26.10.08

MIRTHA NÚÑEZ CUEVA: HABITANTE DE TIERRA LÁCTEA


Por: Carlos Eduardo Quenaya

Imágenes en dispersión continua, restos de un naufragio interior contemplado desde lejos. El primer poemario de Mirtha Núñez se percibe opaco y meditado, provisto de un lenguaje profuso, reacio a las interpretaciones fáciles y expeditivas. Tierra láctea (AQP Libros, 2006), anuncia desde el título su materia simbólica: humus, arena, grava, sedimento, savia, agua, etc. configuran este mundo poético que convoca a la naturaleza desde la mudez y la ocultación.

Decía Hesíodo que “antes que todas las cosas fue Caos; y después Gea la de amplio seno…” Esta parece ser también la consigna que animan los poemas de Mirtha Núñez. La Tierra, madre de todos los dioses, cobija además una materialidad que precisa ser escuchada: Oigo la madera susurrando/ Quizás es ella levantando alas de sidra/ envenenada (de Savia). Por eso en Reflejo vítreo, el yo poético declarará: Escucho el agua paseando por las habitaciones de la casa/ zambullendo las bardas/ los animales/ las criaturas paganas como en una bíblica/ historia de mares levantados. Solo que, a diferencia del poeta griego, las fuerzas naturales son, acaso, los vestigios de un orden antiguo o de una civilización en ruinas: Tiempo de lluvia en los meandros de este cuaternario desierto. Es decir, no aburrida descripción del paisaje sino atractiva plasmación de la oscura animación vegetal y humana.

Asimismo, ya en el primer poema —Gránula— asistimos a la desintegración del sujeto poético: Desmembrada/ vencida por el agua aglutinada/ disgregada, entre los dedos hundiendo/ multiplicando sus formas subterráneas/ arena lamiendo el soplo del poniente incendiado en sus fragmentos. Cada poema se enunciará a partir de la descomposición, de la pérdida de un centro que vertebre estas imágenes donde la cotidianidad asoma como la disolución de sí misma: Tu cuerpo se escurre incoloro/ Acoplado al tenue sembrío urbano.

Ni proclama ecológica ni narciso recogimiento, la animación de la naturaleza que se desenvuelve en estas páginas es, en mayor medida, una inédita posibilidad del ser, de esa otredad secreta en la que el sujeto poético proyecta su existencia.

A pesar de lo dicho, y de hallarnos aquí a kilómetros de la ya inviable poesía de género, esta propuesta no llega a convencernos del todo. Ciertos tropiezos rítmicos, un excesivo uso de gerundios, un fraseo desprolijo en los poemas menos logrados, nos dan la impresión de encontrarnos frente a una poeta que no hubiera madurado lo suficiente. La inconsistencia formal de no pocos poemas enturbia los logros expresivos del conjunto. Sin embargo, pensamos que es lícito sostener que Tierra láctea —una vez superados los desaciertos estilísticos y afianzados la intensidad y la libertad artísticas— puede constituir un paso significativo en la conquista de un lenguaje y una voz que, quizás, en el futuro nos revele una sugestiva mirada de la condición humana de nuestro tiempo.

Tierra láctea, 60 pp.
Mirtha Núñez Cueva,
Arequipa, AQP Libros - Fondo editorial, 2006

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