Por Carlos Eduardo Quenaya
A la poesía post-2000 le corresponde —a la par que una equívoca denominación— una producción sin bordes definidos, un catálogo de libros y autores sin perfil o fisonomía propias. Existen, como es natural, gestos, actitudes, muecas, contorsiones. Pero todas ellas sobreviven a la sombra de las incuestionables (o incuestionadas) voces de la tradición. Así, a la lista de grupos, revistas, recitales, eventos y reseñas que invariablemente se hacen al hablar de la poesía de estos últimos años, poco a nada habría que añadir, salvo que se trata de un proceso mudable y disparejo (y quién sabe si, con el tiempo, esta indeterminación represente su rostro más reconocible).
José Carlos Irigoyen, en su largo y descuidado comentario sobre poesía peruana última —La hegemonía de lo conversacional (2008)—, intenta vislumbrar las líneas principales de la poesía venidera. La virtud del texto de Irigoyen —sin pasar por alto la reiteración de predecibles tópicos y nombres— consiste, sin duda, en ensayar fallidamente el viejo conservadurismo al que estamos acostumbrados. Y es importante subrayarlo. Ser conservador en poesía es una práctica obsoleta. Los circuitos comunicativos que se han afianzado en esta última década nos permiten cotejar, descubrir o proponer lecturas nuevas que tengan mayor o similar impacto que los discursos tradicionales (casi siempre empeñados en auto-legitimarse a toda costa).
¿Cómo empezaríamos a leer la más reciente poesía peruana si aceptáramos —por ejemplo— que los morosos inventarios de Gonzáles Vigil hace rato llegaron a dique seco? Creo que este es el clima en el que se vuelve particularmente significativo analizar algunos de las propuestas que ayudarían a dinamizar el espacio poético actual, el cual parece haberse convertido prioritariamente en un escenario virtual, en relación cada vez más difusa con sus referentes geográficos.
El Grupo Literario Signos es un buen ejemplo de ello. Responsable de dos libros grupales y de un blog dedicado a la literatura, el grupo chiclayano representa, no sin altibajos, una perspectiva refrescante para las posibilidades del diálogo entre los diversos circuitos poéticos activos en este momento. Conformado por José Abad Ascurra, Cromwell Castillo Cabrejos, Ronald Calle Córdova y César Boyd Brenis, Signos se halla en un momento de expansión. Además de los poetas mencionados, se han venido incorporando a sus filas poetas de diverso calibre y procedencia (Stanley Vega, Marco Fonz, Ricardo Musse, Erika Madrid, Mario Morquencho, Hazzel Yen, etc.). Lo que entendemos como un esfuerzo por romper los ghetos literarios y abrirlos a nuevas influencias y formulaciones.
Pero, ¿cuáles son las perspectivas del trabajo poético de los integrantes de Signos? Su primer libro, sobriamente intitulado con el nombre del grupo, puede permitirnos advertir las continuidades y cambios que van desde Signos (2007) hasta Demolición de los Reinos (2010). El primero, teñido sin duda de un aliento romántico (no pocas veces ingenuo), nos acerca a una retórica que, en sus mejores momentos, logra una particular brillantez expresiva; tropiezos y aciertos que con matices propios se prolongan hasta su segunda entrega. Vale la pena, pues, comenzar a ponderar sus propuestas.
1. José Abad Ascurra. Una recurrente fijación tanática alienta la escritura de Absolución de la Noche y Los últimos días de Caín, los dos conjuntos de poemas publicados por José Abad. No son pocos, sin embargo, los lugares comunes que hallamos en ellos. A Abad, al mismo tiempo que una convincente ansiedad por nuestra condición fugaz y perecedera, lo acompaña una sensibilidad religiosa que no siempre se aviene bien con su tema. En Absolución de la Noche, encontramos de manera enfática esta preocupación que lo hace caer en un ingenuo sentimentalismo culposo. Así, en versos como: Es tarde para empezar el mundo: / Dios ha muerto. (Artificios); El deseo abotaga los sentidos / y maldecimos la carne. (Proverbios); Tu luz es una epidemia y nada escapa/ a su lengua lasciva y sucia. (Formas).
Abad, no obstante, amplía significativamente sus recursos en su segundo poemario, Los últimos días de Caín. Aquí es donde alcanza sus mayores logros hasta la fecha. Un tono mesuradamente nocturno nos deja oír con más claridad su singular dicción:
Obsequias a la noche tu estrella.
Dejas regado en el camino
polen que brilla bajo tus pies.
Caminas con la delicadeza de la brisa.
Huyes a refugiarte entre los árboles
y eres
de pronto pájaro o mariposa
ciega.
