ministros competentes no han dejado de anunciar reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela, reformar la industria, el hospital, el ejército, la prisión: pero todos saben que estas instituciones están terminadas, a más o menos corto plazo. Sólo se trata de administrar su agonía y de ocupar a la gente hasta la instalación de las nuevas fuerzas que están golpeando la puerta. Son las sociedades de control las que están reemplazando a las sociedades disciplinarias”.

El panorama de Chile nunca pudo estar más claro, reforma penal, carcelaria, educativa, de transporte y salud y a la par podemos ver los resultados funestos en todos esos ámbitos; niños que se intercambian por error en los hospitales, mujeres dando a luz en baños, cárceles hacinadas y colegios sin mobiliario o contaminados con plomo como ocurre en Arica. Sociológica y tecnológicamente no estamos preparados. Nos decimos de primer mundo, antes éramos los jaguares ahora estamos en listas rimbombantes empero ¿Cómo respondemos ante una crisis interna? Eso dice mucho más que una cifra o top ten. ¿Cómo enfrentamos un terremoto?, no sólo de la magnitud abismal del que tenemos encima, sino ¿Cómo enfrentamos el que ocurrió no hace tanto en el norte y qué aprendimos de él?… No mucho al parecer…

Bueno esta crisis da como resultado a una nueva generación o un nuevo tipo de chileno por decirlo de alguna manera. Vástagos de las sociedades que Deleuze llamó de control.

“Esto se ve bien en la cuestión de los salarios: la fábrica era un cuerpo que llevaba a sus fuerzas interiores a un punto de equilibrio: lo más alto posible para la producción, lo más bajo posible para los salarios; pero, en una sociedad de control, la empresa ha reemplazado a la fábrica, y la empresa es un alma, un gas. Sin duda la fábrica ya conocía el sistema de primas, pero la empresa se esfuerza más profundamente por imponer una modulación de cada salario, en estados de perpetua metastabilidad que pasan por desafíos, concursos y coloquios extremadamente cómicos. Si los juegos televisados más idiotas tienen tanto éxito es porque expresan adecuadamente la situación de empresa. La fábrica constituía a los individuos en cuerpos, por la doble ventaja del patrón que vigilaba a cada elemento en la masa, y de los sindicatos que movilizaban una masa de resistencia; pero la empresa no cesa de introducir una rivalidad inexplicable como sana emulación, excelente motivación que opone a los individuos entre ellos y atraviesa a cada uno, dividiéndolo en sí mismo”.

La sociedad que estamos viviendo es un escandaloso reality en el cual nos vamos eliminando por popularidad y convivencia. Por esa viabilidad que prefiere negar o permitir accesos delegando la responsabilidad a los propios usuarios en lugar de desterrar o someter a palos y con la cacha del fusil a sus gobernados. Por un tema de relaciones públicas es mejor vender una imagen políticamente correcta hacia fuera pues vale la pena ocupar el arma del momento, el canibalismo empresarial de grandes redes y abismantes espacios de intercambio que exigen ser operativo a la altura del software del momento. Esta mirada pensando lo que los autores del árbol de los libres tuvieron que enfrentar en su juventud y lo que nos toca a los que estamos pensando y escribiendo en este momento, me hace reflexionar la catástrofe nacional más allá de lo inmediato y situarla sin chauvinismos desde el norte extremo de Chile. Lugar en que habito y desde el cual desarrollo mi literatura.

Acá el panorama es también particular y no menos ambiguo. Arica frontera entrañable y heroica dirán los partidarios de la disciplina de antaño, rememorando aquella cuna de regimientos y bastión de la soberanía en cambio otros, podemos pensar en una Arica post-guerra del pacífico y desterritorializar la discusión. Sobre todo si nos detenemos ante la reacción de Bolivia frente a la tragedia que vive hoy Chile.

Por años los medios con su morbo usual han insistido en mostrar a los bolivianos como un pueblo que a regañadientes espera ver al país por los suelos para lanzar la estocada de gracia. Hacer leña del árbol caído, dirán algunos. Pero la realidad ha contradicho al mito pues ante la falta de agua potable en las zonas afectadas, los bolivianos donaron toneladas del preciado líquido que siempre ha sido el tema de escisión entre los dos países. Una especie de metáfora iluminadora al igual que el gesto del presidente y gabinete de ese país al donar parte sustancial de sus sueldos para los damnificados. Algunos dirán que es una especie de manipulación sentimental otros que es la frugalidad más sincera y humana la que motiva estos actos, cada cual puede tener su punto de vista y argumentar libremente. Nosotros en cambio viviendo en este norte que crece junto a Perú y Bolivia, creo y quizá es sólo mi parecer, no podemos cuestionar el proceder de Bolivia sin hacer un alto y pensar en los repetidos festivales y carnavales con la fuerza del sol (incluido Américo) que muestran la interculturalidad bullente.

Además la economía turística y el comercio, principales sustentos de la región, dependen del cruce e intercambio, de la simbiosis entre las provincias que se encuentran ya no como antes dividas por un soldado y minas antipersonales sino por la posibilidad de ser un inmigrante viable ante los ojos del canon social y económico. Como dice Deleuze: “No es necesaria la ciencia ficción para concebir un mecanismo de control que señale a cada instante la posición de un elemento en un lugar abierto, animal en una reserva, hombre en una empresa (collar electrónico). Félix Guattari imaginaba una ciudad en la que cada uno podía salir de su departamento, su calle, su barrio, gracias a su tarjeta electrónica (dividual) que abría tal o cual barrera; pero también la tarjeta podía no ser aceptada tal día, o entre determinadas horas: lo que importa no es la barrera, sino el ordenador que señala la posición de cada uno, lícita o ilícita, y opera una modulación universal”.

