28.8.10

LA SOLEDAD IMPURA DE PEDRO GRANADOS


Por César Eduardo Carrión

Esta antología de Pedro Granados (Lima, Perú, 1955), titulada precisamente Soledad impura (Lima, Imprenta ENFYS, 2009), recoge poemas escritos entre 2003 y 2009. Granados es uno de aquellos innumerables autores que no siempre (casi nunca) constan en las antologías generales de la reciente Poesía Latinoamericana, publicadas por las mayores casas editoriales del continente o por otras menos grandes, de la mano de prestigiosos poetas o críticos latinoamericanos. Un dato destaca su situación marginal: Se trata de un poemario editado por su mismo autor. Pero, a diferencia de la inconmensurable producción que sale del bolsillo y la necesidad o vanidad de muchos aficionados, este librito dejar ver a un autor comprometido con la poesía, de amplia trayectoria y oficio. No es de extrañar, en consecuencia, que uno de sus poemas evoque lateralmente esta condición (en adelante citaré todos los versos a línea seguida): Una vez más he sido / humillado. / Por enésima vez han descargado sobre mí / el poder. / Un hombre se ha portado / como una institución / y me ha condenado al exilio.

El tono confesional de muchos de los poemas los ubica dentro de una veta creativa de la lírica escrita en español que se remonta a los siglos del barroco, pero que en la modernidad se afinca en cierto realismo, cierta poesía conversacional y en la llamada poesía lárica, que construye su cosmovisión, primordialmente aunque no de forma exclusiva, en torno del recuerdo del hogar y la memoria familiar. Dicen así los primeros versos del libro: A mi abuelo Desiderio Agüero / lo asesinaron a golpes / en la provincia de Cangallo, Ayacucho, allá por 1925. / Lo emboscaron en la propia recepción / de su cargo como sub-prefecto. / Medio centenar de puños / se ensañaron hasta la muerte contra él. / Los azuzadores fueron capturados / y purgaron veinticinco años de cárcel / por el homicidio. Se apellidaban Rodríguez. / Hacendados de poca monta / y de medio pelo, pero hacendados al fin. / Tú no esperas muerte distinta. / Morir de cara a taimados anfitriones.

Aparecen a menudo nombres propios y referencias histórico-geográficas precisas, quizás con la intención de mostrar un complejo mundo biográfico, pero seguramente también para desafiar la frialdad de ciertas estéticas (no menos legítimas), cuyos sistemas de sentido giran en torno a palabras neutras, lugares comunes de la “alta” cultura literaria y símbolos autárquicos (aquellos que se justifican sólo dentro de su propio sistema, sin un anclaje claro en la coyuntura cultural de la que provienen —¿poesía pura?—). Paralelamente al desarrollo de la llamada Poesía Neobarroca a finales de la década de 1970 e inicios de la siguiente, por poner sólo dos ejemplos, autores como Granados y García Gómez (comentado en la reseña anterior de este blog) desarrollaron en silencio una obra “modesta” y de bajo perfil, pero igual de consecuente y sólida, al menos desde sus presupuestos estéticos. En ocasiones, calificadas por algunos como “conservadoras”.

Esa última afirmación, a pesar de ser demasiado general, es justa en la medida en que visibiliza un problema respecto de la recepción de la literatura contemporánea en general y de la latinoamericana en especial, sobre todo de la poesía de las últimas décadas: La institución de los cánones estéticos responden en gran medida (si no es del todo) a eventos de creación generacional dados por intereses político partidistas, educativos gubernamentales, geopolíticos nacionales o meramente eventuales (amiguismos, revanchismos, coincidencias vitales de diversa índole). La literatura, como cualquier otro sistema de producción social de sentidos es una Institución (así, con mayúscula). Y por esa razón se comunica con otros sistemas ajenos a la literatura misma. Sí, obviedad de obviedades y tan sólo obviedad… Pero certeza, también.

Y digo todo esto a pesar de sentirme, ya no como lector sino como escritor, sintonizado con lenguajes más experimentales y abiertos que éstos, de los autores que he reseñado hasta este punto. Me llama mucho la atención, insisto a pesar de lo dicho, la fuerza metonímica (en otro sentido, simbólico-metafórica) de varios momentos de la poesía de Granados, construidos a partir del más sencillo de los usos rítmicos y estróficos. Si bien hallo tenues o lejanas resonancias telúricas en esos versos, nunca encuentro los excesos del costumbrismo o el folklorismo, cuando han sido mal entendidos (localismo a ultranza, nacionalismos chauvinistas…): El invierno nos pone la realidad más cerca / de los ojos. / Pura literatura es el invierno. Vivida, por / gris. / Palpable, por tan encapsulada. Ante toda / esta realidad / un culo bien redondo / es lo que más necesitamos. Un / huairuro del tamaño / de nuestra esperanza. / Por eso pienso en Elimane, repaso su / correo / de hace unas horas. La repaso / desnuda / contra las paredes color blanco humo de nuestra / habitación en Haití. / Bajándose el calzón, tan alegre, y subiéndose / con la mejor de sus sonrisas.

He aquí la soledad impura de este libro de Granados. Extraídos del contexto del poema amatorio o erótico al que pertenecen, e incluso dentro de él, la Pura literatura y el huairuro compiten por consumar el abanico de sentidos. Granados posee una voz plenamente identificada con sus orígenes nacionales, pero devenida a un tiempo en nómada libre de hablar del tema que se le vengan en gana. El cariz categórico, militante en otros poemas que le conozco, lo ha puesto él mismo en el último poema del libro: Hemos llegado a la conclusión / que no escribimos poesía. / Que nos somos poetas. / Es más, que la poesía / para nada nos interesa. / Que las palabras no han sido, / precisamente, / lo que buscábamos. / Ni tampoco / lo que hemos ido hallando / a lo largo del camino. / Ahora podemos hacer un alto. / Y con toda sencillez, / mas sin pizca de humildad, / decirlo. / … / Para nada nos interesan la poesía / ni sus expertos. Dejamos libre el territorio, entonces. / Impunidad total para aquellos que dicen / lo que quieren decir las palabras.