Parafraseando uno de sus versos, creemos que a Abad le viene bien cantar sobre las tumbas, pero despojado de cierto patetismo romántico, y más a tono con una sensibilidad laica, y tal vez por ello mismo más piadosamente contemporánea.
2. Cromwell Castillo Cabrejos. Voces paralelas contra lo seco y ¿Dónde acaso es camino? son los dos poemarios que conocemos de Castillo. El primero de ellos está conformado por Agua (un sólo poema dividido en 10 estancias) y Transfiguración o el sonido, que incluye 6 poemas más. Sin desestimar su segundo trabajo, creemos que es en este primer conjunto poético donde Castillo demuestra con mayor solvencia su capacidad para el poema ceñido y sagazmente especulativo. Agua constituye una lúcida indagación de la identidad propia y de la vaporosa materialidad de la escritura poética. La honda perplejidad de ser y el esquivo reflejo del que se contempla en el poema-agua, son algunas de las directrices necesarias para entender este poema que da el tema y el tono a Voces paralelas contra lo seco:
Más allá, en mí,
correspondo al impulso súbito
de parecer Agua:
Ella tiende a sublimarse;
yo asisto a esa evasión.
Cuando ocurre,
mi canto en lo alto prolonga ceremonias
pero no es escuchado:
No hay nada más allá arriba,
sólo ella hablándome,
imperturbable acaso y apartada
de nuestra vida circular
entre todo lo inexacto.
Por eso,
allá en la cima,
no contiene ninguna respuesta:
Es la respuesta.
Y desde esta sencilla superficie
blanca,
solemne se la puede escuchar.
Con un lenguaje más irónico y sentencioso, ¿Dónde acaso es camino? nos convence menos. Las observaciones lacónicas de estos poemas bordean el cliché y se echa en falta la perspicacia poética de Castillo: El amor es eso, llanamente eso. / El amor es todo lo contrario. (Viceversa). A pesar de ello, pensamos que este texto puede resultar a la larga una salida hacia nuevos temas y modos que supongan aciertos mayores.
3. Ronald Calle Córdova. En Agonía compartida, Ronald Calle escribe con la afectación propia de quien todavía no se halla afiatado en el ejercicio poético. Sus tanteos padecen, en general, de cierta grandilocuencia que echa mano de algunos tópicos que resultan especialmente previsibles, sobre todo si tenemos en cuenta su principal influencia (Vallejo): El orbe está sudando su estío en mi frente / […] levantemos la antorcha del hambre, / miles de hombres nos contemplan. (Agonía compartida); El recorrido es largo y tu descanso / teórico (Travesía bípeda); Giro a la derecha y choco con grietas y más grietas/ en la tierra, / perdóname vida, / las he comparado con las grietas de tu alma. (Crónica de un viajero).
Su segundo poemario, Abandono del hastío, se inicia con un poema mucho más auspicioso:
Mis palabras son como niños
buscando la lluvia.
Luego todo queda en calma,
avanzo
junto a cualquier rostro distante
con los dientes mojados.
Escribir con los dientes mojados (o lo que es lo mismo, con la voz alerta y la inocencia rediviva) es, precisamente, la consigna que Calle no debería olvidar. Sólo así le será posible superar, de una vez por todas, lo que en otra parte declara: La vida ya se me torna / un verso interminable. (XVIII).
4. César Boyd Brenis. Heterónimos frente al espejo, primer conjunto de poemas de Boyd, trasunta desde el título un saludable clima pessoano. Organizado a través de 3 alter-egos (los heterónimos del título), Boyd ensaya poemas donde predomina la zozobra por la pérdida de la amada. Sin ser parejo, este poemario obtiene sugestiva riqueza expresiva en Poesía Rivadaviana. Leamos un fragmento:
Lo artificial perdura nítidamente
en la claridad de alguna fiesta que Romeo busca
···············para otra alteración del ser.
Las golfas de piel intacta
se reparten por igual en salones uniformes.
La luz escarpada corresponde a una maldición de plenilunio
La luz en las alturas absorbe a cada noctámbulo
como una esperanza, como aguardar la esperanza
···············con el cigarrillo en los labios
Pero Boyd no apuntala mejor su segunda entrega: Persistencia del alarido. El conjunto nos da la impresión de no ser otra cosa que un ejercicio de estilo. Las indagaciones en torno a la poesía —el tema que integra estos poemas— son, casi siempre, inocuas, y sorprende la presencia de versos e imágenes bastante triviales: El aleteo del ave es necio / entre las ramas que sueltan latigazos, / entre los vientos / que matan el honor. (Utopía del vuelo); ¡Oh portador del sonido silencioso! (Oda a lo perecedero).
