21.6.11

ALFREDO BRYCE NARRADO POR YOYO MANRIQUE (Y ALGO MÁS)


Por Jorge “Yoyo” Manrique

Nos encontramos en París, en el restaurant universitario de Censier. Era el año 1966. Fue un reencuentro porque a Alfredo Bryce ya lo conocía en el Perú, cuando yo estudiaba en Chosica y él en Los Ángeles. Me invitó a visitarlo a su “casa”, es decir a su “chambre de bonne” en un sexto piso sin ascensor. Para mí fue una experiencia imborrable. La cama ocupaba la mitad del cuarto y en lo que sobraba había una mesita frente a un espejo en la que solo cabía la máquina de escribir. En esas condiciones escribía Alfredo ocho horas por día, con horario de oficina, como él decía. Era invierno y toda la calefacción que tenía era un aparatito eléctrico que solo le calentaba el culo.

Cada vez que nos invitaba a almorzar o a comer a su casa teníamos que soportar que nos leyera sus manuscritos. Era aburridísimo y lo aceptábamos con estoicismo y respeto porque se trataba de nuestro amigo y porque era el futuro célebre escritor.

Fue en una de esas lecturas que escuché hablar de La Nylon, una prostituta de la que él solo había escuchado hablar a sus amigos de Ica. Yo le conté con alegría que la conocía de verdad y que había sido mi primera amante cuando tenía apenas 16 años y cursaba el quinto año de secundaria en el Colegio San Vicente de Ica. El romance se acabó cuando empecé a exhibirme por todas partes con ella, mi padre se enteró y me puso en vereda. Dicho sea de paso, la mujer era deslumbrante y encantadora, se vestía como puta, hablaba como puta y usaba perfumes de puta. Me hacía sentir más hombrecito, a veces me trataba como amante y otras veces como si fuera su hijo.

Las reuniones en casa de Alfredo, en su período con Margarita, eran frecuentes y amenas. En una oportunidad Germán Carnero se publicitó anunciando unos tallarines a la carbonara que, según él, había aprendido a preparar durante su corta estadía en Italia. Estaba Ricardo Lets con María Luisa, Hernando Cortés, yo con Elsita Merel, Edmundo Murrugarra y otros. El vino y las lecturas de los manuscritos de Alfredo caldearon los ánimos y enfrentaron a Germán con Hernando en una bizantina discusión sobre la personalidad de Julius. Cuando la cosa amenazaba con pasar o mayores, Hernando se fue y tiró la puerta al salir, pero esta se volvió a abrir y él retrocedió, asomó la cabeza y dijo: …German!!! He comido mejores tallarines a la carbonara… y se fue.

Muchas veces escuché a Alfredo contar frente a los amigos sus proezas y aventuras amorosas sin darse cuenta que eran las que yo le había contado un par de semanas antes. Se apropiaba de todo y se ponía él como protagonista principal. Pero Alfredo si eso te lo conté el otro día… le decía… no le gustaba ni un poquito, no solo se apropiaba de historias ajenas sino que se las creía. No soportaba el éxito de los otros en temas de amor y de conquistas.

Una noche nos fuimos al bar de la esquina de la Place de la Contraescarpe a tomar unos tragos con César Calvo que se casaba al día siguiente con… (No me acuerdo de su nombre) Estaba Alfredo y Margarita, Germán Carnero con Adita y yo con Elsita Merel. Terminamos al amanecer y de ahí pasamos directo a la Municipalidad completamente borrachos.

Después del matrimonio yo preferí irme a dormir con mi amada y prescindí de la fiesta. Pero a las 12 de la noche escuché que me llamaban a gritos desde la calle, era Alfredo en una tranca infernal que sorteaba los carros que le pasaban rozando en medio de la Rue Gay Lussac. Me precipité a salvarle la vida y bajé rápidamente dejando a mi Elsita en el cuartito del hotel. Nos fuimos a tomar unas cervezas, al poco tiempo el borracho era yo. No paré hasta dejarlo en su casa, donde llegamos después de subir las escaleras con mucha dificultad. Te quedas a dormir, me dijo. Estás loco Alfredo si aquí hay una sola cama le dijo Margarita. Y en ese momento ella bajo repentinamente el cierre de su vestido como si se dispusiera a acostarse, yo me puse pálido. En realidad era un atuendo exterior que aun quitándoselo seguía vestida.

Cuál no sería la expresión de mi rostro que esta historia la contó Alfredo por muchos años y a cada vez diferente.

Meses más tarde, Germán entro a mi cuartito del hotel donde sufría en silencio el abandono de Elsita que había partido de regreso al Perú y me tiró un periódico a la mesa. Era un ejemplar de Ultima Hora y en la primera página decía con enormes letras: Bella modelo se suicida… era ella.

* Tomado del blog Laguna brechtiana.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...