Conocí a Pedro Granados en una visita que hizo a inicios de 2010, motu proprio, para impartir un par de charlas, ad honórem, sobre su obra crítica acerca de César Vallejo, y también para leer algo de su poesía en algún recital casi clandestino. Consecuente con su carácter decidido y honesto, lo mejor de aquellos encuentros con Granados ocurrió en las charlas tras bastidores, lejos del rigor académico o la solemnidad de los encuentros poéticos. Entre otras circunstancias, el poder se detenta desde la posesión de los medios de comunicación y desde el monopolio de los discursos políticos y culturales en general. Los discursos estéticos no son la excepción. Más allá de las “preferencias” literarias subsisten los linderos habitados por los opositores a ciertas formas de poder (los taimados anfitriones). Granados es un gran ejemplo…


* Tomado del blog de César Eduardo Carrión.

26.8.10

WITOLD GOMBROWICZ Y ALICIA GIANGRANDE


Por Juan Carlos Gómez

Alicia Giangrande nacida en Polonia terminó sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Varsovia en el mismo año en que apareció “Ferdydurke”.

Emigrada a la Argentina después de la guerra se dedicó a la pintura, se casó con Silvio Giangrade y fue una buena amiga de Gombrowicz.

“Estuve presente en el ‘bum’ de ‘Ferdydurke’ en Polonia cuando los periódicos principales le dedicaron grandes artículos. A Gombrowicz lo conocí personalmente en la Argentina en 1950, yo todavía vivía en el centro de Buenos Aires y de vez en cuando venía a visitarme”.

Finalmente Alicia se mudó a la “Piedra amorosa”, así se llamaba la casa que tenían los Giangrande en una quinta de Hurlingham, y es allí donde yo la conocí una tarde en que le contaba a los invitados cómo había estado presente en la casa de Zofia Nalkowska el día en que Bruno Schulz la visitó y le dio a leer “Las tiendas de color canela”.

Alicia y Silvio eran buenos, cordiales y lo querían a Gombrowicz. En esa quinta tuve que padecer el primer encuentro con los Giangrande por culpa de una broma pesada que me gastó Gombrowicz aprovechándose de mi ignorancia.

Desde muy joven la admiración había constituido para Gombrowicz un problema muy especial. No sé que es lo que habrá hecho en Polonia pero por aquí entraba a las exposiciones renqueando apoyándose en alguno de nosotros; si alguien le preguntaba por qué renqueaba respondía que lo hacía para compensar algún desequilibrio de la propia exposición, o que renqueaba porque le dolía mucho una pierna y que era una verdadera lástima que la belleza de la pintura calmara mucho menos el dolor que una aspirina.

Cuando me presentó las esculturas metálicas del esposo de Alicia hizo todo lo posible para que yo no me pusiera en pose de admirador: —Vea, son unos pluviómetros muy especiales que se fabrican aquí para una empresa agrícola. Yo no supe a qué atenerme pues las esculturas de Chio no se diferenciaban gran cosa de esos artefactos, pero tenía mis sospechas de que no eran pluviómetros.

Alicia Giangrande organizaba reuniones literarias en su casa con temas elegidos de antemano, había preparado en su quinta una mesa redonda a la que dio en llamar: “La influencia nefasta de Gutenberg en la literatura de nuestro tiempo”. Los invitados principales eran Gombrowicz y Sabato, pero también estaban González Lanuza, Julio Payro, Guillermo de Torre y otros más. Gombrowicz empezó a hablar de los escritores en general y de los hombres de letras presentes en particular.

“Ustedes hablan de literatura sin parar pero en realidad ninguno ha leído a Shakespeare ni a Cervantes; —¿Pero qué barbaridades está diciendo usted?; —Bueno, pero aunque los hayan leído es seguro que no los comprendieron bien pues sólo un genio puede comprender a otro genio”.

Los viajes que hacía con Gombrowicz a Hurlingham a veces se convertían en una aventura que poco tenía que ver con la literatura. Una noche regresábamos a Buenos Aires. El tren estaba repleto, los coches de pasajeros estaban completos, viajábamos en un coche de cargas. Un grupo de brutos fumaba e imprecaba cerca nuestro, y como Gombrowicz los miraba con una mirada intensa de desprecio, ellos también nos empezaron a mirar. Mientras crecía la tensión Gombrowicz empezó a hablar en francés, un poco para mí pero, más bien, para la ciudad y para el mundo.

Yo no tenía ganas de meterme en líos con esos brutos, así que lo miraba y sonreía beatíficamente. A Gombrowicz, sin ningún punto de apoyo, se le fue transformando la mirada; del desprecio pasó al disgusto, del disgusto a la neutralidad, y de la neutralidad al miedo. Estas situaciones se le debieron presentar con alguna frecuencia, Gombrowicz que era un busca pleitos y un provocador.
“A veces venía a tomar el té con su amigo Gómez. Me acuerdo un día en el que quiso oír unos discos. Escuchaba religiosamente la música con Gómez. En un momento dado, salí al jardín. Todavía era invierno y encontré una gran flor de magnolia que acababa de abrirse. Entré para decirle que viniera a ver lo bella que era. Witold me respondió sin moverse: —Le creo, Alicia. Y siguió escuchando la música”.

En la casa de Hurlingham de los Giangrande se filmaron algunos pasajes de “Gombrowicz o la seducción”, la película de Fischerman, el más entrañable de todos resultó el de la pequeña niña polaca recitando el chip chip.

Antes del viaje que hicimos con Gombrowicz a Piriápolis, a fines de 1961, Gombrowicz pasó unas vacaciones en la quinta de Alicia y Silvio Giangrande. Llevaba en la valija varias decenas de páginas de "Cosmos" y el libro de un grabador alemán que le dedica a Alicia.

“Noble Alicia, este regalo es de mi editor alemán. A mí, que soy un profundo ignorante de la pintura, me deja indiferente. Piense un poco, Alicia, ¿dónde podría conseguir los tratados de Lhote (en español) para Flor de Quilombo, mi protegido de Tandil. Hoy he comido una milanesa con puré, lo que demuestra que mi hígado funciona más o menos bien. Esta dedicatoria es existencialista al nuevo estilo. Me inclino ante usted y ante el Gandhi (Silvio) de Hurlingham. W. Gombrowicz”.

