21.7.11

MAURIZIO MEDO: “PAÍS IMAGINARIO, ESCRITURAS Y TRANSTEXTOS, 1960-1979” ES RADICALMENTE OPUESTA A CIERTAS ANTOLOGÍAS


Por Marco Pestana

La editorial ecuatoriana “Ruido Blanco” está muy próxima a lanzar el libro: Un país imaginario: escrituras y transtextos, 1960-1979. Una lectura, el mismo que aparece como una aproximación a la producción poética escrita en Latinoamérica durante este período. Sobre el tema nos habla su autor, el notable poeta peruano Maurizio Medo.


Pareciera ser un momento importante para la poesía hispanoamericana. Aparecen trabajos como Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (1950-1965), de Eduardo Milán; El decir y el vértigo / Panorama de la poesía hispanoamericana reciente (1965-1979) de Rocío Cerón, Julián Herbert y León Pascencia Ñol; Cuerpo Plural: antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, del venezolano Gustavo Guerrero y, finalmente, Poesía ante la incertidumbre, bajo el sello de Visor, ¿cómo considerar a Un país imaginario: escrituras y transtextos, 1960-1979. Una lectura, de cara a estos antecedentes?

Con casi todas las que mencionas, excepto con la de Visor, compartimos una visión semejante ante algunas características de la poesía actual: los discursos fragmentarios, la polifonía, la ruptura con el poema, entendido como recipiente exclusivo para una clase escritura. Sin embargo, lo que son características, para la antología citada, son cosas “que hacen daño” y pretender producir un discurso (en base a textos que, como diría Milán, desde la tradición de la poesía latinoamericana rescatan aquella de herencia española) que signifique una “pausa”, una en la cual la poesía, cosa más absurda, aparece maniatada como un vehículo comunicativo y aclaratorio de cara a una serie de “problemas” socio históricos, ingenuos por demás.

La poesía que se escribe hoy en Latinoamérica es tangencialmente metapoética, en el lenguaje resuelve una serie de oposiciones mal comprendidas, como la del neobarroco vs lo conversacional, y se desarrolla en un ámbito intermedio al de estos discursos recogiendo en la escritura una serie de elementos provenientes de cada uno de ellos con el fin de establecer un diálogo con las vanguardias, sin la mediación de un modelo de experimentación único; rompe con la idea de la generación como base para una taxonomía, la del decenio, y nos plantea, más bien, un flujo intergeneracional. Te digo que “País imaginario, escrituras y transtextos, 1960-1979” es radicalmente opuesta a ciertas antologías pues, lo demuestran los textos, no hay poesía sin incertidumbre, me gusta la idea de creer en la poesía como una “ciencia incierta”. De lo contrario arriesgamos a la apuesta por un facilismo muy semejante al de aquellos tiempos en donde cierto tipo de discurso conversacional-modal reducía la poesía a la chatura del slogan al leerla desde el “compromiso social”.

Tratado así, ¿no destacarías alguna diferencia metodológica, al menos con aquellas que, como dices, se comparte una visión más o menos semejante?

Habría que partir de una idea: toda antología es arbitraria y desata polémicas, en eso creo que todos estamos de acuerdo. Sin embargo “País imaginario, escrituras y transtextos, una lectura. 1960-1979” aparece con un espíritu distinto. En ningún momento se proclama como una “antología”, no se supedita a la concepción tradicional de poesía —pues en el libro se recogen algunas “formas marginales”—, siempre desde el punto de vista de la escritura tradicional, ni pretende ser un reflejo de Latinoamérica. Como lo señalo en el libro lo “latinoamericano” es una constelación de dialectos, cruces y derivaciones, las mismas que surgen de estos, y que parecieran no detenerse nunca en su conformación. Lo “latinoamericano” habla desde el lunfardo y el nahuatl, desde el caribeño y el guaraní, y debiera considerar también tanto al francés hablado, y replegado en algunas de sus zonas, como también al quechua y al aymara, cuya lírica reverbera en las zonas alto andinas. Casi todas estas manifestaciones lingüísticas y, es esto necesario recordarlo, provienen del lenguaje oral, lo que dificulta de sobremanera la posibilidad de recogerlas y sistematizarlas en un estudio literario, si es que esto fuera posible. Lo que encontraremos en “País imaginario…” es solamente la punta del iceberg: aquello que leemos editado en libros (físicos o virtuales), y esto es algo que ocurre tanto en las antologías antes citadas como en otras dos que considero fundamentales: “Medusario, muestra de poesía latinoamericana” y “Pulir huesos: veintitrés poetas latinoamericanos, 1950-1965”.

“País imaginario…” está más cercano a estas últimas. Ni Echavarren ni Milán, en sus libros respectivos, realizan su análisis desde una intención canóniga o en pro de beatificar un discurso modal —como se pretende ahora respecto de la mal entendida “poesía de la experiencia”—, tampoco buscan representaciones nacionales sino, más bien, (y esto se aplica tanto para “Medusario, muestra de poesía latinoamericana” como para “Pulir huesos: veintitrés poetas latinoamericanos, 1950-1965”) y sobre todo, escrituras. “País imaginario…” debe leerse así: una reunión de escrituras. Me causa gracias que algunos poetas llamen a mi libro como el “Medosario”, en clara referencia al extraordinario volumen de Echavarren, Kozer y Sefamí, es casi un halago. Si uno observa con detenimiento “País imaginario…” es una lectura, no una “antología”, no de “poesía” y tampoco “latinoamericana”.

