Nuevo libro de Dalmacia Ruiz Rosas. |
Por Willy Gómez
Migliaro
He
seguido y he estudiado la trayectoria poética de Dalmacia Ruiz-Rosas Samohod desde
hace más de veinte años, en ella su escritura sigue siendo un movimiento de
composiciones estéticas y políticas que la han ido consolidando como una de las
voces más originales de nuestra poesía, digo esto porque la construcción de su
obra es el corpus total de un país
imaginario (por tomar un verso de
Parra) y explicar mejor los lenguajes de los sujetos hablantes reinventándose
desde sus decires y haceres propios,
siempre desde la acción política o desde la convivencia de la violencia cuyos
sujetos hablantes no hacen sino reafirmar sus procesos de identidad. Y todo
ello desde la claridad del lenguaje, asumiendo una coloquial forma moderna y
esencial del canto. La obra poética de Dalmacia Ruíz Rosas constituye,
entonces, una pugna que violenta toda historia real en la composición de una
épica urbana.
Pese
a haber sido escrito hacia el año 81, Palacio
de justicia de Dalmacia Ruiz-Rosas Samohod tiene la vigencia de un tiempo
cíclico que ha ido marcando las convenciones del habla popular en busca de sus
propias definiciones y significantes; y son los protagonistas fragmentados del
libro: Amalia, Stella Puelles y Ana Laipe quienes emergen desde la intemperie
para nombrarse y nombrar un tiempo destructor y un tiempo constructor, digamos,
un alcance de liberación “cuya violenta autonomía destruye todo alcance ético”.
Palacio de justicia se enmarca
dentro del conflicto de la violencia política que vivió el Perú hacia los años
80, es decir, de la guerra civil entre las fuerzas del poder y los grupos
levantados en armas. La carga ideológica entre el pensamiento
marxista-leninista y maoísta y la anarquía undergruond o subterránea que
recorre el libro, no son sino otras de las “convenciones del lenguaje” que fija
el mundo real creado, el tono difuso de un discurso privilegiado.
Estas protagonistas sufren, particularmente, de la opresión de un
sistema y tienen a su vez la necesidad de constituirse en una fuerza decisiva
para la victoria que es su propia emancipación; a partir de ahí viene primero
el reconocimiento de su propia naturaleza y luego el accionar, o sea, la
negación para golpear una sobre estructura moral,
cultural e ideológica ampliamente ramificada, portadora de principios
oscurantistas, reaccionarios y anti-femeniles como son la subordinación al
hombre como condición natural, su función maternal y familiar primaria como
asignación divina, el matrimonio indisoluble, la familia como centro de sus
relaciones humanas, sociales y afectivas.
Todo ello sumado a la existencia de la propiedad
privada y la explotación del hombre por el hombre, serán actos de subversión
por parte de los sujetos hablantes femeninos, quienes en busca de la abolición
de la esclavitud, no solo de la mujer, re-velarán sus propias individualidades,
sus propias formas de organizarse y comprometerse en la construcción de una
nueva democracia, pero serán ellas las que re-establecerán ese orden o
desorden, mientras les sea restituida su dignidad.
Así, Amalia odia todo lo que oprime, Ana Laipe
ama sus convicciones y Stella Puelles se enfrenta a sus insatisfacciones, pero
en el palacio de la justicia o en el espacio de su propia liberación, estos
sujetos, también, reconocen de que nada tiene sentido o significado; no se inclinan
ante ninguna autoridad, no aceptan ningún “principio como artículo de fe”, en otras palabras, un nihilismo agresivo donde el
ánimo colectivo o una proyección personal enfermiza, lidia con el significado
de la existencia en ese desatarse de las opresiones de un mundo capitalista.
Depara a estos sujetos poéticos y femeninos,
finalmente, un mundo productivo reconocible, donde una forma de reinserción
autogestionaria las libera en sus procesos de identidad; así vemos y sentimos
en ellas actos de organización, formación y fundación de un centro social donde
extender esas batallas, pero sin divergencias.
Con Palacio
de justicia, Dalmacia Ruiz-Rosas Samohod ha
construido una de las obras más sólidas de nuestra poesía, y en este proyecto
se inscriben los dilemas de la existencia humana desde el terror de la
violencia que se incorpora a nuestro imaginario y nos confronta en la real
ficción de lo ajeno para que podamos o no, tomar partido por las cosas o por la
vida misma.
Bar
Queirolo, Centro de Lima, julio 2013.