Los intentos que hizo Alicia para ayudar a Gombrowicz, igual que tantos otros intentos, resultaron vanos. A pesar de todos los infortunios que había padecido no ponía ninguna voluntad por aceptarlos.

Lo habían zamarreado en las pensiones cuando se escapaba sin pagar, había llegado desfallecido a la casa de algún polaco para que le dieran de comer, había dormido sobre papeles de diario en una casa de Morón, había recorrido los suburbios para que los cadáveres le dieran de almorzar en los homenajes que le hacían al muerto. El hambre, el frío y las chinches no le faltaron en los primeros años de vida en la Argentina.

“A veces me pregunto qué hubiera pasado si la seriedad con la que me toman en Europa me hubiera sido demostrada allá, en la Argentina. Creo que hubiera sido un factor negativo, porque mi literatura tenía que formarse en la soledad”.

Grandes árboles, una casa blanca de una sola planta, y unos perros negros y greñudos que demostraban su afecto saltando sobre los invitados. Silvio había sido capitán de la marina de guerra italiana, y hablaba poco.

“Uno llega a un lugar, toma té, conversa, después abre la valija, dispone las cosas en la habitación de los invitados… ¿No es uno de los temas centrales de mi vida? Escuchar nuevos susurros, respirar aire extraño, penetrar en un sistema desconocido de sonidos, olores, luces”.

Gombrowicz había ido a Hurlingham a descansar y a encontrarse consigo mismo para seguir con “Cosmos”. Alicia era pintora y Silvio escultor, se habían convertido poco a poco en una pareja de plásticos.

“Al hablar con ellos, su dedicación al arte en esa quinta y ese proyecto suyo tan mimado, me ha parecido próximo a la bancarrota; en lo que decían no había alegría, sino más bien amargura, decepción, en fin, esas muestras de desencanto con que ahora me encuentro continuamente en el mundo de la pintura”.

En las artes plásticas se ha impuesto una manera de ver y de recrear que hace que una persona del todo mediocre pueda llegar a crear una obra nada mala. Gombrowicz estaba complacido con la decadencia de ese arte impuro que siempre había estado ligado al instinto de posesión y al comercio, más que al placer estético.

Poco a poco Gombrowicz se fue dando cuenta que Helena, la sirvienta de la casa, no se comportaba de un modo normal.

Era aplicada y amable, pero… Alicia le cuenta que es paranoica, que el diagnóstico se lo había hecho el psiquiatra.

“A veces tiene ataques, y me hace escenas, pero después se le pasa. Lo peor es que, como dice el médico, es peligrosa, en el momento menos pensado puede tener una crisis de verdad y agarrar un cuchillo; —¿Y no tenéis miedo de estar con ella? Cio pasa mucho tiempo fuera de casa y usted está sola; —¿Y qué podemos hacer? ¿Despedirla? ¿Quién emplearía a una loca? ¿Y su hija? ¿Qué hacer con la niña? ¿Enviar a Helena al hospital? No está lo bastante loca, sería inhumano encerrar en un manicomio a una persona como ella… Además los manicomios están repletos, son un verdadero infierno”.

Había dos asuntos que Gombrowicz distinguía muy especialmente en sus rituales: el placer que le proporcionaba la comida y el miedo a ser asesinado. Con el cuento que le estaba contando Alicia Gombrowicz enseguida pensó que podía ser asesinado.

Comía con buen apetito, de una manera disciplinada y ceremoniosa y se negaba sistemáticamente a compartir su habitación con nadie por temor a que lo estrangularan. Esta aprensión la usó como argumento para escaparse de las casas de los Giangrande y de los Swieczewski después de haber pasado unos días de vacaciones en ellas.

No existe manía de Gombrowicz de la vida de todos los días que no aparezca en sus creaciones. El asesinato toma las formas de la antropofagia en el cuerpo de un niño al que unos aristócratas se manducan en un almuerzo, de la estrangulación de animales y de personas y, en fin, de todo tipo de muertes como en las obras de Shakespeare.

Mientras toma una decisión sobre qué hacer con la locura de la sirvienta sigue meditando en esa casa de Hurlingham; a su juicio el hombre nunca se ha planteado suficientemente el problema de la cantidad.

No es lo mismo ser un hombre entre mil millones que sólo entre doscientos mil. No es lo mismo un hombre de la época de Demócrito que de la de Brahms.

“Vive en nosotros la conciencia del hombre único del tiempo de Adán. Nuestra filosofía es la filosofía de los Adanes. El arte es el arte de los Adanes”.

La expresión no sólo debería estar separada entre la fase ascendente de la juventud y la descendente de la vejez, sino también debería identificar a qué cantidad de hombres expresa.

La épica, la sociología y la psicología a veces expresan al rebaño humano, pero desde el exterior, como a cualquier otro rebaño. No es suficiente que Homero o Zola se ocupen de la masa ni que Marx la analice, esas voces deberían tener algo que nos permita saber si pertenecen a un mundo de miles o de millones hombres, deberían estar saturadas de la cantidad hasta la médula.

Estas reflexiones sobre la cantidad las hace a propósito de la sirvienta Helena. Si él no se apiada de ella quién se va a apiadar. Pero no es la piedad de una sola persona, también la piedad se ha multiplicado, sólo en Buenos Aires debe haber en ese momento una cien mil almas apiadándose de alguien.

Y la piedad en grandes cantidades le produce risa, una risa muy particular y tremendamente humana. Quiere comprobar si este problema es real o imaginario, pero no tiene tiempo de saberlo, tiene que huir, que otros centenares de miles de cabezas se ocupen de todo esto, él tenía miedo de ser asesinado.

Era tal la atracción que el asesinato ejercía sobre Gombrowicz que cuando sospechaba que alguno de nosotros no había leído “Ferdydurke”, o lo habíamos leído en forma incompleta, nos preguntaba en qué capítulo asesinaban al conejo.

