Leída con entusiasmo y devoción por todas las generaciones de escritores puneños, la poesía de Jovín Valdez Peñaranda es objeto de frecuentes homenajes y reconocimientos que suelen abarcar su también valiosa obra poética. El más reciente de estos homenajes es Vida y Poesía de Jovin Valdez (Arco-Iris, 2008), libro en el que el crítico y Licenciado en Filosofía y Literatura de la Universidad Nacional del Altiplano, Luis Alberto Rodrigo Castro ha reunido una amplia antología de la obra valdeziana, incluyendo completos los principales poemarios y los comentarios que sobre exploran las persistencias de ciertos comportamientos, actitudes, palabras y silencios.
Esta antología se inicia con varios análisis literarios de sus libros que muestran una gran influencia de la poesía social, tanto por los temas como por el rigor formal. A esos elementos pronto se sumarían: los aportes de los intelectuales puneños —especialmente las imágenes de Carlos Augusto Oquendo de Amat y la búsqueda de lo trascendental de Carlos Dante Nava Silva— y una lectura muy fructífera del neo-vanguardismo. Fueron apareciendo así, deslumbrantes textos, formalmente y con una gran densidad de contenidos, Visión en la Noche (1994), El anuncio de los Búhos (2002), entre otros.
En esta primera etapa destaca nítidamente Sólo los Rastros (1997), conjunto de poemas que obtuvo el elogio unánime de la crítica y que es considerado uno de los libros claves de la poesía puneña del siglo XX, pues, instauró un novísimo patrón de belleza audaz y renovadora en nuestro medio ambiente. La alta calidad literaria del poemario le valió a Jovín Valdez Peñaranda obtener el Primer Puesto de los Juegos Florales en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa en 1977. A los 25 años de edad, ya era el más destacado representante de una generación poética, la del post-modernismo, de la que formaban parte nada menos que José Manrique, Francisco Pacoricona Villasante, Jorge Flores Áybar, Alberto Valcárcel Acuña y Serapio Salinas; y a la que después se unirían, entre otros, Boris Espezúa Salmón, Pacha Jatha Willka, Lolo Palza Valdivia y Alfredo Herrera Flores.
No cabe duda, que Jovin Valdez Peñaranda es considerado el más importante poeta puneño vivo y sobre todo ha escrito ensayos sobre temas literarios, artísticos y culturales en general. Sin embargo; se creía saber que había abandonado definitivamente la literatura, pero comenzó a dar a conocer, a través de revistas, una serie de textos en los que sus poemas se mostraban radicalmente diferentes, sin perder calidad, acercándose más a lo coloquial y prosaico. Esas glosas rimadas después pasarían a integrar al libro: Mansión del Habitante (1998), y llegando hasta su libro más reciente, Poesías Escogidas (2006).
Completan el libro con un brevísimo comentario, y una detallada cronología de la vida del autor, en la que se precisa la información acerca de sus numerosas contribuciones sapienciales realizadas tanto en Moquegua y en Puno como en Arequipa. También se incluye una amplia trayectoria de apreciaciones de sus obras poéticas que nos permiten comprobar los estrechos vínculos entre las diversas facetas creativas de Jovín Valdez Peñaranda.
En síntesis, con sus más de 210 páginas, Vida y Poesía de Jovin Valdez —libro editado por el celebrado escritor Luis Alberto Rodrigo Castro— es una excelente oportunidad para aproximarnos al valioso universo literario y artístico de Jovín Valdez Peñaranda, creador total.
1 comentario:
COMENTARIO AL LIBRO MANSIÓN DEL HABITANTE
Por Dr. JUAN LUIS CÁCERES MONROY.
Mansión del Habitante es el nuevo libro de poesías que nos presenta Jovin Valdez Peñaranda. Quien lo lea encontrará un manojo de versos plenos de musicalidad cuyo ritmo hace vibrar las cuerdas del corazón, porque los poemas parten de sentimientos reales y se elevan hasta tramontar el cuerpo y ubicarse en el universo del espíritu, de la sensibilidad, a quienes los griegos llamaban musas.
Jovin Valdez Peñaranda es un poeta que ganó diversos lauros, en su juventud en las aulas universitarias agustinas, obtuvo un premio en 1977 con su poemario Sólo los rastros, y, posteriormente otros galardones.
