Libro de Mussó en Cascahuesos Editores (2014) |
Por: Javier Rivera*
“Des-hacer, des-crear,
es la única tarea que el hombre puede asignarse si aspira,
como todo lo indica, a distinguirse del Creador”.
E. Cioran
¿Quién vende su
primogenitura por una página cada vez más en blanco?
¿Quién regresa a sí
mismo fragmentado a flor de cuchillos?
Inicia su antiguo testamento con un triteuco bellísimo y
salvaje, cuatro libros poético-sapienciales, paralipómenos, un libro histórico,
las lamentaciones (de algún Jeremías) y un profeta menor en su mantra, Jonás.
Los golpes de sílaba ilustran sonoramente la naturaleza de lo que definen
(cosas como un caminar entrecortado o un encender discontinuo): camina en-tre-tuer-to o neón as.ti.lla.do. Mucho peso en la
sonoridad, en el canto, como en las misas antiguas. Un sermón pulposo cantado
en el mejor ecuatoriano que suena a tierra, agua, aire y fuego. Bendita palabra
de Dios que destruye el mundo que nombra, cuando lo que nombra es esa
pestilencia profunda que hiede en dirección a la inconciencia. La búsqueda de
la voz, la lengua y el placer en los ecos, las resonancias, las vibraciones y
retornos al origen de la palabra; no le llama cuerpo al cuerpo, lo lame y
escupe, lo besa y mutila por su verdadero nombre, siempre el mismo adminículo
erótico y siempre diferente mecanismo del goce. El nombre de Javiera vuelve a
ser pronunciado en crónicas, es un
nombre que acompañan la sangre y el miedo, como dos guardaespaldas del
significante.
¿Quién une a neón el
adjetivo as.ti.lla.do para que suene como se enciende?
Adiciona en el intermedio un documento apócrifo, desconocido
por el propio Dios, que titula, con gran artesanía, profetas del exilio. mientras la cristalería me recuerde que me
corresponde la sed más terrible, no queda sino preguntar en qué estabas
pensando, cuánto terror te empujaba el cadavérico rostro cuando escribiste
aquellas líneas que cambiaron el mundo… Dedicado al poeta, este libro
expone las afiebradas líneas donde el creador dispone de las realidades
paralelas y entramadas del pasado, presente y futuro y, de ellas, reclama la
mayor verdad posible, reclama que los
borran del censo nacional, de las crónicas del país, los subastan y los ve
pastando en el prado de madrid, lejos de sus ojos, su voz y su lengua, regresando por un estrecho camino al francés
en el québec. El elogio de la palabra
es central porque alguien dice tormenta, laberinto, ciudad, palabra, casa y
ocurren esas nuevas invocaciones que desatan presencias cáusticas y brillantes
desde los cuatro puntos cardinales de los elementos con los que se des-crea el
mundo y los sueños.
¿Quién plantea la
teoría de la antimateria cómo una voz reflejada en el espejo?
Su nuevo testamento consta de tres libros de cartas, los hechos, sus disangelios y cierra el sagrado con apocalypse now de Coppola en África, de Conrad en Vietnam y de
Mussó en Guayaquil. Con El corazón de las
tinieblas en la mente nos parte de un flechazo el siglo XIX y toca con la
punta 1979, homenaje al año de la película. La mala nueva del disangelio:
El filósofo alemán Peter Sloterdijk ha señalado que vivimos en una época de ángeles vacíos o de nihilismo mediático, en la que nos hemos
olvidado del mensaje a trasmitir mientras que los medios de transmisión se
multiplican: Este es el disangelio propio
de la actualidad, dice Sloterdijk. La palabra disangelio de Mussó, que
Sloterdijk toma de Nietzsche, destaca, en contraposición a evangelio, el carácter vacío de los mensajes distribuidos por los
medios y su capacidad de paralizar en el error y la muerte: el cementerio es el exilio que comienza
donde la taberna me enciende. Nadie quiere sacarte del error, ni de tu mirada
de sangre / ni dejar de estrellar astrolabios contra los muros.
¿Quién denuncia al
delirante caudillo de acallar la voz popular en esa patria de la lepra?
El célebre poeta y lingüista peruano Mario Montalbetti ha
comentado tres cosas que me parecen importantes de resaltar sobre Mea Vulgata (Arequipa, Cascahuesos
Editores, 2014): “En el libro de Mussó el Verbo es el Verbo. Mussó lleva esto a su conclusión radical: si en el
principio fue la palabra entonces en el final también lo será. Nada viene a salvarnos. Todo está aquí y
ahora. El Mesías es la palabra misma. Solo hay salvación de la palabra mediante
la palabra. Y es aquí, en la cirugía de la palabra por la palabra, que el arte
des-hacedor de Mussó alcanza su verdad más sustancial”. Luego dice: “Mussó
concluye su Vulgatæ con las
siguientes líneas: “porque ya encontré mi ojo,/ y ahora me falta encontrar mi/
lengua” (Apocalipsis 8:7). Lo que ha ocurrido es que la palabra del poeta,
contra todo lo que se ha dicho y predicado, no crea una lengua nueva, no
inventa un lenguaje nuevo. No hay nuevas palabras para las antiguas. Son las
mismas. El Mesías debe repararse a sí mismo y debe reparar sus propias faltas.
El poeta des-hace y lo que obtiene es una visión (“ya encontré mi ojo”). Lo que
le falta, lo que siempre le faltará, es una nueva lengua, una meta-lengua
entendida como una institución que fuera del lenguaje garantice el buen
comportamiento del nombre, ese buen comportamiento que nos asegura
imposiblemente la corrección, control y buen manejo de nuestras
significaciones”. Y finalmente: “Entonces, correspondiente al poeta que
des-hace, necesitamos un lector que des-lea esta pequeña joya de inteligencia y
lenguaje”.
¿Quién señala los
peligros del monismo intelectual que al principio parecen tan inofensivos como
una mantis religiosa antes de acoplarse?
Cómo todo texto que se sabe interior al caos, prácticamente
no conoce de mayúsculas. Cuando las utiliza (muy poco) lo hace con el objeto de
iluminar algún concepto: señalamiento, añoranza, deseo u orden que se solicite
con premura o con ímpetu categórico: SUBE EL TELÓN EN MEDIO DEL VÉRTIGO Y EL
ALZEHIMER/ MI ÚLTIMA PALABRA FUE TÚ,
PERO ME REFERÍA AL ABANDONO EXHORBITANTE/ EL CONOCIMIENTO GENERA TRISTEZA/
¿ESCRIBIR O VIVIR? y las hojas de tabaco me dicen lo mismo: IDOS MUCHO, PERO
MUCHO MÁS ALLÁ DEL CARAJO. Las verdades reveladas en este formidable volumen se
saben encorchetadas en la individualidad de quién las propone y no pretenden
erigirse en grandes verdades absolutas a la humanidad, ni siquiera a su país ni
a su tiempo, tal vez ni a su familia; sólo al profeta. Todo lo contrario, el
libro es un gran y solitario sermón que acribilla las palabras mayúsculas y lo
hace en fondo y forma.
¿Quién, en su sagrado
génesis, mancharía las alas angélicas removiendo las aguas fundamentales para
dar origen al origen?
Ars Poética: la poesía, ese oficio de matanzas: mueren
desbrozadas las palabras viejas para cocinar un mapa con las nuevas.
Enarbolando su crimen imperfecto, un sueño galopa con la densidad del mercurio.
dime, nuevo caín: ¿dónde
diablos está tu hermano?
Arequipa, Setiembre del 2016
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