Alicia era menos formal con otras personas que con Gombrowicz. Una tarde entró con el Pterodáctilo a una casa de electrodomésticos de un amigo. Como el amigo no estaba, en un descuido de la empleada, el Pterodáctilo agarró una aspiradora y los dos salieron corriendo del negocio. Entraron al Petit Café de Santa Fe y Callao donde estaba sentado el amigo conversando tranquilamente; —¿Qué hacen ustedes con esa aspiradora?; —No sabés, es lo único que pudimos salvar, un robo con armas de puño en tu local, ¡qué susto! El amigo salió corriendo del Petit Café como un loco, con la aspiradora en la mano.

24.8.10

MIÉRCOLES 25: GRANDES EFEMÉRIDES: ALBERT CAMUS, POR ALFREDO VANINI


La obra literaria y ensayística de Albert Camus siempre estuvo animada por la reflexión en los valores éticos y libertarios que, sin contradicciones, se revelan en libros como La peste (1947), Los justos (1950) y El hombre rebelde (1951). Esta ponencia tratará las fuentes de la revuelta y la postura moral en la obra de Albert Camus. A través de estos tres libros, se esclarecerán los valores éticos y libertarios en la obra literaria y ensayística de Camus. Una escritura sin duda vigente.


CONFERENCIA: “CAMUS Y LAS FUENTES DE LA REVUELTA”
a cargo de ALFREDO VANINI

Día: miércoles 25 de agosto.
Hora: 7:00 p.m.
Lugar: Centro Cultural Inca Garcilaso (Jr. Ucayali 391, costado de la Cancillería-Palacio Torre Tagle).
ENTRADA LIBRE.


Albert Camus nació en Argelia en 1913 y falleció en Villeblevin, (Francia) en 1960, en un accidente automovilístico. Novelista, dramaturgo y ensayista francés. Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, su infancia y gran parte de su juventud transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, empezó estudios de filosofía en la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a la tuberculosis.

Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que representaba obras clásicas ante un auditorio integrado por trabajadores. Luego, ejerció como periodista durante un corto período de tiempo en un diario de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En 1940 marchó a París, donde pronto encontró trabajo como redactor en Paris-Soir.

Empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia que sobre él tuvo el existencialismo. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, y de 1945 a 1947, su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al existencialismo, mientras los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un amigo alemán.

En 1951 publica el ensayo El hombre rebelde, un análisis del totalitarismo. Recibió el premio Nobel en 1957 a la edad de 44 años. De manera póstuma se publicó la novela inacabada El primer hombre —cuyo manuscrito llevaba el día del fatídico accidente— que muchos consideran su obra maestra.


Alfredo Vanini nació en 1966. Es básicamente un autodidacta. Colaborador del diario “La República” desde 1991, ha escrito decenas de artículos y entrevistas, y se ha especializado en la gestión cultural. De 1999 al 2006 trabajó en el servicio cultural de la Alianza Francesa de Lima. Editor independiente, ha creado el sello editorial “Benvenuto editores” básicamente consagrado a la difusión de ideas contemporáneas por autores peruanos. Vanini es además traductor del inglés y del francés; ha realizado cientos de traducciones para empresas y/o instituciones públicas y privadas. Un momento importante de su trayectoria lo constituye su labor en la Biblioteca Nacional del Perú en la que se desempeñó, gracias al llamado del historiador Hugo Neira, como asesor en asuntos culturales.

Su interés en la crítica de artes plásticas está plasmado en distintos ensayos sobre la obra de Moico Yaker, César Moro, los afiches de las Reforma Agraria y la serigrafía como medio de expresión artística-política.

En el año 2008 Alfredo Vanini obtuvo la beca de formación cultural “Séjour culture” que otorga el gobierno francés a través del Ministerio de la Cultura. Actualmente, y sin renunciar a sus múltiples intereses, se desempeña como funcionario del Ministerio de Educación.

19.8.10

WILLIAM GONZÁLEZ: “LIVIO GÓMEZ NO HA MUERTO, SE INMORTALIZA”:


Estimados amigos:

Más que una invitación, esta es una comunicación sobre un hecho triste para las letras tacneñas, ha fallecido el poeta y Académico de la Lengua Livio Gómez Flores. A sus 77 años nos dejó debido a un infarto múltiple.

Ahora estará, de seguro, conversando con César Calvo, Eleodoro Vargas Vicuña, Javier Sologuren, Pablo Guevara, Washington Delgado, entre otros, recordando sus conversas en el Palermo o de lo que Livio se ha perdido en estos años; Emilio Adolfo Westphalen le recordará su labor de tesorero en Amaru, Blanca Varela le dirá que se mantiene joven para su edad y Livio sonreirá.

Y desde allí, él querrá que no estemos tristes, que no pensemos que ha muerto, que está más vivo que nunca, porque, él, vive cada vez que se publique un texto suyo, un libro o leamos alguno de sus poemas. Porque los escritores no mueren: se inmortalizan.

Livio Gómez, reunía las condiciones de escritor, amigo, buen profesor y destacable promotor de la literatura, y lo hacía desde esta esquina de la patria peruana, donde pareciera que la literatura no existía.

Abrazos, Willy González.

* Los restos de LGF fueron sepultados el martes 17 a las 4:00 de la tarde en el Cementerio General de Tacna.

16.8.10

WITOLD GOMBROWICZ, KRYSTYNA RODOWSKA Y KLEMENTYNA SUCHANOW


Por Juan Carlos Gómez

“En nuestro país la inteligencia, la sutileza, la razón, el talento, están indefensos ante toda clase de inferioridad proveniente de los bajos fondos de la sociedad, la miseria, las extravagancias, el salvajismo, las desviaciones y desenfrenos, el embrutecimiento y la brutalidad; por eso a quien llamamos intelectual ha estado siempre y sigue estando algo atemorizado… Lo único que quizás haya cambiado es que hoy en día esa violencia del inferior sobre el superior está mejor organizada…”.

Yo no sé si será por estas palabras que Gombrowicz escribió hace casi medio siglo, o por alguna otra razón, la cosa es que cuando pienso en Polonia tengo un poco de miedo aunque, lo reconozco, no esté amenazado por sus bajos fondos ni por ninguna otra cosa de la que tenga conciencia.

“Literatura na swiecie” es una revista literaria polaca que compite con “Twórczosc”, el órgano de prensa de los homoeróticos a juicio de la Vaca que publica mis escritos; los jóvenes hacen cola detrás de la primera revista y los más añosos detrás de la segunda.

