Oswaldo Chanove, uno de los mejores poetas de la generación peruana del 80 |
Cosas infames (Estruendomudo) nos trae de regreso a Oswaldo Chanove, un buen poeta y narrador arequipeño que hoy vive en Estados Unidos. Gestor de recordadas revistas —como Ómnibus y Macho Cabrío—, en esta charla repasa su trayectoria vital, arequipeña y literaria.
Autor: Gonzalo Pajares Cruzado
“Las personas pasamos por varias etapas. En los 70 y 80 era muy temerario. Pertenecía a grupos literarios que se reunían siempre, que tenían un sentido de la amistad muy fraternal. Eran pequeñas ‘pandillas’ intelectuales. Ahora, en Estados Unidos, donde vivo, soy un solitario y veo a mis amigos muy de vez en cuando". Oswaldo Chanove, el buen poeta arequipeño, nos habla de su vida.
¿Cuán politizada fue su generación?
Mi grupo estaba más interesado en la literatura que en la política.
Trabajó en la Universidad San Agustín de Arequipa (UNSA)…
Sí, pero no como académico. Varios de mis amigos poetas estudiamos allí, pero la abandonamos y nos dedicamos a la bohemia. Pero, un día, el rector de la UNSA —Juan Manuel Guillén— nos convocó para que organizáramos un proyecto cultural dirigido a los más jóvenes. Fue un gesto valiente, por el que fue muy criticado: “Está contratando a borrachos”, le decían. Nos dividimos las tareas y a mí me tocó formar un cineclub y una videoteca pues soy un cinéfilo y, por entonces, en Arequipa no había cine. Otro amigo puso la librería; Alonso Ruiz Rosas, el museo. Además, convencimos a Guillén de que todo complejo cultural debería tener su cantina. Ofrecíamos un vaso de whisky a un sol… y ganábamos. Este bar se convirtió en el punto de reunión de los jóvenes artistas arequipeños; las chicas lindas iban allí; hacíamos exposiciones.
¿Cómo empezó su ruta poética?
Mi primer libro, El héroe y su relación con la heroína, está inspirado en una relación amorosa. Es mi libro más vital, un poemario con muchas imágenes y con una actitud lúdica, callejera y bohemia. Usé elementos personales para crear una verdad en el lector… todo a través de la manipulación.
Algo así hace en Cosas infames, su último libro…
Allí manipulo lo real y lo ficticio. La mayor parte de las historias no me ha ocurrido a mí ni a nadie que conozca: las leí en periódicos y revistas, y las reconstruí. En realidad, son remakes. Ambienté muchas de las historias en Arequipa para ver cómo funcionaban al cambiarlas de contexto.
¿Arequipa es una ciudad literaria, digna de ser retratada?
No lo sé. Yo siento que ha crecido mucho y que merece una vida cultural a la altura de su importancia. En nuestra época era una ciudad tranquila… Nosotros éramos los salvajes.
¿Qué tan salvajes?
Éramos muy bohemios. Yo tuve una etapa de exploración con las drogas que fue interesante, reveladora e iluminadora. Éramos una tribu, nos sentíamos unos héroes de la literatura. Publicábamos una revista de poesía —Ómnibus, que tuvo 12 números en 12 años— y vivíamos una fiesta muy fraternal.
¿Cómo es el Chanove del siglo XXI si se le compara con el joven arequipeño de los años 80?
Mi vida hoy, que vivo en EE.UU., no es bohemia sino solitaria, casi monacal. En términos literarios, me interesa mucho más la forma que el argumento. Por eso trabajo mucho el estilo.
¿Por qué se fue del Perú?
Mi vida ha estado jaloneada por situaciones azarosas. Mi hermano, quien vive en Estados Unidos, me invitó a visitarlo. Yo tenía el cliché ‘antigringo’, pero allá me he sacado el prejuicio. Es muy fácil acceder a los libros y a la cultura. Yo me dedico sólo a escribir. No necesito mucho dinero para sobrevivir pues la mayoría de las cosas es prescindible. Si uno se ajusta a lo básico, puede hacer lo que le dé la gana. He comprado mi libertad teniendo una vida austera. Yo hago lo que quiero, y no hay nada más disfrutable que eso. No necesito mucho dinero para sobrevivir.
¿Cómo es su día?
Tengo una rutina para no caer en el caos. Voy a mi estudio temprano. Escribo cuando debo; de lo contrario, leo. También veo mucho cine porque, para mí, es imprescindible: veo dos películas al día. La poesía sale cuando tiene que salir, no cuando a uno le dé la gana. En el caso de la prosa, la disciplina me ayuda a escribir más, pero la poesía tiene sus mareas. Me interesan las experiencias metaliterarias: hay historias literarias que son más fuertes que las de la vida real.
¿Extraña la bohemia?
No, porque he optado por la literatura. Es otra manera de ser feliz.
*Tomado del diario Perú21 (21-01-‘10).
No hay comentarios:
Publicar un comentario