por Raúl Heraud
Demolición de los reinos del grupo literario signos de la región Lambayeque (Sol negro, 2011), hace su aparición en esta gélida Lima gracias a uno de sus integrantes (César Boyd Brenis) para seguir diciéndonos que la buena poesía no solo es exclusividad y privilegio de la capital, sino, por el contrario, se da a conocer con más frecuencia fuera de sus límites; en esta segunda entrega encontramos a los poetas con mucha más madurez, y más irreverentes que de costumbre; a continuación una breve aproximación a su poesía:
Los últimos días de Caín de José Abad Ascurra (Jaén - Cajamarca, 1979), transitan los linderos del malditismo, el poeta vive al límite dentro de una ciudad caótica, huyendo de sí mismo; un halito Paneriano rondan los textos que devanean entre la renuncia al ser y el deleite nihilista, la belleza dentro de estas páginas se encuentra en el abismo, en la declarada confrontación filosófica entre el hombre y dios, en el abandonarse en este cementerio pos moderno hasta despertar y saberse vivo dentro de una tumba sin nombre.
9
Miro en el espejo mi rostro envejecido por la lengua
áspera del tiempo. Mis ojos gastados, mis pupilas
opacas donde danza la sombra. Miro mi frente
surcada de recuerdos inclementes, mi cabello
encanecido, mi cuerpo inútil y arrugado, mis costillas
sedientas de tierra y de cemento. Miro mis manos
torpes, mis uñas carcomidas, roídas hasta sangrar en
noches blancas. Miro mis piernas que apenas me sostienen,
Y mi ombligo exangüe donde habita la
lujuria. Miro estas paredes donde envejecen arañas
que tejen las memorias de los muertos que no
vuelven. Miro con pavor, con ternura, a este hombre
que no sabe que mira con ternura, sus últimos días de
Caín, su último vuelo de insecto, de pequeño mortal
Inmortalizado por el hallazgo fatal de vivir, por la
burla de Dios que me mira con desprecio, y que no
sabe que también lo odio y lo desprecio con la
compasión del hombre que se va, mientras el Dios, el
siempre Dios, se queda solo en esta tierra de muertos.
¿Dónde acaso es camino? de Cromwell Castillo Cabrejos (Motupe - Lambayeque, 1981), nos sugiere que la vida es un devenir constante y la poesía un veneno mortal, insalvable trampa de la que jamás se podrá liberar quien la escribe, el poeta cede ante la tentación irresistible del cuerpo, la inmortalidad para él tiene rostro de mujer pero también lo tienen la desesperación y la desesperanza, los poemas son vistos aquí desde la otra orilla, (a lo Juan Ojeda) desde el otro yo trastornado con la contemplación de quien ve que nada tiene, de quien sabe que lo ha perdido casi todo.
Pre - texto nuevo
Antes de que el gallo hubiera cantado
Tres veces, Pedro ya lo había matado.
Su conciencia limpia ayudó a Judas a
no colgarse. Jesús no fue crucificado;
aun juega a los dados con los
hombres que alguna vez decidieron
dejar de pecar.
Imagino lo soberbio que debe haber
sido escribir un testamento nuevo.
Abandono del hastío de Ronald Calle Córdova (San Ignacio - Cajamarca, 1982), construye su universo poético alrededor de paradigmas humanos como el amor, visto de manera enfermiza, dios, como simple creación cultural, la locura como salvación, como un arte al que no hay que renunciar jamás, la poesía se vuelve dentro de estas páginas para Ronald en la contemplación del absurdo, la vida en la acumulación de fracasos arrojados a la piel, pergeñados desde los ojos incendiados del poeta.
VII
Dios, al no encontrar el Edén,
al poeta dijo:
no sé lo que he creado.
Luego,
lloró con él.
VIII
Dios es un ser extraordinario.
Siendo creado por el hombre,
Se proclamó mi creador.
Persistencia del alarido de César Boyd Brenis (Ferreñafe - Lambayeque, 1981), hurga en el poema como buscándose a sí mismo, buscando el significado de la condición humana, la belleza es para él observar como el mundo sucumbe en una tarde cualquiera, los poemas son puertas abiertas por donde se deslizan toda clase de emociones, de miedos, de deseos, por ellos transitan la madre, Narciso, los sueños, el psicoanálisis freudiano; los textos aparecen como una moderna terapéutica de la vida cotidiana.
Mito diluido
En la otra orilla del rio está la verdad,
Narciso,
y te quedaste a la mitad de ti.
Tu idolatría estuvo en el agua
como una discreta inquisición: ahí
no había verdad y sólo tú te admirabas
en tus trampas del ser,
Para que tus ojos soportaran tanta realidad,
tanto pedazo de agua
convertido en ti.
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