Bueno para no irme por las ramas del árbol quiero recalcar y sintetizar este inestable equilibrio o contradictorio estado que siempre se ha vivido en Chile, usando a días del desastre en el país, otras palabras expuestas por Llanos en su prólogo: “«Loca geografía»: país largo, angosto y montañoso como ninguno, con enorme diversidad de paisajes y de climas (desde el desierto más seco del mundo hasta los hielos “eternos” de la antártica), con gran frecuencia e intensidad de sismos y un número de volcanes que ningún otro país supera (aquí se encuentra 15 por ciento de los volcanes del planeta). […] Durante tres años concitamos la atención internacional por el triunfo electoral de Salvador Allende, primer socialista en el mundo elegido democráticamente para el cargo de presidente de un país; sin embargo, a partir del derrocamiento de Allende, Pinochet se convirtió en el arquetipo del dictador latinoamericano. […] Ninguna otra nación de la Tierra aplicó con tanta ortodoxia el modelo neoliberal, y ninguna otra ha acumulado en el último decenio más desigualdad en la redistribución del ingreso. Por si fuera poco, en el año 2000 un miembro del Opus Dei estuvo a punto de ser elegido presidente del país, lo que habría constituido otra plusmarca mundial”.

En el texto citado Llanos casi profético más bien lúcido expone toda una serie de imágenes que pintan por entero el cuerpo de una chilenidad que se debate entre el morbo sensacionalista y la solidaridad, el oportunismo y la fraternidad desinteresada.

La intención de mi artículo de cualquier modo no ha sido la de politizar la situación pero ante todo lo ocurrido, las tragedias de antaño y la reciente, las provocadas por la lucha de poder en los setenta y las que demuestran el poder real de la naturaleza y la inmediatez del hombre y sus devaneos y desde luego pensando en lo que vendrá durante los siguientes días y por delante, queda pensar en lo que dice Deleuze: “El marketing es ahora el instrumento del control social, y forma la raza impúdica de nuestros amos. El control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también continuo e ilimitado, mientras que la disciplina era de larga duración, infinita y discontinua. El hombre ya no es el hombre encerrado, sino el hombre endeudado. Es cierto que el capitalismo ha guardado como constante la extrema miseria de tres cuartas partes de la humanidad: demasiado pobres para la deuda, demasiado numerosos para el encierro: el control no sólo tendrá que enfrentarse con la disipación de las fronteras, sino también con las explosiones de villas-miseria y guetos. […] ¿Podemos desde ya captar los esbozos de esas formas futuras, capaces de atacar las maravillas del marketing? Muchos jóvenes reclaman extrañamente ser “motivados”, piden más cursos, más formación permanente: a ellos corresponde descubrir para qué se los usa, como sus mayores descubrieron no sin esfuerzo la finalidad de las disciplinas. Los anillos de una serpiente son aún más complicados que los agujeros de una topera”.

Entonces insisto, qué harán los escritores, pensadores y los artistas de una nueva hornada en Chile, pues los que están presentes en la antología “El árbol de los libres”, combatieron, cantaron, relataron, testimoniaron y también cuando fue necesario se evadieron para volver a arremeter contra una realidad adversa y disciplinaria, pero hoy nos toca otro mundo, otra situación y en este momento, otro Chile que en esencia no dista del anterior, no en la superficie quizá, pero si en los mecanismos que nos coartan al tiempo que nos dan alas…

Los medios de masa nos bombardean pero también podemos usarlos para responder y hermanar. Facebook y Twitter fueron de mayor utilidad que el roñoso fax de la Onemi. Creo que la respuesta esta en otro texto de Eduardo Llanos. Me refiero al escrito titulado “Aclaración preliminar” también presente en “El árbol de los libres”. Este texto en su visceralidad y capacidad de crítica siempre me ha parecido de gran vuelo.

Dice así:

[…] Pero si ser poeta significa sudar y defecar como todos los mortales,
contradecirse y remorderse, debatirse entre el cielo y la tierra,
escuchar no tanto a los demás poetas como a los transeúntes anónimos,
no tanto a los lingüistas cuanto a los analfabetos de precioso corazón;
si ser poeta significa enterarse de que un Juan violó a su madre y a su propio hijo
y que luego lloró terriblemente sobre el Evangelio de San Juan, su remoto tocayo,
entonces, bueno, podría ser poeta y agregar algún suspiro a esta neblina.

Todo lo dicho en relación con el libro El árbol de los libres, con el perdón de la digresión personal sobre la coyuntura, forma a mi parecer parte del diálogo incesante que el trabajo de Fabián Muñoz promueve a través de su selección sobre todo si consideramos que el antólogo mexicano confiesa al inicio del libro que este proyecto nació después de un paseo por las playas de Con Con al enterarse en su departamento en que cumplía la residencia artística, por medio de la prensa televisiva, del deceso de Pinochet. Esta suma de fenómenos y efectos concatenados lleva a reflexionar sobre nuestra vía para procurar ser libres. Ella no reposa en la superficie del árbol, superficie que por lo demás ha mostrado muchas veces ser acartonada y manipulable en Chile, sino que al contrario subyace bajo esa tierra que se mueve con mucha vitalidad para nuestro disgusto. Busquemos entonces en la raíz o el rizoma que las generaciones anteriores atisbaron, esnifaron y sobre la cual poetizaron en sus relatos, algunos incluso llegaron a perderse en ella por eso la generación actual quizá debe también perderse en ese tránsito sin centros para encontrar nuevas salidas y entradas, nuevos puntos de fuga por entre las ruinas y fragmentos que permitan una alternativa de libertad y no una verdad que se maquilla como el rostro univoco de la felicidad, arco iris procesado y empaquetado para el bien del logo de campaña y la sonrisa en cadena.

Marzo del 2010.

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