Krystyna Rodowska, integrante de la familia de la Madame du Plastique, es una poetisa polaca ilustre y eximia traductora, publicó en “Literatura na swiecie”, “El jueguito continúa”, una nota que no está nada mal en la que hace reflexiones sobre “Cartas a un amigo argentino”, el libro editado por “Emecé”.

En un momento determinado del escrito se pregunta sobre mis verdaderas intenciones.

“¿Qué es lo que se esconde detrás de esa determinación y de esa obsesión con la que ahora Gómez se está esforzando por conseguir la gloria, no solamente la del querido ‘Maestro’, sino también la suya?”.

En ese tiempo Krystyna Rodowska mantenía un conflicto amargo con Klementyna Suchanow y con la Vaca a causa justamente del desempeño que tenía la joven gombrowiczida en la revista de los jóvenes.

“No sólo yo, sino todos los integrantes de la revista estuvimos de acuerdo respecto de su incompetencia e insolencia. Por esto, el nombre de la co-traductora que aparece en la revista no es abiertamente el mío […], de acuerdo a un buen consejo que me dio Piotr Sommer, pues Klementyna no merecía el respaldo que hubiera podido darle mi nombre […]. La actitud de Jarzebski hacia mí es de mala fe, lo hace para ponerse del lado de su joven amiga, Klementyna […] Jarzebski es un psicólogo tan capaz y listo como lo es Klementyna en materia de traducciones y escritura”.

Cuando la Suchanow vino a Buenos Aires y trajo en su cartera “El drama del ego en el drama de la historia”, una nota escrita por la Vaca, pensé que era una de esas jóvenes adoratrices de las que él me hablaba en sus cartas. Como a la oportunidad la pintan calva decidí aprovechar esta ocasión para desacreditar la actividad de Klementyna en Buenos Aires y para darle celos a la Vaca, entonces le escribí una carta uno de cuyos pasajes dio la vuelta al mundo.

“Klementyna Suchanow se vino con tu ‘El drama del ego en el drama de la historia’ debajo del brazo; nos comportamos como dos actores consumados, mientras ella destacaba tu actividad sobresaliente de investigador gombrowiczida yo le deslizaba sobre la mesa el ‘Goma’ de Henryk Bereza. Con apuro y muy poco interés cada uno leía, o fingía que leía, yo tu texto, y la Suchanow el del Viejo Vate […]. Ahora bien, ¿de dónde sacaste que Klementyna no me gusta?, me gustó y muchísimo, el que parece que no le gustó a ella fui yo. Date cuenta, la vi una sola vez durante siete horas seguidas al cabo de las cuales yo tenía, por la parte baja, unas diez ginebras encima. Al principio me pareció una espía tuya, una ayudante de la facultad, una especie de Vaca pero de un nivel más bajo, sin embargo, a medida que pasaban las horas y las ginebras, me empezó a deslumbrar su encanto, en parte espontáneo pero en mucho mayor medida, premeditado”.

“Cuando sacó una banana del bolso y se la comió ya era para mí una diosa de la juventud. No recuerdo ni media palabra de la conversación, lo que sí recuerdo es que pasadas más o menos dos horas empecé a tener ensueños eróticos con la joven, me imaginaba que se iba desnudando poco a poco, que empezaba a jadear, le recorría el pubis y los senos con los ojos de la imaginación, yo no participaba con mi presencia en ese sueño, era sólo para Klementyna, no la iba a atormentar a la pobre con mi aparición ni siquiera en sueños, y ella seguía revolviéndose los cabellos, cerrando los ojos… No me volvió a llamar, y yo, después de ese encantamiento que ella, por lo menos en parte, debió percibir, no podía insistir. Aunque sé muy poco de lo que hizo por acá es seguro que su paso despertó sentimientos variopintos y enamoramientos ocasionales”.

“Pero, che, ¿qué hay detrás de la Suchanow? Supe recientemente que en “Literatura na swiecie” no tienen una buena opinión de ella, dicen que detrás de esa carita inocente y bella (sí, sí, hermosa como Isabella Rossellini) se esconde una arpía terrible, una farsante desvergonzada, una arribista ignorante, gente de Polonia le está pidiendo a la Madame du Plastique, desconsolada, que le corte el paso en Buenos Aires, que no le dé apoyo, y la pobre Madame no sabe qué hacer porque la admira, es decir, la admiraba. Resulta que Klementyna hizo su segunda aparición rutilante por la Argentina, ahora como ponente en un congreso de literatura, esto me lo cuenta la Madame du Plastique que no es muy buena relatora que digamos: le interesa muchísimo el reino mineral, también el vegetal, el animal menos, las personas casi nada”.

“El día de la ponencia la pobre Madame du Plastique se vino a las corridas desde San Isidro con la esperanza luminosa de participar en la consagración de Klementyna, pero… La conferencia sobre las relaciones de la literatura polaca con la cubana (Gombrowicz vs Piñera) no despertó un gran entusiasmo; sus cuatro oyentes, entre los que se encontraba la Madame du Plastique con su marido, que igualaban en cantidad a los expositores, escuchaban atónitos la voz de la Suchanow casi inaudible que pronunciaba palabras ininteligibles a una gran velocidad, y eso fue todo. María estaba muy contrariada porque le había prometido una copia del texto de la ponencia, y no se lo había dado. ¿Un pubis farsante?, ¿unos senos ignorantes?, ¿los cabellos y los ojos de la Medusa?”.
Los investigadores de los pasos que han dado los hombres de letras en el transcurso de sus vidas son unos obsesos que persiguen los detalles. Gombrowicz carga sobre sus espaldas unos cuantos de estos especialistas, algunos de ellos forman parte del club de gombrowiczidas.

La Suchanow, verbigracia, está juntando papeles de Gombrowicz y sobre Gombrowicz casi desde el nacimiento y los cataloga con un cariño maternal, con el mismo que tienen los entomólogos cuando clasifican los insectos. El riesgo que uno corre al ponerse en contacto con estos investigadores especialistas es que, por la fuerza de la costumbre, nos conviertan también a nosotros en un papel.

Gombrowicz estaba harto de estos expertos come papeles y de los que le cuentan el culo a las hormigas.

