DISCURSO DE ORDEN EN HOMENAJE A CÉSAR VALLEJO Y POR EL DÍA DEL POETA
El 2009 recibí la invitación del Alcalde de la Municipalidad Provincial, al celebrarse el Día nacional del poeta, me encargue de pronunciar el respectivo Discurso de Orden. Es así que tras ponerme un formal disfraz, y tras salir de mi rutina (ahuyentando de paso cierta tranquilidad) pronuncié estas palabras al promediar las 11:30 de la mañana:
Compañeros poetas de todas las edades, amigos todos:
Hoy es un día “especial” para nosotros (perdonen que me incluya), puesto que, además de conmemorarse los 71 años de la muerte de nuestro gran poeta universal, el santiaguino César Abraham Vallejo Mendoza, —poeta formidable que murió sin ningún diagnóstico médico establecido, sino más bien de humanidad—; como un homenaje a su inmortalidad, el día de hoy, 15 de abril, se ha designado como el Día nacional del Poeta peruano. Así es mis queridos amigos, increíblemente por ley 24616, se utiliza la fecha de la muerte de un poeta para celebrar a los que aún estamos vivos.
Obviamente que a nosotros, hoy al despertar, no se nos ha recibido con algún regalo, y tampoco cuando lleguemos a casa encontraremos a nuestros familiares reunidos para celebrarnos; mucho menos, al encontrarnos con nuestros amigos recibiremos un abrazo como sucede con otras fechas de nuestro calendario. Simplemente, después de terminar esta ceremonia, seguiremos siendo los mismos anónimos de siempre, caminando como cualquier mortal por la calle y recibiendo insultos de los cobradores de combis cuando, siempre despistados, crucemos la calle cuando el semáforo ha dejado de ser verde para avergonzarse con bochorno. Simplemente queridos compañeros, nadie se acuerda y nos necesita, y por eso hoy nos celebraremos entre nosotros, como siempre solemos hacerlo, cada vez que se nos antoja, bebiendo en algún Bar y recitando poemas para nadie —lo que es más hermoso—.
Dije que Vallejo murió de humanidad, —aunque otros dicen que fue de pena, lo cual creo que es mentira porque los poetas no tenemos pena, sino más bien mucho coraje—, tenemos coraje porque como alguna vez dijo el otro gran César que se apellidaba Calvo (y no lo era) «que el mundo es una mierda. No el mundo que estamos construyendo, naturalmente, sino la podredumbre que heredamos, esa amarga fanfarria de transistores, automóviles y etcéteras; esa máscara de feriante, ese biombo de prostíbulo que sólo puede encandilar a los ingenuos al grado de ocultarles el mundo de injusticias y barbarie, el mundo de hipocresía y de terror, el mundo de niños envejecidos y de bombas atómicas, el mundo de mierda que ya estamos devolviendo a su lugar de origen».
Es por ello que poetas como el joven Mariano Melgar, dejaron de escribir poemas de amor para ir al campo de batalla en pos de un ideal para los hombres de estas tierras: la libertad, es por ello que el gran Alberto Hidalgo escribió un libro donde expone la “Biografía de la palabra Revolución”. Así es “camaradas”, fue por ello que el joven Javier Heraud cambió la pluma por las armas; y es también por ello que tratamos de humanizar al hombre, de hacerlo menos estúpido y menos trivial, no con la ciencia que hasta ahora a ningún lado nos ha conducido, sino con las palabras —muchas veces incomprendidas— como las que están en eso versos que Georgette Philippart, arbitrariamente, pero con gran acierto, los intituló “Poemas humanos”. Sino, acuérdense de estos versos del poeta Filonilo Catalina, —y si no lo han leído, es momento de que lo aprendan—: «Un poeta jamás llevara un reloj / porque el reloj marca el tiempo pero no el sentimiento».
Pero volviendo a Vallejo, uno, efectivamente, puede morir de humanidad, porque es ella la que nos lleva a ser como somos, es el hombre (sin entrar a complejas rencillas sobre “genero”) quien nos hace escribir, es la muchedumbre la que nos inspira para decirles las cosas en su cara; y finalmente, nosotros somos los únicos tal vez en creer en la humanidad, más que los humanistas. Y eso se debe a que, más que nadie, somos los únicos que hacemos la historia de nuestros pueblos y les damos memoria, pero no esa memoria fría, llena de dureza y estadísticas como es la “ciencia histórica”, sino a través de nuestra sensibilidad, de todo aquello que nuestro tiempo nos hace sentir. He ahí nuestro aporte del que, hasta ahora, nadie se ha dado cuenta.
Entonces ¿qué significa para nosotros este día?, pues nada, es un día más en el que seguimos pensando en noticiar al mundo de todas sus patrañas, de sus estafas, por todo lo que uno observa cada día, diciéndoles como lo hizo hace algunos años el gran poeta Westphalen: «Tengo que darles una noticia negra y definitiva. / Todos ustedes se están muriendo», o sentenciarlos de una vez por todas como lo hizo también Vallejo hace 90 años: «Estáis muertos. / Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos. […] Triste destino. El no haber sido sino muertos siempre». ¿Ven cuánto puede decir un poeta?
Y a pesar que nadie nos escucha, los poetas seguimos luchando, gritando a los cuatro vientos aquellas cosas en las que estamos absolutamente en desacuerdo, por que estamos en contra de toda forma de opresión, en contra de todo tipo de explotación y discriminación; en contra del “Estado” (con mayúscula) de cosas que el sistema nos impone; por que no nos gustan los gobiernos embusteros, mucho menos sus políticos, ya que siempre existen las “culebras disfrazadas”; pero, sobre todo, seguimos escribiendo para que los niños aprendan a no hacer la guerra.
Y puesto que el poeta Carlos Oquendo de Amat nos puso un letrero en sus “5 metros…”, donde dice «se prohíbe estar triste», alégrense, porque hoy también es un día en el que seguimos pensando en llenar el mundo con palabras, para hacerles más dulce la vida y, de esta manera, ustedes se sientan con muchos ánimos para seguir viviendo y así evitar las tragedias del hombre; pues como decía César Calvo: «[…] finalmente, se escribe un poema / para que en algún lugar del mundo, mañana o / dentro de veinte años, / la pareja que está por suicidarse alcance a leerlo, y desista, desista por / lo menos unos días, y comprenda que la vida es siempre hermosa / a pesar de la vida… y a pesar del poema».
Y antes de terminar, a todos mis hermanos, los poetas de Arequipa y del país, a los que no es necesario nombrar porque son muchísimos, solamente un gran abrazo fraterno, como ese que siempre nos damos cada vez que nos encontramos, para que vean que no somos importantes. Y, finalmente, pidiéndoles disculpas por este disfraz —pues uno se siente muy bien a veces de incógnito—, quiero aprovechar también para rendir un homenaje a tres de nuestros grandes hermanos poetas que hace poco se nos han ido: Alejandro Romualdo en mayo del año pasado, a la gran Blanca Varela apenas hace un mes, y a Nicanor de la Fuente, probablemente el poeta más longevo del mundo, —pues murió a los 107 años, y eso creo que ninguno de ustedes lo sabía—, y murió exactamente, dos días después de Blanca Varela.
Amigos míos, finalmente les dejo con estos versos de Vallejo, los cuales se han convertido en una obligación para nuestra sociedad: “¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, / hay, hermanos, muchísimo que hacer”. Muchas gracias.
Arequipa, 15 de abril de 2009 – José Córdova
* Imagen: Propuesta de intervención del Grupo editorial Dragostea.
1 comentario:
Bien dicho.
Salud, puis.
Alfredo Herrera
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