Su poesía, a veces, parte de una reflexión profunda acerca de la vida, conduciéndonos, a través de metáforas e imágenes, del cerebro al corazón y viceversa.
La vida está cuajada de sorpresas tristes: “Sumergidos en el bosque letal de la existencia/ en la mala hora del silencio,”...,plena de ternura y naturaleza: “La voz alambica las yemas de los tímpanos,/ el beso tiene el manjar de las aves en idilio”...(Orbe). Al leer estos poemas sentimos que son palpitaciones nuestras que el poeta escribe y nos contagiamos de su sinceridad. Esta sinceridad está colmada de sencillez e inocencia que hacen que la poesía parezca brotar con la naturalidad prístina de una fuente: “La vida sólo es la otra cara de la muerte./... Tiene el sortilegio de la mujer amada.../ Canta triunfadora en la almendra del trigo/ y llora en los zafiros de niños sin condumio.” (Enigma de la vida).
El sentimiento brota de cada una de las palabras como suspiros: “Pero aún no te has ido. Sólo te irás cuando en el puerto/ de mi corazón levante mi pañuelo y te diga adiós.”, dice cuando se niega a olvidar a la mujer amada; o como un recuerdo dulce, imperecedero y tierno: “El mapa de tu imagen y el candor de tu alma/ forman un paraíso de bondad y ternura/ y aunque la vida sea una lágrima/ en un péndulo, eres agua cristalina/ que salpica la sonrisa en los labios de un niño” (Pedestal para una madre), expresa cuando trata de evocar el valor, la ternura y la inmensidad de la madre.
La naturaleza, eterna y pura, impresiona el alma del poeta y lo llena de un realismo tierno y añorante que contagia al lector, en ocasiones, encarnada en los fenómenos naturales: “Lluvia. Bella danzarina huraña en latitudes,/ desata las campanas de pretéritas alegrías/... apacible mariposa descubridora de encantos/... excelsa reportera de las guerras del alma/ embarca en tus naves sabios astronautas/... Purificadora del orbe, surtidora de esmeraldas”(Agua del cielo), la lluvia parece ser un bálsamo que lava el alma, que la llena de recuerdos, que transmite sentimientos y embalsama el espíritu de pureza.
El camino de la vida nos conduce al final obligatorio: “Vengo desde los siglos en arcilla y anhelo/ y aquí he llegado/ y comienzo a hender las llagas/ de mi propio destino./ Todo lo que se levanta vibrante en este mundo,/ vuelve como las hojas del árbol a la tierra./ Oh parca sin meridianos ya no podrás detenerme,/ somos dos remansos con un solo balsero.” (Morada Final). Esta preocupación por la muerte eleva la poesía de Valdez hasta los confines de la filosofía y la resignación ante lo inevitable.
Mansión del Habitante funde poemas de la juventud y madurez de su autor, notándose nítidamente la diferencia entre el empuje y la beligerancia inicial , “Es horrendo vivir sin las llaves de una puerta/ que se abre hacia el sol de la soñada libertad”… (Dependencia), y la calma sentimental filosófica de la madurez: “Desde el confín de los adioses/ donde moran los siempres en sus recónditos osarios,/ desde la cruz asolada que abraza con su sombra/ la greda calcárea de nichos desvencijados/... velo tu imagen extinta en el cogollo de la vida” (Efigie). Esto nos muestra un tránsito del modernismo pleno de sonoridad hacia un purismo postmodernista pleno de reflexión y melodía interna con un denominador común, la belleza de un lenguaje figurado que tiene una claridad meridiana y una armonía expresiva natural; pues la metáfora y la imagen brotan de los labios del poeta como las rosas y las flores se abren en los botones que colman sus tallos, adornando el verso con una sencillez cotidiana.
Estos versos han sido escritos para leerlos en voz alta y sentir la dulce musicalidad de la poesía contenida en Mansión del Habitante y penetrar en el mundo del poeta, encontrando en él un corazón que conversa con gran sinceridad, belleza, ritmo y melodía, que convierten a la poesía de Valdez en una dulce caja musical desde la que brotan nuestros cotidianos recuerdos que pareciera que el poeta los hubiera extraído de nuestro diario vivir.
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