Creemos, para terminar, que a los poetas de Signos —como a los poetas post-2000 en general— sólo les queda trabajar por decantar sus propuestas a través de un camino inédito y auténticamente personal. En tiempos en los que la poesía es el género marginal por excelencia, resulta oportuno lanzarse a la aventura de escribir y leer con la sensibilidad ávida y el pensamiento alerta. Estamos convencidos de que ese es, finalmente, el raro privilegio que le corresponde a la poesía.
José Carlos Irigoyen, en su largo y descuidado comentario sobre poesía peruana última —La hegemonía de lo conversacional (2008)—, intenta vislumbrar las líneas principales de la poesía venidera. La virtud del texto de Irigoyen —sin pasar por alto la reiteración de predecibles tópicos y nombres— consiste, sin duda, en ensayar fallidamente el viejo conservadurismo al que estamos acostumbrados. Y es importante subrayarlo. Ser conservador en poesía es una práctica obsoleta. Los circuitos comunicativos que se han afianzado en esta última década nos permiten cotejar, descubrir o proponer lecturas nuevas que tengan mayor o similar impacto que los discursos tradicionales (casi siempre empeñados en auto-legitimarse a toda costa).
¿Cómo empezaríamos a leer la más reciente poesía peruana si aceptáramos —por ejemplo— que los morosos inventarios de Gonzáles Vigil hace rato llegaron a dique seco? Creo que este es el clima en el que se vuelve particularmente significativo analizar algunos de las propuestas que ayudarían a dinamizar el espacio poético actual, el cual parece haberse convertido prioritariamente en un escenario virtual, en relación cada vez más difusa con sus referentes geográficos.
El Grupo Literario Signos es un buen ejemplo de ello. Responsable de dos libros grupales y de un blog dedicado a la literatura, el grupo chiclayano representa, no sin altibajos, una perspectiva refrescante para las posibilidades del diálogo entre los diversos circuitos poéticos activos en este momento. Conformado por José Abad Ascurra, Cromwell Castillo Cabrejos, Ronald Calle Córdova y César Boyd Brenis, Signos se halla en un momento de expansión. Además de los poetas mencionados, se han venido incorporando a sus filas poetas de diverso calibre y procedencia (Stanley Vega, Marco Fonz, Ricardo Musse, Erika Madrid, Mario Morquencho, Hazzel Yen, etc.). Lo que entendemos como un esfuerzo por romper los ghetos literarios y abrirlos a nuevas influencias y formulaciones.
Pero, ¿cuáles son las perspectivas del trabajo poético de los integrantes de Signos? Su primer libro, sobriamente intitulado con el nombre del grupo, puede permitirnos advertir las continuidades y cambios que van desde Signos (2007) hasta Demolición de los Reinos (2010). El primero, teñido sin duda de un aliento romántico (no pocas veces ingenuo), nos acerca a una retórica que, en sus mejores momentos, logra una particular brillantez expresiva; tropiezos y aciertos que con matices propios se prolongan hasta su segunda entrega. Vale la pena, pues, comenzar a ponderar sus propuestas.
1. José Abad Ascurra. Una recurrente fijación tanática alienta la escritura de Absolución de la Noche y Los últimos días de Caín, los dos conjuntos de poemas publicados por José Abad. No son pocos, sin embargo, los lugares comunes que hallamos en ellos. A Abad, al mismo tiempo que una convincente ansiedad por nuestra condición fugaz y perecedera, lo acompaña una sensibilidad religiosa que no siempre se aviene bien con su tema. En Absolución de la Noche, encontramos de manera enfática esta preocupación que lo hace caer en un ingenuo sentimentalismo culposo. Así, en versos como: Es tarde para empezar el mundo: / Dios ha muerto. (Artificios); El deseo abotaga los sentidos / y maldecimos la carne. (Proverbios); Tu luz es una epidemia y nada escapa/ a su lengua lasciva y sucia. (Formas).
Abad, no obstante, amplía significativamente sus recursos en su segundo poemario, Los últimos días de Caín. Aquí es donde alcanza sus mayores logros hasta la fecha. Un tono mesuradamente nocturno nos deja oír con más claridad su singular dicción:
Obsequias a la noche tu estrella.
Dejas regado en el camino
polen que brilla bajo tus pies.
Caminas con la delicadeza de la brisa.
Huyes a refugiarte entre los árboles
y eres
de pronto pájaro o mariposa
ciega.
Parafraseando uno de sus versos, creemos que a Abad le viene bien cantar sobre las tumbas, pero despojado de cierto patetismo romántico, y más a tono con una sensibilidad laica, y tal vez por ello mismo más piadosamente contemporánea.