“¿Qué impresión experimentáis al leer mi diario? ¿No la de un campesino de la región de Sandomierz que se ha encontrado en una fábrica agitada por unas tremendas sacudidas y vibraciones y se pasea por ella como si anduviera en su propia huerta? Aquí tenemos el horno incandescente, en el cual se fabrican los existencialismos, aquí Sartre prepara con plomo licuado su libertad responsable. Allá, el taller de la poesía, donde mil obreros, sudando a mares y en medio de una carrera alucinante de cadenas de montaje y engranajes, trabajan materiales cada vez más duros con un cuchillo superelectromagnético cada vez más afilado; allí, unas calderas sin fondo en las que bullen distintas ideologías, visiones del mundo y diversas fes. Aquí tenemos la vorágine del catolicismo […]”.

“Allá, más lejos, los altos hornos del marxismo; aquí, el martillo del psicoanálisis, los pozos artesianos de Hegel y las fresas fenomenológicas; después, las pilas galvánicas e hidráulicas del surrealismo o del pragmatismo. La fábrica, gimiendo y precipitándose entre estrépitos y torbellinos, va produciendo instrumentos progresivamente más perfectos que a su vez sirven para perfeccionar y acelerar la producción, de tal modo que todo se vuelve cada vez más poderoso, más violento y más preciso […]”.

“Pero yo me paseo entre estas máquinas y sus productos con gesto ensimismado y por lo demás sin demasiado interés, igual que si me paseara por mi huerta, allá en el campo. Y de vez en cuando, al probar este o aquel producto (como si fuera una pera o una ciruela), me digo: —Hm, hm…, era un poco duro para mí. O bien: —Al diablo con esto, es incómodo, demasiado rígido. O también: —¡No estaría mal si no estuviera tan caliente! Los obreros me lanzan miradas hostiles. ¡Acaba de aparecer un consumidor entre los productores!”.

12.8.10

LECTURA DE “FUNDACIÓN DE LA NIEBLA” DE ERNESTO CARRIÓN POR JUAN YUFRA


Desde la niebla / Hacia cualquier palabra

Es cierto, la poesía lo cuestiona todo. Y lo hace desestructurando muchas de las cosas que damos por ciertas, como la vida, el amor, y la poesía misma.

A pesar que el autor apela a “un libro quebrado” (p. 11); no lo es. Es otra la esencia que dirigen sus imágenes, sus palabras. No he podido obviar estas referencias: “Tú eras la turba” (p. 18), “Fuiste la turba” (p. 19), “Entonces fuimos la turba” (p. 19); tampoco los caracteres visuales y plásticos que le otorga el poeta a su libro. Ya no creo en la poesía como el único y transparente camino de la expresión.

Fundación de la niebla de Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977) deja la sensación de algo que puede asirse después de concebido el proceso mismo de la existencia de una identidad formada a partir de las emociones. Es un texto esquizo cuya lucha —a la vez que es uno de sus logros— es adecuarse a ribetes coloquiales que demanda el yo poético mientras se fusiona a la expresión de una totalidad poética que funda su vitalidad en el diálogo con el lenguaje del cuerpo; la palabra puede sugerir desde sus carencias e imposturas una serie de analogías imaginarias sustentadas en la realidad que se crea a sí misma; el libro de Carrión se ubica en la mitad de ambas intensidades de la comprensión humana, esa ambigüedad es parte constituyente del texto; Carrión lo cuestiona todo desde una posición imposible, desde una versión personal de lo que es la poesía hasta llegar al sacrificio mismo de su ser moderno, pues requiere de la angustia, de la “amarga verdad” de Danton o de una revolución —esta vez litetaria— concebida como una vuelta al pasado desde la óptica iconoclasta de principios del siglo XX; todo ello lo hiere, pues su contexto y visión posmoderna lo torna inconforme con el mundo percibido. Su palabra no es la palabra común que se recoge del lenguaje, trata de construir un lenguaje único, segregado, que responda a sus expiaciones personales.

El poemario de Ernesto Carrión es un libro con memoria, con un estilo donde se arriesga todo, incluso la teoría y las bases que puede encontrarse en el sentido estricto que da el poema.

Hay versos logrados “Calca el poema el mundo que no existe” (p. 42), “se escribe desde la niebla hacia la niebla” (p. 50); es decir, para nadie. “Yo me quiero largar. Dejar de correr un día contra mí mismo” (p. 30), “Te aplasto sobre la arena sin saber quién soy” (p. 27), que responden al carácter manifiesto del texto, un argumento de su identidad. No son los mejores, desde luego. La propuesta formal de Carrión se cierra de una manera interesante en el último poema pues el autor requiere del vacío, de la nada, de la página en blanco para fundar su propia concepción de la poesía.

Pero también hay versos grotescos, que no han pasado por el tamiz de la reflexión pero automáticamente se justifica y se entiende porque este libro no busca ello en la performance latente de su palabra; y eso pasa por la fuerte influencia superrealista que lo antecede como “en los labios las rodillas se están mirando al espejo” (p. 58), producto de ese superrealismo primario que corrompe el trabajo del poeta —algunas veces— por dejar libre a esa manida sensación de ser descifrado mediante imágenes histéricas. Felizmente es lo de menos, uno va a tropezar con hallazgos impresionistas como “Un poema es mi negativa a entender el Lenguaje en el sitio indicado (p. 46), o enunciados donde la carga lírica es manifiesta “entonces sobre tu verja empieza a quebrarse el sol” (p. 42).

El libro, al margen del alegato a la confusión —a la turba— que altera sus voz incipiente, se ordena en tres segmentos Sus cabezas yacen vendadas sobre estas playas, Un caballo incompleto que acaba de salir del túnel de los retratos y Presientes que la lepra es la escritura. La voz dialógica del segundo y tercero, en general, es notable.

Carrión, Ernesto: Fundación de la niebla.
Arequipa, Cascahuesos Editores, 2010, 82 pp.


