Hace algunas semanas salieron los resultados del XX Concurso Nacional de Educación Horacio 2011, organizado por la Derrama Magisterial. Y grata fue la sorpresa de encontrar entre los ganadores a dos grandes amigos: Darwin Bedoya de Moquegua (en cuento) y Osman Alzawihiri de Puno (en poesía). Además de reconocer su gran labor docente que realizan en Puno, también hay que reconocer su labor cultural. Darwin es promotor del sello editorial LagOculto y editor del sello Hijos de la Lluvia de Juliaca. Es coeditor de la revista literaria La rama torcida y ha escrito varias reseñas de libros de escritores peruanos y latinoamericanos, que se han publicado tanto en el país como en Chile y México. Y este año ha ganado el mencionado concurso con su cuento Bosque de luciérnagas. De él (además de publicar siempre sus reseñas en este blog) publiqué hace algún tiempo unos cuentos cortos, los que se pueden leer en este enlace. Por otro lado Osman, también dirige su propia revista: Hado tártaro, y es un activista cultural en Azángaro, una pequeña ciudad del altiplano puneño. Este año ha ganado este concurso con su libro Herbaje, libro al que tuve acceso hace un buen tiempo, y del que extraigo (con su permiso) estos poemas para el deleite de los lectores de este blog:
[3]
Hay habitaciones en las que yo esperaba creer hace un rato, y ahora mismo es una selva más real, que lo real de estas palabras: desaparecen habitaciones, fotos y cuadros, que fueron regalos de este milagro en las paredes —Muy cerca de estas flores, tenía las trenzas del árbol.
[4]
Voy tras eclipses del tiempo, para cederme en la edad de los ríos. Me mira desde esa lejura. Divisado en un cristal de vasos para rebar ese vacío encontrado por da Vinci. Quien está en esas imágenes inexactas de un instinto, de ese otro que no piensa. Y se afana en los secretos de un hombre, se pone a buscar imágenes desconocidas, pero, existen membrillos de un tiempo a este tiempo o para una edad. Ver para creer, creer en lo que no se ve. Es el poema de la vida nova Hallado en un olvido ignoto.
[5]
Se sueltan tus velos de turba, gotea una cascada en las montañas de Japón. Un monje escribe una carta a una carta, con una espada que las heredó su padre, cuando lee un Hayku. Una paloma es el viento al rededor, una columna es un tálamo donde el amor es el concepto. Y la muerte un don perfecto. Inventado para la naturaleza que ya no hay; porque la muerte nos espera en un lugar que no hemos ido.
[9]
Esta habitación con ventanas de hilo hacia las montañas, me mira como una foto en los pies de una rendija, con los irreales recuerdos al olvido. En láminas. Ondulan pomos de cernícalo.
[11]
Ya no quiero tener ojos viendo la realidad de los miedos. Sino enceguecerme de ese miedo, que me vierte la muerte, en una puerta anónima; porque, hay me retienen para no volver más a una imagen de la hierba.
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Esta habitación con ventanas de hilo hacia las montañas, me mira como una foto en los pies de una rendija, con los irreales recuerdos al olvido. En láminas. Ondulan pomos de cernícalo.
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Ya no quiero tener ojos viendo la realidad de los miedos. Sino enceguecerme de ese miedo, que me vierte la muerte, en una puerta anónima; porque, hay me retienen para no volver más a una imagen de la hierba.
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