Controvertida Vanessa de Oliveira, en su presentación en la IV FIL de Arequipa. |
Arequipa, martes 25 de setiembre de 2012.
Sr. Don
Carlos Meneses Cornejo
Director
Periodístico del diario El Pueblo de
Arequipa
Presente.-
Quien le
dirige esta misiva, sabido es por usted, colabora periódicamente en su medio
periodístico con entregas de índole cultural —artículos, entrevistas,
crónicas y ficciones; sólo por citar a algunos de los personajes que he
incluido hasta el momento en mis notas: entrevista al periodista César
Hildebrandt, al cantautor Daniel F, la actriz Tatiana Astengo, el periodista
Guillermo Giacosa, el escritor arequipeño Oswaldo Reynoso, el historiador Juan
Guillermo Carpio Muñoz, al biógrafo de Mario Vargas Llosa, J. J. Armas Marcelo,
los escritores limeños Alonso Cueto y Fernando Ampuero, etcétera—, y no
he percibido (ni percibo) por éstas ninguna retribución (ni siquiera un
ejemplar de cortesía del diario). Y, si me lo permite, lo seguiría haciendo,
pues para quien la literatura y el periodismo (o una bienhechora amalgama de
ambos) constituyen un placer, no espera nada a cambio… pues en el ejercicio de
ambos ya encuentra la mejor recompensa.
Así como he publicado diversos textos —¡ay!— también he sido
censurado en no pocas publicaciones como, por ejemplo, una nota nocturna sobre
los fletes arequipeños o algún relato autobiográfico que apareció en el
semanario limeño Hildebrandt en sus trece. Sin embargo, hay que hacer de
tripas, corazón, y seguir para adelante: escribir, escribir y escribir.
En no pocas ocasiones se me ha dicho que El Pueblo es un diario conservador
y poco afecto a los escándalos o noticias morbosas que busquen herir
susceptibilidades y, por lo tanto, hay que tener cuidado con las notas que uno
pretende publicar. Y todo esto es comprensible (quiero decir, respetable):
uno no puede imponerse por sobre la línea editorial de un medio periodístico,
pues es ésta la que lo sostiene y define. Esto viene a cuento porque me
sorprendió sobremanera que el día viernes 21 de setiembre no se informara nada
sobre la inauguración de la
IV Feria del Libro de Arequipa, la cual es el evento cultural
más importante de la ciudad que ningún medio de prensa puede (ni debe)
permitirse pasar por alto. El día domingo, en cambio, apareció una nota firmada
por el señor José Carlos Mestas, bajo el desafortunado título «Brasilera
enseña cómo no dar un mal “polvo”», se le dedicó casi media página para
contarnos la historia de una ex puta brasilera que se presentó en el recinto
ferial del Parque Libertad de Expresión (de la presentación, en simultáneo, del
consagrado escritor arequipeño Oswaldo Reynoso no se dijo ni pío).
Un enemigo de la censura como yo celebra esta inesperada, y
ojalá no fugaz, apertura del diario El
Pueblo; aunque sí, vale aclararlo, considero que la actividad que llevó
a cabo la hermosa señorita brasilera era más acorde para ejecutarse en una zona
rosa (de la que todavía carecemos) que en una feria libresca (la compatriota de
la desaparecida escritora Clarice Lispector decidió mostrar sus tetas en un
lugar al que acuden padres de familia con su hijos, muchos menores de edad,
para buscar algún libro y, ¡oh, sorpresa!, se encuentran con un show putañero
gratuito).
Hay un viejo dicho que reza: está bien culantro… ¡pero no
tanto! El día lunes 24 de setiembre la dama de compañía jubilada prematuramente
apareció en la portada de El Pueblo que,
considerándola una de las noticias más importantes de la ciudad, informó: “Vanessa
de Oliveira se desnudó ayer (sic) en el estrado principal del auditorio José
Ruiz Rosas de la
Feria Internacional del Libro (…) antes de que se produjera
la espectacular acción, la escritora autora de siete libros sobre sexo cayó del
estrado sin hacerse daño”.
¿Qué quiere
decir civilización del espectáculo?, se pregunta Mario Vargas Llosa y, de
inmediato, él mismo nos da su respuesta: “la de un mundo donde en primer lugar la tabla de valores vigente lo ocupa
el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión
universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un
puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran
dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo
general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa
natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias
inesperadas: la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad
y, en el campo de la información, que prolifere el periodismo irresponsable de
la chismografía y escándalo”.