Adenda:

Turba 1.
(Del fr. tourbe, y este del franco *turba; cf. a. al. ant. zurba, ingl. ant. turf, nórd. torf). f. Combustible fósil formado de residuos vegetales acumulados en sitios pantanosos, de color pardo oscuro, aspecto terroso y poco peso, y que al arder produce humo denso. 2. Estiércol mezclado con carbón mineral que se emplea como combustible en los hornos de ladrillos.
Turba 2. (Del lat. turba). f. Muchedumbre de gente confusa y desordenada.

10.8.10

NUEVA PUBLICACIÓN EN CASCAHUESOS EDITORES: “POEMAOFFROAD” DEL POETA PERUANO ROBERT BACA OVIEDO


En un trabajo conjunto con Editorial Auqui (Barcelona-Cusco) del poeta Vladimir Herrera, nos complacemos en anunciar la publicación del segundo libro de la colección conjunta “Nueva poesía latinoamericana”. Se trata de Poemaoffroad del poeta peruano Robert Baca Oviedo.

P o e m a o f f r o a d escupe versos creando a su primogénito que se resiste al desligamiento de su cola: los homínidos. Así la pieza que lo conduce a este paraje lúdico, reinventa el propósito desta furia del silencio y su manifestación en las diferentes formas de lenguaje. P o e m a o f f r o a d ha vomitado sus pesadillas por las pocas aristas que le sobran para continuar delatando la espiral de nuestra imperfecta arquitectura. Así, reverso/anverso sobreviven todavía en la búsqueda de un rostro eterno y perenne que nos conduce a esta única palabra: la perturbación”, nos dice el poeta en la introducción de este, su nuevo libro.


Sobre el autor:

Robert Baca Oviedo nació en Arequipa, en 1986. Es Bachiller de la Escuela Profesional de Literatura y Lingüística de la Universidad Nacional de San Agustín. En el 2006 gana el primer lugar en el “Primtemps de Poètes” (Categoría Senior) de la Alianza Francesa de Arequipa. En el mismo año publica su primer poemario Ideograma. En el 2008, gana el segundo lugar de los juegos florales “Jorge Cornejo Polar” de la Facultad de Filosofía y Humanidades: categoría Poesía. Además es editor del Grupo Editorial Dragostea, el cual ha venido realizando un incesante trabajo no sólo en el campo editorial, sino como gestor de un movimiento cultural y artístico a nivel macroregional que se concretiza en “La Colectiva”, encuentro que reúne cada año a varios artistas en sus diversas manifestaciones tanto a nivel nacional como internacional, para promover la difusión del arte en la ciudad.

8.8.10

“LOS NOMBRES DEL AMOR”: UN POEMA DE KARINA BOCANEGRA SALCEDO


Los Nombres del Amor


Nacerá el niño no-abortado,
vibrará al beber de los huesos
la carne de su madre;
Castrado lo amará
hasta el fin de los días,
si es niña no importa
igual será perdonada,
castrada.
infibulada.
Negada del derecho
a ser humana;
igual que su madre
se preguntará
en noches rojas
por qué su cuerpo sangra,
exige fruto de una cópula
con el hombre que
·······························le mira los pechos.

En un rincón de la cocina,
Madre exige decir: “¡No!”
Comiéndose el anhelo,
Padre exige decir: “¡No!”.

Violada quizás
por algún varón loco,
tildada de macha
si rehúsa el acto.

Descubrirá el deseo
muchos años después, pergeñará
la pasión;
porque
esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña,
es lo que el hombre llama
noblemente
necesidad de amar…
[1]

[1] Baudelaire.


Karina Bocanegra Salcedo Acaba de finalizar el X Ciclo de la carrera profesional de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Trujillo. Ha sido distinguida con diversos premios literarios en la categoría cuento a nivel nacional y regional: II Concurso de Cuento Breve “A toda Página” (2009), I Juegos Florales Eduardo González Viaña – UNT (2008), VII Concurso Nacional Juvenil de Cuento en homenaje a Germán Patrón Candela (2006), XVI Concurso Nacional de Literatura “Lundero” (2003).

Ha sido ponente en eventos culturales literarios organizados por el Instituto Nacional de Cultura de La Libertad y Lambayeque; Instituto Peruano Norteamericano El Cultural, Universidad Católica de Trujillo. Participó en la I Feria Internacional del libro de Piura, X Encuentro Internacional de Escritores y Poetas en Cajamarca, y el I Encuentro de Agrupaciones Literarias en la Pontificia Universidad Católica del Perú (2010). Ha escrito dos libros inéditos, el poemario “Ciudad de Mar”, y el cuentario “Sueños”. Próximamente saldrá publicado su primer libro “Prosternación”.

WITOLD GOMBROWICZ Y CHARLES BAUDELAIRE


Por Juan Carlos Gómez

En su estudio sobre Baudelaire Sartre trata de mostrar de manera concreta que lo que se denomina el destino de un hombre es siempre idéntico a su libre elección de sí mismo. Baudelaire eligió siempre existir para sí tal como apareció en la mirada de los demás, es el hombre que ha elegido verse como si fuera otro ser, su vida es sólo la historia de ese fracaso.

También Gombrowicz quería existir para sí tal como aparece en la mirada de los demás cuando hace conocer en los diarios su intención de que los lectores vean en él lo que él les sugiere que es. Quería imponerse a los hombres con esa personalidad sugerida para quedar luego sometido a ella por el resto de su vida. Quería diferenciarse en los diarios del pensamiento dominante y obligar a los lectores a confirmar esa diferencia que él mismo establecía, para descubrir la naturaleza de su presente y unirse a los lectores en una nueva actualidad.

Baudelaire eligió verse en su madre como si fuera otro ser, y Gombrowicz eligió a los lectores con el mismo propósito. Los lectores eran respecto él esa misma mirada paterna que demandaba en su niñez para que observara el despachurramiento al que sometía a las pobres ranas.

Las madres de Gombrowicz y de Baudelaire, sin proponérselo, empujaron a sus hijos a un desatino y a un absurdo que ellos más tarde convirtieron en uno de los elementos más importantes de su arte, pero por caminos muy diferentes.

La relación que Gombrowicz mantenía con su madre tenía todas las características de un drama clásico, a veces cómico y otras veces trágico, una relación en la que sus verdaderos sentimientos eran contradictorios.

