29.2.12

LOS ALQUIMISTAS DE AREQUIPA (SEGUNDA PARTE)



Puede leer la primera parte aquí.


Un regalo de la vida

—Así como hay días con muchos compradores, también habrá otros en que no viene nadie —le comento a Tommy Ramírez.

—Sí, pero eso es lo normal —lo reconoce sin hacerse problemas—. No preocupa tanto. Además, aprovechamos para leer todo el material que tenemos acá y lo nuevo que conseguimos, pues el lector, salvo excepciones, viene con ideas muy vagas, por eso un librero tiene que estar muy enterado sobre las novedades, porque de lo contrario no vende. Alguien viene y me dice: «quiero un libro de tal autor o alguien que se parezca a tal autor». Uno tiene que saber cómo escribe ese autor, sobre qué escribe, qué temas aborda, etcétera, para poder hacer sugerencias idóneas. En ese sentido éste no es un negocio, es, más bien, un placer. Un lector enterado o uno no tanto pero inquieto, es como un regalo que nos da la vida. Aunque te confieso que los auténticos libreros están en extinción. En el Perú, el último que yo conocí fue Juan Mejía Baca que ya murió hace muchos años.

—¿Lee todos los días?

—Sí, poesía, narrativa y filosofía. Y mi hermano Beto lee mucho sobre ciencia y esoterismo. Entre mis favoritos están William Blake, Baudelaire, Rimbaud, poesía hispanoamericana: la mexicana con Octavio Paz y José Emilio Pacheco, la peruana con la generación del cincuenta, la chilena con los clásicos como Huidobro y Neruda. En narrativa, Borges, Cortázar, Kafka, Thomas Mann, me gusta mucho Roberto Bolaño, también Osvaldo Soriano.

—¿Alrededor de cuántas publicaciones hay en Aquelarre?

—Unos cinco mil libros.

—¿A un lector novísimo qué ficción le recomendaría?

—El cuento siempre es el primer paso, desde los peruanos como Valdelomar, López Albújar, Ventura García Calderón hasta los latinoamericanos como Borges, Cortázar, Rulfo, Onetti, para no hablar de cuentistas europeos que también son magníficos. Sin embargo, yo prefiero que lean primero literatura hispanoamericana porque creo que es una forma de conocernos mejor a nosotros mismos, de valorarnos y de dejar de estar mirando tanto a Europa, sin desestimar, desde luego, el gran aporte cultural de los europeos.

—¿Qué le ha dado la lectura de tantos libros?

—Me ha enriquecido, tengo una visión del mundo mucho más amplia, pero es difícil poder expresarlo en palabras. Es como viajar por muchos países y por distintas épocas.

—También la posibilidad de interactuar con lectores y autores un tanto excéntricos.

—Esos son los que me interesan realmente —confiesa el librero—, y no aquellos que están adocenados. Porque hay lectores muy parametrados, fosilizados, que leen siempre lo mismo, que no se sienten capaces de experimentar. Yo creo que en literatura hay que estar experimentando en forma constante.

Aquelarre es también un espacio para la fabulación oral, como se da en el caso de Álvaro, asiduo concurrente a la librería, que afirma saber por fuentes fidedignas la historia de un zambo que sodomizó al premio Nobel arequipeño y que gracias a esa experiencia, éste pudo narrar los encuentros homoeróticos de Paul Gauguin en El paraíso en la otra esquina, ésa es la clase de lector que a pesar de muchas lecturas no entiende la distancia entre la realidad y la ficción, o simplemente no las puede separar: «Mi amigo Álvaro es un hombre con una imaginación desbordante y que no cree en nadie. Es un heterodoxo total, no cree en las vacas sagradas ni en los autores consagrados. Y eso, en el fondo, es bueno. A mí, particularmente, me preocupa cuando veo a un joven entre los quince y los treinta años con ideas fijas, prejuicios, o con endiosamientos ciegos… cuando recién han comenzado a leer se fijan parámetros muy rígidos… si la literatura va a servir para eso, yo creo que están leyendo mal».

—¿Aquelarre en una palabra?

—Libertad. Este es un lugar libre. Acá los libros están a disposición del público, para que el lector los revise, les dé un vistazo, y no con bolsas de plástico como en otros lados.

—¿Por qué se leen tan pocos libros?

—Creo que la televisión ha ganado al lector joven.

—¿Internet?

—Me parece muy bien que también se lea gracias a las computadoras y al fenómeno de internet. Antes, para informarse de un autor había que buscar catálogos, revistas, en Lima me regalaban los suplementos dominicales de Argentina o Chile para poder saber qué se publicaba en esos países. Recuerdo que cuando Heinrich Böll ganó el Premio Nobel de literatura en 1972 nadie sabía en Arequipa quién era él y era complicadísimo tener información sobre el autor. Ahora es más difícil pretender ser el gurú de la cultura, o el zar de la literatura, el que dictamina qué es lo que se debe leer.

Arequipa no ha sido fundada literariamente

«Arequipa es un ámbito novelístico sin explorar, territorio virgen, salvos algunas cosas muy fragmentarias hechas en el siglo XX», asevera convencido. Le recuerdo que el escritor chileno Alberto Fuguet escribió que Mario Vargas Llosa fundó literariamente a Lima. Así que es probable que todavía no se haya fundado a Arequipa en el terreno de la ficción: «Definitivamente no ha sido fundada, hay novelas de María Nieves y Bustamante, Edmundo de los Ríos. Sin embargo es muy poco lo escrito sobre Arequipa y espero que los nuevos novelistas hagan algo al respecto».

—¿Acaso son ustedes alquimistas como dice el señor? —le pregunto a Tommy Ramírez, que acaba de pagarle al desavisado vendedor de libros de segunda mano apenas siete soles con cincuenta céntimos por una de las mejores novelas de Vladimir Nabokov: Ada o el ardor. Y el dueño de Aquelarre muestra una sonrisa cómplice. Entonces yo entiendo que no se trata de alquimia sino, precisamente, de algo tan elemental como leer para saber —aquilatar, apreciar, atesorar— lo que uno tiene en las manos. La diferencia entre alguien que lee y alguien que se exonera de esta placentera actividad, se hace patente una vez más y, sin duda, resulta aleccionadora. Aquella novela de Nabokov siempre valdrá oro, pero recién ahora —¿otra vez?— está en buenas manos. Tommy Ramírez luego de rescatarla, acude a su caja chica pero, en esta ocasión, en vez de dinero saca una vieja fotografía, en blanco y negro:

—¡Mírame! —exclama y lo reconozco vistiendo una de aquellas guayaberas predilectas de Gabriel García Márquez y al lado de nada menos que Julio Cortázar—. Acá estoy con un auténtico alquimista, ¿no crees?

* Arequipa, miércoles 04 de enero de 2012. Publicado en el diario El Pueblo el domingo 15 de enero de 2012. En la imagen: a la izquierda, Tommy Ramírez. A su lado aparece Álvaro (el de la anécdota sobre MVLL) y otros compradores.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...