Chismografía
y escándalo. ¡Lo que vende! Si el pueblo quiere circo, pues no seamos cortos ni
perezosos: ¡hay que dárselo! ¿Verdad? El día domingo por la mañana se presentó
un escritor imprescindible en la narrativa peruana: Edgardo Rivera Martínez,
autor de la celebrada novela País de
Jauja, finalista del premio Rómulo Gallegos y considerada la mejor
novela peruana publicada durante la década de los noventa. Más tarde presentó
su primera publicación en Arequipa (Travesía Editora) otro escritor peruano de
primera fila como el ancashino Óscar Colchado Lucio, autor de la novela Rosa Cuchillo y de La casa del cerro El Pino (cuento
ganador del premio Juan Rulfo 2002, organizado por Radio Francia
Internacional). Fue lamentable, decepcionante, triste, no encontrar el día
lunes 24 de setiembre ni una sola mención a estos autores peruanos. Ni una sola
mención en el diario que usted dirige (pero sí la foto en portada de una
brasilera con las tetas al aire, un evento que había ocurrido ya dos días
atrás). Los libros no importan, sin embargo, un par de senos —sobre todo
si son importados de Brasil— se
venden como pan caliente. Mejor que mejor si salen en portada.
Acierta
otra vez el Premio Nobel de Literatura, MVLL, cuando nos informa que “en nuestros días, en que lo que se espera de
los artistas no es el talento, ni la destreza, sino la pose y el escándalo, sus
atrevimientos no son más que las máscaras de un nuevo conformismo. Lo que era
antes revolucionario se ha vuelto moda, pasatiempo, juego, un ácido sutil que
desnaturaliza el quehacer artístico”. No he presenciado ese triste
espectáculo de la ex-hetaira pues, a la misma hora, estuvimos presentando el
nuevo libro del escritor arequipeño Oswaldo Reynoso, no obstante, sí sabíamos a
qué venía la brasilera.
Luego de
todo esto, esfumado el estupor y la contrariedad, también me siento estafado.
Sobre todo si el día viernes 21 de setiembre, tres conocidos periodistas que
han trabajado con usted (Jorge Turpo, Christian Ticona, Carlos Rivera) junto a
escritores como Giovanni Barletti y quien le escribe, participamos de una mesa
sobre “La
bendita (o maldita) manía de contar historias” en el auditorio de la Biblioteca Regional
Mario Vargas Llosa. Un auditorio que lucía casi en tinieblas. “No tenemos
micrófonos”, nos dijo uno de los jóvenes colaboradores de la FIL. Nosotros
insistimos y, a pesar de todos estos percances, llevamos a cabo el evento.
Luego nos empezaron a cortar la luz. Cualquier incauto hubiera pensado de que
se trataba de un boicot. No, no era eso: desorden, caos… y no habíamos
prometido un show de calatos.
En aras de
la pluralidad y de la libertad de expresión tan manoseadas espero que usted
publique esta protesta que quiero hacer pública a través de su medio. Las
autoridades tienen mucho que ver en esto: el señor Juan Manuel Guillén
Benavides que sólo aparece en las fotitos cuando el Nobel nos visita y, mejor
ni mencionar a nuestro alcalde que no pierde el tiempo en lanzarse a las
piscinas de Tingo para buscar portadas o entregar medalla de la “cultura” a todo
aquel que aparezca en la televisión (no local, el requisito es aparecer en
canales limeños, por supuesto). Alfredo Zegarra Tejada que le pone Palacio de
Bellas Artes Mario Vargas Llosa a un coliseo horroroso que más parece un
platillo volador (pero, claro, no se puede hablar mal del señor alcalde porque
pone publicidad en el diario, por eso también sacaron las columnas del
reconocido sociólogo José Luis Vargas Gutiérrez).
¿Es cultura
todo este embeleco? No, es una farsa montada con la aquiescencia de todas nuestras
autoridades locales. La culpa también es nuestra, porque los elegimos (¡y hasta
reelegimos al impresentable Guillén tapándonos las narices!). En esta
provinciana ciudad también somos presas de la civilización del espectáculo que
en todo se entromete y lo deforma. Hoy por hoy, en nuestro país, el periodista
más influyente de nuestra televisión es Beto Ortiz (si no que lo diga nuestro
presidente regional que también tiene varias fotitos con él en la biblioteca
regional, pero coloca a gente inepta a cargo del auditorio que lleva el nombre
de nuestro mejor novelista en la
Feria del Libro del parque Libertad de Expresión). Todos
sabemos el por qué. La culpa es nuestra: de todos los lectores y televidentes
que no reclamamos y mantenemos un silencio cómplice. Como leí hace mucho en un
libro de Eduardo Galeano: HEMOS
GUARDADO UN SILENCIO BASTANTE PARECIDO A LA ESTUPIDEZ. ¡Basta
ya! ¿En qué momento se jodió Arequipa, don Carlos Meneses?
Atentamente,
ORLANDO MAZEYRA GUILLÉN
DNI 40764299
* Tomado del blog de Orlando Mazeyra
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