Luce el sol; —Pero ¿qué dices?, ¡si está lloviendo!; —¡Qué manía tenéis de decir siempre tonterías!; —Bueno, digamos que no llueve, pero si empezara a llover, llovería. Era un deporte con el que su hermano Jerzy y él arrastraban a la madre a discusiones absurdas, una de las primeras iniciaciones en el ejercicio de la dialéctica que tuvo Gombrowicz: —¡Otro divorcio en la familia!; —¿Qué estás diciendo?, ¿otro divorcio en la familia?, ¡no es posible!; —Te lo aseguro, me lo contó la tía Rosa, parece que ella se enamoró de su peluquero; —Cielos, qué escándalo. Al final de esta conversación teatral entre Jerzy y Witold aparecía la madre temblando de indignación: —¡Si la mujer de Henryk es tan desvergonzada no volveremos a recibirla!: —Pero, ¿por qué?, la tía Ela se divorció dos veces y ahora juega al bridge con sus tres maridos, dice que forman un equipo perfecto y que gracias a sus divorcios sus hijos tenían el doble de parientes.

No le reprochaba a su madre el ser como era. En otros órdenes, tenía cualidades excelentes: bondad, nobleza, probidad, inteligencia, mientras sus debilidades eran un poco el producto de sus nervios y el resultado de la vida artificial y de una educación no menos artificial que había recibido. Pero el hecho de no querer ser lo que era, de no reconocerse a sí misma, terminó vengándose de ella, porque los hijos le declararon la guerra. Fue allí donde Gombrowicz comenzó su dolorosa aventura con las diversas distorsiones de la forma polaca.

“En el mismo año 1933, en que se publicó mi primer libro, murió mi padre. Hacía meses que estaba enfermo, pero su empeoramiento se produjo en forma repentina, de modo que sólo mi madre y yo asistimos a su muerte […]”.

“Mis hermanos no llegaron del campo hasta el día siguiente. Esa muerte me ha dejado recuerdos bastantes vergonzosos. Cuando expiró, intenté abrazar a mi madre para al menos de esta forma mostrarle mis sentimientos, pero el gesto me salió con torpeza y en un abrir y cerrar de ojos me di cuenta de toda mi miseria: era incapaz de tener unos sencillos reflejos humanos, de mostrarme cordial, cariñoso, estaba paralizado por la forma, por el estilo, por toda esa maldita manera de ser que me había creado… ¡resulta pues que no había sido capaz de aportar un poco de calor a mi propia madre en semejante momento! En nuestra familia vivíamos distanciados, éramos demasiado críticos, irónicos, sarcásticos, teníamos un exagerado sentido del ridículo, lo cual mataba en nosotros cualquier reflejo espontáneo […]”.

Baudelaire, a diferencia de Gombrowicz, había elegido verse en su madre como si fuera otro ser. Cuando murió su padre Baudelaire vivía adorando a su madre, ignoraba que existía como persona, se sentía unido al cuerpo y al corazón de su madre por una especie de participación primitiva y mística.

“Yo estaba siempre vivo en ti, tú eras únicamente mía. Eras un ídolo y un camarada a la vez”.

La madre era un ídolo, el hijo estaba consagrado por el afecto que le profesaba la madre; lejos de sentirse una existencia errante, vaga y superflua, se piensa como hijo de derecho divino. Está siempre vivo en ella: esto significa que se ha puesto al abrigo en un santuario. Y precisamente porque se absorbe entero en un ser que le parece existir por necesidad y por derecho, está protegido contra toda inquietud, se funde con lo absoluto, está justificado.

Este poeta maldito, comprometido por su participación en la revolución de 1848 y por la publicación de “Las flores del mal” en 1857, acabó por desatar una violenta polémica gestada en torno a su persona. Los poemas fueron considerados ofensas a la moral pública y a las buenas costumbres y su autor fue procesado.

“Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras inmoralidad, moralidad en el arte y demás tonterías me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me acompañó al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían exhibirse públicamente semejantes indecencias”.

Las cartas que Baudelaire le escribe a su madre son un relato completo de su vida personal, en las que le habla de las deudas, de los escándalos, de los disgustos y de una humillación continua que va transformándose en un reclamo desesperado de dinero y de amor.

“Mi querida madre: si posees realmente un alma maternal y si todavía no estás harta, ven a París, ven a verme, e incluso ven por mí […]. Ya no soy aquel niño ingrato y violento. Largas meditaciones sobre mi destino y sobre tu carácter me han ayudado a comprender todas mis faltas y toda tu generosidad. Pero, en resumidas cuentas, el mal ya está hecho, hecho por tus imprudencias y por mis faltas. Es evidente que estamos destinados a querernos, a vivir el uno para el otro, a acabar nuestra vida lo más decorosa y lo más tranquilamente que sea posible […]”.
“Y no obstante, en las circunstancias terribles en que me encuentro, estoy convencido de que uno de nosotros matará al otro y de que terminaremos por matarnos mutuamente. Después de mi muerte, tú no podrás seguir viviendo, eso está claro. Yo soy el único motivo que te hace vivir. Después de tu muerte, sobre si todo si murieses a consecuencia de un choque causado por mí, me mataría, eso es indudable […]. Hubo en mi infancia una época de cariño apasionado hacia ti; escucha y lee sin temor. Nunca te habré dicho tanto […]. Más tarde, sabes que atroz educación quiso tu marido que me diera; tengo cuarenta años y no puedo pensar sin dolor en los colegios, lo mismo que en el temor que me inspiraba mi padrastro […]. Finalmente, pude hacer mi vida y desde ese momento se me dejó caer del todo […]”.

“Sólo me atraía el placer, una excitación permanente; los viajes, los muebles preciosos, los cuadros, las mujeres, etc. Hoy recibo cruelmente el castigo por ello […]. Es evidente que si no hubiera habido tutor, todo se lo hubiera llevado la trampa, no habría habido más remedio que tomarle el gusto al trabajo. Ha habido tutor, ‘todo se lo ha llevado la trampa y soy viejo y me siento desgraciado’ […]. Sé que esta carta te afectará dolorosamente, pero en ella hallarás de buen seguro un tono de dulzura, de ternura e incluso de esperanza que muy rara vez has oído. Y te quiero”.
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