Dentro del panorama que presentas en País imaginario, escrituras y transtextos, una lectura. 1960-1979…, hay ausencias que, esto es muy subjetivo, me sorprenden. Por citar algunas, solo a priori: Fabián Casas, Eduardo Chirinos, Germán Carrasco y, de los más jóvenes, Ernesto Carrión con quien incluso has editado dos libros.

En el caso de Ernesto tuvimos una comunicación personal al respecto y todo está bien, estamos de acuerdo en que sentimos su ausencia, y él lo sabe. Con Carrasco nos ocurrió algo similar al caso de otros autores. El soporte logístico de la editorial “Ruido Blanco” no tiene el poder, ni los mecanismos, de una empresa transnacional, o de otra que suscite el interés de un escritor para aparecer dentro de un “mercado”. Es una editorial independiente que funciona en base a la suma de esfuerzos personales. Digo esto pues la comunicación con los autores se dio de la forma más humilde: vía e-mail. Si un autor, como en el caso de Carrasco, no responde pues no va, simplemente es así, aquí, y el libro lo demuestra, nadie es imprescindible, ya no hay “vacas sagradas”. La escritura de Carrasco tiene un espíritu y una forma afines a, por ejemplo, las de Julián Herbert o José Carlos Yrigoyen, ¿qué quiero decir entonces? Que ese tipo de escritura, aunque en su manufactura cada creador maneje sus propios registros originales e inconfundibles- ya está, de alguna manera, consignada, mal haríamos en decir representada. En el caso de Fabián Casas es un notable escritor, qué duda, pero lo que plantea lo podemos encontrar también en algunos momentos de Dobry, en otros de Gambarotta, entonces su “apuesta” no ha quedado afuera, está. Acá, más que en nombres y países, y quiero ser enfático en ello, el libro se articula a través de escrituras. En el caso de Chirinos, un poeta muy correcto y respetado creemos que su propuesta está en otro contexto, aquel que, desde la tradición de la poesía latinoamericana, rescata aquella de herencia española. Pero si se trata de lamentar ausencias yo empezaría por algunas como las de Róger Santiváñez, María Auxiliadora Álvarez o Joaquín Morales, pero ¿qué hacer? ¿Cambiarles la fecha de sus natalicios?, imposible ¿no? Creo que el lector debería abordar un volumen de escritura colectiva, y este lo es, no desde las ausencias sino, más bien, desde lo que nos está diciendo el libro a través de los que están presentes.

¿Otra diferencia podría ser tu ausencia en este volumen? Sin duda eres una de las voces a la que la crítica considera como más representativas dentro de este grupo.

Bueno, no creo que me toque extrañarme ¿no? y, mucho menos, calificarme como algo dentro de este grupo que no sea el de un lector del mismo. Con algunos aparecemos juntos en diversas antologías, es cierto. Con otros he podido ser partícipe de los diferentes riesgos y desplazamientos con los que van articulando y desarticulando a través de su escritura. En suma, soy de ese grupo (cronológicamente hablando) pero la pertenencia no implica militancia de ningún tipo y mi ausencia, como la llamas, no es tal, pues la lectura es también una poética, la del receptor y, en tal sentido, podría decir que estoy más presente que nunca, y más si el poeta es una ficción, ¿no te parece?

Te hablaba de tu situación pues tu caso es sui generis. Te mencionaba, de acuerdo con los pareceres de la crítica, sobre la legitimidad que tenía tu presencia, nadie duda que eres un poeta, por decirlo así, “consagrado”, en este período pero, al mismo tiempo, es una impresión, en tu país no gozas del prestigio que merecerías, ¿crees que encontramos otros casos similares entre quienes aparecen?

Los autores y críticos peruanos que me conocen es porque me tienen en sus bibliotecas, y no precisamente son ellos los seleccionados, ese es otro rollo, sin embargo te lo digo abiertamente así pues en mi país gozo del “prestigio”, vaya palabreja, que he buscado conseguir. Soy un pésimo agente de mí mismo, me da hasta sopor pensar en distribuir mis libros para gacetillas y reseñas, buscar conversaciones poéticas, exponerme en las pasarelas… Elegí el insilio de puertas para adentro, cantarle unas cuantas verdades a poetas consagrados, pero humanamente pusilánimes por su exceso egolátrico y punto. Ese es mi problema, no voy a buscar síntomas semejantes en otros poetas ni voy a pretender que todos sigan ese mismo camino. Del Perú Mazzotti o Yrigoyen son poetas “reconocidos”, uno muy distinto del otro —es cierto—. De Argentina no creo que se dude de Mario Arteca o de Martín Gambarotta como dos de sus poetas fundamentales, lo mismo que ocurre con León Félix Batista en República Dominicana. Quizá en Ecuador el caso de Paco Benavides, quien ya no está más entre nosotros, me sea el más afín, el más próximo y el más semejante. Te lo repito, las escrituras aquí están únicamente por su condición y representación. Tampoco se trata de juntar al Club de corazones solitarios o tener criterios próximos al de este.

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