Por César Boyd Brenis
La universidad la estudié por las mañanas. En ocasiones, luego de mis clases, me iba a casa de Cromwell para conversar de poesía, en donde su madre —caritativa con un estudiante hambriento— me ofrecía deliciosos almuerzos. Cierto día, él me compartió dos poemas en una hoja arrugada. Después de leerlos, dije una de las frases más parodiadas dentro de la intimidad del grupo Signos: ¡Es lo mejor que te he leído!
Cromwell me había dado a leer dos poemas del segmento “Agua”, y para mí, efectivamente, era la dicha entera poder apreciar lo que después serviría, en palabras del mismo autor, como base para forjar un poemario con los cuatro elementos de la naturaleza. Elementos que, dentro de la concepción presocrática del mundo, eran lo que constituía a todo lo existente: el agua, el aire, la tierra y el fuego.
Yo estaba presenciando el germen de “Estética de las revelaciones” en esos dos poemas que aprecié aquella tarde con una atrevida emoción. Y pasaron a ser después —ya completos los diez textos— catalogados por el poeta Jimmy Marroquín como el mejor poema-libro que había leído en su vida, dentro de la poesía del nuevo siglo.
Eran tiempos de incipiente juventud. Corría la mitad del año 2006 y planeábamos recién, con los demás compañeros Ronald Calle y José Abad, publicar lo que después sería “Signos”, nuestro primer poemario colectivo. Cromwell ya se había retirado de la carrera de Historia y Filosofía, pero eso no fue impedimento para planear un viaje, con todos los gastos pagados, a Cajamarca, donde se llevaría a cabo el congreso de educación en ese estupendo año de 2006.
La poesía no puede gestarse sin musas. Y fue justamente en Cajamarca en donde Cromwell logró hacer suspirar a innumerables mujeres con los versos de Agua o de otro poemario que también adquirió una parodia interesante dentro del grupo. Me refiero a Brevedad, cuyo título tomamos para relacionarlo, en pura broma, a su duración en los procesos amatorios.
Otro de los viajes que el recuerdo alcanza fue a Trujillo. Después del recital organizado por el Grupo Legión, conoceríamos a una amiga que lanzaría una frase memorable en pleno centro de la Ciudad de la Eterna Primavera: “ese gordito mueve bien la pluma”. Sentencia espectacular dentro del compartir íntimo, que ampliaría nuestro anecdotario y alegraría nuestras reuniones internas.
Sin embargo, en la cabeza de Cromwell se seguía formando la idea de ese libro total, y fueron sin duda los distintos viajes con el grupo lo que le iba alimentando el verbo, acompañados de las lecturas que hacía de nuestros amigos poetas contemporáneos, los cuales siempre se mostraron respetuosos de la poesía del autor de “Estéticas de las revelaciones”.
Como se puede apreciar, es difícil separar la constitución de un poemario de los avatares del grupo en donde el autor es parte. Las lecturas compartidas, los libros descubiertos, las conversaciones endiabladas, las críticas lacrimógenas, los autores gigantescos, las comparaciones inevitables, todo ello estuvo presente dentro de un funcionamiento colectivo que el grupo dio y sigue dando. Cromwell tiene la poesía que razona, que elabora conceptos, tal vez por ello es esperanzadora, porque los conceptos crean la realidad, y los nuevos mundos que trae el libro suavizan la dura gracia de vivir.
* En la imagen: los cinco Signos: Ernesto Facho, Harold Castillo, Cromwell Castillo, César Boyd y Ronald Calle, en Chiclayo.
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