2. Cromwell Castillo Cabrejos. Voces paralelas contra lo seco y ¿Dónde acaso es camino? son los dos poemarios que conocemos de Castillo. El primero de ellos está conformado por Agua (un sólo poema dividido en 10 estancias) y Transfiguración o el sonido, que incluye 6 poemas más. Sin desestimar su segundo trabajo, creemos que es en este primer conjunto poético donde Castillo demuestra con mayor solvencia su capacidad para el poema ceñido y sagazmente especulativo. Agua constituye una lúcida indagación de la identidad propia y de la vaporosa materialidad de la escritura poética. La honda perplejidad de ser y el esquivo reflejo del que se contempla en el poema-agua, son algunas de las directrices necesarias para entender este poema que da el tema y el tono a Voces paralelas contra lo seco:
Más allá, en mí,
correspondo al impulso súbito
de parecer Agua:
Ella tiende a sublimarse;
yo asisto a esa evasión.
Cuando ocurre,
mi canto en lo alto prolonga ceremonias
pero no es escuchado:
No hay nada más allá arriba,
sólo ella hablándome,
imperturbable acaso y apartada
de nuestra vida circular
entre todo lo inexacto.
Por eso,
allá en la cima,
no contiene ninguna respuesta:
Es la respuesta.
Y desde esta sencilla superficie
blanca,
solemne se la puede escuchar.
Con un lenguaje más irónico y sentencioso, ¿Dónde acaso es camino? nos convence menos. Las observaciones lacónicas de estos poemas bordean el cliché y se echa en falta la perspicacia poética de Castillo: El amor es eso, llanamente eso. / El amor es todo lo contrario. (Viceversa). A pesar de ello, pensamos que este texto puede resultar a la larga una salida hacia nuevos temas y modos que supongan aciertos mayores.
3. Ronald Calle Córdova. En Agonía compartida, Ronald Calle escribe con la afectación propia de quien todavía no se halla afiatado en el ejercicio poético. Sus tanteos padecen, en general, de cierta grandilocuencia que echa mano de algunos tópicos que resultan especialmente previsibles, sobre todo si tenemos en cuenta su principal influencia (Vallejo): El orbe está sudando su estío en mi frente / […] levantemos la antorcha del hambre, / miles de hombres nos contemplan. (Agonía compartida); El recorrido es largo y tu descanso / teórico (Travesía bípeda); Giro a la derecha y choco con grietas y más grietas/ en la tierra, / perdóname vida, / las he comparado con las grietas de tu alma. (Crónica de un viajero).
Su segundo poemario, Abandono del hastío, se inicia con un poema mucho más auspicioso:
Mis palabras son como niños
buscando la lluvia.
Luego todo queda en calma,
avanzo
junto a cualquier rostro distante
con los dientes mojados.
Escribir con los dientes mojados (o lo que es lo mismo, con la voz alerta y la inocencia rediviva) es, precisamente, la consigna que Calle no debería olvidar. Sólo así le será posible superar, de una vez por todas, lo que en otra parte declara: La vida ya se me torna / un verso interminable. (XVIII).
4. César Boyd Brenis. Heterónimos frente al espejo, primer conjunto de poemas de Boyd, trasunta desde el título un saludable clima pessoano. Organizado a través de 3 alter-egos (los heterónimos del título), Boyd ensaya poemas donde predomina la zozobra por la pérdida de la amada. Sin ser parejo, este poemario obtiene sugestiva riqueza expresiva en Poesía Rivadaviana. Leamos un fragmento:
Lo artificial perdura nítidamente
en la claridad de alguna fiesta que Romeo busca
···············para otra alteración del ser.
Las golfas de piel intacta
se reparten por igual en salones uniformes.
La luz escarpada corresponde a una maldición de plenilunio
La luz en las alturas absorbe a cada noctámbulo
como una esperanza, como aguardar la esperanza
···············con el cigarrillo en los labios
Pero Boyd no apuntala mejor su segunda entrega: Persistencia del alarido. El conjunto nos da la impresión de no ser otra cosa que un ejercicio de estilo. Las indagaciones en torno a la poesía —el tema que integra estos poemas— son, casi siempre, inocuas, y sorprende la presencia de versos e imágenes bastante triviales: El aleteo del ave es necio / entre las ramas que sueltan latigazos, / entre los vientos / que matan el honor. (Utopía del vuelo); ¡Oh portador del sonido silencioso! (Oda a lo perecedero).
Creemos, para terminar, que a los poetas de Signos —como a los poetas post-2000 en general— sólo les queda trabajar por decantar sus propuestas a través de un camino inédito y auténticamente personal. En tiempos en los que la poesía es el género marginal por excelencia, resulta oportuno lanzarse a la aventura de escribir y leer con la sensibilidad ávida y el pensamiento alerta. Estamos convencidos de que ese es, finalmente, el raro privilegio que le corresponde a la poesía.
Arequipa, 13 de junio del 2010
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