15.9.09

¿ADN PARA LOS RESTOS DE OQUENDO DE AMAT?


Descubridor de su tumba sugiere análisis para despejar la sospecha de que no pertenezca al poeta. Responden al escritor peruano que alguna vez insinuó que la tumba sería falsa y que no la certificó.

Carlos Meneses (Palma de Mallorca).

Como una sorpresa, no de las que causan furor sino de las que deprimen por el equivocado contenido, me llegó una revista universitaria cuyas páginas contenían una entrevista al profesor y narrador José Antonio Bravo. La revista (Qlisgen, abril de 1984 número 4) era de los años 80 pero me llegó 10 años después, y el motivo del envío eran unas declaraciones acerca de la posible falsedad del cadáver del poeta Oquendo de Amat, enterrado en el cementerio de Navacerrada, y que cuya tumba (solo un túmulo) descubrí en 1971, tal como cité en mi libro Tránsito de Oquendo de Amat (Inventarios Provisionales, Las Palmas de Gran Canaria, 1973). Me sorprendió que quien hacía esas manifestaciones hablara de este asunto muchos años después de lo ocurrido, y que arremetiera en mi contra por no haber cumplido con conseguir la certificación médica de los restos del poeta.

Lo normal hubiese sido que quienes dudaban de la veracidad del encuentro de la tumba de Oquendo se hubiesen dirigido no a mí si no a alguna institución cultural peruana. Yo como biógrafo de Oquendo había satisfecho mis expectativas de hallar la tumba. Lo de certificar científicamente si los restos que yacían bajo el túmulo que encontré y que meses después, gracias al INC se convirtió en una tumba normal, con lápida en la que se leían versos del poeta Enrique Porras Barrenechea, no me correspondía. Mi tarea de seguidor de los pasos de Oquendo estaba cumplida.

El segundo capítulo del descubrimiento de la tumba del poeta Oquendo se produjo cuando Arturo Corcuera vino de Lima con la misión de colocar la lápida y dejar una tumba digna de quien yacía bajo ella. Lo que nadie sabía era que Corcuera realizó la misma comprobación que yo había hecho el día que encontré el túmulo, o sea, reunió a un edil del ayuntamiento de Navacerrada y al sepulturero de aquellos años (Oquendo fue enterrado en marzo de 1936) para que le dieran todos los datos necesarios que le permitieran asegurar, según esas dos personas, que el cadáver era del poeta. Esa doble comprobación alejaba muchas dudas.

No obstante si aún persistieran temores de restos apócrifos lo apropiado sería recurrir a un ministerio, a una entidad cultural, o a la propia embajada del Perú en Madrid para que haga la necesaria comprobación científica, que es lo que el profesor Bravo debió pensar antes de lanzarme el cañonazo de su acusación. He de señalar que llegué al cementerio de Navacerrada en 1971 gracias a que el poeta Cillóniz me brindó su auto y trajo al señor Bravo, que estaba de pasó por España. Por qué este último esperó años en elevar su protesta si podía haberla hecho de inmediato, y hasta haber manifestado su descontento cuando tras el descubrimiento de la tumba tomamos un café en un sitio cercano a Navacerrada y conversamos acerca de qué hacer para transformar el túmulo en tumba.

Si se trata de hacer la certificación de que el cadáver es verdadero, la familia Oquendo, que es mi familia, no vacilaría en sumar su solicitud para que se realice la comprobación. A nadie se le ocurrió que el INC, cuando envió al poeta Corcuera con la misión de colocar la lápida (yo no fui invitado por un error en mi dirección), también podría haber realizado ese análisis médico. Pero esa posibilidad está vigente, por qué no realizarla ahora. El ADN ayudará a la comprobación y acabará con las dudas si aún están vigentes.

El dato: La tumba. Fue descubierta en 1971, en el cementerio de Navacerrada, que es un pueblo dentro de la provincia de Madrid, situado en la sierra, a unos 900 metros de altura. Oquendo de Amat llegó allí enfermo al sanatorio de tuberculosis.

Según la opinión de Cecilia Bákula (Directora del Instituto nacional de cultura), el INC sería un facilitador del ADN. La voluntad del Instituto Nacional de Cultura siempre será de apoyo a las gestiones e iniciativas de investigación cultural. Pero nadie ha solicitado ni ha planteado de manera formal e informal sobre el requerimiento de esclarecer con el ADN sobre los restos del poeta Carlos Oquendo de Amat. El INC sería un facilitador para coordinar las acciones para resolver el ADN. Creo que el Estado tiene el deber de apoyar este tipo de gestiones. No digo que el INC lo va a hacer, pero sí daríamos todas las facilidades para que se llegue a la verdad si hay duda sobre los restos de Oquendo de Amat.

*Extraído del diario La República (09-09-2009).

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